La única alternativa a la lógica incendiaria. Un diálogo que «no es estrategia, sino camino». El cardenal JEAN-LOUIS TAURAN, que ha trabajado entre bambalinas para el viaje del Papa a Egipto, repasa las palabras y los gestos de Francisco
Es difícil saber qué pensamientos ocupaban la mente del Papa Francisco mientras bajaba por la escalera del avión que lo había llevado a El Cairo. Quizá repasaría los motivos que lo habían llevado allí. Quizá recordaría los rostros de los que vería en breve, autoridades políticas y religiosas, las sonrisas de la gente del pueblo egipcio. O quizá, como sucede cuando se realizan actos que requieren coraje, su mente permanecería vacía mientras toda la energía se concentra en el gesto.
Coraje, no solo porque pocos días antes el terror islamista se había cebado con los cristianos coptos. Coraje también para traspasar el tupido velo de los prejuicios, por parte musulmana y cristiana, hacia su abrazo a Ahmad al-Tayyib, el Gran imán de Al Azhar, la mayor autoridad del islam sunita.
Entre bambalinas, para sostener este coraje, está el sabio trabajo del cardenal francés Jean-Louis Tauran, presidente del Consejo Pontificio para el diálogo interreligioso. El cardenal es un hombre de inteligencia refinada. Reservado. Su rostro es conocido por haber pronunciado el Habemus Papam de la elección de Benedicto XVI. Hoy repasa las palabras y los gestos de Francisco en El Cairo, tratando de identificar el hilo conductor de su visita
El Papa se reunió con el presidente Al Sisi, el imán de Al Azhar, el patriarca copto católico, el papa Tawadros y el pueblo egipcio. ¿Qué mensaje ha llevado a cada uno de estos interlocutores? Y, a su modo de ver, ¿cómo han reaccionado?
El Papa peregrino de la paz ha llevado a Egipto un mensaje de fraternidad. En particular, el llamamiento a los interlocutores políticos se puede resumir en estos términos: oponerse a las guerras que están devastando esta región del mundo. A los interlocutores musulmanes: confirmación de la voluntad de continuar por la vía del diálogo, oponerse a la instrumentalización de la religión con un persistente “no a la violencia”. A los interlocutores copto-ortodoxos: el camino ecuménico es irreversible y procede a pesar de, pero también gracias a, la dolorosa y trágica realidad de las persecuciones y del martirio de tantos cristianos, sin distinción de confesión, asesinados por el fanatismo de los fundamentalistas solo a causa de su fe. Por tanto, tres mensajes: oponerse a las guerras y al terrorismo; voluntad de mantener el diálogo; testimonio de la fe en medio del sufrimiento y el martirio.
¿Cómo describiría el proceso que llevó desde las incomprensiones, después del discurso de Benedicto XVI en Ratisbona, a la visita del Papa Francisco a Al Azhar? ¿Qué trabajo se ha realizado?
Al Azhar contestó enseguida al discurso de Ratisbona, y organizamos una reunión anual después de aquel evento; hablo de sucesos acaecidos al final del período del llorado Gran imán Tantawi. Después, en enero de 2008, el actual Gran imán al-Tayyib decidió congelar el diálogo con nuestro Consejo Pontificio en respuesta al discurso del Papa Benedicto XVI al cuerpo diplomático. Desde entonces se han ido dando pasos, que culminaron con la decisión común de pasar página y retomar el diálogo. Esto pasó el 23 de mayo de 2016, cuando el Gran imán vino al Vaticano e invitó el Papa a visitar Al Azhar.
En su discurso en El Cairo, Francisco ha indicado tres direcciones del diálogo: «El deber de la identidad, la valentía de la alteridad y la sinceridad de las intenciones». ¿Por qué estas tres dimensiones son tan importantes para la relación con el islam sunita?
El deber de la identidad: en el diálogo interreligioso lo primero que se hace es confesar la propia fe. En cierto sentido el diálogo interreligioso es un antídoto al relativismo.
La alteridad: reconocer que la persona que no es de mi misma raza, de mi religión o mi cultura, no es necesariamente un enemigo, sino un hermano que camina conmigo hacia el absoluto, hacia Dios.
La sinceridad de las intenciones: el diálogo que nosotros practicamos no es una estrategia, sino un camino religioso. El Papa lo ha dicho muy bien: «La única alternativa a la barbarie del conflicto es la cultura del encuentro, no hay otra manera. Y con el fin de contrarrestar realmente la barbarie de quien instiga al odio e incita a la violencia, es necesario acompañar y ayudar a madurar a las nuevas generaciones para que, ante la lógica incendiaria del mal, respondan con el paciente crecimiento del bien».
El Papa repite a menudo que el islam es una religión de paz. Por eso muchos lo critican. En El Cairo lo ha repetido: «La violencia es la negación de toda auténtica religiosidad» y ha pedido que recemos los unos por los otros para pedir el don de la paz. ¿Por qué esta contundencia, en un momento en que para muchos es fácil asociar la palabra “islam” a “violencia”? ¿En qué se apoya su juicio?
Junto al pequeño porcentaje de musulmanes que creen en la violencia y cometen actos criminales en nombre de su religión, hay una gran mayoría de seguidores del islam que viven en paz y tratan de buscarla. Además la violencia de la minoría es rechazada y condenada por la mayoría de los musulmanes. Es cierto, por otra parte, que hay pasajes de los textos coránicos y también de la tradición musulmana que pueden interpretarse como incitación a la violencia. Es tarea de los responsables religiosos y de los intelectuales hacer una sabia interpretación de estos textos de modo que prevalezca siempre una comprensión respetuosa de la dignidad y de los derechos de las personas, empezando por el derecho a la vida. Recuerdo una expresión suya muy fuerte: «Solo la paz es santa y ninguna violencia puede ser perpetrada en nombre de Dios, porque profanaría su nombre».
En Egipto, Francisco ha hablado también de “ecumenismo de la sangre”. Es un camino que a nadie le gustaría recorrer para volver a encontrar la unidad entre los cristianos; a menudo preferiríamos evitar el peligro del martirio incluso a costa de seguir recelando de las relaciones con las otras Iglesias… ¿Lo que está pasando con las persecuciones está realmente dando frutos desde el punto de vista ecuménico? ¿Y qué lección supone para nosotros que vivimos en países donde, por razones históricas, somos poco sensibles al tema del ecumenismo?
El martirio es ciertamente un acontecimiento glorioso y dramático al mismo tiempo. En esto lo comparo con la Eucaristía. Está claro que nadie lo quiere para sí mismo, pero a veces podemos vernos obligados a decidir entre renegar de Cristo o dar el testimonio extremo de la fe y del amor a Él. También los mártires de nuestro tiempo –y entre ellos hay muchos jóvenes, e incluso niños– asumen este reto. Un obispo de Oriente Medio me dijo: «Nos hemos formado para el diálogo, ahora debemos formarnos para el martirio».
En su discurso al clero y a los religiosos, Francisco utilizó palabras paternas, pero también fuertes al describir las tentaciones de los Pastores (del “faraonismo” al lamento continuo, del individualismo a la murmuración y a la envidia). Es como si el Papa, mientras indica el testimonio de las Iglesias de Oriente en medio de las persecuciones, reconoce que también ellas necesitan una profunda conversión. ¿Es así?
El Papa insiste en la “mundanidad espiritual”. Y con su ejemplo y sus palabras constituye un desafío para todos los cristianos, en particular para aquellos que han recibido la llamada a seguir a Cristo más de cerca y la han aceptado. La tentación de traicionar el primer amor permanece siempre, y así se rebaja el nivel de exigencia en lugar de seguir por el camino fatigoso y glorioso de la sequela Christi. El afán de hacer carrera, el individualismo, el mandar en lugar de servir, el nepotismo, el apego al dinero, aun sin ser patologías exclusivas del clero y del ambiente cristiano, lamentablemente, se dan muy a menudo, por tanto la conversión es siempre necesaria para todos y en cualquier latitud.
Si tuviera que expresarlo de modo sintético, ¿qué es el “diálogo” para el Papa Francisco?
Ir al encuentro del otro como un hermano y, cuando es posible, acariciarlo, abrazarlo. Es lo que hizo al recibir a los musulmanes. En aquel día histórico, su abrazo no parecía acabar nunca. Usa palabras muy sencillas y al final su mirada “toca” a las personas. No es solo cercanía, es una verdadera pasión por el otro.
Después de este viaje, ¿qué ha entendido mejor del modo de relacionarse del Papa con la realidad de estos países?
Diría que un gran respeto y una gran atención, debidos ciertamente a su riqueza cultural, a su historia antigua, a su gloriosa civilización, pero también a la complejidad del presente y a las graves amenazas contra la paz. Se trata de una situación peligrosa especialmente para los cristianos de Oriente Medio, amenazados en su misma existencia, en la tierra de sus padres, cuna del cristianismo.
(con la colaboración de Roberto Fontolan)
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón