Entrevista de Antonio Manzo a Julián Carrón en el diario Il Mattino. 4 de octubre de 2015
«Fiaos del Papa, fiémonos del Papa. El Sínodo de los obispos no es un tribunal instituido para juzgar las periferias de la humanidad contemporánea. Es, por el contrario, una oportunidad para volver a proponer al mundo la verdad de la fe cristiana a través de la libertad. No espero del Sínodo una polémica continua entre doctrina y pastoral, sino la búsqueda de nuevas formas para volver a proponer el anuncio que siempre ha hecho la Iglesia ante los nuevos desafíos de la sociedad, empezando por la acogida a los que sufren. Hace falta un acompañamiento por parte de la Iglesia, sin discriminaciones. Hacen falta puentes, no muros. La fe debe socorrer al hombre allí donde está bloqueado por una dificultad o un sufrimiento, comunicando el acontecimiento cristiano que nos hace libres».
Julián Carrón guía el movimiento de Comunión y Liberación desde hace diez años como sucesor de don Luigi Giussani. Es un sacerdote español de 65 años que hasta 2020 estará a la cabeza de un «pueblo de Dios» nacido en Italia y presente en la actualidad en 90 países del globo. Es hijo de campesinos y, por genética, sabe bien que se recoge lo que se siembra. Es el hombre del cambio de dirección de CL: stop al movimiento como brazo de la política, sí a la recuperación de la experiencia cristiana. Es noche cerrada cuando tiene fuerzas todavía para encontrarse en un hotel de Nápoles con los jóvenes de las comunidades de CL de la ciudad.
Sabemos cómo salió la Iglesia del Sínodo del año pasado, en cierto modo dividida en temas fundamentales referentes a la vida y a la familia. En su opinión, ¿se superarán las divisiones evocadas incluso por cardenales de primera línea de la Iglesia?
«Nada será como antes después de la predicación del Papa Francisco en su último viaje, con la afirmación sustancial del concepto de familia como un don. Desde Estados Unidos, y es significativo que haya sido desde ahí, ha dicho al mundo que la familia no es un motivo de preocupación, sino un don para la sociedad. ¿Cómo pueden las familias, con su testimonio y su vida, despertar en los jóvenes el deseo de casarse?».
El Papa recupera para el debate en el mundo el concepto de familia…
«Lo recupera en positivo, no de forma dialéctica. No hace de ella objeto de un lamento y no la trata como una dificultad a superar, sino que insiste en la belleza de la familia como posibilidad de un bien para todos».
¿Sigue hablando la Iglesia de familia tal como está establecido en el orden de la Creación, es decir, como unión entre hombre y mujer?
«Sin duda, no podría hacer de otro modo. Es más, la discusión sobre la familia y sobre su misión en la Iglesia y en el mundo parte del reconocimiento de este dato original. Nosotros los cristianos debemos dar un testimonio mayor del matrimonio como experiencia de amor entre dos personas que se unen libremente para caminar hacia su destino, y no como vínculo que limita, que aplasta y que termina por desilusionar. Con frecuencia escucho a jóvenes que dicen atemorizados: “Quizá sea mejor no casarse”, están asustados. Precisamente por eso estamos llamados a anunciar a Cristo como la respuesta que vence el miedo. El cristianismo es la invitación a participar en una experiencia en donde se puede verificar que lo que es imposible a los ojos de los hombres es posible para Dios».
¿En qué se concreta esto?
«La Iglesia debe crear más lugares para las familias antes que definir nuevas reglas. No es necesario alimentar polémicas doctrinales sobre puntos firmes de la tradición. La Iglesia debe acoger a las familias, escuchar a las personas que tienen dificultades para encontrar un trabajo, para garantizar el futuro de sus hijos. ¿Quién escucha hoy en día esta soledad existencial? Ahí está el acontecimiento de un cristianismo que se hace encuentro y escucha».
