El 17 de diciembre, en el Palacio de Congresos de Madrid, V edición de un evento navideño sui generis. Gracias a la colaboración de 500 voluntarios, 8 instituciones de acción social de la Compañía de la Obras, unos 20 cocineros estrellas, la colaboración del Ayuntamiento que cede los locales… Y sobre todo los protagonistas de la cena, que nos regalan lo esencial
En el mensaje del Papa Francisco para la primera Jornada Mundial de los Pobres, se lee: «Estamos llamados a tender la mano a los pobres, a encontrarlos, a mirarlos a los ojos, a abrazarlos, para hacerles sentir el calor del amor que rompe el círculo de soledad. Su mano extendida hacia nosotros es también una llamada a salir de nuestras certezas y comodidades, y a reconocer el valor que tiene la pobreza en sí misma». Y por una vez (sin que entonces lo pudiéramos imaginar) podemos decir haber primereado la invitación que ahora el Papa dirige a todos. En efecto, llevamos cinco años organizando lo que hemos llamado teinvitoacenar (todo seguido).
Esta iniciativa, que va adquiriendo visibilidad y relevancia social en Madrid, nace de la evidencia de que todos los hombres tienen necesidad. Tanto los que tienen necesidades materiales, porque les falta comida o lo necesario para vivir, como los que disfrutan de bienes holgados, todos buscan algo mejor, algo distinto, algo esencial que dé sabor a la vida. ¿Y entonces?
Entonces, hace cinco años, algunos amigos comprometidos en distintas obras sociales y de caridad fraguaron entre todos la idea de invitar a cenar a las personas y familias a las que atienden durante todo el año. No era una empresa fácil. Tenían claro que no querrían organizar una cena para recaudar fondos, cosa típica en las fechas navideñas. Nuestro deseo era responder a esa mano que nos pide, tendiéndole la nuestra y diciendo: «Quiero estar contigo. Vente a cenar esta noche con tus familiares. Pasaremos un rato juntos disfrutando de la mejor cocina del mundo y de una simpática compañía».
Las palabras del Papa cobran cuerpo visible en esa cena en el corazón de Madrid: «Sentemos a estos pobres a nuestra mesa como invitados de honor; podrán ser maestros que nos ayuden a vivir la fe de manera más coherente. Con su confianza y disposición a dejarse ayudar, nos muestran de modo sobrio, y con frecuencia alegre, lo importante que es vivir con lo esencial y abandonarse a la providencia del Padre». Y explican de manera preciosa la que, desde el comienzo, continúa siendo nuestra experiencia.
Es llamativo el hecho de que algunos de entre los cocineros más famosos de España se presten gratuitamente para preparar esta cena. ¡Y repitan año tras año! Pero más asombroso aún es que, al sentarnos a la mesa con personas sin hogar, inmigrantes sin trabajo, refugiados o menores acogidos, aprendamos de estos nuevos amigos lo esencial. Y lo esencial es el pan, el vestido, la medicina, la compañía... Lo esencial es reconocer que en cada momento no te das tú la vida: hay una mano que te la dona ahora, hay un amor que te da lo que más necesitas, el sentido de tu vida, el amor, la felicidad añorada. Y esencial es saber agradecerlo.
Lo más bonito de la noche de teinvitoacenar es ver la felicidad en el rostro de los invitados, especialmente de los niños, que disfrutan de algo bello, hecho con ternura para ellos. No están avergonzados, todo lo contrario. Están pletóricos, desbordantes de alegría.
Es impresionante. Todas las personas que invitamos a la cena se apuntan y lo hacen de corazón, agradecidos de que haya alguien que les mire a los ojos y les diga: «Te invito a cenar conmigo». Cuando te sientes amado se te abre otro horizonte, no te importa si sigues siendo necesitado de todo, sabes que hay alguien que te quiere y que camina contigo, a tu lado.
Es cierto lo que dice el Papa, estar con los pobres nos enseña a vivir la verdad de nuestra fe. Y la verdad se vive cuando se tiene lo esencial, la alegría de ser cristiano. Nos damos cuenta de que los primeros en ser pobres somos nosotros, que a lo mejor tenemos todo lo material, pero no lo esencial y hemos perdido el tiempo buscando sucedáneos que nunca llenan el corazón.
Por eso, con teinvitoacenar recibimos un gran regalo, vital para la verdad de la vida humana: la conciencia de ser por naturaleza necesitados. Necesitados de que Otro venga a acompañarnos y a colmar nuestro corazón inquieto. Jesús llamaba a este regalo pobreza de espíritu, una apertura sin condiciones al Bien, a la Verdad, a la Belleza y al Amor. Que se hizo hace dos mil años uno de nosotros para invitarnos a su mesa.
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