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Huellas N.3, Marzo 2015

INMIGRACIÓN

Mediterráneo, mare nostrum

Paolo Perego

Las amenazas del Isis en Libia. Los migrantes que siguen saliendo en masa de su tierra (y muriendo) antes de alcanzar las costas europeas. Y la Marina, obligada a quedarse en el puerto, o casi… GIUSEPPE DE GIORGI, almirante jefe de la flota italiana, relata lo que está pasando después de la operación Mare Nostrum. Y qué han descubierto en estos meses él y sus hombres

«Estábamos en el puerto». La mente vuelve al 9 de febrero y a los 29 inmigrantes muertos de frío después de tres días a merced de la mar gruesa sobre una lancha hinchable naufragada en el canal de Sicilia. Algunos incluso después de haber sido rescatados vivos por los barcos costeros de la Capitanía de puerto italiana. Unos setenta sobrevivieron. Y después otras dos lanchas hinchables, localizadas con un puñado de personas a bordo. Estaban abarrotadas cuando dejaron las costas de Libia. Se habla de otros doscientos desaparecidos. «Y nosotros, en el puerto…». El almirante Giuseppe De Giorgi, Jefe de Estado Mayor de la Marina Militar italiana, guió a los suyos durante algo más de un año en la misión Mare Nostrum, antes de dejar paso, en el otoño pasado, al programa europeo Frontex que, con la operación Tritón, controla hoy “las puertas” de Europa en el Mediterráneo: «Si estuviera vigente la misión Mare Nostrum habríamos estado en el mar patrullando la zona. Pero no tenemos los recursos necesarios para hacerlo constantemente. Si no nos llaman, no tenemos noticia de quiénes están en dificultad en medio del mar», explica De Giorgi, generación de 1953, con casi cuarenta años de servicio premiados con insignias y medallas.
Parecía un capítulo cerrado el gran esfuerzo de vigilancia y de socorro de la flota italiana en el Mediterráneo. Y en cambio se vuelve a hablar de ello. Para empezar, a causa de los muertos. Pero también por las continuas partidas de la costa del norte de África. Por las palabras del Papa a la Guardia Costera: «Arriesgan la vida para salvar a los demás» y «tienen que dar la cara frente a la sociedad que nos les comprende». Y por un factor añadido: el terrorismo del Isis, que hoy ha invadido también Libia. A cuatrocientos kilómetros de las costas italianas. «Estamos al sur de Roma», amenazan los yihadistas. Mientras se discute una intervención de la ONU, se concreta cada vez más el riesgo de que los terroristas se infiltren en las pateras para entrar en Europa. O, peor, para autoinmolarse a la llegada de los socorristas. Una situación muy tensa, sobre la cual la Marina, obviamente, no puede expresarse («es una cuestión de política interna e internacional»), pero que hace de esta franja de mar una zona de alto riesgo.

¿Qué es lo que ha cambiado tras la misión Mare Nostrum?
Mare nostrum era una gran operación confiada a la Marina, con la implicación de cinco grandes naves. Una presencia confortadora y que ha salvado miles de vidas. Ahora hemos vuelto al control de las fronteras, como se hacía al principio. Y aunque el programa Frontex disponga de mayores medios, el objetivo sigue siendo la vigilancia costera dentro de las 30 millas. El socorro en el mar ha quedado bajo la responsabilidad de las Capitanías de puerto, que pueden pedir apoyo a cualquier embarcación que se encuentre en la zona, como prevé el código de navegación. Pero ya no tenemos esa protección adentrada en el Mediterráneo con la doble función de socorro, con médicos a bordo, y de control, con policías que, ya desde las naves de la Marina militar, empezaban los procesos de identificación de los migrantes. Ahora son los barcos costeros de las Capitanías los que, como aquel lunes, intervienen para salvar a esas personas.

