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Huellas N.3, Marzo 2015

TESTIGOS

La obra de Otro

Carmen Giussani

«Miraba en la misma dirección que Gaudí». El escultor de la Sagrada Familia, ETSURO SOTOO, cuenta la amistad con Sandro Róndena, el arquitecto recientemente desaparecido que restauró el complejo abacial de Morimondo, a las puertas de Milán. «No caben despedidas cuando ya se vislumbra lo eterno»

Sábado 24 de enero. Un viaje desde Barcelona hasta Cassinetta di Lugagnano para ver a un amigo, el arquitecto Sandro Róndena. José Manuel Almuzara, arquitecto, y Etsuro Sotoo, escultor, quieren encontrar por última vez la mirada de Sandro, esa mirada que, utilizando una imagen realmente hermosa, Sotoo ha comparado con un golpe de espada de un samurai.
De ahí viene la autoridad que todos hemos reconocido en Sandro y que Sotoo ha expresado con exactitud: «Sandro es una autoridad porque nunca quiso serlo, es autoridad porque vive». Esto hizo de él un amigo y un maestro. Después de ver las estupendas imágenes de las obras de Sotoo en la Sagrada Familia, con la fuerza de su timbre de voz, soltó: «¡Esto es el ciento por uno aquí!», queriendo decirnos a todos que miráramos lo que estaba pasando porque era claramente la obra de Otro. Le preguntamos por su amistad con Sandro Róndena y nos responde desde su taller en la Sagrada Familia, a punto de marcharse a Japón.

¿Cuándo conociste a Sandro?
Hace 8 años, en 2007, me invitaron al Meeting de Rímini y al salir de la conferencia un grupo de estudiantes me rodeó y seguía preguntándome. Eran muchos. Detrás, había un señor con barba que me miraba. Era mayor que los estudiantes. Me seguía, pero discretamente apartado de estos chicos que no paraban de disparar preguntas. Mientras contestaba, me fijé en la mirada de este señor. Aunque estaba lejos de mí, esta mirada era una punta de espada de samurai que me alcanzaba. No me estaba amenazando. Me despertaba. Era una mirada que llega directa al punto focal del ánimo de una persona. Su mirada me despertó: ¿dónde tengo que estar?, ¿hacia dónde tengo que ir? Fue como un cubo de agua fría tirada a un borracho. Así, fue así.
Su forma de estar era humilde. Él esperaba pacientemente detrás de esos chicos. Su forma de esperar era radical, como si fuera decisiva. Su forma de esperar era como de vida o muerte. Tan fuerte era su necesidad de expresar su pregunta.

¿Al final, qué te preguntó?
No recuerdo la pregunta, pero era una tarde soleada, como tardía [Etsuro, como buen japonés, habla con imágenes y utiliza palabras propias, poéticas, como esta para indicar un largo espacio de tiempo; ndr]. Era el espacio de la espera.

¿Por qué le querías como a un amigo?
Desde ese momento Sandro y yo fuimos amigos. No era una amistad como para bañarnos juntos en agua tibia, sino para caminar bajo una cascada de agua fría, en búsqueda de algo grande y fuerte. Yo no necesitaba palabras con él. Él sabía lo que yo busco y yo sabía lo que él buscaba. Caminábamos en el mismo camino, buscábamos lo mismo. Esto es amistad.

¿Podríamos decir de Sandro que fue un discípulo de Gaudí?
Sandro no copiaba. Sandro miraba en la misma dirección que Gaudí, descubría lo que generaba a Gaudí, vivía de eso. Sandro tenía un método propio. Lo importante para él era donar felicidad a quien la buscaba.

La semana pasada, junto con Almuzara, fuiste desde Barcelona a verle a su casa. Eran sus últimos días…
Esa última visita me confirmó físicamente lo que él era. Cada día se había hecho más puro. Yo, antes, imaginaba lo que era, pero he visto en él la pureza. Era hombre de Dios. Me preguntaba: ¿cómo puede pensar en todo, ordenar las cosas tan bien hasta la muerte? No era Sandro el que prevalecía, que ordenaba, sino Dios mismo.

¿Qué te queda de esa despedida?
No le quedaban fuerzas. Estaba en una silla de ruedas. Tenía calor. Hizo como un gesto porque quería quitarse el jersey. Logró levantarse. Ya no podía hablar. Reunió toda su fuerza y se levantó, y me dijo: «Ciao, Etsuro. Ci vediamo». No caben despedidas cuando ya se vislumbra lo eterno.


QUIÉN ES
Sandro Róndena falleció el pasado 30 de enero, a los 61 años.
Rostro histórico de la comunidad de CL de Abbiategrasso (Milán), era arquitecto y “discípulo” de Gaudí. Durante treinta años dirigió las obras de restauración del complejo abacial cisterciense de Morimondo, en la Bassa milanesa.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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