Siglos de iniciativa social nos dicen que de las crisis se sale también gracias al tercer sector. Pero si miramos las medidas adoptadas…
Resulta paradójico, pero el centralismo que caracteriza el sistema italiano y lo distingue de otros países desarrollados, aunque sea en parte causa de la crisis que estamos atravesando, parece destinado incluso a hacerse más fuerte con este Gobierno.
Una de las pequeñas, iniciales grietas en el monolito estatalista que, valiéndose de una fuerte tributación, establece una forma de dar respuestas locales a nuestras necesidades, es la constituida por el procedimiento del 5x1000: en el momento de pagar sus impuestos, cada ciudadano decide a qué entidades, realidades, obras sin ánimo de lucro que se reconocen de utilidad pública, institutos culturales o de investigación, quiere destinar una parte (aunque mínima, precisamente el 5x1000) de sus impuestos. Se trata de una eficaz aplicación del principio de subsidiariedad, que establece que se persiga el bien común, también desde la iniciativa de los ciudadanos particulares, las familias, las asociaciones, los movimientos que nacen “desde abajo” en la sociedad.
Para entender hasta qué punto los sucesivos gobiernos se han alejado de este principio de libertad y democracia, basta recordar el hecho de que este “por mil” nunca ha llegado a 5, sino que cada año se ha ido reduciendo debido a los límites impuestos a su financiación.
Este año, además, con el spending review (revisión de gastos, ndt.), está previsto que se elimine definitivamente.
Si los siglos de historia de nuestro país no bastan para mostrar cómo sólo la iniciativa de las formaciones sociales, la reciprocidad, la ayuda mutua han permitido superar cualquier crisis, también pueden ayudarnos las historias de otros. En Argentina, por ejemplo, cuando se produjo el crack, podría haberse desencadenado una guerra de todos contra todos. Sin embargo, la gente entendió que no podía llegar muy lejos dejando que el individualismo venciera, y se organizaron, abriéndose a relaciones de colaboración y creando comunidades sociales. Como cuenta Francuccio Gesualdi en un libro sobre empresas recuperadas en Argentina (Lavorare senza padroni, Elvira Corona, EMI), surgieron comedores en la calle, se organizaron huertos comunitarios, se pusieron en marcha experiencias de trueque, se crearon monedas locales, se establecieron bancos de tiempo.
La intellighenzia en Italia insiste en un modelo de orden social de tipo bipolar, es decir, dividido entre Estado y mercado, olvidando, como afirma Stefano Zamagni, que «Italia tiene la economía civil más avanzada y desarrollada de Europa y del mundo. Un Tercer Sector que refleja una sociedad civil organizada de gran altura y nivel. Es como si se quisiera renunciar a todo eso».
Las alarmas del economista boloñés están más que justificadas si pensamos en todo el cuadro de medidas que se están debatiendo y afectan al sector: la renuncia a transformar el 5x1000 en ley ordinaria; la subida del IVA para las cooperativas sociales, que tendrá efectos desastrosos para estas empresas y sus familias; la eliminación de la Agencia Onlus, el comité nacional del microcrédito y el observatorio del voluntariado; el límite de 250 euros para poder acceder a la deducción fiscal sobre las donaciones, que pondrá fin a los ingresos por donaciones de las entidades pequeñas en favor de las grandes.
* Presidente de la Fundación para la Subsidiariedad
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