¿Si hubieran seguido estando ustedes en el mar, esas personas habrían muerto?
Es imposible decirlo, pero habríamos estado a 50 millas, con un equipamiento completamente diferente. A los que desaparecieron, ahogados, tal vez no los habríamos encontrado tampoco nosotros. Pero esos barcos costeros hicieron todo lo posible. Esta es una migración de proporciones bíblicas, un éxodo. Es un pueblo entero que huye de su tierra. No se puede afrontar todo esto con una lógica de rutina. Se necesitan fondos para tener nuestras naves patrullando en el mar. Y la sostenibilidad económica es una cuestión fundamental.

¿Entonces?
Siempre es necesario comprender cuáles son las prioridades de un país. Hace un año y medio, cuando murieron más de 300 personas a pocas millas de Lampedusa, el Gobierno movilizó a la Marina. La situación era dramática y pedía una intervención masiva de emergencia, pero no podía durar para siempre. Era una operación muy costosa.

¿Cuánto costó Mare Nostrum?
De hecho, 50 millones de euros para las arcas del Estado. Después, gastamos el doble proveyendo con las reservas de la Marina. Las hemos agotado sin reservas. Ya no podemos permitírnoslo.

¿Pero la necesidad sigue vigente?
No ha disminuido el número de quienes parten de su tierra después de la operación Mare Nostrum. Llegan menos, pero porque no sobreviven y por tanto se debe resolver lo antes posible el problema de Libia y combatir a las organizaciones criminales que están detrás del tráfico de seres humanos.

Por tanto, ¿sería útil estar en el mar?
Lo repito. El aspecto económico es decisivo. Para salvar a 160.000 inmigrantes hemos tenido en el mar cinco naves 365 días al año. Quiere decir tener miles de hombres trabajando todos los días. Para una Marina pequeña como la nuestra es un esfuerzo enorme. Nosotros no hemos hecho otra cosa, ninguna ejercitación durante la operación Mare Nostrum. Todos los fondos y los recursos han terminado allí. ¡Y estamos absolutamente orgullosos! Todos los miembros de la tripulación han participado con convicción y con gran provecho humano, pero no se puede sostener este esfuerzo hasta el infinito.

¿Qué es lo que habéis ganado?
Aparte de las vidas salvadas, ha sido una ganancia enorme en términos de moral, satisfacción personal, realización. Hombres y mujeres que lo dan todo para salvar a estos pobres desesperados. Es gratificante. Nadie se ha escabullido, nadie ha mostrado irritación o rechazo, a pesar de turnos extenuantes en alta mar durante cuatro o cinco meses seguidos. Por ejemplo, los cocineros de a bordo, que a menudo tenían que preparar miles de platos, sin descanso, para la tripulación y para esos pobres náufragos. Todo sin paga extra, como sucede cuando llevamos a cabo operaciones especiales.

Era la primera vez que afrontabais una emergencia de semejante magnitud. ¿Os ha cambiado?
Sí, mucho. Si uno mira las fotos, los vídeos, las historias de los oficiales y de los marineros… Se percibe una misión que iba más allá de lo requerido. Más allá de lo que te pediría tu puesto de trabajo, más allá del papel burocrático. Se ve claramente. Yo creo que es inevitable. Sería extraño reaccionar de otro modo. Sería inhumano.

Habéis sido el primer rostro bueno para esa gente…
Nuestros marineros habían puesto en los barcos una pancarta con un “welcome” escrito. Nadie se lo pidió, lo hicieron ellos solos. Ser acogidos, para esas personas, era renacer. Los marineros les servían la comida caliente con una sonrisa, les llevaban las tarteras y llamaban a los niños para contarles lo que estaban viviendo. Esta era la Italia que les acogía. No sé qué experiencia habrán hecho cuando arribaron a tierra. Seguramente a bordo no encontraron personas distantes. De hecho, a menudo se sorprendían; son gentes de otra religión y cultura habituadas a oír hablar de Occidente como del mal. En cambio estaban agradecidos. Se veía en los dibujos de los niños. Como el de la nave pintada a tres colores, con un comandante que decía “com here”, como escribió en un inglés apañado quien la pintó. ¿Qué recuerdo tendrán?

¿Qué es lo que hace posible todo esto?
Los marineros son gente generosa, en general. Son mecanismos que en el mar se desencadenan. Después es cierto que en los italianos hay algo más: una tradición y una sensibilidad que vienen de una cierta cultura y del cristianismo. Hemos sido educados en ciertos valores por una historia milenaria. Cuando nos guían con mano segura, podemos expresar capacidades que otros no alcanzan. Con menos recursos, hacemos más. Tenemos un afecto y una sinceridad en nuestro gesto que son imbatibles. Después podemos cometer errores también nosotros, claro está. Sobre todo, a veces no estamos en condiciones de dar continuidad a esta primera acogida...

¿Como en el caso de la misión Mare Nostrum?
La Marina Militar, por cómo es el mundo hoy, podría ser una gran ocasión para la política exterior italiana, para desarrollar una acción de liderazgo y de iniciativa a 360 grados. Podríamos ser los que están presentes de manera muy concreta en el área norte-africana, para construir algo bueno. Italia debe tener un papel relevante en el Mediterráneo, un papel de líder. No todos comprenden la importancia de lo que pasa en el mar también para influir sobre los acontecimientos una vez llegados a tierra. Se intenta taponar los agujeros del dique en lugar de cerrar el paso del agua. Con Mare Nostrum salvamos a 160.000 personas, pero también capturamos a 300 explotadores de lanchas, secuestramos nueve naves que arrastraban las lanchas hinchables donde se hacinan peligrosamente los migrantes. Esto no se recuerda nunca lo suficiente. Es cierto que los escenarios han cambiado, que ahora acecha el Isis, el tráfico de personas, los terroristas. Son preocupaciones que en 2013 no estaban al orden del día. La amenaza es real y es difícil acercarse a una embarcación de pesca sin sospechar que sea una trampa o que un suicida podría hacerla saltar por los aires.

Los terroristas a las puertas de Italia, el riesgo de infiltraciones entre los migrantes que, sin embargo, no se pueden dejar en manos del mar… ¿Cómo hacer?
Hay que mejorar la organización. No podemos permitirnos que los distintos servicios estén separados en compartimentos estancos. Y mucho más ante el escenario que nos espera. Ya no se puede separar la paz de la guerra. Hacen falta servicios militares adiestrados para lo peor, pero capaces de prestar la ayuda “normal” a esta gente. Nuestras naves nuevas se proyectarán con este fin. Podrán lanzar misiles, pero también socorrer a 200 personas. Lo que cambia es el planteamiento cultural. Por ejemplo, para socorrer a los migrantes hemos predispuesto unas aperturas laterales para que puedan subir muchas personas en condiciones de seguridad, como cuando nos arrimamos a una barcaza, y con un hospital de campo en el interior.

¿Los migrantes como parámetro para proyectar nuevas naves?
Miramos a largo plazo porque hacen falta años para construir las naves. En mi opinión, la Marina es una oportunidad para Italia. En el sentido de poner en valor el espacio internacional y desarrollar una acción política de control. O de defensa, sin llegar a intervenciones militares de tierra en un país extranjero. Pensamos en los migrantes, pero también en la relación con otros Estados, el terrorismo y el crimen organizado. Y en la evolución de la situación en el norte de África.

¿Resolvería el problema volver al servicio en mar abierto? Algunos, con mala intención, insinuaban que fuerais conniventes con los explotadores…
En primer lugar, nos permitiría emplear medios más idóneos y volver a poner algo de orden. Luego, hay que decidir qué camino tomar. Durante la misión Mare Nostrum nos acusaron de favorecer el fenómeno migratorio, incluso de ser transbordadores. Pero si alguien tiene derecho al asilo político y gozar en Europa del estatus de refugiado, ¿por qué no ir a socorrerlo antes de que pierda la vida? A esta gente la tiran a la mar y no creo que puedan elegir si partir cuando el mar está en calma o no. Además, si pudiéramos patrullar más a lo largo, podríamos salvar esa lancha hinchable poco después de su salida.

Mientras tanto Europa ha destinado fondos para Frontex. ¿Es suficiente para echar una mano?
Este es el aspecto político. Nosotros no los rechazamos. Algunos lo hacen, es una opción. La otra es acogerles. Y creo, como ya he dicho, que estar en la mar es una opción ventajosa. Claro, hace falta el dinero. Mi opinión es que hay que encontrar una solución que supere a las operaciones Tritón o Frontex, y vaya en la dirección de una Mare Nostrum europea. No sería la solución, porque haría falta más bien empezar a trabajar en los países de origen, pero mientras tanto esta gente sigue partiendo. Y nosotros, ese lunes, habríamos tenido que estar en la mar, no en el puerto.


QUIÉN ES
Giuseppe De Giorgi, almirante, Jefe de Estado de la Marina Militar. Nacido en Nápoles en 1953, en servicio desde 1975, guía a la flota italiana desde el 28 de enero de 2013.


VOCES DESDE TRÍPOLI
«Podemos solo ser cristianos»
Los terroristas del Isis, la anarquía política del post Gadafi y las necesidades del país. Habla ALLAN ARCEBUCHE, director de Cáritas Libia

Andrea Avveduto

«Perdone el retraso. Acabo de celebrar la misa del miércoles de ceniza. Desde la mañana la iglesia ha sido un ir y venir continuo de gente, la misa estaba abarrotada… Creo que será una Cuaresma muy especial para todos los cristianos de Trípoli». La comunicación con el padre Arcebuche, franciscano filipino, vicario del obispo Giovanni Martinelli y director de Cáritas Libia, es dificultosa. «Yo estoy bien, vivimos en condiciones precarias, pero seguimos haciendo nuestro trabajo».

Libia vuelve a estar bajo los focos. ¿Qué ha pasado después de Gadafi?
Al comienzo hubo un cauto optimismo, muchas personas acudieron a Libia después de la revolución para buscar trabajo. Muchos de ellos cristianos. Llegaban de Nigeria, del Togo, del Cuerno de África, en general del África subsahariana. Trabajando, podrían ayudar a sus familias de origen. Bastaba con pagar 500 dólares en la frontera para estar seguros en el país. Algunos utilizaban a Libia solo como un paso hacia Europa.

¿Qué pasó luego?
Tras la muerte del Rais, entraron también grupos de islamistas. Han intentado imponer sus reglas mediante el control del territorio. Nunca hubo una violencia tan grande, en los dos últimos años los cristianos habían vivido en paz. En estos meses, en cambio, hemos sufrido ataques. Pero quiero remarcar que aquí el Isis no es el problema principal. El verdadero problema en Libia es la lucha interna de poder.

Sin embargo, el Califato ha ejecutado a 22 cristianos…
El miedo a Al-Baghdadi está, no cabe duda. Están intentando infiltrarse.
Lo que ha pasado con los coptos es terrible; simplemente alejarse de Trípoli es muy peligroso. Las bandas armadas de distintas facciones son imprevisibles, es la anarquía política lo que más nos preocupa.

¿Los cristianos podrían abandonar el país?
Eso nunca. Los cristianos en Trípoli trabajan en los hospitales, tienen la responsabilidad de construir las principales infraestructuras del país. Pero no solo. Somos el corazón de Libia. En este momento el mayor miedo es que se acabe el dinero para pagar los sueldos. La inestabilidad política nos está procurando muchos sufrimientos. ¿Pero la Cuaresma no significa compartir el sufrimiento de Cristo?

¿Cómo juzga una posible intervención europea?
Espero que los intereses económicos no prevalezcan también esta vez sobre el bien de la población. Libia es complicada. Tiene una historia particular, hay muchas tribus con sus correspondientes mentalidades. De nuevo la mejor solución pasa por el diálogo. Le pido a Occidente que por una vez mire al bien de nuestro país y no solo al propio.

¿Cuál es la contribución que los cristianos pueden aportar?
Solo la de ser cristianos. Estar abiertos al diálogo con las demás confesiones, estar abiertos a los demás, tratar al otro como a una persona y no como a un enemigo. Esto implica nuestro ser cristianos. Y la unidad. Los musulmanes están fascinados cuando nos ven rezar juntos. Esto también algo querrá decir…

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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