¿Qué hace que 145.000 italianos (y muchos más en el mundo entero) empleen gratuitamente media jornada de un sábado para pedir que la gente compre algo de comida para los pobres, encontrándose con millones de «sí» muy concretos? ¿Qué hace tan poderoso un gesto capaz de implicar a todos y en todas partes, desde los alpinos a los ultras de los estadios, desde los presos a los inmigrantes, los estudiantes, las familias, los jubilados... en fin, a todo un pueblo entero?
Sin duda la generosidad que, en un hecho como la Jornada nacional de recogida de alimentos del 25 de noviembre, se hace patente. Ya sería algo para mirar con maravilla, porque cuando se expresa con tanta intensidad y difusión no se puede reducir a un simple hecho emotivo, a una bocanada de optimismo que disipa los negros pensamientos sobre el futuro y los tiempos «que ya no son lo que eran», los jóvenes de hoy en día, etcétera. A la luz de un hecho así, ciertos juicios se tambalean y tenemos que enfocarlos de nuevo, más adecuadamente.
Pero no basta. Hay que entender algo más en profundidad. Porque más allá de “hacer el bien”, de por sí trascendente, un acontecimiento como la Jornada de recogida de alimentos supone una gran oportunidad para tomar conciencia. Si nos paramos un momento, si no pasamos en seguida a otra cosa (aunque fuera otra buena iniciativa para la navidad que se acerca…), puede ayudarnos a comprender algo de lo que somos y de lo que necesitamos, como personas y como pueblo. Somos pobres, menesterosos en todos los sentidos, porque somos un deseo infinito. Y necesitamos compartir la vida con los más necesitados para no extraviarnos y perder esa verdad que nos constituye.
En momentos como este emerge más neta la estructura humana, porque nos damos cuenta que somos de verdad mendigos, que este hombre mendicante es «el protagonista de la historia» (lo recordó hace poco también el Papa Francisco) y que la caridad es «la ley de la vida», utilizando otra expresión muy querida para don Giussani. Tomando conciencia de los actos de caridad que realizamos, participando en iniciativas caritativas sin dar nada por supuesto –ni siquiera si participamos en la Jornada de recogida desde su comienzo hace 21 años–, podemos entender que ciertos gestos «expresan un origen» que no tenemos que perder de vista, como dijo Julián Carrón en esos días: «Nacen de la fe» y nos ayudan a profundizar en ella.
Por ello dedicamos el reportaje de Primer Plano a la Jornada de recogida de alimentos y a otras iniciativas similares, porque nos ayudan a aprender la «ley de la vida». Iniciativas como la campaña Manos a la Obra de CESAL, que ya se ha asentado en múltiples lugares de España. O recientísimas, como “Te invito a cenar” en Madrid, o el evento nacido en Rumanía respondiendo al llamamiento que el Papa Francisco ha hecho a la Iglesia con la Jornada mundial de los pobres, el día 19 de noviembre. Acoger a los pobres, nos recuerda en su mensaje, es ponernos delante de «maestros que nos ayudan a vivir la fe», porque «nos muestran de modo sobrio, y con frecuencia alegre, lo importante que es vivir con lo esencial». Necesitamos vivir así. Cada uno lo necesita para ser él mismo con verdad.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón