Apuntes de un diálogo entre Julián Carrón y un grupo de universitarios implicados en las elecciones universitarias (Milán, 29 abril 2019)
Julián Carrón. Continuamos nuestro camino partiendo de las dos preciosas canciones que hemos cantado -Will you still love me tomorrow? y Sou feliz Senhor(1)-; ambas plantean la cuestión que hemos visto en los Ejercicios de diciembre («¿Hay algo que resista el embate del tiempo?»). ¿Me seguirás amando mañana? ¿A quién podemos decirle esto? Y luego: Soy feliz, Señor, porque tú vas conmigo. En la vida solamente hay alegría cuando no nos apoyamos en nosotros mismos, sino en Uno presente, vivo, porque ha resucitado; ¡ya no dependemos de nuestras capacidades! ¡Es una hermosa liberación! Empecemos.
Intervención. Quiero contar algunas cosas que han sucedido hoy. Hemos empezado la campaña electoral de representantes de estudiantes en la universidad y ha sido apasionante. Está siendo un inicio muy interesante. Esta mañana me ha llamado la atención una conversación con una amiga. Me contaba que el año pasado no se presentó a las elecciones, se limitó a pasar, a mirar, «pero estaba -me decía- como fuera de la habitación», como si hubiera un cristal por medio y sintiera que no podía ni quería implicarse hasta el fondo. Ha pasado un año y hoy me decía: «Al despertarme esta mañana, el hecho de que hoy empezara la campaña electoral y pudieran repartirse manifiestos suponía un problema, pero en el sentido de que me interesa, de no querer pasar de largo». No ha dicho de pronto: «Me lanzo entusiasmada», sino: «Al despertarme me interesaba, no podía decir sin más: ‘ya lo hacen estos, yo no voy”». Parece algo minúsculo, pero en realidad es grande, porque significa que después de un año ella tiene motivos para fiarse, por lo que si “estos”-que somos nosotros, sus amigos de la comunidad- se ponen a repartir manifiestos, ella no puede quedarse indiferente. Me parece que también tiene que ver con los cantos. Una persona puede no implicarse por miedo, por temperamento, por su fragilidad, porque se plantea con un cierto escepticismo la pregunta: «¿Me seguirás amando mañana?»; pero si, al mismo tiempo, se levanta y encuentra interesante que sus amigos se impliquen en la campaña electoral, quiere decir que en este año han sucedido hechos que han cambiado las cosas. Esta observación va unida a la pregunta con la que estoy entrando en la campaña electoral, una pregunta que planteo en términos absolutamente positivos, no de manera escéptica: ¿qué tiene que ver el compromiso electoral con todas las cuestiones que tenemos abiertas en la vida? De hecho, la persona que estos días se dedica a repartir manifiestos no se convierte de repente en «político», no deja de vivir su vida, es la misma persona. Tengo un montón de cuestiones abiertas y me pregunto: la belleza que he visto esta mañana, ¿qué tiene que ver con este momento de mi vida que está un poco en suspenso? Es la pregunta con la que empiezo estos días.
Carrón. ¿Qué te sugiere lo que acabas de contar? Nos habíamos dicho: «No nos quedemos en el umbral de las cosas»; ¿qué significa ver a una persona en la que renace el interés y que no puede pasar de largo cuando os ve en acción? ¿Qué ha hecho posible este cambio? Aquí se juega todo. Que en un año la amiga de la que hablas haya pasado de estar -digamos- pasiva, desconfiada, desganada, a sorprenderse interesada de un modo nuevo por la vida y por las cosas que le rodean es todo menos obvio. No demos por descontado lo que acontece entre nosotros. Intentemos, por el contrario, identificar la razón adecuada de ese cambio. Si no captamos el origen de lo que ha sucedido en esta chica, en el fondo no quedará nada. Ella ha tenido la suerte de experimentar esto, ¿pero qué tiene que ver conmigo, qué tiene que ver con las elecciones, qué tiene que ver con el modo en que empiezo a comprometerme? Dejamos abierta la cuestión. ¿Alguien más?
Intervención. Mientras escuchaba me ha venido a la mente un hecho parecido al que acaban de contar. Me ha sucedido justo hoy, pero no me había llamado la atención.
Carrón. ¿Veis? ¿Entendéis cuál es la cuestión? Si él no hubiera venido aquí esta noche y no hubiera escuchado al que ha contado este episodio, no habría “descubierto" lo que le ha pasado hoy, como si no lo hubiera registrado. A veces uno se pregunta: «¿Por qué tengo que venir aquí? ¿O por qué esa chica tiene que participar en un lugar como este durante años? ¿Por qué?». Pues para despertar, como has despertado tú mientras hablaba nuestro amigo y te has dado cuenta de algo que te había sucedido «justo hoy» y te había pasado casi desapercibido. Por eso os digo: no demos por descontado lo que estamos viendo. Que esta chica se dé cuenta de que no puede pasar de largo; que un amigo suyo, al escucharla, se asombre y lo cuente aquí; que tú, oyéndole a él contar este hecho, te sientas involucrado no es fruto de algo ya sabido que uno aplica, es la dinámica de la vida. Si tú esta noche no hubieras venido aquí, si él no hubiera estado atento a lo que le ha pasado esta mañana con su amiga, si no se hubiera dado cuenta, la cadena que ha llegado hasta ti, y a través de ti a todos nosotros, se habría roto. No es que no sucedan hechos -¡vaya si suceden!-, el problema es qué tipo de educación hace falta para que estos hechos construyan la vida como a lo largo de un año han construido la vida de esta chica, de tal modo que, estando desganada y desconfiada, haya empezado a tener confianza. Para ella el año transcurrido no ha sido inútil -solo lo habría sido si hubiera estado en la comunidad como una piedra-. Incluso a través de tantas distracciones, de tantos errores, de tantos momentos en que uno no se implica en lo que le proponen, todo lo que nos sucede deja huella en nosotros. La cuestión planteada en los Ejercicios (los vuestros y los que hemos hecho con los adultos) y sobre la que estamos trabajando ahora es esta: ¿mañana -¡mañana!- quedará algo de lo que estamos viviendo o todo está destinado a durar only one night, only one day, de manera casual, by chance? Adelante.
Intervención. Cuento entonces el hecho, tal vez pueda servir. Me lo contaba un amigo que vuelve a casa normalmente los fines de semana y una vez al mes queda con sus viejos amigos repartidos por Italia, algunos del movimiento, otros no. Este fin de semana los ha visto y ante una noche como otras muchas, sin hacer nada, jugando al póker y pasando el rato, me dijo: «Por primera vez me han dado ganas de parar un momento y decirles: “Chicos, si seguimos así no puedo más”. Por todo lo que he visto estos años, me daban ganas de mirarles a la cara y decirles: ‘Si estamos juntos es para vivir una plenitud, no para llenar un vacío, porque así yo ya no puedo”». Y lo decía orgulloso: «Nunca he dicho algo así». Me parecía muy similar al hecho que contaban al principio.
Carrón. Esto es interesante. ¿Por qué uno puede decir que ya no puede más? Muchas veces ni siquiera nos damos cuenta de estas cosas. En tu opinión, si pasar una noche sin hacer nada es lo que hacen todos, ¿por qué alguien puede decir: «Ya basta»? ¿Qué debe haberle pasado para decir algo así, hasta el punto de sentirse orgulloso de expresarlo, consciente de la novedad de lo que estaba diciendo?
Intervención. Si pienso en mí, entiendo lo que quiere decir. De hecho, esa noche también a mí me pasó algo que nunca habría imaginado antes. Me di cuenta de que vivo una amistad que, poco a poco, va elevando en cierto modo el listón de mis expectativas.
Carrón. ¿Y esto qué quiere decir respecto a la pregunta sobre algo que resista el embate del tiempo? Porque él podría haber dicho: «Muchas noches voy a la diaconía y participo en los gestos del movimiento, pero luego con los viejos amigos me paso las noches sin hacer nada»; pero no, en un momento dado ya no puede más. ¿Por qué?
Intervención. Porque ya no te lo puedes quitar de encima.
Carrón. Perfecto. Ya no te lo puedes quitar de encima. ¿Qué es lo que ya no te puedes quitar de encima? Tenemos que darnos cuenta de esto, porque uno podría decir: «¿Lo ves? No queda nada. ¿Por qué tengo que seguir aquí?», «¿por qué tengo que hacer el sacrificio de venir y participar en la Escuela de comunidad?», «¿por qué ir al Triduo pascual?». En cambio, lo que él ha visto permanece, no se ha esfumado, y cuando ha vuelto a ver a sus viejos amigos, ante el modo habitual de estar juntos, ha empezado a sentir algo que le chirriaba, ya no podía más. ¿Por qué? Porque lo que ha visto estos meses ha puesto en marcha su yo, ha “elevado el listón" de su conciencia. El hecho de que tú lo hayas contado es signo de que no ha pasado inadvertida a tus ojos la diferencia de estos hechos. ¿Quién se ha acordado, escuchando estos relatos, de episodios o cosas que le hayan llamado la atención estos días?
Intervención. Este tema del cambio me ha hecho fijarme en algo que me ha pasado esta semana. Durante el Triduo pascual volví a sentir dirigido a mí el anuncio potente de que Cristo puede serlo todo en mi vida. Me impactó mucho, me interpeló y pasados unos días empecé a pensar: «Nosotros decimos que el cambio no depende de nosotros, sino de Otro, de modo que si Cristo lo es todo en mi vida, cuando vuelva a la universidad y me tope con todo lo que allí me espera, tendré que construir mucho para que todos puedan verlo de alguna manera». Y esto hacía que fuera difícil comprender la invitación que nos hacías a superar una imagen psicológica de nuestro cambio. Luego me fui a estudiar con mis amigos y veía que poco a poco el impacto recibido en los días del Triduo empezaba a desvanecerse: cuanto más me esforzaba en estar presente en las cosas, en ser convincente a ojos de los demás, más cuenta me daba de que no era yo mismo, en el fondo me sentía como falso; aunque entre los amigos que estaban conmigo ninguno se daba cuenta de esto, yo lo veía en muchos pequeños gestos y me decía: «¡Pero yo no soy esto!». Cada vez más, me miraba y me decía: «Creo que de un modo silencioso estoy traicionando todo lo que me ha sucedido». Y eso me ahogaba. Pensaba: «No soy capaz de quererme a mí mismo, me doy asco». Entonces sucedió que una noche, en el culmen de esta sensación, hubo un momento de profunda puesta en común entre los amigos, una manera muy bonita de mirar lo que nos estaba pasando esos días, pero mi reacción fue agachar la cabeza y pensar: «Ahora yo mejor me dedico a lo mío», como diciendo: «Esto es algo que no tiene que ver conmigo porque de todas formas yo acabo traicionando, porque, porque...». Pero en aquel instante, viendo lo que estaba pasando a mi alrededor, también me decía: «En este momento estoy psicológicamente destruido, ni siquiera soy capaz de quererme a mí mismo -algo que debería ser lo más natural-, pero lo que está pasando delante de mí es excepcional, es algo enorme». Entonces levanté la cabeza y miré a mis amigos. No dije nada, no es que mi condición emocional hubiera cambiado; no, yo estaba tan dolorido como antes, pero estaba; con todas mis objeciones,yo estaba. Me sorprendió que esa noche, cuando me fui a la cama, no estaba desesperado, como si nada pudiera rescatar toda mi pequeñez; seguía dolorido -y todavía tenía la pregunta: «Lo que me ha pasado, ¿cómo puede invadirme por entero cada vez más?» -, pero en el fondo estaba sereno. Al día siguiente, a pesar de esta grandeza que me había sucedido, mi “desmoralización” volvió a hacerme pensar: «Están las elecciones, llevo dos meses trabajando, basta, no puedo más, no veo la hora en que acaben para poder volver a estudiar; y esperemos que salga bien porque si va mal, menudo lío». Mientras tanto, una chica me llamó y me preguntó si podíamos vernos con unos amigos suyos: «Así nos puedes ayudar a recuperar la razón por la que estar en las elecciones», me dijo. Inmediatamente pensé: «¿Pero cómo? Llevo dos meses proponiéndoselo a todos y ahora ya no me apetece, ¿con qué autoridad, con qué descaro voy a ver a esta gente a decirle que vale la pena?». Igual que la noche anterior me pasó que, al oír cómo ella me decía: «Yo tengo el deseo de que los días que nos esperan sean la ocasión de experimentar el alcance que puede tener una vida nueva, que nos hace apasionarnos más por todo, como nos propone el manifiesto sobre las elecciones europeas», yo pensé: «No tengo ganas, emocionalmente estoy down, pero cómo lo deseo, cómo deseo esta vida que ahora tú me estás volviendo a poner delante de mis ojos; no tengo ganas, ¡pero cómo lo deseo!». Al volver de los días de estudio, quedamos a cenar el mismo grupo de amigos y fue muy bonito porque a ninguno le interesaba la política, pero todos, unos de una manera, otros de otra, habían visto a gente que empezaba a implicarse y que lo hacía porque vivía una vida desbordante, la desbordante riqueza del ser, y por eso la realidad de todos, en este caso la universidad, a ellos les interesaba. Por lo que habían visto, estas personas, que no tenían pasión por la política, empezaron a trabajar: unos se encargaban de los manifiestos, otros empezaban a pensar en la mejor manera de moverse para ir al encuentro de los demás, etcétera. Esto me llenó de tanta gratitud que esta mañana, el día que por fin empezaba la campaña electoral, me he levantado dos horas antes de lo normal; tenía las ganas que tenía, pero estaba lleno de deseo, de pregunta, y por tanto, ir a recoger las cajas de los manifiestos, hacer lo que debía, ha sido como una gran oración para que todo lo que he visto los días anteriores -con los amigos con los que he estado estudiando, con la chica que me invitó a aquella cena, en el Triduo pascual- pudiera invadir cada vez más mi vida. No sé muy bien lo que supondrá, pero lo deseo. Emocionalmente, esta jornada ha oscilado entre la angustia de decir: «Quién sabe qué pasará aquí, qué pasará allá» y la sorpresa de poder decir: «Pero en el fondo esta excepcionalidad, este cambio continúa sucediendo delante de mis ojos». Es lo que decía la primera intervención y es lo que yo he visto esta mañana entre nosotros.
Carrón. Por tanto, ¿cuál es el cambio? Debes aferrar bien el significado de lo que dices, porque si no crecemos en la conciencia del origen de lo que nos sucede, en el fondo el cambio parecerá estar siempre en virtud de una capacidad nuestra. Debemos llegar a captar la razón, el significado de lo que vivimos. ¿Qué cambio has visto y de dónde nace?
Intervención. Me cuesta decirlo de manera analítica, pero lo que he visto en mis amigos es una manera distinta de tratarse, de reclamarse. Ha sido el modo en que esta mañana, con la campaña electoral recién comenzada, muchos chavales de primer curso salían al encuentro de gente desconocida casi como si fuera una fiesta. Este es el cambio que me acompaña...
Carrón. Esto es lo que has visto fuera de ti, en tus amigos. Aparte de esto, me interesa lo que has visto en ti.
Intervención. El cambio que he percibido en mí, que se hizo nítido la noche con mis amigos durante los días de estudio juntos (tanto que me dije: «Esto es nuevo en mí»), es que no ha vencido mi desánimo, mi traición, mi sensación de pequeñez, sino lo que estaba sucediendo.
Carrón. Esto es muy importante. ¿Cómo te fuiste a dormir? Repite lo que has dicho.
Intervención. Me fui a dormir dolorido, pero esperanzado.
Carrón. Exacto. También has dicho: «No desesperado, sino sereno». Estáis aquí justamente porque la contribución que podéis recibir y dar a todos implicándoos en las elecciones no solo tiene que ver con la situación de la universidad (desarrollar la actividad de representación estudiantil, obtener votos, etc.); es más radical, tiene que ver con nuestra humanidad, con lo que todos necesitamos para no irnos a la cama desesperados. Esto es infinitamente más potente: la respuesta a nuestro drama y al de todos aquellos con los que os encontréis, ese drama que tú mismo has percibido en ti. Lo que por gracia portamos cuando nos comprometemos, implicándonos en las elecciones, no es solo una contribución para afrontar los problemas de la universidad, sino la respuesta a la verdadera necesidad de la gente, empezando por nosotros mismos. Lo único que todavía tenemos que entender -relanzo la cuestión- es, por tanto, el valor político que tiene lo que nos ha sucedido, lo que te ha sucedido a ti y a todos los que estamos aquí. Si reducís el valor del esfuerzo que hacéis simplemente a la conquista de votos, en vez de reconocer que el valor reside en lo que has contado, os perdéis lo mejor. De hecho, si tú arrasas en las elecciones universitarias pero luego te vence la desesperación, ¿qué tipo de Europa vamos a construir? Por eso debemos comprender el alcance cultural (como decíamos en los Ejercicios) de lo que hacemos, de otro modo reduciremos la política a la conquista del poder. Si luego la implicación es asunto solamente de aquellos que tienen pasión por la política, uno puede decir: «Esa pasión yo no la tengo». Pero es que nosotros no tenemos pasión por la política, tenemos pasión por vivir, tenemos pasión por no irnos a dormir desesperados, pasión por estar serenos, por ser conscientes de esa desbordante riqueza del ser que nos ha alcanzado. Esa es la pasión que tenemos. ¿Os interesa? A nosotros no nos apasiona una política reducida, nos apasiona una política en el sentido más noble del término, la que se refiere a la polis, es decir, a todas las personas con las que nos encontramos en la vida cotidiana, para que todas puedan experimentar el bien que buscan. El hecho de que tus amigos estuvieran viviendo algo grande ha sido un bien para ti. Pero lo que te han testimoniado, igual que ha sido un bien para ti, puede ser un bien para todos, ese bien que todos, consciente o inconscientemente, están esperando. Hablamos de bien común en este sentido, no según el concepto de bien común que tenemos normalmente en la cabeza. ¿Existe un bien común mayor que esto que te ha sucedido y que puedes ofrecer a otros?
¿Esto tiene que ver con la política o es simplemente una abstracción sin incidencia histórica? Lo que tú has descrito es una vida nueva. Y quizás, si no hubieras tenido la oportunidad de las elecciones universitarias, no te habrías dado cuenta con tanta nitidez de lo que te está pasando. Por tanto, ninguna circunstancia está separada del resto de la vida. La vida es una -lo hemos estudiado en la Escuela de comunidad- y todo puede formar parte de la construcción de tu yo. Así, año tras año, la experiencia que vives en la universidad puede llevarte hasta esa confianza de la que hablaba la primera intervención, una confianza que arraiga cada vez más en ti. ¿Esto os interesa o no?
Intervención. Me interesa muchísimo porque, en realidad, todavía no entiendo muy bien este interés por todos, esta intención cultural, que deseo y me doy cuenta de que también tengo, pero percibo que no puede darse separado del crecimiento de mi conciencia. Quería contar una cosa que me pasó organizando el gesto de la Semana Santa. Fue una lucha continua entre afirmarme a mí mismo y afirmar a otro que se imponía ante mí. Me ayudó a darme cuenta y a cambiar de posición el sacerdote que guiaba el gesto cuando nos dijo: «No os preocupéis por captar al detalle todo lo que va a suceder, más bien dejad que os hiera». De modo que toda el ansia que había acumulado durante la organización del gesto se vino abajo en el momento en que alguien me puso esto delante.
Carrón. ¿Veis? Si no te hubieras puesto en juego, si no lo hubieras intentado, torpemente si quieres, incluso buscando afirmarte a ti mismo, no le habrías dado a otro la oportunidad de ayudarte a ser más consciente de lo que has dicho. Es la comparación constante que debemos hacer con la vida del movimiento. Tú lo intentas, igual que Pedro lo intentó cuando le dijo a Jesús:
«¡No, a Jerusalén no, por favor!». Y hubo Otro que lo corrigió, que lo encarriló. Pero si Pedro solamente lo hubiera pensado, sin decir una palabra, Jesús no habría podido dar su contribución ante su intento. Tú lo has intentado; ciertamente es un intento irónico, siempre insuficiente, como cualquier intento, pero que lo hayas hecho es esencial, te ha permitido dar un paso. Ha permitido a otro corregirte; y a ti, aceptando la corrección, te ha permitido llevar verdaderamente a cumplimiento lo que habías comenzado. Otro en tu lugar habría podido decir: «Como corro el riesgo de equivocarme, no hago nada, así me libro del error». Eso es justo lo que Jesús reprocha a los fariseos en la parábola de los talentos. «Para no usarlo mal, entierro el talento, así no podrán reprocharme nada». «¿Cómo que no te puedo reprochar? ¡Te lo reprocho, y de qué manera, porque al menos lo podrías haber metido en el banco!».
Solo quien arriesga, a tientas y de manera irónica, puede ganar algo. Que no nos asuste el hecho de hacer intentos irónicos: pensemos que Él los llevará a cumplimiento, y así llegaremos adonde no habríamos llegado solos. Es otra historia.
Intervención. Yo esto lo reconozco en mi experiencia, pero es como si surgiera en mí una pregunta, tal vez una duda: muchas veces no tengo clara la conveniencia de seguir un intento irónico, arriesgando, lanzándose hacia los demás, hacia algo que está fuera de nosotros. No sé si es claro.
Carrón. ¡Está claro!
Intervención. Lo experimento en mi comunidad, donde es mucho más fácil encerrarnos en nosotros mismos que salir fuera, hacia los demás.
Carrón. Por eso valoro lo que has contado, porque tú has puesto todo el acento en tu error, que el otro ha tenido que corregir; mientras que yo te estaba diciendo que tu movimiento ha sido decisivo para ti y para el otro que te ha corregido. Tu movimiento no era algo obvio, tú habrías podido pensar: «Si tengo que arriesgarme a hacer algo equivocado, mejor no hago nada». En cambio lo has intentado, y eso no ha sido igual a cero. Como has visto, tiene un valor, aunque muchas veces la tentación que uno tiene es la de retirarse. Por tanto, primero, no dar por descontado lo que ha sucedido en ti al haberte implicado en la preparación del Triduo pascual. No darlo por descontado, porque habrías podido no moverte. Esto ya indica que el Misterio se ha implicado contigo y te ha despertado, como decía la primera intervención: una chica, gracias al camino recorrido este año, se sorprende por primera vez interesada en las elecciones universitarias. Luego, caminando, uno puede descubrir también que, al seguir este interés, solo mira su propio ombligo, como dices que te ha pasado; de acuerdo, pero eso no quita el bien que hay en tu intento, en tu movimiento. Ya veremos si, a partir del interés que se ha despertado en ella, lleva a cabo su intento o no; quizás necesite luego una corrección o un desarrollo para llegar a cumplimiento. «Lo mejor es enemigo de lo bueno», suele decirse, porque esperando ser perfectos nunca nos ponemos en juego. En cambio, no tengáis miedo a ser imperfectos. Lo que contáis es muy interesante porque es liberador. No os preocupéis por que todo sea perfecto antes de intervenir diciendo «A» o «B». Di lo que quieras, inténtalo, aunque sea -insisto- irónicamente. Siempre uso la expresión «intento irónico»(2) porque me libera: no tengo que esperar a ser perfecto para decir o hacer, todos somos unos pobrecillos y lo nuestro siempre será un intento irónico. Cada vez que voy a hablar no tengo que tener la seguridad de decir: «Esto es dogma, es evidente, está claro como el agua»; la mayoría de las veces no podemos decir esto, al menos yo no puedo. Por eso digo que lo nuestro siempre es un intento irónico, que nos libera a la hora de ponernos en juego. El Misterio, que se hace cargo de ti, ya te pondrá alguien al lado que te diga: «Mira, yo te llevo hasta allí, llevo tu intento hasta allí».
Intervención. Entonces, ¿cómo podemos ayudarnos? ¿Basta con el intento? Si pienso en mi responsabilidad guiando la expresión de nuestra presencia en la universidad, me pregunto: ¿en esta tarea basta con intentarlo? ¿Basta mi intento para no limitarnos a ser solo organizadores de eventos?
Carrón. ¡Basta! Por ahora basta, el resto lo aprenderás haciendo el camino. Porque si tú pones una condición previa -lo que hago debe ser perfecto, completo, impecable-, entonces a la fuerza llegarás a la conclusión: «No soy capaz». ¡Cierto! ¿Pero quién es capaz? Que levante la mano el que sea capaz de hacer algo a la perfección. ¿Quién? Nadie. Pero tú tienes la posibilidad de hacer un intento. No te pregunto si estás preparada, si ya has previsto todas las consecuencias, solo te digo: «¿Estás disponible?». Tú podrás decirme: «¿Pero me lo estás preguntando a mí?». Como habría podido decir la persona que ha intervenido antes que tú: «¿Pero justo tenías que venir a mí?». Uno puede sentirse inadecuado, en el fondo todos lo somos, pero esto no tiene nada que ver con estar disponibles. ¿Tú estás disponible? Sí, te lo digo a ti (recordemos la llamada de Mateo, de Caravaggio). ¿Estás disponible? Punto. Basta esto: estar disponibles. El resto vendrá durante el camino. Esto libera. De otro modo te bloqueas incluso antes de empezar. ¿No te gustaría que tu intento irónico pudiera mejorar y que alguien te pudiera ofrecer su contribución? ¿Te gustaría? Pues que sepas, entonces, que alguien te la dará, Otro te la procurará, Uno que ha muerto y resucitado por ti; Él pensará cómo ofrecerte su contribución. «El que no se reservó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él?(3)», dice san Pablo. ¡No son migajas! Si Dios ni siquiera se ahorró a Su propio hijo, ¿no nos lo dará todo con Él? ¿Cómo? Lo descubriremos en el camino.
