Un artista invita a las personas a expresar su “ultimo deseo”. El cariz revolucionario de la iniciativa consiste en plantear esta pregunta
Me ha llamado mucho la atención una iniciativa lanzada a nivel mundial, Before I die (Antes de morir), que invita a la gente a manifestar sus deseos más profundos. Podría ser el uso más revolucionario de los graffiti. Antes de morir es el proyecto interactivo de un artista que invita a las personas a expresar sus esperanzas y sueños escribiéndolos sobre paredes dispuestas a este fin (véase el sitio http://beforeidie.cc/). El proyecto culminará con la publicación el próximo año de un libro con el mismo título. Hasta hoy ha habido más de veinticinco mil adhesiones, en doce paredes de siete países. Muchas de las frases escritas son banales (por ejemplo: «Antes de morir quiero viajar en primera clase»), pero otras son más profundas: «Antes de morir quiero descubrir por qué estoy aquí».
Está claro que el cariz revolucionario de la iniciativa consiste en plantear esta pregunta. En efecto, la verdadera victoria de la “cultura del búnker” – a la que se refirió Benedicto XVI en el Parlamento alemán, en 2011 – es que suprime las preguntas, en lugar de retarnos a buscar una respuesta. En este sentido, no importa si muchas o la mayoría de las respuestas reducen el deseo.
Una de las cuestiones más difíciles para nuestra cultura es comprender que el deseo es algo objetivo, algo que define al hombre en un sentido positivo (en contraste, por ejemplo, con la concepción que lo considera una reacción a las solicitudes del mercado). Este dato se censura hasta tal punto que acaba pareciendo inverosímil.
La idea me ha provocado mucho. ¿Cómo podría expresar yo, en una sola frase, la conciencia de mi deseo?, y, ¿cómo definiría sus rasgos principales? Pensando en ello, me he visto felizmente obligado a caer en la cuenta de dónde estoy, del punto al que he llegado en mi camino humano.
La tentación, como siempre, sería escribir algo que llame la atención, por ejemplo, decir que ya he “llegado” a la meta. Podría escribir: «Antes de morir, querría por fin descubrir el sentido de toda mi vida», o «querría estar preparado para lanzarme sin miedo hacia mi destino último». Frases de este tipo servirían para salir al paso o llamar la atención – de manera estudiada –, y evitar que alguien me hiciera preguntas demasiado profundas. La mayoría de la gente se quedaría contenta con reconocer que mi actitud es bastante honesta. En otras palabras, sería un modo de ganarme el consenso del público.
Sin embargo, nada de esto me dejaría satisfecho, porque sería tan sólo un modo para demostrar que yo sé de qué va la cosa. En cambio, intuyo que si soy sincero a la hora de expresar mi deseo último, debo ser libre de lo que otros opinen de mí. No me tendría que importar su juicio, porque el mismo temor delata una conciencia presa de la “cultura del búnker” y de sus imperativos. Cuando “dejo hablar” a mi deseo, no puedo hacerlo para “llamar la atención” de otros.
Lo cierto es que yo no puedo de ninguna manera expresar mi deseo, ni siquiera mediante una analogía. Si lo intento, sólo consigo reducirlo, decir algo sentimental, o, en el mejor de los casos, dar un simple indicio de lo que intuyo que le corresponde.
Entonces, ¿qué implica contestar a esa pregunta? Tomarla en serio y responder con mi vida real. De momento, lo importante es saber qué es lo que vale, porque esto es todo lo que de verdad podemos expresar de lo que tenemos por cierto y verdadero.
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