Crónica de la “Asamblea nacional de la Compañía de las Obras”. Roma, 18 de marzo, Auditorio de la Confindustria. Por la defensa del principio de subsidiariedad, que el parlamento se apresuraba a eliminar de la Constitución italiana - incluido el voto determinante de los católicos - en nombre de un estatismo omnívoro. El mensaje de la Secretaría de la CEI
Una nueva idea circula por Italia. Se llama subsidiariedad. Una bonita mañana de marzo, el día 18, ha escapado de la reserva de los estudiosos de Doctrina Social de la Iglesia o de Derecho Constitucional, y se ha convertido en una cuestión importante, muy seria, para muchas personas.
Hoy se encuentra en el diccionario de las palabras claves de esta época junto a globalización, federalismo, flexibilidad, Europa, Estado Social.
Esa mañana de marzo el principio de subsidiariedad campaba por el auditorio de la Confindustria de Roma donde estaba teniendo lugar la Asamblea nacional de la Compañía de las Obras (título: “Más sociedad, menos Estado: el principio de subsidiariedad en las reformas institucionales”). Y ese mismo día el principio de subsidiariedad era el centro del debate y de las votaciones previstas en el Congreso de los Diputados, que estaba examinando el texto de la reforma constitucional aprobado por la Comisión bicameral (la votación fue pospuesta al día siguiente). Una parte de la sociedad y una parte de la política italiana hablaban, por una vez, la misma lengua, sin necesidad de intérpretes y mediadores.
Algunas aclaraciones
¿Cuál es el lenguaje de la subsidiariedad? Es el lenguaje de la acción social libre y autónoma, es el lenguaje de las comunidades de base, el lenguaje que permite al ciudadano una relación serena y transparente con las instituciones centrales. Subsidiariedad quiere decir que sólo lo que no se puede realizar desde el nivel anterior o inferior de la organización social (comunidades y formaciones sociales de base, cuerpos intermedios) se transfiere a la habitación de al lado o al piso de arriba (las diferentes formas de los poderes públicos, también ellas ordenadas según el mismo principio: es lo que da sentido, por ejemplo, al sistema de los Ayuntamientos, Comunidades Autónomas, Estado). Este principio limita el exceso de los poderes impersonales de las instituciones y permite tutelar la libre organización de la sociedad o de las diferentes partes que la constituyen.
Es verdad que en la historia del pensamiento político la idea de subsidiariedad no ha tenido mucho éxito y quedó relegada a los textos de la Doctrina Social de la Iglesia y de algún párrafo de la Constitución.
Hasta la sorpresa del Tratado de Maastricht, que utiliza la subsidiariedad para darle un fundamento a la acción de la Comunidad Europea respecto a los Estados miembros. ¿Qué hacen los Estados miembros?
¿E Italia, que además quiere reformar la Constitución? Italia, que es el país más europeísta y menos europeo: quiere entrar a toda costa en el Euro, pero defiende hasta el final, incluso hasta soportar la condena de la Corte europea, el monopolio estatal para el sistema de empleo; ¿qué hará Italia?
En el debate de la Comisión Bicameral la subsidiariedad es un principio congelado, es más, en el texto presentado a la Cámara se transforma en todo lo contrario: una consagración del centralismo, esta vez con ventaja para las instituciones locales. ¿Esto es todo? ¿Las Regiones en vez del Estado? Giorgio Vittadini, presidente de la Compañía de las Obras, esa mañana del 18 de marzo dirá: «Si va a ser así, prefiero ser oprimido por el Emperador, que está lejos, en Roma, que por el vasallo, que está cerca».
El presidente y el voto
Para los que defienden la subsidiariedad la jugada constitucional del 18-19 marzo no fue bien. La mayoría, ayudada como de costumbre por la ignorancia de la oposición (ausencia de An, tinglados de Forza Italia), votó unánimemente el texto de la Bicameral que tendrá que pasar al Senado, donde hay más posibilidades de maniobrar. Al iniciar el trabajo de la Asamblea, el presidente de ese mismo Senado, Nicola Mancino, usó expresiones que parecían provenir directamente del pensamiento inspirador de la Compañía de las Obras: «Casi nunca el Estado ha reconocido las realidades que nacen en la sociedad de forma autónoma y que existen antes que el ordenamiento estatal... Hay que reconocer que existen bienes y servicios de utilidad pública que pueden ser derogados por sujetos diferentes del Estado y se debe prever que puedan ser financiados directamente por los ciudadanos... El centralismo del Estado se debe entender, en el sentido moderno y funcional de la expresión, como la capacidad que tiene la ley para privilegiar las iniciativas de otros sujetos, institucionales y no institucionales, mirando no la titula-ridad formal, sino los objetivos a alcanzar».
