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Huellas N.03, Marzo 2019

PRIMER PLANO

«Os doy mi disponibilidad»

Paolo Perego

¿Puede haber "un bien común" que tenga en cuenta el interés de otro? La historia de Marco Campagnano, desde las municipales de Roma en los años setenta hasta hoy, e la administración de la zona 5 del ayuntamiento de Milán. Los intentos, las relaciones con los "adversarios" y la convivencia para uno mismo de implicarse otra vez en política

Todo nació a raíz de una multa. O mejor dicho, volvió a empezar. «Al cabo de cuarenta años, vuelvo a implicarme en la política». Marco Campagnano, 67 años, cuatro hijos, trabaja en la administración de la zona 5 del ayuntamiento de Milán, un sector de la ciudad que des¬de el centro llega hasta la periferia sur de la ciudad lombarda. Elegido entre los candidatos del Movimiento Milán Popular, actualmente es presidente de la Comisión para las Políticas Sociales de su zona. Podemos descender a un contexto local para comprobar qué quiere decir que la política guarda relación con palabras como caridad, servicio, "bien común", encuentro, diálogo. Y verlo mediante las historias de los que diariamente se ponen en juego en primera persona. «Desde hace unos años la propiedad había vendido a los inquilinos el edificio donde vivo. Yo estaba ya jubilado, y empecé a interesarme por lo que afecta a la comunidad de propietarios». Llega una multa injusta con motivo de la recogida de residuos y él empieza a implicarse con los inquilinos, los propietarios y a interesarse por las normas y reglamentos para ver qué se puede hacer. Identifica un error en la modificación de la toponimia que afecta a varios edificios, también en otros barrios.
«En una comunidad de propietarios, discutiendo acerca de los procedimientos, me dijeron: "Habría que tomar una iniciativa política"». Campagnano llama a un amigo del Consejo de zona. «Le planteé el problema, y me aconsejó que reuniera a todos los interesados y también al consejero del ayuntamiento». Aquel error se soluciona de alguna manera poco antes de la cita electoral para las administrativas en Milán: «Luego pasó que ese amigo mío me pidió que me presentara a las elecciones». Campagnano acepta. Han pasado ya cuarenta años desde su experiencia en el ayuntamiento de Roma. «Durante el servicio militar, a mitad de los años setenta, frecuentaba la comunidad de CL. Por aquel entonces era el partido de la Democracia Cristiana el que me buscó para que me sumara a sus listas». Campagnano resultó elegido: «Yo era un chaval y había un abismo entre el trabajo durante la campaña electoral y lo que luego supone la administración. Puedes hacer declaraciones de principios, pero si no formulas propuestas concretas no puedes tener ningún éxito en el campo político». En cinco años, dice, algo aprendes. Si fuera por él, se habría vuelto a presentar en las siguientes elecciones: «Pero me había casado y había encontrado trabajo lejos de Roma. Con mi mujer, decidimos volver a Milán».
La política, de todas formas, «la llevaba en la sangre». Hizo un intento sin éxito de volver a ella: «A lo largo de los años me he comprometido siempre con asociaciones e iniciativas populares, tratando de construir desde abajo». ¿Y la política en sentido estricto? «Participé en ciertas campañas electorales apoyando algunos nombres precisos, no solo determinadas ideas. La unidad es un valor que hay que perseguir, pero no nace de la simple coordinación organizativa o de una disciplina de grupo».

Funciona así: «Lo haces por alguien concreto. Tampoco la decisión de "saltar al ruedo" nace en tu cabeza; siempre hay alguien que te lo propone». Es así como llega a la mesa de las Políticas sociales de su zona municipal. Para contar el hoy se remonta a 1975: «Entonces tenía cierta presunción de defender un "nosotros", como si la pertenencia a un grupo me habilitara tout court a decir "nosotros sí que...", como mu-cho, dejando a unos pocos el derecho a ser una presencia positiva aun sin pertenecer a nuestro bando. En 2016 todo había cambiado. Me puse en juego yo: "Yo soy Marco, vivo así y hago esto y esto. Os doy mi disponibilidad"».
Una tarde, durante una sesión, interviene una adversaria política. «El compañero de partido que tengo al lado me pregunta: "¿La estás es-cuchando?". Bromeando, digo: "Sí, por una disciplina de partido". Y él: "Fíjate en el presidente: forma parte de la oposición y, sin embargo, tiene verdadero interés en escucharla"». Lo mismo que pasa en una comunidad de vecinos: «El que habla manifiesta un interés y el otro trata de entender qué quiere. Hoy lo tengo claro, por experiencia. El otro debe expresarse, porque solo así se puede construir algo juntos».
También le pasa con dos consejeros del Movimiento 5 Estrellas: «Puedes mirarles ideológicamente, o darte cuenta que su propuesta sobre el juego de azar patológico es una buena ocasión». Cuatro meses de trabajo, hasta llegar a una moción unitaria y útil sobre el apoyo a los grupos de autoayuda, a la información en los colegios, hasta la llamada a las fuerzas de seguridad para que hagan respetar las leyes que ya existen. Otro caso. Una discusión sobre la Ley 194, promovida por una concejala de extrema derecha. «Es cierto que su intento era el de proponer la abolición de esa ley, cosa que es impensable. Pero la ley habla también de apoyo a la maternidad. Entonces, respondes a esa provocación, llamas a los consultorios familiares y a los centros de ayuda a la vida, te pones a razonar sobre el modo de concretar ese "apoyo a la maternidad". No vale el choque verbal entre derecho a la vida o derecho al aborto, no es ese el lugar adecuado».

El ‘"bien común” no es patrimonio de unos u otros, sino «el de todos a partir de algunos que se hacen cargo de ello», sintetiza Campagnano. El papa Francisco es un buen ejemplo: «Habla con uno y con otro, sale al encuentro de la persona». Por su naturaleza, la verdad nunca se impone a otro: «Tienes que hacer todo lo que está en tu mano», ejercer el poder y buscar mayorías, consciente de que «el tuyo es un intento precario, no resolutivo; así no te identificas con el resultado, ni si es bueno ni si es malo». Se trata de pasos de madurez, comenta, incluso respecto de aquel "nosotros" lapidario de hace años: «No lo doy por descontado, aunque sigue importándome. Lo vivo de manera más libre, con una mayor apertura ante propuestas y relaciones nuevas e inesperadas, dentro y fuera de mi grupo». Entonces el otro, más allá de cualquier esquema. «Me alegra ver que crece la relación con personas que trabajan en entidades con las que colaboro, parroquias, servicios sociales, consultorios familiares... Encuentras personas que te estiman, se interesan por ti; encuentras afecto, amistad. Entre concejales es más difícil. Existe siempre un velo sutil que te separa, un hacer hincapié en las diferencias». Pero luego puede pasar que el presidente de la Administración de la zona y la jefa del grupo del Partido Demócrata de izquierdas, que están en la oposición, vayan al Bautismo de su nieto: «Pasa lo mismo que con el zorro del Principito, con su resistencia a dejarse domesticar. Como si la relación con otro implicara la renuncia a uno mismo. Lo cual se debe a una concepción por la que no hay "bien común" si se tiene en cuenta el interés del otro».
La clave es comprobar qué le conviene a uno. «Por ejemplo, si el otro ve que para ti, gracias a tu modo de trabajar, crece la relación con las cooperativas, ve que las personas se implican, que sacan sus necesidades reales, más allá de los procedimientos y la burocracia, y que esto redunda en beneficio de todos». Claro está, es un intento: «A veces me pregunto si sirve lo que hago. Cuando cuido de mi nieto de dos meses, le miro y pienso: "Qué espectáculo". Y enseguida: "¿Y luego?"». El horizonte se ensancha. «Como rezamos en los Laudes del domingo, cuando decimos: "en la visión y posesión de la comunión eterna". Esto tú lo presientes, y empiezas a ver que es verdad para ti. Es una perspectiva total¬mente distinta».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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