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Huellas N.5, Mayo 2008

CL

Cartas desde la frontera

Massimo Camisasca

TAIWÁN
La vela que no se apagó


Escribo estas líneas desde Taipei, la capital de Taiwán, donde viven algunos misionarios de la Fraternidad San Carlos. Es mi tercer viaje al continente chino. La primera vez visité Pekín y Shanghai, hace diez años. La segunda llegué hasta Taiwán. Vine acompañado de Lele Silanos (por entonces mi secretario), que ahora está en misión precisamente aquí. Todavía no teníamos una parroquia, sólo dábamos clase en la universidad. Ahora, ambas tareas coinciden. La parroquia que se nos confió había sido creada en 1956, tan sólo cuatro años después de la fundación de la diócesis en 1952. El otro día estábamos comiendo en un restaurante y nos santiguamos antes de comer, después nos levantamos para servinos la comida del buffet. Cuando volvimos, el niño de la mesa de al lado trataba de imitar el signo que habíamos hecho. Después, me han dicho que ha hablado todo el tiempo con sus padres para saber qué extraños seres éramos. Tengo la sensación de que Taiwán está cada vez más inmersa en la órbita del continente, a raíz de la transformación de la economía de la República Popular. Taiwán ha sido durante estas últimas décadas después de la guerra un enorme portaaviones americano en el mar de China. Ahora está dividida entre los azules –principalmente de origen chino– a favor de la relación con la China continental, aunque dicen “no” a la anexión; y los verdes, que son sobre todo taiwaneses a favor de la independencia. El país está en el limbo, pero se inclina hacia el abrazo de la gran República. ¿Bajo qué condiciones? Con Lele visito, poco después de llegar, un santuario dedicado a la Virgen. Está al norte de la isla, en un lugar realmente agradable y, al mismo tiempo, angosto, hecho de colinas de piedra cubiertas por la vegetación tropical. En 1980 cinco escaladores (budistas) se perdieron en aquella selva y estaban a punto de morir cuando vieron una pequeña estatua de María que había dejado allí un misionero escalador. Empezaron a rezar. Su vela, lo único que tenían, no se apagó a pesar del viento, hasta que apareció una Señora para indicarles el camino de vuelta. Se convirtieron al catolicismo. En aquel lugar ahora se ha levantado un santuario con una cueva parecida a la de Lourdes y habitaciones para hospedar a los peregrinos. Precisamente aquí, donde puedo hablar con él en persona, recuerdo una carta que Lele me escribió hace unos días: «Hoy ha sido un día realmente importante: una madre japonesa y sus dos niños han recibido el Bautismo. Hace unos meses empecé a dar catequesis a los dos niños, una chica de once años y un niño de siete. De Jesús no sabían prácticamente nada (ahora saben algo más), pero, sin duda, mostraban gran interés por saber y entender. Una vez estaba hablando con ellos (en inglés, visto que su chino es casi como el mío...) de la creación y la niña, muy formal y educada, escuchaba atenta, mientras que el más pequeño armaba un poco de jaleo jugando con algo. Sin embargo, estaba atento porque me preguntó: “¿Cómo ha podido Dios crear todo él solo?”. Le respondí que Dios es omnipotente y que antes de Él no había nada. En ese momento la niña, que hasta entonces no había dudado, me miró raro y me dijo: “¿Estás seguro? ¿Tú crees que Dios está antes que los dinosaurios?”. Hablando de la Iglesia, les hablé del Papa. Les pregunté: “¿Sabéis quién es el jefe de la Iglesia?”. Y ellos: “Jesús”. ¡La respuesta, teológicamente perfecta, me desorientó un poco! Tardé un rato en reaccionar y después volví a hablarles de la figura de Pedro, partiendo esta vez de los amigos más cercanos de Jesús, los apóstoles. Tuvieron que leer el pasaje del Evangelio en el que se citan los doce y pregunté: “A ver, ¿los recordáis?”. Y ellos, muy buenos, se acordaban al menos de la mitad. Volví a preguntar: “¿Y después? ¿Quién más? Por ejemplo, hay un James...”. Y el niño, con aires de decir lo más obvio del mundo: “¡Claro, James Bond!”». Todas las mañanas en la calle que hay junto a la parroquia ponen el mercado del barrio. Con él se abre también la verja de nuestro patio, que da a la iglesia, por si hay alguien que quiera entrar. Y, así, poco a poco van llegando los niños a jugar con los abuelos, algunas madres...

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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