La fe, el tiempo que pasa, la novedad que permanece...
Y lo que nunca perdió de vista. Un diálogo entre el padre Pigi Bernareggi, misionero en Brasil, y algunos amigos que, con ocasión de su ochenta cumpleaños, le han preguntado qué es lo que resiste el embate del tiempo.
Pigi: Gracias, porque si hubiera tenido que leer yo el mensaje de Carrón, se me habrían saltado las lágrimas. No hubiera conseguido leerlo. Un día Carrón llamó a mi puerta. No sabía quién era. Me planteó mil preguntas y yo las contesté todas. Pensé: «Dios me envía a esta persona.». Nadie me hizo jamás tantas preguntas. Luego me abrazó y se fue. No sé cuánto tiempo pasó antes de que supiera quién era Carrón. Virgen santa, ¿cómo se puede amar así a los demás que ni siquiera conocemos? Nunca le había visto, ni él a mí. Imaginad ahora, con este mensaje, lloraré un año y más.
Rosetta: Es por amor a nuestra historia, ¿verdad Pigi?
Pigi: Sé que no sé nada. Todo acontece sin que yo me lo espere. ¡Nunca pensé que iba a pasar todo esto! Hay muchos amigos que este año cumplirán ochenta. Eugenia Scabini, Peppino Zola, Dino Quartana, María Rita Casalboni. (algunos de los primeros de GS, ndr.).
Bracco: ¿Sabes? Me ha llamado la atención que Carrón, últimamente, sigue repitiendo la palabra sobreabundancia. Estos días hemos tenido un encuentro con los educadores. En un momento dado, pensé cuál debe ser el punto fuerte de un educador, y por tanto de cada uno de nosotros. Creo que es si les ha pasado algo que les ha llenado de vida, una sobreabundancia. Me parece que darse cuenta de esto es como una bomba atómica, porque acontece en la mayor intimidad personal, sin que nadie lo vea. Puede que el momento en que esta potencia explosiva estallara en mí fuera cuando estábamos viviendo el momento más arrollador, pero también cuando uno ha estado solo o se sentía lejos de los demás, pero siempre me ha alcanzado solo en el momento en que lo entendía. Al darme cuenta. Qué gracia la nuestra por poder recorrer un camino, por tener alguien que nos ayuda a tener presente ese momento en que de mi libertad pende totalmente la posibilidad de reconocer y darme cuenta.
Como lo que Carrón te dice en ese mensaje: es tu sobreabundancia. De hecho, lo que de ti me ha fascinado cada vez que venía a verte, en los momentos más ordinarios, no en ocasiones extraordinarias, es que en ti rebosa siempre la presencia de Cristo, una paz que él genera, una libertad que él alimenta. Por ello enseguida te convertiste en un padre para mí.
Pigi: Y viceversa.
Rosetta: Esa bomba de la que hablas es la conciencia de lo que hemos encontrado, ¿no es cierto?
Pigi: Con ochenta años es también la conciencia de lo que nos espera. Como el río cuando se acerca a las cascadas y aumenta su velocidad. Cuanto más envejecemos, más rápido corre el tiempo. No te das cuenta de que pasa tan rápido porque ya es hora de dar el salto a la cascada.
Bracco: ¿Cómo contestarías a la pregunta sobre la que hemos trabajado en los Ejercicios de la Fraternidad? ¿Qué es lo que resiste al embate del tiempo?
Pigi: El instante. El instante que pasa. El tiempo pasa. En el tiempo que pasa, en cada instante que pasa está todo. El estallido de esa bomba atómica es un tipo de evento que se da en el instante que pasa. No es algo del pasado o algo del futuro, sino algo que está aconteciendo en este momento. Gracias a Dios, existe la realidad y todo existe para ello. ¿Te has preguntado alguna vez si Dios en este instante quisiera suspender su continuo obrar? En un abrir y cerrar de ojos, ¡todo acabaría en la nada! Sabemos que la realidad existe porque en este instante que está pasando, que ya ha pasado, he percibido su existencia. Cuando me preguntas sobre la permanencia de la conciencia de la gran novedad que es Cristo. Cristo no permanece vivo porque continúa salvando el pasado, sino que es una presencia ininterrumpida en el presente que se extiende en el pasado y abarca el futuro. Por eso, cuando envejecemos el tiempo pasa más rápido, porque es propio del tiempo ser paulatinamente sustituido por la eternidad. Cuanto más nos acercamos a lo eterno, más veloz corre el tiempo. No sé cómo explicarlo mejor. Cuando eres joven, jamás consigues lo que deseas. Nunca llega. ¡Nunca! Cuando uno envejece, como yo, el tiempo corre a una velocidad espantosa. Y esto no es algo preocupante, al contrario, te llena porque en cada instante lo tienes todo. En el instante que pasa, no te falta nada.
Bracco: Hoy se le tiene un gran miedo al futuro, como si hubiera un peso, una incertidumbre que nos pesa encima. Esa inquietante sensación de que todo sea líquido bajo nuestros pies. Esto depende de nuestra percepción del instante como inconsistente.
Pigi: No es que el instante sea algo en sí, una cosa. El instante pasa, ¡ya ha pasado! Pero es en el paso de ese instante donde tú percibes que hay otra cosa, la fuerza que lo sostiene todo, el poder que lo crea todo. Has hablado de un poder, de un evento radical, completamente nuevo. Eso se da precisamente en este instante tan frágil, pasajero, aparentemente inútil, pero donde está todo.
Elenice: Ayer, en nuestro grupo de Fraternidad, alguien decía algo parecido a lo que estás diciendo tú. Se daba cuenta de que la pregunta «¿hay algo que resista el embate del tiempo?» nos desplaza fácilmente al pasado o al futuro, mientras que debemos planteárnosla todos los días. ¿Qué hay en el instante que estoy viviendo?
Rosetta: A lo largo de tus ochenta años, ¿hay algo que nunca has perdido de vista? ¿Qué es lo que no debemos perder de vista?
Pigi: He pensado siempre en una única cosa: cómo llevar adelante lo que recibí en su momento. Lo demás no debe preocuparnos demasiado, porque si lo que has recibido es lo que da vida al mundo y lo gobierna, comprendes que eso mismo es lo que sostiene y guía la vida de las personas. Lo que recibí en GS fue la certeza de la presencia de Cristo en todo y en todos, siempre, cueste lo que cueste, pase lo que pase. Cristo está presente en el instante que pasa. Si no fuera así, él simplemente no existiría, no lo podría reconocer; sería un esquema teórico al que hacer referencia de vez en cuando, una especie de refugio o retiro espiritual. El gran descubrimiento que mis amigos y yo hicimos en GS, con 15, 16 años, es que la consistencia del instante pasajero es la presencia de Cristo. Si no está presente ahí, no existe.
Rosetta: Muchos de nosotros pueden carecer de esta conciencia.
Pigi: Ciertamente. Es un puro don de Dios que se llama fe. La fe no es una capacidad de las personas, es un don de Dios. Cuando era niño, mi madre me transmitía la fe por cómo hablaba, mientras hablaba, en los juicios que daba sobre la vida. Pero luego el mundo en que te sumerges es tan devastador y disgregador que lo destruye todo. Y cuando estudiábamos en el Liceo Berchet, estábamos en el fondo del pozo. Había un tal profesor Miccinesi que masacraba a la gente. Dino Quartana era un compañero de clase del que todos se mofaban porque era cortés y era un amigo. Fue él quien me llevó a GS. En la escuela nos miraban como a los tontos del pueblo.
Bracco: Carrón recientemente ha dicho que el momento actual es muy difícil, de total disgregación, pero añade siempre que se trata de un momento fascinante. Porque nadie tiene una cinta transportadora que le permita avanzar. Antes había una experiencia compartida que facilitaba el asunto. Hoy, en cambio, debe acontecer algo en mí, porque de lo contrario...
Pigi: No es que no acontezca en mí, pero debo darme cuenta de que está sucediendo. A veces pensamos si acontece, si no acontece. ¡Qué va! Siempre acontece. Eres tú que no te enteras. Acontece siempre, te guste o no te guste, le prestes atención o no, más allá de cualquier plan o imagen que nos hacemos. Bracco: ¡Esta es la bomba atómica! Y cuando miras a nuestros chavales o a nuestros profesores y ves que uno se da cuenta, ¡eso es un milagro!
Pigi: El cristianismo es un don de Dios, por lo tanto un auténtico milagro. Donum mirabilis, que despierta admiración. No es un milagro en el sentido de que interrumpa las leyes de la naturaleza humana, sino una experiencia humana que despierta una verdadera admiración.
El mensaje de Julián Carrón
Querido Pigi:
Aprovecho la visita de Bracco para hacerte llegar mi felicitación por tu cumpleaños.
Te imagino colmado de agradecimiento por la fidelidad del Señor a tu vida, desde tu primer encuentro con don Giussani, que te cambió para siempre. Cuántos frutos ha generado aquel “sí” que te abrió de par en par el horizonte de la fe hasta llevarte de misión a Brasil, donde has permanecido con una fidelidad envidiable.
Te pido que reces constantemente por el gran árbol de la vida del movimiento y por mí, para que nada pueda separarnos del amor de Cristo, así como nada -ni las dificultades, ni las incomprensiones y sufrimientos- han conseguido separarte de él.
Por intercesión de don Giussani, pido a la Virgen que tu presencia en medio de la gente siga testimoniando esa sobreabundancia de vida que Cristo hace experimentar a quienes ceden ante su atractivo único. Solo su presencia victoriosa resiste al embate del tiempo y tu larga vida lo testimonia.
Te saludo con las palabras que te escribió don Giussani en 1999 y que leíste en el New York Encounter del año pasado: «Pido que el Señor que te ama, como Cristo te ama y amó a sus discípulos, jamás mengüe en tu memoria -no en tu recuerdo, sino en tu memoria-. Gracias sobre todo por lo que has dado a la humanidad en el nombre de Cristo y por amor suyo».
¡Muchas felicidades por tus 80 años de parte de todos los amigos del movimiento!
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