Se puede por tanto esperar un mejor resultado de la jugada institucional. Pero el hecho político, la consagración civil del tema de la subsidiariedad es ya algo indiscutible. Un éxito completo de la Compañía de las Obras. Giorgio Vittadini no se jacta pero afirma: «Hemos aprendido, eso es todo. Hemos estudiado. Hemos descubierto que nuestra expresión Más Sociedad, menos Estado tenía una confirmación institucional y constitucional en la subsidiariedad. Puedo decir que ninguno de nosotros era un experto».
También se dirige a Massimo D'Alema la invitación a aprender, ya que en una entrevista redujo la cuestión de la subsidiariedad a una “polémica nominalista” sin ninguna incidencia sobre el proceso de privatizaciones. En definitiva una reducción de la reducción, ya que las privatizaciones son como mucho un párrafo del libro llamado subsidiariedad (queda la duda de si al PDS se le debe reprochar su poca familiaridad cultural con el tema o una consciente estrategia estatista).
El alcalde en Vedano
En cualquier caso: aprender, éste es el llamamiento, la palabra clave de la Asamblea. Aprender a reconocer los hechos que se dan en la sociedad. Enzo Bianco, alcalde de Catania cuenta como se hace esto: «Era desde hacía poco presidente de la Asamblea de Ayuntamientos italianos y recibí una invitación para visitar la Cooperativa Solidaridad de Vedano Olona, de Lorenzo Crosta. Minusválidos, ex presidiarios, personas marginadas de diferentes formas, eran capaces de trabajar, de tener asignada una tarea, de asumir responsabilidades. Nunca pensé que fuese posible una alternativa al asistencialismo. Lo aprendí allí y llevé la experiencia a Catania: ahora existe una cooperativa gemela a la de Busto Arsizio que está a punto de comenzar su actividad». Una bonita historia, alcalde Bianco, un buen modo de realizar el principio de subsidiariedad. «Hace diez años - cuenta en la Asamblea - cuántos más servicios era capaz de erogar un alcalde, mejor era. Hoy un buen alcalde es el que eroga pocos servicios de calidad y sobre todo el que consigue que sean los demás los que trabajen».
Los guangos
Giulio Tremonti, especialista en Derecho Tributario, profesor, ministro de Economía durante el gobierno Berlusconi, “representante de una fuerza política del Parlamento” (Forza Italia) y, como el mismo se define, autor de bromas fulminantes (muy conocida es: “¿Visco, ministro de Economía? Es como poner a Drácula de presidente de los donantes de sangre”). La Asamblea le debe el haber conocido la existencia de los quangos: (siglas del inglés quasi autonomous non governamental organitations), organizaciones del tipo del Banco Mundial, del Fondo Monetario, y de la misma Unión Europea. Entidades dotadas de poderes autónomos y supranacionales, casi independientes de los pueblos y de los ciudadanos, no sometidas a controles democráticos. Tremonti dice que los Estados nacionales ceden poder a los quangos, hacia arriba; y ceden poder a entidades menos extraterrestres como las regiones o incluso las comunidades étnico-culturales- lingüísticas (todos pensaban en Cataluña y Gales pero nadie pensaba en Padania) hacia abajo.
En definitiva «el Estado-nación es a la vez demasiado pequeño y demasiado grande, se tiene que definir de nuevo sobre la base de cinco grandes pilares: moneda, justicia, defensa, política exterior y Estado social; y retirarse del resto. Federalismo y subsidiariedad son caras de la misma moneda».
Federalismo-Subsidiariedad
Música para los oídos de Roberto Formigoni, presidente de la región Lombardía que ha hecho de este binomio (federalismo-subsidiariedad) la línea de gobierno de la región más europea de Italia. Por ejemplo, al reformar la Sanidad (y ganándose el odio perenne, humana-mente hablando, del ministro Rosy Bindi) o al poner en marcha campañas de apoyo al federalismo. Sorprendentemente, Formigoni hace referencia a “Carta 77”, una cita que suena a pieza de museo a casi diez años de la caída del comunismo. Pero es así: Formigoni sabe que también gracias al manifiesto de la disidencia checoslovaca muchísimos de los presentes han aprendido a amar la res pública (y se han aprendido también el tremendo verso de Czeslaw Milosz, «a quien ame la res pública se le cortarán las manos»; el poder no soporta amores de este tipo).
El día D de Fossa
Las intervenciones más ruidosas, que debemos reconocer que han marcado el éxito de actualidad y político de la Asamblea, fueron las de los industriales. Giorgio Fossa, presidente de la Confindustria, empezó en “su” auditorio una estrategia de ataque al gobierno: la Asamblea, llena de periodistas y de políticos (entre ellos Buttiglione, Maroni, Folloni, Gasparri, Martino y el popular Guarino que tratará inútilmente de hacer una buena enmienda al texto de la subsidiariedad), es una ocasión de hacer política de verdad. La frase central de Fossa es: «la subsidiariedad habría impedido al Gobierno el riesgo de tenerse que subir al carro de un acuerdo político que invade el campo de los ciudadanos privados y de sus organizaciones, que son más capaces de resolver sus propios problemas precisamente porque están cerca de los sujetos interesados». En ese momento se vio que para Fossa ese era el día D. Su ruptura con Prodi sobre las 35 horas llegó inmediatamente después de su discurso en la Compañía de las Obras. Para Fossa, además, el proceso de des-centralización no se puede limitar a las privatizaciones, sino que comprende también «muchas funciones y servicios públicos que, aun siendo públicos, es decir destinados a todos los ciudadanos, pueden ser hoy realizados por el sector privado». Y, por tanto, la Confindustria pide una mayor concurrencia en la sanidad, en la escuela, en asistencia y en la gestión de los transportes públicos y del patrimonio cultural.
Fuera de programa
Cuando habla Cesare Romiti muchos tienen en la cabeza el duro discurso que pronunció en el Meeting de Rímini de 1996 (más o menos: el drama no es retrasar el ingreso en el Euro sino la desocupación): causó gran alboroto y, tanto en la derecha como en la izquierda, hubo quien no se lo tomó a bien. Hay, por tanto, un cierto suspense ante un Romiti que además interviene fuera de programa, obligado a hablar por una insistente invitación de la presidencia de la Asamblea. Pero el efecto de sus pocas e improvisadas palabras es similar a la bomba de Rímini (además, admitámoslo, el auditorio es bastante parecido; ¿querrá decir algo esta coincidencia?): «Es un momento delicado. Por una parte, el posible y previsible ingreso en Europa, por la otra, las debilidades y tentaciones, políticamente hablando, que no se encaminan hacia la libertad con mayúscula, como se debe entender en una verdadera democracia». Buen golpe, doctor Romiti, un buen modo de confirmar la relevancia política de la Asamblea sobre la subsidiariedad. También esta vez hay quien no se lo toma bien.
Al final, por las razones que hemos apuntado, una palabra que hasta hace poco tiempo recordaba sólo la escuela primaria (su carácter subsidiario es citado por el presidente de la CdO de forma “autorizada” al acabar) es hoy una encrucijada de batallas políticas y reformas constitucionales, y de nuevas Italias en nuevas Europas.
Giorgio Vittadini, que ha llevado a la CdO hacia esa encrucijada, concluye la Asamblea con una enér-gica preocupación, trazando un programa de actuaciones que gira en torno al sistema educativo y al sistema laboral, citando la peligrosa proliferación de las “Authority” (¿se hablará de esto en la próxima Asamblea Nacional?), elogiando la vía americana para integrar los servicios públicos y los “non profit”, e indicando la matriz de todas las razones del actuar: «La libertad de expresiones imaginativas y operativas es una cuestión de vida o muerte para una civilización, lo mismo que para una democracia. Por la libertad que se da a este ámbito del trabajo que nace del corazón, y que se sostiene asociativamente, se mide el carácter democrático de cualquier poder, y su respeto a la libertad: la libertad de asociación es el derecho más opuesto al poder».
En fin, no hay nada que no se pueda aprender y no hay nadie que no pueda aprender.
El mensaje de la CEI
Me alegro de dirigir a todos los participantes en la Asamblea Nacional de la Compañía de la Obras mi más cordial saludo y os deseo que vuestro trabajo sea fructífero.
Habéis decidido juntaros, siguiendo la tradición del catolicismo italiano, para dar forma a la inspiración del Evangelio en vuestro trabajo, en la sociedad, en las “obras” por medio de las cuales queréis servir al hombre y a sus necesidades, partiendo de su necesidad de trabajar.
Habéis tratado de dar un testimonio adulto de vuestra fe y de ofrecer un punto de referencia a todos los que desean vivir de manera más humana los problemas y las relaciones en el ámbito de la economía.
Vuestra misma experiencia os hace estar especialmente atentos al principio de subsidiariedad que exige el reconocimiento del pleno derecho de ciudadanía para las iniciativas libres y responsables que surgen en el seno de la sociedad y que contribuyen al bien común.
Habéis titulado vuestro encuentro: “Más sociedad, menos Estado: El principio de subsidiariedad y las reformas institucionales”. Proponéis de nuevo un tema al que durante estos años le habéis prestado una atención singular y que hoy resulta de especial actualidad en nuestro país.
Constatamos con satisfacción que el principio de subsidiariedad obtiene cada vez un mayor consenso en el ámbito internacional y se alude a él cada vez más. También en Italia, bajo la perspectiva de las reformas institucionales, está empezando a ser asumido y se está haciendo explícito de manera inaudita. Sin embargo, es necesario que se entienda correctamente, en toda su amplitud y que sea aplicado concretamente.
El Estado y sus instituciones tienen que estar al servicio de la persona, de la familia y de los sujetos sociales que son más cercanos a la persona y a la familia. «Es tarea que compete a las instituciones intervenir en su sostenimiento (subsidium ajferre) para hacer que puedan desarrollar sus iniciativas, realizar sus intervenciones, aportando o integrando los instrumentos y recursos necesarios. Todo esto dentro del marco de un proyecto que, una vez identificadas las necesidades y los recursos, oriente todo al bien común». Así se expresaba la Nota Pastoral “Estado social y educación a la sociabilidad” de la Comisión Justicia y Paz.
En la misma línea se situaba otro documento de los obispos : “Democracia económica, desarrollo y bien común” que se refería más directamente al trabajo y a la economía: «Un nuevo estado social no puede ser gobernado sólo por un centro que está situado en el vértice de la sociedad ni puede ser forjado por la mano invisible del mercado. El binomio estado-mercado, que constituye el eje de la sociedad moderna y sobre el que se han apoyado los regímenes de estado social de la posguerra, no es ni suficiente ni adecuado. Es necesario que intervenga un tercer polo, el llamado “tercer sector” o de economía social, constituido por asociaciones libres, voluntariado, cooperativas de solidaridad social, fundaciones y organizaciones de diferente tipo sin fines lucrativos. Este tercer polo, se presenta hoy como el más dinámico, activo y capaz de suplir la carencia de reglamentación del mercado, así como de suprimir la alienación de una sociedad burocrática, en la perspectiva de una democracia más plena y dentro del espíritu de la Doctrina Social de la Iglesia, cuyos principios están presentes, en gran medida, en la misma Constitución de nuestra República». Sin duda resulta pertinente la referencia a la Constitución italiana, que, entre otras cosas, en el artículo 2º «reconoce y garantiza los derechos inviolables del hombre, tanto como individuo cuanto en las formaciones sociales donde desarrolla su personalidad».
La aplicación coherente del principio de subsidiariedad no implica poner en duda la necesidad e importancia del Estado ni disminuye su papel, sino que lo interpreta como poder de sostenimiento y de coordinación, efectiva y plenamente democrático. Sin un reconocimiento adecuado de los sujetos sociales la misma descentralización de muchas competencias a los entes territoriales podría traducirse en una invasión mayor de la administración pública y en una ulterior burocratización de los servicios. Es bueno que el Estado gobierne más y gestione menos.
El primer y fundamental sujeto social que debe ser re-conocido adecuadamente es la familia fundada sobre el matrimonio. Entre sus derechos se encuentra el de la libertad de educación que, en la reforma en curso del sistema educativo, exige el reconocimiento del papel relevante de los padres en la gestión de la autonomía escolar y que se dé una paridad escolar real para las escuelas no estatales. Pero el discurso se podría extender a otros derechos, a otras actividades y a otros sujetos sociales. El principio de subsidiariedad se puede aplicar a muchos ámbitos de la vida civil. Los católicos deberían, antes que nada, creer más en la fecundidad de la enseñanza social de la Iglesia y expresar una capacidad de propuesta más valiente y perseverante.
Me alegro de ver que vosotros, de la Compañía de las Obras, lleváis desarrollando, desde hace ya mucho tiempo, un esfuerzo creativo y tenaz que espero verdaderamente no disminuirá en el futuro. Junto a mi sincero aplauso deseo también que vuestras obras sean un testimonio cada vez más coherente y luminoso de la fecundidad cultural y social de la fe en Jesucristo, Salvador de todos los hombres y del hombre entero.
Roma, 18 de marzo de 1998
Ennio Antonelli
Secretario General de la CEI
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