Caen las bombas y los cristianos huyen, pero la ciudad símbolo del drama sirio no sufre solo el impacto de los misiles. Padre IBRAHIM ALSABAGH, párroco de la comunidad latina, habla de los retos de los que se quedan. Y explica por qué en su mesita de noche tiene los libros de don Giussani
El padre Ibrahim Alsabagh es párroco de la comunidad latina de Alepo. Originario de Damasco, tiene 43 años, diez de ellos vistiendo el hábito franciscano. Ha sido delegado de pastoral vocacional, subdirector de una escuela católica en Jordania, párroco en Jericó y el año pasado obtuvo la licenciatura de Teología dogmática en Roma. Desde el pasado mes de noviembre, se encuentra en la ciudad símbolo del calvario sirio. Ha vivido estos meses al lado de sus fieles, compartiendo con ellos el frío, los miedos, el luto. «Cada día tiene su afán», afirma: «Nos levantamos por la mañana y no sabemos qué pasará, si caerán bombas o no. El suministro de la electricidad ha mejorado; ahora llega, de media, tres horas al día». Habla del dolor por los que se van, pero también de los que se quedan y quieren criar a sus hijos como cristianos en Siria. El padre Ibrahim piensa en el futuro. De su último viaje a Italia, trajo en la maleta algunos libros de don Giussani traducidos al árabe. Para afrontar el futuro, ciertamente, pero también para vivir el presente.
¿Cómo viven los cristianos en esta ciudad?
Hoy el mayor drama es la emigración. Hay grupos que organizan esta huida sin dialogar con los responsables de las comunidades. El éxodo de los cristianos empeora la situación de los que se quedan, porque nuestra presencia mengua cada vez más. Lo que más me entristece es que quien se va lo hace sin decírselo a nadie. Una vez conseguido el visado, se marcha. Solo después avisa a la familia y a los amigos. En una ocasión, un hombre me dijo: «Padre, los ataques con misiles empiezan y acaban. Pero hay otro tipo de bombardeo, uno que causa división dentro de nuestras familias».
¿Qué quiere decir?
Las familias se dividen en su seno, entre los que quieren irse y los que quieren quedarse. Los litigios añaden tensión a la tensión. El otro día oí la historia de una mujer enferma, dependiente, a la que sus hijos habían abandonado, dejándola a cargo de unos desconocidos. Un parroquiano me preguntaba: «¿A nosotros también nos abandonarán?». La gente está agotada, les obligan a quedarse encerrados en casa todo el día. No tienen ningún tipo de distracción. Me dicen: «El único paseo que podemos dar es para venir a misa. La única distracción, rezar el Rosario». Mucha gente está enfadada y esta tensión deteriora las relaciones humanas.
¿Qué os ayuda a seguir adelante?
Creemos en la fuerza de la Eucaristía, que no solo se ha convertido en nuestro alimento, sino también en nuestro descanso. Es el momento de mayor consuelo. La comunión con el Señor nos ayuda a “cambiar de aires”, nos permite volver a respirar. Luego, como párroco, intento crear las ocasiones para implicar a la gente en bien de todos, ocupándose desde la ayuda humanitaria hasta los cursos de novios. Hace unos días, empezamos un campamento de verano para los niños de primaria.
¿Cuántos niños tienen?
Al principio hubo pocas inscripciones, 50. Tenían miedo a enviar a sus hijos. Pero luego los padres se han convencido de que era un bien y se han animado. Ahora hay 120 chicos y seguimos recibiendo solicitudes, no conseguimos cerrar las inscripciones. Entretanto, los hermanos pequeños han empezado a llorar de envidia, así que hemos tenido que aceptar también a 25 niños de infantil. Hacemos juegos, les damos chocolate, leche, y si vemos que alguno viene mal vestido procuramos buscarle ropa nueva. Me estoy dando cuenta de que esta iniciativa no solo hace bien a los pequeños: genera un clima de alegría que también ayuda a los adultos. Ver a los propios hijos jugando tranquiliza.
¿La fe ayuda a resistir a este nuevo “bombardeo” del que hablaba antes?
Sí, ayuda a pensar de forma distinta, a mirar de otro modo. Con los ojos de la fe se ve que también para nosotros la realidad es positiva. Es una actitud realista, que permite seguir viviendo.
¿Dónde ve esta mirada nueva?
En varias familias jóvenes. Padres y madres con hijos pequeños, que han visto cómo bombardeaban sus casas, que han perdido a muchos familiares, y me dicen: «Nos quedamos, queremos seguir este camino». Siete de las ocho parejas que se están preparando para el matrimonio también quieren quedarse. Hay muchos amigos que nos quieren y nos preguntan por qué seguimos aquí, por qué aún no nos hemos ido. No es por una ideología, por una idea política o un apego equivocado a la tierra. No podemos arrogarnos el derecho de arrancar el árbol que el Señor plantó aquí hace dos mil años y que ha sido regado durante siglos por la sangre de los mártires. No queremos pensar en un futuro de Siria sin cristianos. Por eso me interesa lo que dice don Giussani.
¿En qué sentido?
También para nosotros existe un tercer tipo de bombardeo, el de la mentalidad dominante. Estamos asistiendo a una ofensiva cultural, que es la misma que sufrís vosotros en Occidente. Yo como sacerdote, como centinela, siento la exigencia de fortalecer las raíces de nuestra fe dentro de la cultura actual. Esto forma parte de mi responsabilidad, tanto como la ayuda humanitaria. En Italia conocí personas de Comunión y Liberación y empecé a desear que se abra camino también entre nosotros cierta manera de pensar. Una forma de pensar por la que un joven pueda llegar a ser un verdadero testigo en medio del mundo.
¿Qué le gustaría que sus jóvenes leyeran de don Gius?
Bueno, empezaría con los tres volúmenes del Curso Básico de Cristianismo, que son las bases de su pensamiento. Después, el resto. Pero no solo los libros. Necesitamos ver testigos, conocer personas cuya vida se alimenta de ese carisma. Trabajando con la Custodia de Tierra Santa, conocí a varios Memores Domini y familias del movimiento. Estoy seguro de que su presencia aquí podría contribuir a la fe de nuestros jóvenes. Podría reforzar una experiencia sencilla, hermosa, profunda y al mismo tiempo activa en la realidad. La alternativa es que la vida aquí se vacíe de sentido. Necesitamos llenarla con los signos del Señor. Por eso hay que hacer todo lo posible para empezar una presencia. Desde hoy, no podemos esperar a mañana.
QUIÉN ES
Ibrahim Alsabagh
nació en Damasco en 1971. Desde el pasado mes de noviembre guía a la parroquia latina de San Francisco en Alepo
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón