Les había desafiado el rostro de Benedicto XVI. Volverán a casa, encontrando el del nuevo Papa. Trescientos, de dieciocho países, para un fin de semana de asambleas y encuentros en los que compartir el camino de este año. «Sólo una carne que nos toca, nos cambia». Lo que sigue no es una crónica, sino la experiencia de algunos de ellos
Un sueño del alma que a veces muere sin florecer. Una promesa que no se cumple, que muere antes de florecer. Una decepción. «La vida no es eso, porque Cristo es una promesa verdadera». Pero no se puede creer si se tienen los ojos cerrados. «Es necesario verificarla». Por eso están aquí en Mariápolis, a las afueras de Sao Paulo, trescientas personas, llegadas de dieciocho países, para la Asamblea de Responsables de América Latina, con Julián Carrón. Tres días de reclamo continuo a vivir. A conocer más aquella profunda alegría que acaban de contemplar en el rostro de Benedicto XVI y que, cuando vuelvan a casa, verán en el Papa Francisco.
Lecciones, asambleas y testimonios, sobre el tema “La vida como vocación”, con preguntas, con dificultades, pero deseosos de una verdad a la que seguir. «No un discurso: sino un rostro», repite a menudo Carrón. Por eso, aquí no encontraréis la crónica de la Asamblea, sino vidas e historias.
Silvia | Brasil
«¡Cristo para mí es una teoría! Si entrara por aquella puerta, bueno, a lo mejor...». Marcelo, periodista y ateo. Silvia lo escucha y piensa que ella está allí por eso, no por otra cosa, porque, desde hace más de un año, por aquella puerta entra un hecho inexplicable cada dos semanas. En una casa de un bairro central de Sao Paulo se reúne con un grupo de amigos, creyentes y no creyentes. Un imprevisto, en su vida. Desde hace años enseña Antropología filosófica en una Facultad de Bellas Artes. Al principio tenía sólo las clases de Música, luego le asignan también las de Moda. «Lo último que quería, pensaba que eran demasiado superficiales». En una fiesta, se encuentra por casualidad con Carlos, un antiguo compañero: nunca ha sido del Movimiento, pero ha leído a don Giussani y está convencido de que El sentido religioso describe el proceso creativo. «Si tus alumnas aprenden este método, se convertirán en grandes estilistas», le dice a Silvia. Las clases se hacen más intensas, el amor por su trabajo más apremiante, y busca a algunos amigos profesores para poder confrontarse.
Con el tiempo, la cosa se amplía a otros, profesores y no profesores, sobre todo no cristianos. «Y ahora es una amistad, en la que comparamos aquello que nos sucede». Quien viene pone delante la vida, pregunta tras pregunta, hechas con fuerza sobre todo por quienes no creen. «Aquellas que nosotros olvidamos hacernos», dice Silvia, que hoy está en el ARAL. «Nos encontramos después de un año para ver cómo los desafíos que la vida no nos ha ahorrado nos han hecho madurar», introduce Carrón. El hecho por el que cada uno está en este salón, la fe que ha sorprendido la vida, «¿qué tiene que ver con nuestras exigencias?».
Silvia piensa en su grupo de amigos en el que todos son adultos, de una media de edad de cincuenta años, gente que ya ha visto que «la vida es complicada», algunos de ellos con dos o tres matrimonios a sus espaldas. «La existencia sin Cristo la conocen bien. Así que el interés que tienen por venir con nosotros es en realidad una pregunta continua que me hacen a mí: ¿por qué sin Cristo tú no puedes vivir?». La respuesta la experimentan estando juntos, en la amistad que va creciendo entre ellos. «¿Para qué nos interesa la fe si no es porque multiplica por cien el gusto por la vida?», dice Carrón durante estos días: «Únicamente se nos pide apegarnos a Cristo. De este modo nacen lugares generados por Su mirada».
Alejandro | Venezuela
La noche de la muerte de Chávez iba en el avión que lo llevaba al ARAL, solo. La noticia y su corazón, durante todo el viaje. «Fue increíble. Me daba cuenta de que no estaba ni triste ni contento, como muchos de mis compatriotas». Alejandro es de Caracas. Tras catorce años de “omnipresencia” del caudillo en la vida de todos los venezolanos, pensaba en él como si fuera la primera vez. «Su muerte me hablaba de mí». Un hombre que vivió y luchó por su proyecto y tuvo en sus manos el poder. Ante de la vacía corona de un rey, el hombre piensa en su destino. «Sentía compasión por él, por el sufrimiento de ser “derrotado”, por perder incluso su arma más poderosa: la palabra. Pero la Sabiduría de Dios sabe lo que tenemos que vivir para comprender el verdadero sentido de la vida». Piensa en Chávez y piensa en sí mismo. «En el riesgo que corro de aferrarme a mis fuerzas, a mi idea. Pero yo he encontrado un hecho, Cristo, que es la única consistencia verdadera. Y todo es una posibilidad para conocerlo». Incluso ahora que, tras el fin de Chávez y el inicio de su “mito”, en su país se abre un período de gran incertidumbre.
