Un autobús de oro con alas
Viernes, 7 de diciembre. En la Plaza Gabrio Rosa de Milán, dos autobuses, con los chicos del coro, encienden los motores. Pasan lista para ver si están todos, y arrancan. Los universitarios de Comunión y Liberación van a Rímini, a los ejercicios espirituales del CLU. Samuel – sentado en primera fila – conoce a Alessandro, el conductor. Charlan un rato y luego le explica: «Quería decirte que nosotros, para ensayar los cantos, saldremos del hotel antes que los demás. En definitiva, tendremos los horarios un poco apretados. Siempre a la carrera». «¿Así que en este autobús cantáis todos?». «Sí». «¿Puedo ir alguna vez a escucharos?». «Claro. Cuando quieras, dímelo». «Vale».
Sábado. En el hall del hotel, Alessandro se cruza con Samuel: «Hoy por la tarde he intentado entrar, pero me han pedido una tarjeta... Como no la tenía, he tenido que volver al autobús». «Es culpa mía, perdona, tenía que haberme acordado. Ven esta tarde. Te dejo mi tarjeta». Por la noche, va a empezar el testimonio cuando el teléfono de Samuel empieza a parpadear. Es un sms de Alessandro: «¿Cuándo cantáis?». «Ya lo hemos hecho». «¡Qué mala suerte! Habrá que esperar a mañana».
Domingo por la mañana. Alessandro se sienta en la tercera fila. No hay nadie más en el salón, aparte de los chicos del coro. Durante tres cuartos de hora escucha los ensayos. Al final, se levanta y se acerca a Samuel: «Es increíble cómo cantáis. Tengo que irme. Veo que están llegando los demás chicos. A lo mejor me quedo para escucharos y luego me voy».
Vuelven a verse en el autobús. Samuel se acerca con algunos amigos: «¿Hasta cuándo te has quedado?». «Hasta el final. Salí con todos los demás». «¿Te has quedado a los Laudes, a la lección y a la Misa? ¿Por qué?». «Estaba tan a gusto después de oíros cantar que pensé en quedarme para ver qué sucedía después. Y ahora...». Se lleva una mano al pecho y añade: «Siento algo aquí dentro... Me habéis conquistado. Nunca había visto gente como vosotros».
De vuelta. En el peaje para entrar en la autopista, Alessandro llama a Samuel: «Oye, la próxima vez preguntad por mí, así voy con un autobús de oro y con alas. Sois chicos muy especiales. Ahora quiero ir en silencio hasta Milán, porque no hay nada más que decir, nada que añadir a lo que he visto». «¿Podemos pedirte que hagas alguna parada más antes de llegar?». Se ríe: «Pedidme todo lo que queráis. Hoy estoy contento».
Plaza Gabrio Rosa, despedidas y abrazos. También con Alessandro. Mientras se dirige con algunos amigos a la parada del autobús, Samuel oye el sonido prolongado de un claxon. Todos se giran. «¿Qué pasa?». Es su autobús. Alessandro recorre toda la plaza tocando el claxon. Ríen y levantan sus brazos para saludar.
Esa noche Samuel recibe un sms: «Hoy ha sido un día particular. Chicos, vosotros tenéis un don, un precioso regalo que os ha dado Dios y que es vuestra voz. Todo a vuestro alrededor se hace sencillo, relajante, armonioso y encantador para quien os escucha, como yo, por primera vez. Vuelvo a desearos lo mejor en todo lo que la vida os depare en el futuro. Vosotros sí que sois el futuro de esta Italia. Recibe un abrazo de un simple conductor. Ale. P.S. No bromeaba cuando dije que para vosotros hace falta un autobús especial...».
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón