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Huellas N.4, Abril 2015

BREVES

Cartas

a cargo de Carmen Giussani

AL CABO DE CUARENTA AÑOS, EMPIEZO DE NUEVO
Conocí el movimiento hace cuarenta años y me cambió la vida para siempre. En mi larga militancia en Lotta Continua (un grupo marxista extraparlamentario de los años 70 y 80; ndt.) había intentado, sin conseguirlo, pegar mi pregunta religiosa a la exigencia radical de una justicia social. ¿El resultado? Un fracaso en todos los frentes. Disertaba de la Iglesia y la combatía, pero al mismo tiempo no encontraba respuestas que no fueran intenciones voluntariosas a los retos que la sociedad hacía rebotar en mi vida de estudiante de bachillerato. Luego, durante mi primer año de universidad, al igual que un cura que tira el hábito por la borda, abandoné toda inquietud ideal y me entregué al estudio y al desmadre. Fueron unos rostros y no un discurso o un juicio políticamente acertado los que me llevaron a la conversión. Por eso me adherí al movimiento. Seguía pensando mal de los curas y de la Iglesia. Seguía pensando que si algunas veces le daban palos a los de CL, en el fondo, se lo habían buscado. Sin embargo, esos rostros fueron entrando en mi vida insinuando en ella la belleza de una vida distinta. Por esos rostros acepté participar en la peregrinación a Roma por el Año Santo de 1975, con ese Papa, Pablo VI, que entonces consideraba como la quintaesencia de una Iglesia retrógrada destinada a desaparecer. Unos años después, mi juicio sobre él cambiaría radicalmente. Por esos rostros participé en 1976, en Riccione, en la famosa conversación con don Giussani acerca de la diferencia entre una utopía y una presencia. De aquel sacerdote me llamaron profundamente la atención dos rasgos de la vida cristiana: libertad y misericordia. Otros rostros, al cabo de cuarenta años, me hacen ver cómo lo único que importa de verdad es encontrarse con personas cambiadas por Cristo. Por esos rostros fui a Roma a la audiencia con el Papa Francisco, con el corazón desnudo y ajeno a las escorias del debate que ha acompañado el evento, antes y después. En este momento de mi vida no necesito ni de una ideología ni de una nostalgia del pasado. Lo que necesito es una caricia que roce todo lo que no va, como la injusta pérdida de mi puesto de trabajo. En Roma, de labios del Papa Francisco, volví a escuchar esos acentos que al comienzo escuché de don Giussani: libertad y misericordia. Siguen siendo válidos. Tanto es así que su reclamo a estos dos anticuerpos esenciales contra la autorreferencialidad me ha llevado, de manera del todo insospechada, a empezar de nuevo. Mi presente consiste en experimentar la caricia de la misericordia. Le pido al Señor que me acompañe y que sepa reconocerle hasta el último día de mi vida. Esto significa, para mí, seguir el carisma de don Giussani.
Stefano, Bolonia (Italia)

Desde las periferias
CON ESTA ALEGRÍA EN EL CUERPO
Gabriel quería acudir a la audiencia con el Papa, pero al final, por una serie de impedimentos, no le concedieron el visado. He aquí lo que nos escribe.
Queridos amigos: hemos seguido la audiencia por televisión. ¡Preciosa! Escuchando las hermosas palabras del Papa Francisco que nos invitaba a la misión, me surgió de repente una pregunta: «¿Quién nos separará del amor de Cristo?». Es liberador y gozoso vivir con esta alegría en el cuerpo aquí en las periferias, agradecido y sorprendido por la amistad y el abrazo del movimiento.
Gabriel, Cebu (Filipinas)

VUELTA ANTICIPADA DESDE LAS MALDIVAS
En cuanto supimos de la audiencia con el Papa, mi marido y yo sacamos los billetes para nosotros y nuestros tres hijos. Fue natural implicar también a una familia que lleva tiempo detrás de nosotros, siguiendo nuestro camino en el movimiento. Unos meses más tarde, llega la noticia de que justo en esa semana la empresa de la que mi marido es vicepresidente nos invitaba a un viaje a las Maldivas con toda la familia y un grupo de la empresa. Todos los intentos de cambiar la fecha fueron inútiles, solo podía ser esa semana. Entré en crisis y durante tres días discutí con mi marido sobre lo que íbamos a hacer. No quería dejar de acompañarle, pero pensaba sobre todo en las personas que habíamos invitado a Roma. Una amiga de los Memores Domini me hizo caer en la cuenta de que me equivocaba preocupándome por Lidia (la amiga que había invitado), porque lo que teníamos que decidir era cómo responder al Papa que nos convocaba. Al final, decidimos irnos de viaje, pero volviendo tres días antes para poder estar en Roma el 7 de marzo. Todas las comidas y las cenas de esa semana de vacaciones fueron ocasión para hablar, además de temas de trabajo, de por qué habíamos decidido adelantar la vuelta y, naturalmente, acabábamos hablando de la fe, del Papa y de nuestra vida. Además, este cambio de plan obligó al presidente a reformular el programa de la semana (reuniones de trabajo, cena de gala, etc.) para poder contar con nosotros. También tuvimos que decirles simplemente a nuestros hijos (el primero de 12 años y dos gemelos de 9) por qué habíamos decidido volver antes (con malestar por su parte), explicándoles que lo hacíamos por gratitud a la paternidad del Papa y de don Giussani, sin el cual no existiría el movimiento y tampoco ellos, ya que mi marido y yo nos conocimos compartiendo esta experiencia cristiana. En Roma fue evidente la belleza de la pertenencia a nuestro pueblo y mientras esperábamos, sentados en el suelo, veía a mis hijos cantar, participar en el gesto, y pensar que los estábamos educando también a través de ese “sacrificio” que supuso volver antes de esa semana de vacaciones. Es mucho más importante pertenecer a la Iglesia e ir al encuentro con el sucesor de Pedro. Educar es mostrar que seguimos a Otro y que podemos mirarle.
Ana y Mauricio, Catania (Italia)

7 de marzo
ALINA Y LAS DOS SEÑORAS RUSAS
Hospedé en mi casa a dos señoras rusas, ortodoxas, que acudían a Roma para la audiencia con el Papa. Llegaron el jueves por la tarde. Pero el jueves, en mi casa, es día de limpieza. Viene Alina, una asistenta que trabaja por horas. Alina es ucraniana, de una familia muy pobre, y ella también ortodoxa. Su hijo tuvo que enrolarse obligatoriamente en el ejército ucraniano, fue herido por los rusos y, actualmente, está en su casa por una breve convalecencia. Mi mujer se ha aficionado a Alina y temía que, encontrándose con las dos mujeres rusas, pudiera pasar algo desagradable. La avisamos antes de la llegada de nuestras huéspedes. Cuando llegaron, le pedí a Alina que se ocupara de sus habitaciones. Alina lo hizo, habló con amabilidad con ellas, no sé bien en qué dialecto ruso. Luego me puse a explicarles dónde estaba la parada del metro y cómo se utilizan los billetes también para los autobuses. Mientras ellas lo comentaban, tomé a un lado a mi hijo Tommaso y le dije: «Nuestras huéspedes no saben que el hijo de Alina ha sido herido por los rusos, pero ella lo sabe. Sin embargo, no hay sombra de cólera en su voz ni resentimiento en su mirada. Ella se ha puesto a servir a sus enemigos, es decir, los ha amado. Te acuerdas de lo que dice Jesús: “Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tendréis? Amad a vuestros enemigos...”». Y Tommaso: «Pero, ¡es grandioso!». Esa tarde entendí de verdad qué quería decir don Giussani cuando decía que el hecho cristiano, más que una religión, es un acontecimiento, es decir un lugar y un tiempo donde acontecen cosas sorprendentes, muy positivas y que en otros ámbitos se consideran imposibles.
Massimo, Roma (Italia)

LA AUDIENCIA EN CLAUSURA
Al igual que yo, muchos no podrán acudir a Roma el 7 de marzo porque mi respuesta a la voluntad de Dios, siguiendo el movimiento, me ha llevado a la vocación monástica en la clausura. No por ello estaremos menos presentes. Todo lo contrario: en el silencio, hablaremos a Dios de cada uno de vosotros; a vosotros os tocan los cantos, los aplausos, la fiesta… a nosotras el susurro de la gratitud. Pero es el mismo amor que se expresa.
Sor María Teresa, Milán (Italia)

FONDO COMÚN
Querido Julián, me veo obligada a mi pesar a disminuir la cuota del Fondo Común, que mantenía invariada desde la entrada del euro, por inercia. Desde entonces, me casé, tengo tres hijos, algunos problemas económicos… pero ahora deseo y pido a Dios volver a empezar porque todo lo que soy y todo lo que tengo se lo debo al encuentro con Cristo, gracias a la historia que ha nacido de don Giussani.
Carta firmada

«PROFE, ¿POR QUÉ EL HOMBRE ES TAN IMPORTANTE?»
El viernes, antes de partir para la audiencia con el Papa, estaba dando clase de Economía en el instituto profesional donde enseño. Explico que un bien cotiza tanto más cuando menos cantidad tenemos a nuestra disposición. Por ejemplo, el oro. Un chaval levanta la mano y pregunta: «Profe, en el mundo hay casi siete mil millones de hombres. Entonces, ¿por qué el hombre es tan importante?». ¡Pregunta genial! Les digo: «Responded vosotros». El mismo chaval me escribe: «Para mí el hombre es importante porque la vida no tiene precio y cuando pierdes un ser querido, toda la vida de la familia cambia. Si pierdes un lingote de oro, lo sientes, pero lo reemplazas con otra cosa. El hombre en cambio no lo puedes reemplazar con nada». Me sorprendió y me conmovió. Tenía delante una respuesta viva, palpitante de vida. También me llegan dos respuestas “clásicas”: «El hombre es importante porque Dios lo ha creado, es único e irrepetible…». Son respuestas teóricamente justas, teológicamente ciertas, pero todavía les falta carne. Lo entendí mejor después de la audiencia con el Papa: buscar simplemente un discurso no enciende la vida; buscar el encuentro con un hombre vivo da ganas de vivir como él. Buscar a un estudiante, a un amigo, a un colega permite que se den ciertos encuentros que mueven y conmueven.
Giovanni, Piacenza (Italia)

En la cárcel
COMO HACE DOS MIL AÑOS
Después de que un preso de la cárcel de San Vittore, en Milán, recibiera el Bautismo, Francesca, una voluntaria de la asociación Encuentro y Presencia, escribe esta carta.
Participé en el Bautismo de Samir, que ha nacido en Cristo con el nombre de Simón. El Bautizo se celebró en la capilla que se encuentra en el estudio del padre Marcos. Fue bellísimo, me parecía vivir uno de esos momentos que relatan los Hechos de los Apóstoles cuando cuentan que los cristianos se reunían a escondidas. Hace dos mil años igual que hoy, esto puede suceder solo por una presencia humana viva y atractiva. Un hombre de sesenta años, egipcio, detenido en la cárcel, enfermo, feliz y emocionado, y en mi opinión también libre en el verdadero sentido de la palabra. Esta es la salvación que quiero para mí. Se me ha concedido una gran gracia. Presenciar un hecho tan significativo en una cárcel me ha mostrado que cuando se trata de Cristo saltan todas las medidas, se rompen todos los límites, basta dejarse tomar.
Francesca

La audiencia en la tablet
EN UN HOSPITAL, CON MÁXIMO
El sábado por la mañana muchas personas salieron desde Avellino para ir al encuentro con el Papa. Excepto un grupito que se había fugado a Padua el día anterior para ver a Máximo, un amigo que estaba esperando un trasplante de hígado y que empezaba su lenta, lúcida y dolorosa agonía. El sábado por la mañana, Máximo nos llamó para que fuéramos a ver en su tablet lo que estaba pasando en Roma. Nos conectamos justo en el momento en que empezaba el primer canto, después de los Laudes. Máximo empezó a llorar. Le pregunté qué le había conmovido. Me contestó: nuestro pueblo. Y nos abrió los ojos para ver el milagro que estaba sucediendo en Roma: el mismo ofrecimiento a Cristo de tantas vidas como lo estaba viviendo él. El martes Máximo se fue al cielo, con los ojos cargados de estupor y de afecto por el milagro que es nuestra compañía.
Antonio, Avellino (Italia)

Cara a cara
ÉL, YO Y UN CORAZÓN QUE FUNCIONA
Querido Julián: Quiero darte las gracias por el trabajo que nos estás proponiendo en estos últimos meses y también dar las gracias al Papa. En sus palabras en la audiencia reconozco tu misma invitación a la conversión. Quiero contarte un hecho que ha supuesto un cambio en mi trabajo de cada día. Hablando de Dios y del matrimonio con mi novio, que no es cristiano, como en muchas otras ocasiones, salieron con claridad posiciones diferentes. Esta vez me provocó diciendo que Dios no existe y otras cosas por el estilo. Me di cuenta de que a menudo no le miro por lo que es, sino por lo que a mí me gustaría y de esta manera me pierdo lo mejor de la relación. Gracias a sus provocaciones empecé a preguntarme: «Pero yo, ¿qué estoy defendiendo? ¿Un discurso bonito o un hecho real?». Yo sé que Dios existe gracias a unos hechos y a unos rostros que en ese momento podía empezar a relatar uno a uno, por lo tanto, ¿por qué debía cambiar de método e intentar convencerle mediante una dialéctica? Me doy cuenta de que estar con este hombre sin hacer trampa, sino mirándole por lo que es y con mi corazón “perfectamente funcionante”, con toda su sed de verdad y de plenitud que ningún discurso puede colmar, es una ocasión privilegiada para mí: la de comprobar que Dios ha entrado en mi vida y puedo conocerle cada vez más, porque no se cansa de manifestarse incluso cuando le reduzco a un “discurso bonito”. Por eso veo que la única esperanza para mí y para todas las personas que tengo a mi alrededor es una continua conversión, un continuo dejarse “descentrar” por Él, que ha hecho nuestro corazón tan bien que no se contenta con nada que sea menos que Él mismo.
Cecil, Shanghai (China)

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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