En el ARAL, uno de los debates más intensos es precisamente sobre la política. Desde la comparación con las elecciones italianas a la relación entre el compromiso personal y el poder, hasta la situación de Venezuela que votará el 14 de abril. «Dondequiera que estemos, ante el caos político, la fragmentación social, el triunfo de las ideologías, la única contribución verdadera que podemos dar es la conciencia clara de aquello que somos. La primera respuesta es la comunidad cristiana». «Es decir, yo», dice hoy Alejandro. «Tras la mirada que he recibido aquí, está aún más claro. En mí se halla todo lo que necesito para juzgar aquello que sucede. Incluso cuando estoy solo». Como aquella noche en el avión. Y como prosigue Carrón: «¿Cuál es la necesidad más imperiosa? Una educación que haga emerger el criterio de juicio para no perdernos. Ese que ha sido puesto en nuestro corazón».
Bernhard Scholz, presidente de la CdO, habla de la experiencia electoral en Italia y dice: «Si no nos implicamos con la realidad, no descubrimos la potencialidad de nuestro yo. Y dependemos de los demás». Sólo una humanidad libre no se ve arrastrada por el poder. Ya sea el de Chávez, de quien viene después de él, o de cualquier otra seguridad. «Es muy fácil apoyarse enseguida en otro “ídolo”», dice Alejandro: «Por eso necesito hacer un camino, seguir aquello que he encontrado en la vida y que me hace libre».
Luz viene de Caracas como él y trabaja en una oficina del Gobierno. Muchos en el ARAL le preguntan: ¿cómo haces? Su respuesta es sencilla: «Lo hago bien, porque es mi trabajo. Vivo por la experiencia de amor que hago». La misma que ven de nuevo cuando regresan a casa: el nuevo Papa. Se han visto arrastrados por él, y no porque sea iberoamericano. «Por la fe que nos ha mostrado desde el primer instante».
Claudia | Perú
«Los últimos dos años de la universidad fueron esto: el deseo de que la vida que había encontrado se abriera al mundo». No tenía en mente irse a quién sabe dónde, «no me preocupaba por nada, vivía normalmente, pero con esta brecha el corazón». Luego la propuesta de un año de servicio civil en la Universidad Sedes Sapientiae de Lima. Cuatro días después de obtener la licenciatura, deja Bari para ir a Perú. Claudia relata su llegada a Lima, «sin la más remota idea de lo que me esperaba, pero secundando todo, con la única certeza de que siempre es Dios quien comienza».
El clima, el tráfico, la música a todo volumen a las 7.30 de la mañana... Todo generaba tensión. Pero el límite más grande, el desconocimiento del idioma, puso de nuevo en su corazón la evidencia de depender en todo, todo, hasta reconocer que «yo no me hago a mí misma, soy hecha. La ansiedad desapareció, por la urgencia más verdadera: dejarme aferrar».
Tras algunos meses, el profesor con el que trabaja tiene un accidente y le pide que al día siguiente que dé ella sola la clase. Es la primera vez. No tiene tiempo de prepararse como quisiera, además se cae y se hace daño. Esa noche no duerme y se despierta dolorida. «No sabía cómo hacer, pero en ese momento me llama el profesor, se lo cuento y me pregunta: “¿Estás segura de que puedes ir así?”. Aquella sencilla pregunta me introdujo en el diálogo con el Misterio: ¿verdaderamente es por eso por lo que no quiero ir? No». Es por el miedo, por la imagen de cómo debía ser su primera lección. Quería huir. O al menos lo pensaba. «Me pregunté qué era lo que de verdad deseaba: quería decir que sí. No por moralismo, sino porque tenía necesidad de Él». Por el deseo de dejarle entrar a Él desde la primera hora del día. «Decir que no a aquello que me es dado, es cerrarte la puerta a Ti». Una oración en acto, y enseguida una seguridad, antes imposible.
Un año así, admirando el continuo trascender los límites de la humana capacidad. «Día tras día descubro que la vida eres Tú que me invades con tu Presencia».
Alejandra | Uruguay
Durante seis meses no recibió ninguna respuesta. Alejandra había escrito al cura, al párroco de su pueblito de origen, Villa Rodríguez, a ochenta kilómetros de Montevideo: ahora que vivía sola en la capital, sentía la necesidad de una comunidad. Cuando ya había dejado de esperar, llega el e-mail: «Sí, conozco un grupo...». Así, de esta manera, se encuentra en una Escuela de comunidad y hoy está en el ARAL por primera vez.
«El encuentro con el movimiento ha revolucionado mi relación con la fe, ha hecho que sea real, carnal». Hasta el punto de cambiar su modo de componer. Es psicóloga, pero le encanta escribir canciones. «Antes partía de aquello que los demás esperaban, de temas que podían ser interesantes. Ahora la música surge de mí. Porque este camino me pone en contacto conmigo misma».
El día que compuso Tu amor por mí, estaba triste, porque la familia y los amigos no querían que estuviera sola el fin de semana, insistían en verla. «Pero yo no quería ir, necesitaba otra cosa». Leyendo El sentido religioso, se topó por casualidad con una poesía de Tagore: En este mundo aquellos que me aman buscan por todos los medios tenerme atado a ellos. Tu amor es más grande que el suyo, y, sin embargo, me dejas libre. «Me di cuenta de cómo amamos nosotros, yo la primera, y en cambio de cómo ama Él». Alejandra canta su canción desde el escenario del ARAL. El ritmo es rápido, va en aumento, un grito, un reclamo de libertad. Las palabras son las de aquella poesía, que retoma Carrón en la asamblea, ante quien pide ayuda ante las decisiones que hay que tomar. «Nosotros querríamos resolver el problema al otro o que el otro nos lo resolviera a nosotros. Pero eso nos separa del Misterio. Jesús, a los dos hermanos que litigan por la herencia, no les da una solución. A nosotros esto nos parece poco o abstracto. En cambio, sólo educándonos en el misterio, en el infinito, somos libres». No te llamo en mis oraciones, no te tengo en mi corazón, y, sin embargo, tu amor por mí espera todavía el amor mío. «Poder ser amado así es real», dice Alejandra: «Por eso no me cuesta nada seguir».
Rosetta | Brasil
La gente que contratas, despides y ves marcharse, el crecer de las responsabilidades, de la cantidad de trabajo, la relación con los empleados, los problemas administrativos… «En todo eso que decís vemos sobre todo que el empresario es una persona», comienza Carrón el sábado por la tarde durante el encuentro sobre las obras. En las palabras de los que intervienen, con vivencias distintas, urge la misma necesidad de que el ideal permanezca vivo en el trabajo. «El ideal permanece vivo si lo vives. Jesús no envió cartas. Es una carne».
Rosetta no tiene nada. «He venido aquí como mendiga». Y no es una novata. Lleva en Brasil desde que tenía veintitrés años, y ha pasado cuarenta y seis en la intensa construcción de las Obras Educativas Padre Giussani de Belo Horizonte. Más de mil niños y adolescentes, cuatro centros para la infancia, una casa de acogida, un centro socio-cultural, uno deportivo… Y los últimos meses, que han sido un revés tras otro. El jefe de proyecto del programa de aprendizaje que se marcha, el Gobierno que bloquea algunos fondos por problemas en la presentación de las cuentas, y el recurso que hay que presentar, las complicaciones, el miedo a que los demás no resistan. Llegó a sentir que la obra era demasiado grande y pesada para ella. «Me despertaba por la noche, preocupada. No me apoyaba en Cristo. O sea, decía: sí, me apoyo...». Dando espacio a un pero, que poco a poco te cierra sobre ti mismo.
«¿Dónde pones los cimientos?». Esto le abre todo de nuevo. «La pregunta de Carrón, las palabras con las que nos desafía ya no eran sólo palabras. Sino la carne de un amigo allí, conmigo, que me conmueve porque de nuevo me pone delante la verdad de quién soy. El Misterio se ha hecho palpable». Las cosas no se han arreglado, pero mira agradecida lo que hay, la crisis y su debilidad: «Son el instrumento para que yo esté desnuda frente al Misterio. Llegué a pensar: cómo hago ahora, se acabó…». Ahora llora, por haberlo pensado. «Y por qué se me da todo, a mí, que no soy nada».
Carlotta | Surinam
«¡Surinam!». Y estallan los aplausos. Entre los que intervienen en la asamblea, está Carlotta. El rostro bello y angustiado. Habla de la soledad que ha atravesado y que no se creería al verla tan contenta. Desde hace un año vive en Paramaribo, en el país más pequeño de América Latina, con su marido Carlo y sus tres hijos. El movimiento allí son ellos.
Carlo, ingeniero, debe trasladarse para la construcción de una refinería: «¿Te vienes conmigo?», le pregunta. «Él siempre había tenido el deseo de una experiencia en el extranjero, yo para nada. Era muy feliz en Varese». El choque con otro mundo es inmediato: en el camino del aeropuerto a casa. «Empecé enseguida a preguntar: Señor, ¿por qué nos has quitado la riqueza de vida que teníamos en Italia? Poco a poco me di cuenta de que no se trataba de una pregunta sino de una duda».
Durante una noche en vela, Carlo la deja helada: «¿Qué hacemos nosotros en este lugar?». En un instante el cansancio de su marido la provoca más que el suyo propio. Durante un mes había vivido apoyada en la seguridad con la que él había llegado. «Comprendí que el camino y la certeza son algo personal. Empecé a cuestionarme a mí misma, a despojarme de la duda. Fue surgiendo una verdadera pregunta: ¿qué he venido a hacer al mundo?». Meses de lluvia ininterrumpida, la tentación constante del aburrimiento, Carlo siempre trabajando. «Pero incluso el desaliento, los momentos en los que la sensación de vacío es fuerte, son una ocasión grande, por esa pregunta. Mendigar que el Señor se haga presente. Y Él nunca me deja sola». La primera compañía que ha crecido es la compañía de Carlo. «Un día me dijo: “Toda la fatiga por la que estamos pasando merece la pena por cómo te miro ahora”. Ni siquiera cuando me pidió que me casara con él fue así».
Fernando | Argentina
Nuestras imágenes. Aparecen de nuevo a menudo en las conversaciones de estos días. «Si no las juzgamos, se agigantan, les damos un volumen, una consistencia que no tienen», dice Carrón: «Sabemos que las imágenes no llenan la vida. Pero eso no basta para liberarnos. Sólo una carne que nos toca, nos cambia». Fernando, argentino, hace pocos meses se encontró con que a su mujer, Carolina, le diagnosticaron un tumor. En su cabeza surgían todos los “por qué”, el pensamiento angustiado por sus hijos, la promesa del matrimonio... Pero cuando Carolina le dice: «Esto que yo tengo es para ti», todo cambia. «Nada de poesía», dice él: «Dio comienzo un gran trabajo. Cada mañana, debía decidir si era más verdad el miedo o el reconocer que soy hijo, hijo de un padre que me quiere ahora. Entonces, ¿quién soy yo para saber cuál es el designio para Carolina, para los niños, para mí? Sólo la experiencia de este reconocimiento me ha permitido vivir la circunstancia». Hasta descubrir que el diagnóstico era erróneo y decidir no poner ninguna denuncia. «Por la gratitud por aquello que he descubierto».
El trantrán de la vida comienza de nuevo, y surgen de nuevo las caídas. Fernando está inmerso en la preparación de las vacaciones de la comunidad argentina, con el peso de la organización, con la preocupación por que todo salga bien. «Me decía: hago todo por el afecto a esta historia». Y le sonaba bien. Sin embargo vivía el presente como el peaje para el futuro. Una frase de Julián de la Morena (responsable de CL en América Latina; ndr) se lo clarificó:«No se trata de que hago todo para que en las vacaciones pueda suceder algo grande. Se trata de que en aquello que hago, dentro de la búsqueda del hotel, es donde el Misterio me llama». En Fernando ha renacido el deseo de «aprovechar» aquello que le sucede. «Sólo estando presente en aquello que la realidad me suscita, puedo ver como Otro irrumpe desde fuera».
Como en aquel «Georgium Marium». Está en el trabajo, en su bufete de abogado en Buenos Aires. Ve a “su” Arzobispo asomarse a la Logia, y le parece increíble. Piensa en la pregunta de la gente ante Jesús: ¿pero no es este el hijo del carpintero? «Me decía a mí mismo: él es el hombre que hemos conocido, escuchado, que si te lo encontrabas por la calle te confesaba detrás de un quiosco, que te llamaba por teléfono... Sí, es él. Pero es más que eso. Es el Papa. Qué misterio el Señor que llama sin que sea un problema nuestra inadecuación, sino pidiendo sólo nuestro sí». Pocos días antes, en el ARAL, había escuchado estas palabras: «Juan y Andrés no se convirtieron pensando en que tenían que hacer algo. El único problema que tenían era no perderse la Presencia que tenían delante».
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón