Son doscientos ochenta, de distintos partidos (también del M5S, el Movimiento 5 Estrellas, y de Izquierda y libertad). Cincuenta de ellos se han reunido durante dos días. De este modo, el Grupo interparlamentario para la subsidiariedad afronta nuevos desafíos: las reformas, la responsabilidad de algunos en el Gobierno, el valor (controvertido) de la amistad en política. Una mirada al método de trabajo y al fruto de estos años de «entrenamiento» en el diálogo
Reunión del Grupo interparlamentario para la subsidiariedad en la abadía de Subiaco. Tenían que trabajar sobre el tema «La Europa que viene» y han decidido ir a las raíces del continente europeo, al monasterio de san Benito. Un santo al que el periódico del Partido Democrático (de centro izquierda), Europa, atribuye «el milagro de un gran retiro promovido por Enrico Letta para “hacer piña” con sus ministros, un retiro que haría palidecer al seminario bipartidista de Spineto». La abadía, situada en la provincia de Roma, es uno de los lugares preferidos por el Grupo interparlamentario.
En realidad, se ha producido un doble milagro. Porque en Subiaco nadie ha buscado hablar de primarias, escisiones o ceses, a pesar de la presencia de varios ministros del actual Gobierno y del mismo primer ministro Enrico Letta, que en la pasada legislatura era uno de los coordinadores de la “subsi-patrulla”. El otro era Maurizio Lupi, también él presente en el actual Gobierno. Desde 2003, año de constitución del primer grupo (que se reconstituye después de cada cita electoral), el Grupo interparlamentario ha sido un escenario de diálogo entre parlamentarios de distintas formaciones, que se reúnen y discuten poniendo en el centro el bien común y el deseo de construir. El escenario de una verdadera novedad para el país. De ahí han nacido la Ley del 5 por mil, el impulso a favor del trabajo en las cárceles, el Estatuto de las empresas, la Ley contra la “huida de los cerebros”, para promover que vuelvan a Italia los jóvenes talentos.
Ahora que los partidos mayoritarios se ven obligados a gobernar juntos, ¿tiene sentido todavía un lugar así? «Con mayor motivo», responde Giorgio Vittadini, presidente de la Fundación para la Subsidiariedad, cuya actividad científica sostiene los trabajos del Grupo. «Esta iniciativa no nació por un proyecto político, ni siquiera el de sentar a la misma mesa a partidos enemigos. Nació para crear y favorecer una bipolaridad amigable. Colaborar sobre los contenidos, volver a dar significado a un Parlamento devaluado a partir de la idea de que los Ejecutivos pueden prescindir de él. No es verdad que dar más poder al primer ministro o a los partidos acelere las decisiones. Los demiurgos, no importa si son de derecha o de izquierda, no tienen capacidad para cambiar el país, como se ha visto en Italia en estos veinte años. El Grupo interparlamentario es hoy más necesario que nunca».
La invitación del presidente. Las cifras dan la razón a Vittadini. El número de miembros del Grupo alcanza su máximo histórico, doscientos ochenta, incluidos algunos del partido de Grillo y miembros de Izquierda y libertad, entre los que está Dario Stefano, presidente de la Junta electoral que ha tratado el cese de Silvio Berlusconi. En el encuentro de Subiaco han participado cincuenta parlamentarios: «El mayor número registrado en un evento celebrado fuera de Roma», cuenta Guglielmo Vaccaro (Pd), nuevo coordinador junto con Raffaello Vignali, ex miembro de PdL que se ha pasado al recién constituido Nuevo centroderecha.
Una de las personas que más aprecia este Grupo es Giorgio Napolitano que, después del elogio que hizo en el Meeting de Rímini de 2011, el pasado 5 de noviembre se reunió con una delegación del Grupo en el Quirinal. Dice Vignali: «Napolitano nos invitó a continuar un trabajo común, sugiriendo que contribuyamos a la reforma del Título V de la Constitución». También desde el Quirinal se ha enviado un telegrama a Subiaco con el deseo de que se cree, en vista de las elecciones europeas y el semestre italiano de presidencia de la Unión europea, «un movimiento unitario parecido al que caracterizó las celebraciones del 150 aniversario de la unidad de Italia».
