Miles de científicos de países distintos colaboran juntos día tras día. Un viaje por el “espíritu europeo” del CERN de Ginebra
Europea, muy fuertemente europea, y no por casualidad, es la punta de lanza más avanzada a nivel mundial en el campo de la física de partículas. Se llama CERN, Centro Europeo para la Investigación Nuclear, donde trabajan 2.500 científicos en plantilla, más otros 500 con diversos contratos. Más de 11.000 personas pasan por allí cada año para realizar investigaciones imposibles en otros lugares: proceden de 600 universidades de más de cien países de todo el mundo. Son cientos las tesis doctorales que se desarrollan anualmente aquí, donde están los aceleradores de partículas más potentes y sofisticados del globo terráqueo, entre ellos el Gran Colisionador de Hadrones (LHC, por sus siglas en inglés), un gigantesco anillo subterráneo de 27 kilómetros en el que trabajan miles de personas. Aquí el famoso bosón de Higgs, cuyas primeras hipótesis datan de hace 50 años, halló su confirmación experimental en 2012.
El CERN nació en 1954, en el mismo periodo y con el mismo espíritu de cooperación pacífica con que dio comienzo la construcción del organismo económico y político comunitario. Grandes estadistas (cristianos) de Francia, Alemania e Italia –Schumann, Adenauer y De Gasperi– acababan de transformar el carbón y el acero de causa de guerra a recurso para el bien común. Paralelamente, algunos grandes científicos europeos, enamorados del conocimiento, rescataron a la física nuclear de su destino para usos bélicos y de la hegemonía estadounidense para llevarla a los raíles de una investigación interesada en el saber y no en el poder, en el encuentro y no en el desencuentro, en la paz y no en el conflicto. Uno de sus padres fundadores fue el italiano Edoardo Amaldi, discípulo de Enrico Fermi. También es italiano el científico encargado de construir los imanes superconductores que están en el corazón del LHC. Hablamos de Lucio Rossi, actual responsable del proyecto High Luminosity LHC, el plan de “alta luminosidad” destinado a aumentar sus posibilidades de manera significativa.
Profesor, ¿en qué punto está el proyecto?
Empezamos a trabajar en 2010. Una vez terminada la fase de estudio y proyección, ahora se trata de realizar varios prototipos para empezar la construcción en 2018 y completar los trabajos para 2025.
Son tiempos y dimensiones que recuerdan la construcción de las catedrales medievales.
Uno de los signos más elocuentes del espíritu europeo.
Espíritu que animó el nacimiento del CERN. ¿Le parece que empecemos hablando de Amaldi?
Él tuvo la intuición fundamental de que hombres de ciencia que pertenecían a naciones que se habían desgarrado por la guerra podían unirse, sin duda para ganarse un mayor respeto por parte de EEUU, pero también y sobre todo por ser europeos. En la física de partículas, Amaldi y sus compañeros de aventuras digamos que consiguieron aventajar a América sacando lo mejor de Europa. Ahora no nos interesa aventajar a nadie, pero sacar lo mejor del espíritu europeo nos interesa y de qué manera.
¿Pero la intuición de los fundadores aún sigue viva entre los científicos del CERN?
Sí. Compartimos la idea de que la ciencia une y es una obra de paz. Por otra parte, ninguna investigación del CERN ha tenido nunca que ver con aparatos u objetivos militares. Más profundamente, compartimos la idea de que el conocimiento tiene valor en sí mismo, y esa es una idea propia del espíritu europeo. De hecho, no es casual que la ciencia moderna haya nacido en Europa. La Europa del logos, que brota en el tronco del monoteísmo, por el que la realidad es creada según una racionalidad cognoscible por parte del sujeto humano. Quiero decir que el milagro europeo es justamente la racionalidad cognoscible del mundo. Sin esto no hay ciencia.
¿Ser europeos tiene que ver solo con la concepción de la ciencia o es algo que se expresa también en la experiencia cotidiana suya y de sus colegas?
Por supuesto que sí, y en muchos aspectos. Por ejemplo, los europeos tenemos una manera común de afrontar los problemas, especialmente atenta a respetar la contribución de la persona concreta aun dentro del necesario esfuerzo colectivo. Cuando trabajamos con japoneses o americanos, la diferencia salta a la vista y nos damos cuenta enseguida. Ellos llevan al extremo la competición entre personas individuales, mientras que a los europeos se nos da mejor mantener unidos el justo deseo de expresión del yo y la afirmación de un nosotros, un ideal o proyecto común.
No todos los europeos son iguales, la forma de ser de un alemán es muy distinta de la de un italiano…
No cabe duda. Ya se sabe, los alemanes son extremadamente precisos, los italianos poco disciplinados, etcétera. No son solo estereotipos, es la realidad. Yo, por ejemplo, cada día me “invento” un aparcamiento distinto… Bromeamos con los defectos de unos y otros, pero sin miedo a ofender, porque en realidad crece el respeto y la estima entre nosotros. La diversidad no nos divide, de hecho nos enriquece. Los alemanes aprenden de nosotros una mejor capacidad para afrontar los imprevistos, mientras que nos enseñan el valor de la disciplina y la importancia de hacer equipo, el orgullo de pertenecer. Pongo un ejemplo. Teníamos un proyecto importante encargado a una empresa alemana especializada en la producción de imanes superconductores. La empresa falló. Pero el manager y los directivos se pusieron a trabajar, sin sueldo, con los demás trabajadores y llevaron a término el proyecto.
¿Cómo hace una gran organización como el CERN para no caer en la trampa de la burocracia?
Fiándose de la persona. Es decir, el CERN no impone miles de controles preventivos para hacer frente a la desconfianza, no exige la cumplimentación de miles de formularios, cosa que acaba por restar responsabilidad a los funcionarios y complicar mucho los proyectos. Así presentar proyectos es realmente mucho más ágil y, sobre todo, menos costoso. Y hemos comprobado que cuando una persona sabe que cuenta con la confianza de su entorno de trabajo, es más creativa y responsable.
En el CERN hay muchísimos jóvenes, ¿cómo es su relación con ellos?
Los jóvenes entienden con más facilidad que los viejos que los muros no ayudan a nadie. De hecho, en el CERN hacemos juntos experiencia de lo bello y de lo bueno de Europa trabajando. Debemos ayudarnos decididamente para caer en la cuenta y tomar conciencia adecuadamente, porque no se puede vivir de las rentas. No debemos dar nada por descontado. Ninguna situación humana puede prescindir del compromiso siempre renovado de la libertad.
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