Usted recordará que en la relación con la que el cardenal Kasper introducía el Sínodo de hace un año se hablaba abiertamente de una crisis del concepto de familia, con respecto al cual era necesario actualizar también la pastoral.
«La familia hace emerger la consistencia de la fe de las personas que se casan. La pregunta a la que hay que responder es si la Iglesia es capaz de ofrecer a las parejas, sobre todo a aquellas que tienen dificultades, un recorrido para madurar en su fe. En otras palabras, los que están atravesando un periodo de dificultad, ¿encuentran en la Iglesia las puertas abiertas o solo un juicio que con frecuencia los excluye de la vida de la comunidad cristiana?».
¿Cuál es su opinión?
«La Iglesia debe abrirse cada vez más al abrazo de los límites humanos, también con respecto a la crisis de la familia. Cuando abrazas los límites con la amplitud de la fe caes en la cuenta de la existencia del otro y de la consistencia del amor por él».
Algunos cardenales de primer orden advierten: atención con el Sínodo, existe el riesgo de un cisma en la Iglesia.
«No quisiera que fuese solo un modo para desviar la atención del problema, porque la Iglesia está llamada a preguntarse cómo sostener la vida de cada persona y de las familias frente a todas las dificultades».
¿Existe división entre doctrina y pastoral en este debate pre sinodal?
«En el cristianismo no puede existir división entre doctrina y pastoral, porque el cristianismo es la irrupción de Dios en la historia, un acontecimiento por el que los conceptos, es decir, la doctrina, se vuelven carne y sangre, como decía Benedicto XVI, se encarnan en la experiencia humana. Como cuando Jesús va a casa de Zaqueo. Su presencia divina se manifiesta en un abrazo que le rescata y que hace nacer en él el deseo de cambiar. Jesús no impone a ese hombre tener que cambiar, pero suscita el comienzo de una vida nueva. No es suficiente con una doctrina, porque el Verbo se ha hecho carne, es decir, una vida que lleva en sí el contenido de la fe».
Entonces, ¿se trata tan solo de debates entre teólogos, y ya está?
«Es una dialéctica falsa. En el cristianismo, la Palabra, el Verbo de Dios, se hace carne, es decir, realidad; Jesús comía y bebía, y se conmovía por su amigo Lázaro».
El cardenal Kasper dice: sin perjuicio de la doctrina, adecuemos la pastoral.
«El intento de hacer más adecuada a los tiempos la comunicación de la fe fue el gran tema del Vaticano II. Y no se trata de un problema de estrategia pastoral; la cuestión es comprender la naturaleza misma del cristianismo, para poder comunicarlo de modo comprensible a nuestros contemporáneos. Y el cristianismo es un acontecimiento, no una doctrina. Algunos jóvenes universitarios han conocido recientemente a unos compañeros chinos que, después de un tiempo de convivencia, han reconocido que el cristianismo tomado en serio es una propuesta de la que brota la vida, y no una serie de ritos».
El diálogo con el mundo de la homosexualidad. ¿Cuál es el camino del diálogo?
«Cristo no ha venido para algunos, sino para todos. Ha dado la vida por todos, para que todos puedan hacer un camino humano. Se debe dialogar con todos, porque cualquier persona necesita ser acompañada. Las preguntas sobre el sentido de la vida, sobre el bien y sobre lo que es justo afectan a las personas homosexuales y a las heterosexuales. El problema es: ¿cómo puede la Iglesia acompañar a cada uno en el camino de la vida, una vida que a veces toma derroteros que no llevan a ninguna parte?».
¿Reconocerá el Sínodo a las parejas gay?
«En este aspecto la doctrina tradicional es clarísima. Pero esto no quiere decir discriminar a las personas. La Iglesia debe abrazar a los homosexuales en cuanto que personas, como hace con cualquiera».
La castidad, ¿es todavía un valor en el sacerdocio de la Iglesia católica, incluso a la luz de la actualidad?
«Sin duda. Ahora más que nunca».
¿Se abre un camino para los sacramentos a los divorciados?
«El Papa ha decidido agilizar los procesos canónicos que afectan a la nulidad matrimonial. El tema de la comunión a los divorciados vueltos a casar es una materia delicada, y los padres sinodales sabrán usar toda la inteligencia de la fe para abordarla».
¿No existe el riesgo de que la teología del pueblo que tiene el Papa se transforme en populismo teológico?
«El Papa no es un populista, como algunos le juzgan. Tiene un gran sentido del pueblo, pero no lo usa para una finalidad ideológica, instrumental, porque lo que le importa es el bien de cada persona individual».
En su opinión, ¿qué quiere hoy el Papa de Comunión y Liberación?
«Lo que nos dijo el pasado 7 de marzo. Es decir, que seamos fieles al carisma de don Giussani, que nos comunicó la fe como pertinente a las exigencias de la vida. Y nos ha pedido que vivamos el carisma hasta el fondo para ser de verdad una “Iglesia en salida”. Y solo podremos hacer esto si estamos enraizados en Cristo, si no nos quedamos en el umbral, si no caemos en la auto referencialidad».
¿Piensa usted que en algún momento de la historia de CL ha habido infidelidad al carisma?
«Sí, debido a los errores humanos. A lo largo de nuestra historia don Giussani nos ha reclamado siempre y nos ha corregido, como hacía Jesús con sus discípulos».
¿Qué ha reprochado el Papa a Comunión y Liberación?
«Nos ha hablado con extrema paternidad, con las mismas palabras que, por ejemplo, ha empleado con los obispos norteamericanos, invitándonos a la conversión misionera, a descentrarnos para comunicar a Cristo, porque en caso contrario la Iglesia enferma».
¿Se está dando en CL una vuelta a la espiritualidad, o seguirán haciéndose obras?
«La espiritualidad no es una alternativa a las obras. Nosotros queremos un movimiento que tenga que ver con todo, hasta con el “comer y el dormir”, como dice san Pablo. Las obras pueden responder a las necesidades del hombre, no son algo inconveniente. Ciertamente, es necesario evitar los errores que pueden darse en cualquier actividad humana».
¿Puede darse una degeneración en Comunión y Liberación?
«Sí, cuando prestamos más atención a ocupar espacios y al éxito que al hombre. Toda acción conlleva un riesgo. Pero sería todavía más grave no hacer nada para no correr riesgos. Por otro lado, el primer riesgo lo corrió Dios al crearnos como hombres libres».
¿Con respecto a la política?
«La apuesta de CL es generar sujetos adultos capaces de ponerse en juego en la vida pública. La responsabilidad es personal, y por tanto cada uno responde de lo que hace en cualquier actividad».
¿Ha existido alguna confusión en este sentido?
«Cuando he percibido alguna desviación, he llamado la atención sobre ella. No tenemos ninguna dificultad en reconocer nuestros errores; si amamos más la verdad que la afirmación de nosotros mismos a toda costa, siempre podemos volver a empezar».
La Iglesia italiana, ¿está todavía desorientada tras la elección de Bergoglio?
«Desorientación, si queremos llamarlo así, ha habido en todas partes, no solo en Italia. Pero desorientación providencial. El Papa ha introducido una preciosa novedad que nos ha sacudido a todos. La suya es una llamada saludable a ponerse en juego para salir al encuentro de la humanidad que nos espera fuera de nuestras iglesias, allí donde también nosotros los cristianos vivimos y trabajamos, sufrimos y gozamos, como todos».
¿Cuántos cardenales se habrán arrepentido ya de haber votado a Bergoglio?
«Tal vez alguno esté sorprendido por no haber previsto la novedad de un Papa al que los cardenales han ido a buscar “casi al fin del mundo”, como dijo la noche de su elección. Pero esto sucede cada vez que una personalidad se impone y pide de nosotros un cambio radical, como está haciendo el Papa, para que nos centremos de nuevo en Cristo, para que no tengamos miedo de Cristo, de decir quién es Cristo al hombre de hoy».
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