Huellasofrece a sus lectores una selección de textos del documento vaticano
Nosotros recordamos: una reflexión sobre la Shoah, que se hizo público el pasado mes de Marzo
Con este documento la Santa Sede ha introducido en el escenario de este final de siglo una novedad histórica que sólo la miopía o la mala fe pueden distorsionar o reducir. En él no se realiza una simple petición pública de disculpas por la tibieza de algunos cristianos frente al genocidio del pueblo judío que llevó a cabo el régimen nazi, ni por la hostilidad y los prejuicios hacia este pueblo, alimentados en buena parte del mundo cristiano por interpretaciones erróneas del Nuevo Testamento. Sus páginas expresan el dolor de corazón de la Iglesia por el sufrimiento indecible del pueblo hebreo, llevado a culminación en la Shoah. Un dolor indisolublemente unido a la conciencia del parentesco espiritual que liga desde siempre y para siempre a la Iglesia con el pueblo de Israel.
La tragedia y el deber de hacer memoria
Ante este horrible genocidio, que a los responsables de las naciones y las mismas comunidades judías les costó trabajo creer en el momento en que estaba siendo perpetrado de forma tan inmisericorde, nadie puede permanecer indiferente, y menos aún la Iglesia, debido a sus estrechos lazos de parentesco espiritual con el pueblo judío y al recuerdo que guarda de las injusticias del pasado. La relación de la Iglesia con el pueblo judío es diferente a la que tiene con las demás religiones. No se trata sólo de volver al pasado. El futuro común de judíos y cristianos nos obliga a recordar, ya que “no hay futuro sin memoria”
Qué es lo que debemos recordar
Por dar su singular testimonio al Santo de Israel y a la Tora, el pueblo judío ha padecido enormemente en diversas épocas y en muchos lugares. Pero la Shoah fue sin duda lo peor de todos sus sufrimientos [...] La misma enormidad del crimen suscita muchas preguntas [...] El hecho de que la Shoah haya tenido lugar en Europa, es decir en países de larga civilización cristiana, suscita la cuestión de la relación entre la persecución nazi y las actitudes de los cristianos, a lo largo de los siglos, hacia los judíos.
Las relaciones entre judíos y cristianos
La historia de las relaciones entre los judíos y los cristianos es una historia atormentada [...] En los albores del cristianismo, tras la crucifixión de Jesús, surgieron contrastes entre la Iglesia primitiva y los jefes de los judíos y el pueblo judío, quienes, para observar la Ley, a veces se opusieron de manera violenta a los predicadores del Evangelio y a los primeros cristianos. [...] “En el mundo cristiano (no digo por parte de la Iglesia como tal) ciertas interpretaciones erróneas del Nuevo Testamento con respecto al pueblo judío y a su presunta culpabilidad han circulado durante demasiado tiempo, generando sentimientos de hostilidad hacia este pueblo”. Dichas interpretaciones del Nuevo Testamento han sido total y definitivamente rechazadas por el Concilio Vaticano II.
Antisemitismo y antijudaismo
En el siglo XIX empezó a tomar cuerpo un nacionalismo exasperado y falso. En un clima de rápido cambio social, los judíos fueron a menudo acusados de ejercer una influencia exasperada con respecto a su número. Entonces empezó a extenderse en distintos grados, por casi toda Europa, un antijudaísmo que era esencialmente más sociopolítico que religioso. En la misma época hicieron su aparición ciertas teorías que negaban la unidad de la raza humana, alegando una originaria diferencia de las razas [...].
La Iglesia alemana contestó (a la ideología nazi) condenando el racismo [...]. Ya en febrero y marzo de 1931, el cardenal Bertram de Breslavia, el cardenal Faulhaber y los obispos de Baviera, y de las provincias de Colonia y Friburgo publicaron cartas pastorales que condenaban el nacionalsocialismo con su idolatría de la raza y del Estado [...]. También el Papa Pío XI condenó el racismo nazi de forma solemne en la encíclica Mit brennender Sorge [...]. Pío XII, desde su primera encíclica Summi Pontificatus, puso en guardia contras las teorías que negaban la unidad de la raza humana y contra la deificación del Estado, cosas que él preveía conducirían a una verdadera “hora de las tinieblas”.
No se puede ignorar la diferencia que existe entre el ‘antisemitismo’ basado en teorías contrarias a las enseñanzas constante de la Iglesia sobre la unidad del genero humano y sobre la igual dignidad de todas las razas y de todos los pueblos, y los sentimientos de sospecha que han perdurado desde hace siglos, que llamamos ‘antijudaísmo’, de los cuales, por desgracia, también los cristianos han sido culpables.
Antisemitismo nazi y "Shoa"
La Shoah fue la obra de un típico régimen neopagano. Su antisemitismo tenía sus propias raíces fuera del cristianismo, y al perseguir sus propios fines no dudó en oponerse a la Iglesia persiguiendo también a sus miembros. Pero hay que preguntarse si la persecución del nazismo contra los judíos no fue facilitada por los prejuicios antijudíos que estaban en las mentes y en los corazones de algunos cristianos [...]. Hay que dar una respuesta caso por caso y, para hacerlo, hay que conocer qué fue exactamente lo que motivó a cada persona en su situación concreta [...]. Aquellos que ayudaron a salvar a cuantos judíos les fue posible, hasta el punto de poner sus vidas en peligro mortal, no deben ser olvidados. Durante la guerra y después de la misma, ha habido comunidades y personalidades judías que han manifestado su gratitud por todo lo que se había hecho por ellas, incluido lo que Pío XII hizo personalmente o a través de sus representantes para salvar a cientos de miles de judíos [...]. A pesar de eso, como ha reconocido el Papa Juan Pablo II, junto a esos valientes hombres y mujeres, la resistencia espiritual y la acción concreta de otros cristianos no fue la que cabría esperar de los discípulos de Cristo (ndr. Sobre esta cuestión, confróntese en el número de Huellas correspondiente al mes de noviembre de 1997, en las págs. 34-35, el artículo titulado El Señor es fiel a su alianza).
Mirando hacia un futuro común
Pedimos en primer lugar a nuestros hermanos y hermanas católicos que renueven la conciencia de las raíces hebreas de su fe, [...] que recuerden que Jesús era un descendiente de David, que del pueblo hebreo nacieron la Virgen María y los Apóstoles, que la Iglesia se sustenta de las raíces de ese buen olivo en el que se injertan las ramas del olivo silvestre de los gentiles (cf. Rom 11, 17-24), que los hebreos son nuestros queridos y amados hermanos, y que, en cierto sentido, son auténticamente ‘nuestros hermanos mayores’. [...] Rogamos porque nuestro dolor por las tragedias que ha sufrido el pueblo hebreo en nuestro siglo nos mueva a establecer nuevas relaciones con este pueblo. [...] En un mutuo respeto compartido como corresponde a los que adoran al único Creador y Señor y tienen un padre común en la fe, Abraham.
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