Intervención. Esto que dices me llena de asombro. Esta mañana tenía el turno para montar la mesa para las elecciones del CNSU (Consejo Nacional de Estudiantes Universitarios, ndt.); como también tenemos las 'votaciones internas en nuestra Facultad, ya llevamos una semana. Esta mañana estaba en la mesa un poco pensativo y me decía a mí mismo: «Llevamos aquí una semana, la gente estará cansada de nosotros, ni siquiera tenemos café o pastas que ofrecer para que la gente se pare, estamos solo nosotros con nuestros manifiestos. Además, ¿por qué nos afanamos tanto, si luego quizás ni siquiera nos voten?». Pensaba todo esto mientras montaba la mesa, sacaba el material, preso de una idea de perfección: tenía que tener toda la estructura preparada para que pudiera suceder algo. Mientras iba a por los permisos para ocupar el espacio fuera de la universidad, veía salir a los que estaban conmigo en el turno: no tenían café ni pastas que ofrecer, no tenían ninguna estructura, solo llevaban los manifiestos en la mano. Yo pensaba: «¡Ya los han visto todos!». Para mi sorpresa, se pusieron a parar a todos los que entraban en la universidad. Me han sorprendido. Y la cosa no acaba aquí. Al terminar nos han escrito: «Mañana por la mañana volvemos, porque poner la mesa a las ocho y media es como levantarse al alba para ir a la montaña, es algo que te cambia». Nos han contado de encuentros con estudiantes que se han quedado impactados, con personas que ya los habían visto y han vuelto. Gente que se mueve así, que dice: «Yo no necesito una estructura, estoy tan agradecido y seguro de lo que se me ha dado que puedo tomar la iniciativa y encontrarme con cualquiera», nace incluso una organización nueva, tanto que uno de ellos decía: «Mañana podíamos traer un termo con café para la gente». Para mí, en cambio, la condición previa para que pudiera suceder algo era que estuviera la estructura,y solo después el yo.
Carrón. Perfecto. ¿Y tú qué has visto?
Intervención. He visto que lo que cambia mi vida no es ante todo la estructura.
Carrón. De hecho es el yo, es el movimiento del yo lo que cambia -y lo que mañana creará también la estructura-. Lo que te sorprende es que, mientras tú estás atascado en tu intento -que debería ser siempre irónico, como decíamos-, hay otro a través del cual el Señor te alcanza para libertarte y ponerte en camino, corrigiéndote. Fijaos qué delicadeza: Cristo te corrige casi sin corregirte, sin humillarte, sencillamente haciéndose presente ante ti a través de un grupo de amigos entusiasmados por dar el manifiesto. «Mañana, a la ocho y media. La mesa es como levantarse al alba para ir a la montaña: ¡te cambia!». Ni siquiera te reprocha por haberte atascado con el problema de la estructura; no, no, no, sencillamente te pone delante algo infinitamente más atractivo, liberándote incluso de la humillación de corregirte. Si tú no lo hubieras contado esta noche, ninguno de nosotros habría podido saberlo: te han llevado hacia adelante sin haberte hecho sentir humillado. ¿Os dais cuenta? ¿Dónde sucede esto fuera de la experiencia cristiana? ¿Dónde encontráis gente así? La mayoría de la gente te humilla, ¿no? Aquí no es necesario.
Me parece que cualquiera puede ver la ganancia de habernos encontrado esta noche -al menos yo la he visto-. Independientemente de cómo haya llegado cada uno, del sacrificio que haya hecho, de cómo se haya arrastrado hasta aquí, tal vez sin ganas, quien haya estado mínimamente atento no puede no irse contento por lo que ha visto, por algo que ha sucedido, simplemente escuchando el relato de lo que ha sucedido en otros y dejándose impactar por lo que el Misterio ha movido en ellos. Una chica ha cambiado -decía la primera intervención-, de estar desganada como estaba ha pasado a sorprenderse interesada por las elecciones, ganando en un año una confianza que antes no tenía.
¿Veis el alcance cultural que tiene una participación como la que vivimos en un lugar como este? Un lugar que vence lo más insidioso de nuestra cultura, es decir, la desconfianza, de la cual es difícil recuperarse porque se insinúa entre los pliegues del yo. Que una chica se levante por la mañana con esta confianza, visible en el interés que tiene por cosas que el año pasado no llamaban su atención, documenta cómo el Misterio sigue estando presente y cómo la celebración de la Pascua no es un cuento. «Él está aquí como el primer día», dicho en palabras de Péguy, con una pertinencia y una carnalidad histórica capaz de suscitar un nuevo interés por la vida, de despertar el yo, como le ha pasado al amigo de quien ha intervenido justo después. En la manera de estar juntos con sus viejos amigos, percibió algo que le chirriaba, se dio cuenta de algo que otras veces le había pasado desapercibido. Viviendo inmerso en la comunidad cristiana, con todos sus límites, tropezando como todos, con sus intentos irónicos, ha cambiado algo en la profundidad de suyo, por eso en un momento dado dice a sus viejos amigos: «Ya no puedo vivir en la nada».
Empezamos entonces a darnos cuenta de que el cambio afecta a lo más importante que existe, es decir, a nuestra persona. Nuestra traición y nuestros errores nos llevan a no querernos adecuadamente, a una falta de estima por nosotros mismos. Pero ver lo que sucede en los demás, en el lugar que el Misterio me da para la construcción de mí mismo, permite que me vaya a dormir cambiado: no desesperado, sino sereno. Entonces uno empieza a participar de la vida nueva de la que habla la liturgia estos días de Pascua. Es una vida nueva, no algo virtual; es una vida nueva, real y nueva, de una sobreabundancia tal, de una riqueza tan desbordante, que permite a nuestro amigo volver a levantar la mirada y afrontar los desafíos que tenía delante -las elecciones a las que ya llevaba tiempo dedicado- con todo el deseo del que era capaz, casi como si fuera una oración («hacer lo que debía ha sido como una gran oración»).
Así es como el Misterio corrige nuestros intentos, como documentaba otra intervención. ¿Pero basta el intento? Sí, basta el intento; basta que tú estés disponible, del resto se ocupa Él. Aunque lo reduzcas todo a un problema de estructura, siempre hay alguien que te cambia, por el entusiasmo que vive, por la gracia que Dios le da, a él o a otros amigos. Así te das cuenta de que todo se juega no en la estructura, sino en el yo, en nuestra disponibilidad para dejarnos tocar por otro. Hemos dicho: el cambio está en el reconocimiento de Uno que actúa en medio de nosotros. Es como si empezáramos a poner carne a las palabras que escuchamos en los Ejercicios de diciembre. Si empezamos así, imaginad lo que nos espera en el camino.
Las elecciones son una ocasión, como hemos visto. Y no ante todo por el resultado que obtengáis, aunque también pueden serlo desde ese punto de vista, porque si uno se encuentra con personas que hacen campaña electoral como vosotros y que por la noche vuelven a casa contentos y no desesperados, ¿pensáis que esto no incidirá en el voto? De hecho, lo que puede cambiar verdaderamente la forma de pensar de una persona solo puede ser algo que llegue a tocar el centro de su yo. Por eso digo que debemos descubrir también el alcance político que tiene lo que vivimos. De otro modo, acabaremos reduciendo la política a una cuestión partidista.
Y si eso no os interesa a vosotros, ¡imaginaos a los demás! Descubrir también el alcance político de lo que vivimos forma parte del cambio que debe suceder en la forma de concebir la política, porque lo que por gracia se nos ha dado e intentamos vivir es el bien que todos están esperando, empezando por cada uno de nosotros. Todos estamos esperando que este bien suceda o vuelva a suceder en nuestra vida. Es un bien que todos deseamos. Es un «bien común» porque es lo que esperan todos.
(1)«Will you still love me tomorrow?», de Gerry Goffin y Carole King - The Shirelles, 1960; «Sou feliz Senhor», en Cancionero, Comunión y Liberación, 2004, p.497.
(2) Don Giussani decía a los universitarios en 1976: «La presencia obra por intentos llenos de ironía, sin ningún rastro de cinismo. La ironía es lo contrario al cinismo. El cinismo separa de la realidad. La ironía en cambio nos permite afrontar la realidad con cierto desapego -pues percibimos la fragilidad de cualquier intento- y con paz, pues estamos llenos de pasión por el Ideal ya presente. Así podemos ser ágiles para cambiar mañana lo que hemos hecho hoy y libres con respecto a lo que hacemos y a las formas que necesariamente damos a nuestras tentativas» (L. Giussani, De la utopía a la presencia. 1975-1978, Ediciones Encuentro, Madrid 2013, p.75).
(3) Cfr. Rm 8,32.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón