EL TIEMPO DE LA LIBERTAD. «El tiempo de vacaciones es el más noble del año, porque uno se compromete como quiere con el valor que reconoce más relevante en su vida (…). El valor más grande del hombre, la virtud, el coraje, su energía, aquello por lo que merece la pena vivir, reside en la gratuidad, en la capacidad de gratuidad. Y es precisamente en el tiempo libre donde emerge la gratuidad y se afirma de un modo sorprendente. Cómo se reza, la fidelidad a la oración, la verdad de las relaciones, la entrega de uno mismo, el gusto por las cosas, la modestia en el uso de la realidad, la conmoción y la compasión hacia las cosas, todo esto se ve mucho más en vacaciones que durante el año. En vacaciones uno es libre y, si es libre, hace lo que quiere. (…) Libertad por encima de todo. Libertad de hacer lo que se quiera... ¡conforme al ideal! ¿Qué ganamos viviendo así? La gratuidad, la pureza de la relación humana».
(apuntes de un diálogo con don Giussani, 1997)
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