Hace un año, acompañó a algunos refugiados sirios desde Egipto hasta Alemania. El periodista alemán WOLFGANG BAUER cuenta cómo la llegada de los refugiados le está cambiando a él y a su país
«Es una verdadera tragedia. Veo a personas tratadas como objetos, problemas de los que desentenderse. Hay que meterse en la cabeza que los sirios no quieren venir a Europa. Huyen de una guerra, de la violencia. Antes de este horror, os aseguro que vivían muy a gusto en sus pueblos». Wolfgang Bauer, alemán, nacido en 1970, antes de convertirse en un destacado periodista, trabajó como panadero, guía turístico y cartero. En la Universidad de Tubinga se especializó en estudios islámicos y desde 1994 escribe –como freelance– para distintas cabeceras. Hace un año, acompañó en su azaroso viaje a algunos refugiados sirios desde Egipto hasta Alemania. Viajó en las barcazas con ellos, los vio llorar, sufrir, esperar. El relato de aquel viaje se recoge en un libro que se ha convertido en un bestseller en Alemania.
Algo le empujó a cruzar el mar con algunos refugiados, ¿qué fue?
Decidí partir con ellos tras haber visto llegar a Europa a tantos amigos que había conocido en Siria hace tiempo. Me sentía parte de su sufrimiento y de su esperanza –tan humana– de huir de la guerra. Y quise compartir ese viaje con ellos.
La Alemania de Ángela Merkel está dando que discutir con sus posturas contradictorias en términos de acogida. Como alemán, ¿qué opina?
Es un desafío que afecta a todo el Continente, no solo a Alemania. Nosotros, los europeos, ¡hace años que llevamos subestimando el problema! Nos hemos quedado mirando cómo Siria caía en una guerra absurda. Mientras la gente moría, Europa, y en particular el gobierno alemán, perseguía una política de no intromisión, de espera, mirando como espectadores. Nos hemos quedado al margen todos estos años, porque no queríamos empeorar las cosas.
Esto en el plano político. Pero hemos visto también muchos alemanes acoger calurosamente a los refugiados sirios. Algunos los recibían con flores…
Acoger, y antes aún ayudar a los migrantes a entrar en Europa, es un acto de dignidad hacia quienes huyen, pero en primer lugar hacia uno mismo, es un acto de lealtad hacia el propio corazón. La acogida del pueblo alemán es la mejor respuesta a las leyes que oprimen a la gente y empeoran la sociedad civil. La acogida no es una cuestión de heroísmo, es un gesto con el que nos ganamos el respeto hacia nosotros mismos.
De un lado, las leyes de la política, de otro, la acogida sincera de las personas. ¿Dónde se encuentra la solución del problema?
Debemos acabar de una vez por todas con un conflicto que está destruyendo un país entero y abocando al destierro a todo un pueblo. A mi juicio, son dos las medidas importantes que hay que tomar cuanto antes. La primera es instituir una zona de no agresión para proteger a los civiles de los bombardeos. En Iraq lo habíamos logrado, ¿por qué no lo hacemos ahora?
Ya, ¿por qué?
Por la miopía de los gobiernos. Créame, los refugiados quieren volver a sus casas, pero si hay guerra, ¿cómo pueden hacerlo? Por esta razón los que les llevan a Europa con las embarcaciones se ven como liberadores.
¿Y la segunda medida?
Acoger a los refugiados que demuestran su proveniencia de las zonas azotadas por la guerra. Esto permitiría filtrar cuidadosamente las llegadas y acoger a quienes realmente huyen de una situación desesperada.
¿Qué ha aprendido de los refugiados que le acompañaban?
Durante ese viaje conocí a hombres y mujeres maravillosos, que me enseñaron qué significa amistad, honor y dignidad. Ahora bien, los refugiados son legiones y no todos son personas honestas. Pero yo conocí a hombres extraordinarios, pude ver su fuerza y su esperanza, el coraje de arriesgar la vida para salvar a sus familias y a sus seres queridos. Lo arriesgan todo por lo que tienen como más querido. No lo olvidaré jamás.
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