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Huellas N.10, Noviembre 2015

ISRAEL

¿Qué hay de nuevo?

Andrea Avveduto

La tregua peligra, resurgen los enfrentamientos y ya se habla de la “Intifada de los cuchillos”. Pero en este terrible juego de las partes entre palestinos e israelíes, acontecen ciertos encuentros que cambian la vida de las personas. Como Idan, Aziz y Basam: «Cuando recobras un trozo de tu humanidad, ya no quieres perderlo»

Nos lo temíamos. Como el estribillo de una triste canción lamentablemente repetida. Un nuevo ciclo de violencia está haciendo saltar por los aires la precaria tregua entre palestinos e israelíes. Jerusalén vuelve a ser escenario de enfrentamientos y protestas que los medios han dado en llamar: “Intifada de los cuchillos”.
Todo comienza el 8 de septiembre. El ministro de Defensa israelí firma un decreto para expulsar a los civiles musulmanes que guardan la mezquita de Al Aqsa, en la Explanada. La prohibición se lleva a cabo para evitar que los judíos que visitan el lugar para celebrar su fin de año sean molestados por los activistas islámicos. En contra de esta decisión, en la noche entre el 12 y el 13 de septiembre, un grupo de palestinos levanta unas barricadas delante de la segunda mezquita más grande del islam y provoca la intervención armada de las fuerzas de seguridad israelíes. El choque es inevitable.

El jeep y la cárcel. La violencia se recrudece el 1 de octubre. Unos extremistas palestinos matan a una pareja de israelíes durante un viaje en el norte de Cisjordania. Como castigo, las autoridades israelíes prohíben el acceso a la Ciudad Vieja de Jerusalén a todos los palestinos no residentes en el barrio, provocando desórdenes en Israel y en los territorios ocupados. El 16 de octubre se proclama el primer “viernes de la rabia” y, durante la noche, algunos palestinos incendian la tumba del patriarca José, en Nablus. Siguen los atentados y las manifestaciones violentas. El balance (provisional) habla de 500 palestinos arrestados, de ellos 145 menores de edad; casi 60 muertos y 6.000 heridos de ambos bandos.
Si se trata realmente de una nueva Intifada se verá. Pero era solo cuestión de tiempo que las precarias soluciones pensadas en los despachos de los políticos saltaran por los aires a causa de la frustración cotidiana. El conflicto palestino-israelí parece, una vez más, sin salida.
¿Qué hay de nuevo? A primera vista, nada.
Sin embargo, en este terrible juego de las partes, hay quien deja espacio al diálogo con quien vive “al otro lado del muro”. Hemos recogido tres historias que, justo en medio de esta circunstancia, justo hoy, señalan una posibilidad concreta. «Un puente», como lo ha llamado recientemente el Papa, que es la única «solución».
Basam Aramin es un joven palestino, de unos treinta años, con un pasado de veinte años como terrorista, combatiendo en contra del enemigo israelí. «A los doce años mataron a mi mejor amigo. Desde entonces juré vengarme». Un odio profundo madurado con los años, luego la simpatía por Adolf Hitler. Ciertas compañías equivocadas hicieron el resto. Basam acaba pronto en la cárcel, después de haber hecho saltar por los aires un jeep con dos israelíes a bordo. En prisión la vida es dura, los carceleros le pegan y le humillan. Un día le obligan a ver una película sobre el Holocausto. Y esto le cambia la vida. De repente, rompe a llorar. «Era la primera vez que sentía dolor por mis opresores. En ese momento, recobré un trozo de mi humanidad, y no quería perderlo». Basam comienza a cambiar de actitud, tanto que un guardia se da cuenta y le pregunta: «¿Cómo puede llegar a ser un terrorista una persona como tú?». «Yo no sabía qué contestarle», cuenta, «pero instintivamente le dije: no soy un terrorista, lucho por la libertad. Si me convences de que somos nosotros los colonos, entonces estoy dispuesto a declararlo delante de todo el mundo». Unos instantes de silencio que no es incómodo: «Fueron instantes de conmoción». El comienzo de una amistad. «Algunas veces el guardia me llevaba unos refrescos a la celda. Y hablábamos de todo. Descubríamos continuamente lo que teníamos en común». ¿La más importante? «Teníamos una gran herida y un gran dolor». Hoy el carcelero de Basam ha dejado la Policía y trabaja en una asociación para la reconciliación entre israelíes y palestinos. Se llama “Luchadores por la paz”. Basam sonríe: «Mira, a veces, dónde te lleva el destino...».

La kefia blanca y negra. Idan Bariri, en cambio, de niño tenía las ideas muy claras sobre lo que haría de mayor. «Había crecido con las imágenes de los gloriosos combatientes en la guerra de 1967 y no deseaba otra cosa que seguir sus huellas. Luchar por mi tierra, la tierra de Israel, en contra de los árabes». Se enrola muy joven. En el Ejército lo habitúan a creer que cualquier palestino es una amenaza. Se lo cree a pie juntillas. «Hay que parar a los palestinos con cualquier medio», era la orden. Como buen soldado, obedece. «En ese momento hice de todo, también actos de los que ahora me avergüenzo. Los palestinos eran enemigos a abatir, el peligro que había que neutralizar». El servicio militar dura tres años y le cambia la vida. Cuando acaba, su espíritu sigue luchando. El enemigo sigue siendo el palestino, «el terrorista con la kefia blanca y negra en la cabeza». Durante un viaje de trabajo a Berlín, en una cena en un restaurante, conoce a un camarero, un palestino de Ramala. «Me contó lo que había sufrido en las cárceles israelíes. No podía creer lo que estaba oyendo. He luchado siempre y defendido a mi país, pero su sufrimiento era algo tan humano, tan mío…». Ese chaval, conocido por casualidad, añade luego un detalle que lo desarma completamente: «Dijo que, si me hubiera encontrado unos años antes, me habría matado. Allí entendí que la violencia no era la solución justa, no llevaba a ningún lado. Era solo odio que se sumaba al odio. Era demasiado». Idan vuelve a Jerusalén «con la mirada del camarero delante de los ojos». Poco después, su hermano muere en un atentado terrorista contra el autobús que lo llevaba a Tel Aviv. Su perdón al asesino no se hace esperar: «Hoy puedo perdonar porque sé que yo mismo necesito ser perdonado, de verdad».

Caen los muros. También Aziz Abu Sarah antaño pensaba que «la justicia exige la venganza». Crece tirando piedras contra los israelíes, su hermano es torturado y muere por las heridas. Los años de escuela fueron tormentosos. «Luego, a los 18, tuve que aprender hebreo». Allí se vio cara a cara con su enemigo de toda la vida. «Me senté en clase y vi que no había soldados o colonos, sino personas como yo. Empezamos a hablar» de música, fútbol, aficiones y viajes. «Descubrí algo sorprendente: eran como yo». Al poco tiempo, un atentado precipita en el caos a Jerusalén y aviva el odio: una matanza de judíos. «En esos momentos, pensaba: no han golpeado al enemigo, han matados a mis amigos. Les llamé, uno por uno, para saber si estaban bien». Lo mismo durante un tiroteo en la zona árabe de Jerusalén Este. «Mi teléfono no paraba de sonar: mis compañeros de curso querían cerciorarse de que estuviese a salvo».
Los sucesos de estos días le dejan preocupado. «Cada mañana leo el periódico y tengo que elegir si dejarme ahogar por el rencor o decidir a favor de la paz. Debo decidir de nuevo, cada vez». ¿Cómo lo decide? «Me repito que el ojo por ojo vuelve ciego al mundo». La ley del talión no puede funcionar, aunque se haya “inventado” por aquí. «Lo único que cabe hacer de verdad es perdonar». No por una ideología. Se perdona a los hombres. Un rostro que antes era desconocido y a menudo enemigo llegas a verlo como el tuyo. Necesitado de perdón, de justicia y de paz. «Todos los muros, antes o después, caen. Aunque tarden cien años. Tardan mucho o poco tiempo, pero el problema no se resuelve nunca con más odio. Los muros nunca son la solución. Los puentes, sí». Y entre los atentados y los enfrentamientos violentos de estos atribulados lugares, sigue sucediendo lo que es un milagro. Ese milagro que en tierra de Israel y Palestina se llama “encuentro”.


TESTIMONIOS

Basam Aramin. «El guardia me llevaba unos refrescos a la celda. Hablando, descubríamos continuamente lo que teníamos en común»

Aziz Abu Sarah. «Cada mañana tengo que elegir si dejarme ahogar por el rencor o decidir a favor de la paz»

Idan Bariri. «Cometí actos de los que ahora me avergüenzo. Los palestinos eran enemigos a abatir»

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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