Además del libro de don Giussani, La conveniencia humana de la fe, son tres las lecturas recomendadas para «el tiempo de la libertad», como Giussani solía definir el verano: La voz a ti debida de Pedro Salinas, Barrabás de Par Lagerkvist y Los coros de "La Piedra” de T.S. Eliot.
Pedro Salinas vivió en la España del siglo pasado buscando la luz, tratando de toparse con con «la claridad de lo incognoscible» (Presagios; Seguro azar; Fábula y signo), procurando descifrar el secreto, quitarle el velo a lo real para poder comprenderlo todo, y comprenderlo entonces en todo su esplendor. El deseo de claridad exigió una pureza original a nuestro autor, un genio del lenguaje escogido «por el sufragio implícito de las generaciones y los siglos, por tribunales que nadie nombra ni a nadie obligan, en verdad, pero cuya autoridad, por venir de tan lejos y de tan arriba, se acata gustosamente» (“Defensa de la lectura", en El defensor). La relación amorosa es el tema que domina por completo los versos de La voz a ti debida, un poema que probablemente nos vuelva la mirada a esos lugares del alma vedados, adormecidos por el trantrán cotidiano.
Esta lectura nos reclama desde el comienzo a la espera de algo que aún no se ha abierto, sus páginas nos instan a que estemos vigilantes. ¡El imprevisto puede llegar sin pedirnos permiso! «Poned señales altas, / maravillas, luceros; / que se vea muy bien / que es aquí, que está todo / queriendo recibirla. / Porque puede venir. / Hoy o mañana, o dentro / de mil años, o el día / penúltimo del mundo». Salinas comprendió que debemos estar alerta si queremos captar los signos de la gran belleza. «¡Si me llamaras, sí, / si me llamaras! / Lo dejaría todo, / todo lo tiraría». Todo es nada en comparación con su amada. La obra entera rezuma segundas personas del singular -tú, tú y tú- una y otra vez, como queriendo introducirnos en un mundo de relación, el único mundo posible, aquel que se puede conocer solo si está ella. Al margen de ella las cosas no tienen nombre, se desvanecen, se alejan inexorablemente hacia la nada. «Alegría, pena, siempre / ¿por qué tenéis nombre: amor? / Si tú no tuvieras nombre, / yo no sabría qué era». Tu vida me da el nombre. Tu presencia ha inundado el mundo de esperanza. Un mundo que, contigo, con tu llegada, ha salido de la normalidad y el aburrimiento. «El gran mundo vacío, / sin empleo, delante / de ti estaba: su impulso / se lo darías tú». Y yo, que pertenecía a este mundo hueco, «cuando tú me elegiste / -el amor eligió- / salí del gran anónimo / de todos, de la nada», y «al decirme: “tú" / -a mí, sí, a mí, entre todos-, / más alto ya que estrellas / o corales estuve».
«Poned señales altas, / maravillas, luceros; / que se vea muy bien / que es aquí, que está todo / queriendo recibirla. / Porque puede venir. / Hoy o mañana, o dentro / de mil años, o el día / penúltimo del mundo».
El poema podría haber terminado así. Se acabaron los problemas. Al fin encontramos la llave secreta del mundo. ¡No! Los versos se multiplican y nos regalan una experiencia profundamente humana: ella está, pero no es suficiente. «Me debía bastar / con lo que ya me has dado. / Y pido más, y más». La mecha del deseo se enciende de nuevo. Ella se hace cada vez más grande, tanto es así que tiene la tentación de hacerla chiquita. Y es que en muchas ocasiones procuramos -literalmente- recortar nuestras ansias para así llenar antes el cántaro vacío; él no lo consigue y busca por todos los medios recortarla a ella. «Distánciamela, espejo; / trastorna su tamaño. / A ella, que llena el mundo, / hazla menuda, mínima. / Que quepa en monosílabos, / en unos ojos; / que la puedas tener / a ella, desmesurada, / gacela, ya sujeta, / infantil en tu marco». Pero ella desborda todo marco, todo corazón. Entonces continúa la batalla. «Me debía bastar / con lo que ya me has dado. / Y pido más, y más»
Salinas no le pone trabas a la experiencia e intuye que la amada no es solamente lo que aparece a primera vista. «No eres / lo que yo siento de ti. / (...) Detrás, más allá te busco. / (...) Vivir ya detrás de todo, / al otro lado de todo / -por encontrarte-». ¿«Al otro lado de todo»? Sí. Nuestro escritor tiene «ansia / de irse dejando atrás / anécdotas, vestidos y caricias, / de llegar, / atravesando todo / lo que en ti cambia, / a lo desnudo y a lo perdurable», quiere quedarse «en lo que no ha de pasar».
Pedro Salina
La voz a ti debida. Razón de amor
Castalia (pp.216-9,50€)
Todos conocen la historia de Barrabás, pero los evangelios no nos dicen qué pasó después. Pär Lagerkvist, que con esta novela ganó el Nobel de Literatura, imagina qué pasó después. Después de que el pueblo optara por liberarle a él y condenar al otro, a Jesús. Fue una decisión “democrática". Él, Barrabás, «no podía tener remordimientos». Entonces ¿por qué desde “aquel" día, no consiguió quitarse de los ojos lo que vio, lo que vivió en los momentos de aquella crucifixión? Le perseguirá siempre el no llegar a entender por qué ese desconocido le salvó la vida. Hasta su muerte Barrabás gritará su sentirse “esclavo" de una vida que se le devolvió gratuitamente. Resistirá (y traicionará) hasta el final ante la belleza, la verdad, la libertad que se cruzó un día por su camino. En efecto, nos dice el autor, «si la voz grita y nadie responde, ¿para qué existe esa voz?». La 40ª edición del Meeting de Rímini, el 18 de agosto, se abrirá con un espectáculo teatral inspirado en este texto de Lagerkvist.
Par Lagerkvist
Barrabás
Encuentro (pp. 144 - 12 €)
Si sustituimos los «resultados de las carreras» por los like de Facebook e Instagram; si en lugar del «frigorífico perfecto» ponemos el “móvil perfecto"... Si nos fijamos bien en el «desierto [que] se hacina en los vagones del metropolitano.», ¿cómo no ver la soledad del hombre moderno? Escritos hace más de 80 años, los Coros de «La Piedra», pocas páginas en verso en las que Thomas Stearn Eliot describe con ironía y realismo la relación entre la Iglesia y el hombre, resultan de una actualidad desconcertante. No solo según Eliot los hombres necesitan encontrar un rostro, sino que la presencia de la “Piedra", de la “Extranjera" (la Iglesia), en medio de la sociedad es un valor imprescindible para la convivencia. ¿Dónde reside el origen de todas las deviaciones, con el consiguiente vaciamiento de la Piedra y de un cristianismo reducido a buenas obras? En haber «olvidado la piedra angular. al mismo Jesucristo», «aquel momento en el tiempo que dio significado al tiempo». Según el poeta, ¿qué es lo que necesitamos? Ciertamente no necesitamos cristianos perfectos, hombres irreprensibles, sino hombres «bestiales, carnales, egoístas y, sin embargo, siempre en lucha..., siempre reanudando su marcha. parándose, perdiendo el tiempo, desviándose, retrasándose., pero nunca siguiendo por otro camino».
T. S. Eliot
Los coros de "La Piedra”, en Poesías reunidas (1909-1962)
Alianza Editorial (pp. 232- 18 €)
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón