Mil setecientos empresarios alrededor de una mesa, delante de una propuesta que arranca de Dante y llega hasta “el arma más poderosa” en manos de quienes hoy afrontan la crisis: compartir. He aquí lo que pasó en la última Asamblea general de la Compañía de las Obras celebrada en Milán
«La solución de los problemas que la vida plantea cada día no llega afrontando directamente los problemas sino profundizando en la naturaleza del sujeto que los afronta». Un juicio como este que don Giussani dio en 1976, citado por Alberto Savorana en la biografía del fundador de CL, puede quedarse en un reclamo piadoso, como sucede a menudo. O puede hacerse cultura, también económica y empresarial. Es lo que pasó a mediados de marzo en Milán, en la última Asamblea general de la Compañía de las Obras.
El tema era “La riqueza que supone compartir”. La asamblea se celebró después de una jornada de sharing –precisamente “puesta en común” de experiencias– con 1.700 participantes, cinco grandes mesas redondas animadas por líderes de la economía italiana y 70 talleres para afrontar problemas empresariales concretos. Todo ello ante un escenario internacional dramático, que la asociación guiada por Bernhard Scholz tiene muy presente y que incide inevitablemente en el trabajo y en las perspectivas de sus socios: el cambio drástico de los valores, la caída demográfica, la invasión de la tecnología y de la informática, la inestabilidad financiera, la dependencia de los mercados globales, las múltiples guerras crueles y los enormes flujos migratorios en acto… En una frase, la percepción de estar al final del capitalismo que conocemos, sin saber qué habrá después.
Las columnas de Hércules. «El riesgo», afirma Scholz, «es pensar que no somos ni seremos capaces de construir algo válido a largo plazo, y por tanto deslizarse desastrosamente por la pendiente de una flácida resignación o de una rebeldía estéril, ambas fácilmente manipulables por la mala política». El presidente de la CdO señala un camino: «el despertar de un yo capaz de construir, consciente de que todo gesto humano verdadero hace crecer a la persona, ofreciendo de esta manera una válida contribución para el crecimiento de la economía y de la sociedad».
La figura emblemática de esta asamblea fue el Ulises de Dante, un hombre que no se queda en casa con Penélope, sino que con ella cruza las Columnas de Hércules. La palabra clave es “ardor”, ese fuego inextinguible y justo que le mueve en esa empresa. Un joven profesor de instituto, Simone Invernizzi, hizo esta hermosa lectura del Canto XXVI del Infierno e invitó a los empresarios a mirar a Ulises sin repetir el error que le resultó fatal: la pretensión de hacerlo todo con sus solas fuerzas.
Ejemplos de emprendedores que se atreven a cruzar las Columnas de Hércules los hay. En la Asamblea se plantearon cuatro casos ejemplares. El primero venía de Puglia y hablaba de una bonita empresa creada en el sur de Italia, donde «crear empresa es realmente… una empresa». Lo dice sin medias tintas Sergio Fontana, consejero delegado de Farmalabor. Fontana es de los Canosa de Puglia, farmacéutico hijo de farmacéuticos hijos de farmacéuticos durante generaciones… con un ardor dentro que le llevó en 2011 a abandonar el cómodo y obvio camino de la empresa familiar y aventurarse en la creación de una micro-empresa farmacéutica que hoy es una industria mediana, líder en Italia dentro de su sector y en cierta medida también en Europa. ¿Cómo ha sido posible? «Lo aposté todo por las personas. Dándoles confianza y responsabilidad. Eligiendo como colaboradores no a los que dicen a todo que sí porque eres el jefe, sino a personas que son mejores que yo en su tarea, con la cabeza bien alta», explica Fontana.
Cambio de mentalidad. Emanuele Frontoni es profesor en la Universidad Politécnica de Las Marcas. En torno a él se ha formado un grupo de 25 jóvenes que han asumido el reto de dedicarse a la investigación no “cada uno por su lado”, sino compartiendo su labor con los demás y «escuchando las necesidades de las empresas locales».
De esta manera las ideas nacen de la observación de la realidad: de la necesidad de cubrir puntualmente la ausencia de un producto en los mostradores de la distribución, surgió el invento de unos sensores especiales, patentados e incorporados en la producción industrial. Este apego a la realidad, junto al interés por compartir, está demostrando que también se puede hacer investigación de alto nivel en conexión con el mundo de las pequeñas empresas. El programa Eureka realiza doctorados con la participación tripartita de la Región, la Universidad y la empresa.
De Las Marcas al Véneto. Luca Comini ha puesto en marcha una cadena de oficios artesanales en el sector de la construcción que no puede ser más especializada, por naturaleza y tradición: albañiles, fontaneros, carpinteros, herreros... «Mi deseo», cuenta Comini, «era ordenar el trabajo de estas figuras buscando una manera de trabajar mejor, más avanzada y eficaz. Se trataba de elevar el nivel técnico-informático, la capacidad de coordinación, la informatización y la cooperación. En suma, se trataba de educarse en la capacidad de compartir experiencia y saberes. Porque se crece así, no porque se gane más dinero». De hecho, los que así lo entendieron –una treintena de profesionales– se apuntaron a 300 horas de formación y dieron vida a una realidad estable que se llama CREA, Artigiani Eco-Living.
El cuarto ejemplo se ambienta en Milán. Su protagonista es Stefano Sala, empresario, que optó por una iniciativa dirigida a los jóvenes que buscan trabajo. La iniciativa está siendo una pequeña revolución en el ámbito de la formación. Se llama CdO Academy. «Trabajar bien no es obvio», explica Sala. «La formación basada en incentivos por objetivos no satisface, porque o bien te obliga a alienarte en el papel de quien quiere arañar algo de poder, o bien desmotiva porque vives esperando solo el fin de semana o las vacaciones».
¿Y entonces? «Entonces experimentamos una formación, o mejor dicho un acompañamiento, basado en el método del encuentro: no docentes-sujetos que reparten nociones a alumnos-objetos, sino adultos que escuchan las preguntas de los jóvenes, que se dejan poner en cuestión, que interrogan y releen su propia experiencia con el fin de compartirla, de transmitirla mejor».
Arrancar de nuevo. Que este arrancar de nuevo nace del sujeto más que de técnicas y estrategias también lo atestiguan las encuestas llevadas a cabo por la Fundación para la Subsidiariedad en el estudio estadístico “Subsidiariedad y política industrial”, realizado sobre una muestra de 3.314 empresas pertenecientes a los sectores textil, agroalimentario, del mueble, de la automatización y de la mecánica. En estas empresas, la investigación toma en consideración las variaciones en la facturación y en el número de empleados transcurridas desde el periodo pre-crisis (2006-2008) hasta el post-crisis (2011-2014). Giorgio Vittadini, presidente de la Fundación, señaló que los datos muestran una inmensa heterogeneidad entre los resultados. Un hecho que no se explica con variables estructurales –como sector, dimensión, área geográfica– o solo en un portentaje mínimo (estos factores solo influyen en el 4% de la variación en la facturación y el 12% de la variación en el número de empleados). La investigación pretende mostrar la incidencia de los factores típicos del sujeto-emprendedor: los rasgos de su personalidad (el carácter, como lo llama el Premio Nobel de Economía James Heckman), la tendencia a colaborar, la apertura a la experiencia, la extroversión, la responsabilidad.
El resultado dice que la tendencia a colaborar es el factor más importante. Un rasgo que resulta «significativo» para el aumento de la facturación y para la innovación del producto, y «muy significativo» para los «márgenes de ventas, la innovación de los procesos, la presencia en los mercados extranjeros». Sobre el aumento de la facturación, también es «muy significativa» la responsabilidad, así como el deseo de autorrealización. Por el contrario, la búsqueda de seguridad financiera y el deseo de reconocimiento, que son formas de replegarse sobre uno mismo y que debilitan al sujeto, no producen efectos apreciables. Es curioso, aparte de muy instructivo, comprobar que actitudes y motivaciones a la última, como el “rol” y la “extroversión”, tan a menudo requeridas por las grandes y costosas agencias internacionales que asesoran en las grandes y costosas reestructuraciones, tienen una incidencia negativa. Resumiendo, y citando a Vittadini, «poniendo en el centro a la persona, Heckman había acertado». Y también don Giussani…
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