Cuatrocientas cincuenta personas de setenta y cuatro países. Los responsables del movimiento se encuentran en La Thuile. Está en juego «lo que creemos ya saber»: la vida como vocación y el verdadero amor a uno mismo. Todo habla de esto: los testimonios, las conversaciones en la mesa, la excursión. He aquí el recorrido de las lecciones de Julián Carrón y de cuatro días que te devuelven una belleza que no sabes expresar, pero «tan palpable» que te lleva de la mano
Mientras releo los apuntes de la Asamblea internacional, me aparece en el ordenador el indicador de un email nuevo. Lo abro enseguida. «Te envío la foto de la excursión que hicimos durante la Asamblea, con el corazón lleno por la belleza y por la transparencia de la humanidad que he encontrado. Mirando a nuestros (ahora) amigos comunes, no puedo dejar de hacer memoria de que es posible de verdad vivir como Jesús. Un abrazo, Marta». Vuelvo a mirar la foto: junto a mí están Maurizio, que vive en Nueva York, Guido, en Los Ángeles, Giacomo y Marta, ambos abogados milaneses, uno visitor de Eslovenia, la otra ha acompañado con su preciosa voz los momentos de la Asamblea internacional. Al fondo, la cumbre del Mont Blanc. Todos sonreímos. Me hace recordar la conmoción de ese día, de esa belleza que no sabía explicar. Las palabras sencillas de Marta, casi desconocida hasta ese día, me han vuelto a recordar la única razón por la que vivimos: la amistad con Jesús, tan palpable aquel día, como si nos hubiese llevado de la mano.
La mirada de un amigo. No sabía por dónde empezar a escribir, preocupada por hacer un buen resumen, un buen trabajo, ahora es todo más sencillo. Siempre hay un amigo que te dice: mira, es Él el que actúa, el que lo explica todo. Es la brecha en el búnker de la cotidianidad que sobrellevamos como podemos. Recorrer ahora aquellos días, del 25 al 29 de agosto en La Thuile junto a otras cuatrocientas cincuenta personas procedentes de setenta y cuatro países, es otra cosa. Ya desde el sábado, después de que nos dejaran allí mucho antes del comienzo las personas que nos habían llevado, cuando Giacomo me habla en la comida del niño de año y medio que tiene acogido desde hace algunos meses: «Con él, Laura y yo hemos vuelto a descubrir lo cotidiano. Aunque tengamos que levantarnos por la noche a darle de comer». Un sacrificio considerable, teniendo ya a los hijos mayores. «Sí, pero es un descubrimiento precioso». Más que muchos discursos, teorías y proyectos.
Poco a poco van llegando todos. El baile habitual de saludos en las distintas lenguas. Después de la cena en el salón, antes de la introducción, la invocación al Espíritu Santo. No hay que dar por descontado mendigar al Espíritu de Cristo para que nos conduzca en estos días a la verdad de nosotros mismos.
«Las circunstancias por las que Dios nos hace pasar son un factor esencial de nuestra vocación, no son un factor secundario». Las palabras de Giussani leídas por Carrón nos hacen percibir inmediatamente el corazón de la cuestión. ¿Qué circunstancias? Las del movimiento, las de la Iglesia, las del Papa, la crisis y la confusión en la que estamos inmersos. Es «el cerco de una sociedad adversa, que amenaza la vivacidad de nuestra presencia, y una hegemonía cultural y social, que tiende a penetrar en nuestro corazón y agrava nuestras habituales vacilaciones». Todos nos vemos reflejados, porque esta trama de circunstancias nos asedia, nos provoca. Surge la pregunta: ¿cómo no ahogarse? En la vida de aquellos a los que Él llama, Dios no permite que suceda nada si no es para madurar, para una maduración de los que han sido llamados. En esto se demuestra la verdad de la fe. Este es el desafío. Cualquier circunstancia es un reclamo «a la purificación y a la conversión a Aquel que nos ha fascinado. Él llama constantemente a nuestra puerta». Sólo hace falta que el Señor nos dé la gracia necesaria para responder a esta llamada. Estos días son la posibilidad de sentirse abrazados por Cristo.
La brecha en el búnker. Mientras salgo del salón, busco a mis compañeros de trabajo, que llegan directamente del Meeting. En la cena no estaban. Detrás de mí está Luca, último fichaje de Tracce: «Desde Rímini a La Thuile, siempre los últimos, con tormenta incluida. Hemos llegado por los pelos». Para él es la primera Asamblea internacional. ¿Impresión? No es sólo cuestión de trabajo.
El domingo por la mañana la partida se abre con la asamblea. Lo que hemos vivido en estos meses, ¿nos ha hecho madurar en la fe o nos ha destruido? No hay nada mecánico. Las manos se levantan. Este desafío se pone en juego en el trabajo, dentro de la crisis de estos tiempos, que permite que lo que uno creía ya saber pueda llegar a ser verdaderamente suyo. La pregunta es radical: ¿cómo puedo descubrir el sentido de todo? Aceptando el desafío de la realidad. «Salir del búnker es una lucha. ¡Y no es un trabajo de introspección! No confundamos la propuesta de Giussani», nos espeta Carrón, «pues en caso contrario nos quedamos sepultados en el búnker». El hombre está hecho para el infinito, Dios ha puesto dentro de nosotros una exigencia, una pregunta por el sentido. Este es el punto de partida. A veces, como se ha subrayado, uno querría escapar. Pero la realidad es de Dios, y nosotros estamos hechos por Dios. Una cosa resulta clara: la partida se presenta interesante, el camino ha comenzado.
Como con Pinuccio Zaffaroni, misionero desde hace veinticinco años, antes en México y ahora en Puerto Rico. Me cuenta: «Cuando me marché, Giussani me dijo: “Tendréis que seguirles a ellos mucho tiempo, antes de que alguien os siga a vosotros”. Han sido necesarios muchos años para comprenderlo, sólo necesitaba fiarme». Junto a él esta Wadi, un joven profesor puertorriqueño que me cuenta su vida, su encuentro con el movimiento a través de Pinuccio, y me habla de la situación difícil que está viviendo su país: todos quieren marcharse y no volver más. Él se queda entre otras cosas por estos amigos. En nuestra mesa se sientan también sor Marcela, misionera en Haití, y Adele, responsable de la Fraternidad San José. Nunca se habían visto. Conversan sin parar. Cuando nos levantamos, Adele me dice: «Gracias por habérmela presentado». Yo le digo casi en broma: «¿Irás tú también para allá?». «Quién sabe, tal vez un mes». Sonríe, pero está muy serena. Mientras bajamos al comedor, sor Marcela me había dicho con tono decidido: «Quedamos en Milán para comer y te cuento. La situación es dura. Yo estoy allí únicamente por Cristo».
La política, el Meeting, Irlanda. Por la tarde, encuentro con Giorgio Vittadini, Alberto Savorana y Mauro Biondi, en el que nos hablan del desafío de las circunstancias en su vida. Giorgio recorre su experiencia de este último año. Desde el Meeting 2011 al manifiesto sobre la crisis, desde los asuntos políticos que han implicado a Formigoni a la carta de Carrón, para él está claro de forma evidente que la alternativa se juega entre «las hegemonías buscadas a toda costa y la potencia enigmática de Dios».
Alberto cuenta que, como buen racionalista, ha empezado el Meeting con la preocupación de que los asuntos políticos de Lombardía pudieran condicionar la semana. En cambio, sucede lo imprevisto. Se encuentra con John Waters, que explica la exposición sobre el rock despertando las preguntas fundamentales de la vida. Puedes quedarte sin respiración o aceptar el desafío de una mirada distinta.
Finalmente, Mauro habla del gran evento de la exposición del Meeting 2011 sobre Cafarnaúm que han llevado a Dublín con ocasión del Congreso Eucarístico (ver Huellas n. 7/2012). Parecía una empresa imposible y, sin embargo, siguiendo los signos que poco a poco el Señor les mandaba, ha sucedido el milagro: todas las personas que se han implicado y los más de ocho mil visitantes han visto la presencia de Cristo ahora. Un signo también para la Iglesia irlandesa.
Al salir del salón pienso que los tres han hablado de sí mismos con un afecto a su vida que no resulta obvio, sobre todo después de años en el movimiento, cuando uno podría pensar que lo sabe todo.
Después de la cena, el arqueólogo Giorgio Buccellati (cf. Huellas n. 4/2012) y el biblista Ignacio Carbajosa documentan la relación entre el mundo de los descubrimientos sobre Mesopotamia y el mundo de la Biblia. Es una comparación estrecha que muestra la actualidad de la concepción de los antiguos pueblos mesopotámicos – sobre el origen casual del mundo, sobre la irrelevancia del problema del mal y sobre la relación con la realidad como poder – y la absoluta originalidad de la Biblia. La verdad es que estaba un poco distraída, ya se había hablado de ello en Huellas, luego el encuentro en el Meeting… Me creo que ya me lo sé. Al salir, le pregunto a un compañero de la universidad que vive en el extranjero desde hace años por motivos de trabajo: «¿Te ha gustado?». «No ha sido sencillo, me da pena que el cansancio me haya impedido estar atento todo el rato, pero el tema es interesantísimo. No es algo que tenga que ver sólo con el pasado».
Un camino marcado. Lunes por la mañana. Carrón va hasta el fondo de la cuestión, acompañándonos a todos por el camino marcado por Giussani. Vivir la vida como vocación a través de las circunstancias que el Señor nos da significa que todo lo que sucede no es un descuido del Misterio. Dios no hace nada por casualidad. Todo es ocasión de relación con el infinito. Por eso no debemos tener miedo de las circunstancias, o desear que se nos ahorren las más duras. «El primer punto es la autoconciencia, que es ante todo una percepción de sí clara y amorosa, cargada de la conciencia del propio destino, una tensión». El afecto a uno mismo no está motivado por lo que uno es, sino por el hecho de que existe. Es la sorpresa ante uno mismo como don, como hecho por Otro. Para cada uno de nosotros, esta tensión ha encontrado su cumplimiento en el encuentro con Uno ante el que hemos experimentado la correspondencia, que ha atraído cada fibra de nuestro ser. En ese encuentro se halla la verdad de uno mismo. Debemos hacer memoria de este encuentro dentro de las circunstancias porque, como dice san Pablo: «Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí». Esto cambia el sentimiento que tenemos de nosotros mismos. Ciertamente se trata de una lucha, la lucha de todos los días. El camino que estamos haciendo a través de los desafíos que el Misterio no nos ahorra es para hacer habitual el deseo de Su presencia.
Me dirijo hacia la salida con Iaia, visitor de Bélgica y una querida amiga. Caminamos en silencio, pero al llegar al hotel me dice: «Estoy conmovida. He llorado. Amarse a uno mismo, ¿te imaginas?». No es una persona sentimental. Es más. Giussani, parafraseando a Bernanos, había dicho: «El borde extremo de la audacia sería amarse humildemente a uno mismo».
La puesta en juego. Nos encontramos de nuevo por la tarde. El camino emprendido por la mañana se concreta en el diálogo estrecho entre Bernard Scholz, presidente de la CdO, Mónica Poletto, responsable de las obras sociales de la CdO, y Carrón. El tema: las obras. El punto de partida: el trabajo como expresión de la autoconciencia. Nos conocemos a nosotros mismos a través de lo que hacemos. Por tanto, lo primero es darse cuenta de que la obra es del que la hace, y de que su utilidad reside en el testimonio, en que es algo distinto, no en sus dimensiones. Existe ciertamente el riesgo de los personalismos pero, como decía Giussani, «la consecuencia más terrible del personalismo es el apego sentimental. La realización del propio proyecto tiende a estar absolutamente cerrado en una dependencia individualista». En definitiva, la finalidad de la CdO es sostener la responsabilidad de los que llevan a cabo obras, no sustituirles. El nivel del juego está cada vez más alto.
Después de la cena, Virginia Rossetti, Andrea Mascetti y Giacomo Grava tocan el Trío en Mi bemol mayor op. 100 de Franz Schubert. El segundo movimiento es tal vez el más conmovedor. El tema es el adiós. El compositor austriaco sabía que moriría en poco tiempo, y esta obra representa casi un testamento espiritual.
A la mañana siguiente, cita en la plaza delante del hotel: Angelus y salimos de excursión. La subida junto a nuevos y viejos amigos, la comida, los cantos: para mí todo esto es como el «hermoso día» del que habla Camus. Una grandeza inesperada. Mirar durante la misa y después a quienes me han acompañado desde hace tanto tiempo o desde hace algunas horas me hace percibir claramente que sólo el Señor puede hacer esta compañía.
Antes de la cena, asamblea. El punto es nuevamente el afecto a uno mismo. La conmoción no viene de lo que somos, sino del hecho de que existimos. Y existimos porque hemos sido queridos por Dios, amados. Las circunstancias no son algo que soportar diciendo «lo quiere el Señor», sino la posibilidad de ir hasta el fondo de nuestro encuentro con Cristo. Una persona que tiene esta autoconciencia actúa en la realidad de forma distinta.
Los tiempos son duros. Por la noche, Tatiana Kasatkina (cf. Huellas n. 7/2012) recorre la aventura vivida en el Meeting y los encuentros que se han producido allí con motivo de la exposición sobre Dostoievski, de la que ha sido responsable. La preparación, que ha durado casi un año y medio, la semana riminesa con los chavales que hacían de guía, los visitantes que le daban las gracias conmovidos, todo esto ha hecho más vivo y actual al gran escritor ruso. Y su amor por Cristo.
«No sé si todos somos conscientes de lo duros que son los tiempos». Así empieza a hablar Carrón el último día. El poder quiere quitarnos el alma. Debemos despertarnos. «La hegemonía cultural se explicita en un uso reducido de la razón. La autoconciencia se vuelve introspección, nos limitamos a repetir frases. No decimos “Tú” a esa presencia que nos hace». No podemos salir del búnker. Pero hay algo que resiste: el asombro ante nuestra existencia. Aquí está en juego nuestra libertad. Podemos permanecer obtusos, opacos, decir que no. El primer dato de la autoconciencia es que Otro me está haciendo ahora. Nada puede eliminarlo. El reconocimiento de esta dependencia es el descubrimiento gozoso de ser hijos. El segundo punto es que el encuentro con Cristo me ha hecho percibirme a mí mismo con una plenitud totalizante. El Señor nos llama dentro de las circunstancias. Tú respondes porque le ves en acción. La experiencia de ser hijos es una experiencia, como lo fue para Jesús con su Padre. Su presencia hace que seamos vencedores, porque Él ha vencido al mal. En cada momento debemos hacer memoria de Cristo, que llena nuestra vida, que da significado al tiempo. Se necesita silencio para dejarle espacio. En esto consiste la oración. Por tanto, toda la vida es una batalla por afirmar a ese “Tú” que nos ama. Este camino es vertiginoso, es un milagro que sucede cada día.
Mientras termino de escribir me llega este email de Guido, al que le había mandado la foto del grupo en la excursión: «Qué gran regalo nos ha hecho Dios».
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