Liderazgo plural. Reformas y Europa son, por tanto, las prioridades, junto con la estabilización del 5 por mil y la atención a las necesidades de las familias con dificultades. Se han previsto para diciembre y enero otros encuentros encomendados a distintos parlamentarios del Grupo, como Alessia Mosca (PD) y Federica Chiavaroli (Nuevo centroderecha). Vaccaro observa: «El reparto de las tareas es un método que funciona. El liderazgo plural deriva de que entre nosotros compartimos de forma auténtica las responsabilidades». Pero, ¿qué ha cambiado en el Grupo con la nueva legislatura? «Antes se trataba de un trabajo revolucionario», responde Vaccaro. «Cuando alguien entraba en nuestras reuniones se quedaba atónito: ¿cómo puede ser que estos no se peleen? Ha sido un trabajo que ha dado grandes resultados, gracias al cual hemos creado una especie de autopista, es decir, caminos rápidos y lineales. Ahora tenemos esa responsabilidad. Ahora o nunca». «No es casual que estén en el gobierno los que han creado el Grupo», añade Vignali, «eran los que estaban más entrenados en el diálogo».
Diálogo, amistad, un trabajo favorecido por relaciones personales más que por un pulso de poder. Pero, ¿no hay un revés de la moneda? ¿No puede acaso este entendimiento convertirse en la búsqueda de un “chanchullo”, y la colaboración degenerar en una tentación hegemónica?
Vignali contesta a este riesgo: «Los chanchullos se hacen en el sótano. Nosotros trabajamos a plena luz. Nuestro objetivo no es tomar el poder; en diez años de vida del Grupo, algunos de nosotros forman parte del gobierno tan solo desde hace unos meses, y cada uno con sus responsabilidades específicas. Lo que no tiene precio es el método de trabajo: compartir el interés por el bien común. Napolitano nos recordaba que estuvo treinta y ocho años en el Parlamento, de los cuales treinta y cinco en la oposición, pero siempre sin renunciar al diálogo, incluso en los periodos más difíciles. Una cosa es la amplia coalición de partidos, que puede tener una vida breve porque está ligada a una situación particular; otra son los acuerdos amplios que siempre son necesarios para temas importantes como las reformas».
En política, la amistad es un asunto controvertido. Lo hemos visto con la petición de dimisión de una ministra, Annamaria Cancellieri. «Yo ya era amigo de muchos parlamentarios antes de la adhesión al Grupo, de otros me hice amigo a raíz de este compromiso común», dice Vignali. «No me he adherido a la nueva Forza Italia, pero no he perdido la amistad con nadie. Parece que uno no debe tener relaciones, vínculos, intereses: esto es una abstracción. El verdadero problema surge cuando los intereses no se declaran, y una de las tareas de la política es encontrar equilibrio entre intereses que son legítimos. Tiene razón el padre Gino Rigoldi», que en el Corriere della Sera defendió a la ministra de Justicia: «¿Ha ayudado a una persona? No basta. ¿Ha ayudado a cien? Todavía no es suficiente. ¿Ha indicado mil casos? No basta, no basta. Debería interesarse por todos. ¿No lo consigue? Entonces mejor no ocuparse de nadie. Tal vez sea porque, como ella, no he conseguido echar una mano a todos, pero me siento mucho más cercano a sus límites que a quienes defienden un abstracto “ocuparse de todos”».
Hasta los poderes europeos. Guglielmo Vaccaro cita el Evangelio: «Quien esté sin pecado, que tire la primera piedra. Prefiero juzgar a Cancellieri por cómo va a reformar las cárceles o acortar los tiempos en la aplicación de la justicia. He apreciado el comportamiento de Letta, que ha estado a su lado incluso en el Parlamento. Es como si le hubiese dicho: puedes haber cometido un error, pero sé quién eres, qué mirada tienes, y sé qué respuestas quiere el país; tu responsabilidad se juega en los asuntos concretos, no en una posible ligereza».
«Si existe delito, que se persiga, pero no se puede criminalizar la amistad», es el juicio de Vittadini: «El Grupo interparlamentario es una muestra de cómo devolver substancia a nuestra democracia, dando más poder al Parlamento, en donde se da una confrontación y se encuentran puntos de convergencia. Los Ejecutivos deberían ocuparse de algunos puntos del programa, lo demás es competencia de las Cámaras, donde, por supuesto, no es delito formar mayorías transversales. Es la petición que queremos plantear también a los poderes europeos: no pueden decidir únicamente los gobiernos o las burocracias».
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