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Huellas N.9, Octubre 2008

CL - Barcelona / Apertura de curso

La aventura de un hombre vivo

El pasado 4 de octubre, en el Colegio de Periodistas de Catalunya en Barcelona, tuvo lugar el acto de Apertura de curso bajo el lema: “O protagonistas o nadie”. En primer lugar, el testimonio de John Waters, columnista del Irish Times, compositor de canciones, crítico musical y popular biógrafo del grupo U2. A continuación, algunas observaciones de Javier Prades de las que ofrecemos una síntesis

Me parece que uno puede verse reflejado en muchas de las cosas a las que Waters ha dado voz. Muchas veces censuramos esos aspectos más íntimos de la vida, como si la vida fuera siempre otra cosa, que todo el mundo ya sabe y en la que cada uno tiene que entrar por el carril que otros deciden. Ese carril le llevó al borde de un precipicio, al borde de la nada. No pocas veces concluye allí la vida de tantas personas en nuestra sociedad.
Impresiona que John, pasando por su recorrido singular haya caído en la cuenta de que la vida no es necesariamente como te cuentan. No porque sea mentira a priori lo que dicen los demás, sino porque tienes que someterlo a una verificación personal.

Cultura y naturaleza
Hablando de “secularización”, Waters ha aludido a una cultura que no es consciente de lo que ha perdido, y que, en realidad, tiene la pretensión de “desabsolutizar” el valor de la persona, de privarle de su valor infinito, hasta el punto de que uno ya no sabe quién es. ¿Por qué no deberíamos ser, cualquiera de nosotros, portadores de algo absoluto? ¿Quién lo ha dicho? Que mi vida, y la de cualquiera, tenga un valor absoluto, es algo de lo que nadie nos puede despojar. Sólo nos pueden despojar de ello con nuestra connivencia. Nadie puede hacer que tú desprecies tu humanidad hasta el punto de considerarla como una planta o un mono, si tú no lo consientes. Lo cual es muy dramático y es muy bonito. Waters se ha remitido a este “juego” entre la cultura –la calle, decía él–, y el yo –la puerta interior de la casa que da al campo–, esta murmullo confuso que resuena dentro siempre, porque no se puede acallar. Sin embargo se puede vivir permanentemente ajeno a este rumor que desde dentro te dice: ¿no habrá algo más?
Siempre tengo que decidir si vivir ajeno a este rumor último del corazón, a esta inquietud última del corazón o no. Hasta el punto de que él hablaba de una colonización que le lleva a uno a construir la vida contra sí mismo y contra la realidad, ya que la primera evidencia es que uno es dependiente.

Anhelo de libertad
Waters decía cómo se le planteó en su juventud el dilema verdaderamente terrible entre Cristo y la libertad: «Quería a Jesucristo, pero necesitaba ser libre, y la educación que había recibido no me había enseñado a conciliar estos dos bienes. La ideología de aquellos años me prometía la libertad, y así me alejé de la fe». Qué camino tiene que recorrer cada uno de nosotros para que la exigencia de libertad que anima a todo hombre, no sólo no se vea contradicha, mortificada o negada por Cristo presente, sino para comprobar el exacto contrario: que Cristo cumple realmente nuestra libertad. No podemos más que agradecerle a John Waters su lealtad para con su historia, con su persona. Ninguno de los que está aquí hoy querrá ser menos hombre, que John Waters, querrá ser menos auténtico, querrá ser menos serio con su propia vida, menos inteligente en el distinguir cuándo una cultura te separa de ti mismo o cuándo me devuelve a mí mismo. Hemos podido escuchar cómo John describe su recorrido humano desde el encuentro en el aeropuerto de Dublín hasta hoy: ¿cómo podemos nosotros saber que no nos saltamos pasos fundamentales del camino humano, de manera que podamos tener una experiencia de libertad real, de inteligencia real de la vida? ¿Cómo proceder?

Atender a los hechos
Lo más sano, y en esto Waters ha sido hoy ejemplar, es atender a la realidad, prestar atención a los hechos, a lo que sucede. La primera responsabilidad que tenemos, si no queremos acallar una vez más nuestros corazones ni tapar ese anhelo inconfundible de lo que es para siempre, es mirar los hechos que la realidad nos pone delante, desde las cosas más sencillas hasta los hechos más excepcionales. Jesús obraba así, ayudaba a los suyos exactamente a mirar la realidad: «¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida?». Ésa es a menudo la realidad, que estamos todos agobiados, de los nervios, y alguien nos dice: «¿Por qué os agobiáis? Mirad los lirios del campo, que ni trabajan, ni hilan y yo os digo que ni Salomón estaba vestido como uno de ellos. Si Dios viste así una flor que hoy está y mañana se seca, ¿no hará mucho más por vosotros?».
Nuestra educación empieza por enseñarnos a atender a los hechos, los hechos cotidianos, sencillos y los hechos excepcionales, de los cuales hemos podido ser testigos en estos últimos meses.
Son hechos que hay que leer con el corazón, esto es, con una razón afectivamente implicada. Y este camino no lo hace nadie por mí. John Waters ha prestado atención a un encuentro en un aeropuerto tanto que esto ha cambiado la trayectoria de la vida, y fijaos si se puede relativizar un encuentro en un aeropuerto, sería lo más normal. Como viejos y maliciosos que somos todos, nos sobran recursos para relativizar lo que sucede. Pero también podemos ser leales como él y admitir que hay algo que corresponde a nuestra espera.

Un respeto extremo a la razón
¿Cómo puedo dar un nombre a esta experiencia? No lo podría hacer yo solo, no podría saber quién está en el origen de esa humanidad que me corresponde si no me lo dijeran. Pero tampoco esto bastaría: es necesario que yo pueda comparar los hechos que veo y que me suceden a mí con el relato normativo, absolutamente fiable, de lo que hizo y dijo Jesús.
Como aquella chica de Kazakistan, hace unos años, que conociendo a unos amigos nuestros, cuando por primera vez oyó leer el Evangelio (porque era de tradición islámica y no había oído el evangelio nunca) dijo: «¡Pero si lo que relata ese texto del Evangelio es lo que me ha sucedido a mí, a aquellos les pasó lo mismo que a mí!». Sólo quien ve los hechos y los puede identificar en la narración del Evangelio, podrá decir con certeza: «Es Cristo quien obra así». Si no hay hechos, todo es un artificio; si no hay realidad, todo sería un invento. Si hay realidad y yo puedo tener la fortuna –uso esta palabra laica– la fortuna de encontrar a alguien que me muestra dónde hay cosas iguales a las que yo he visto, yo podré decir: «Me ha pasado lo mismo que a los apóstoles»..
Paradójicamente, así respeto la razón hasta el fondo en lo más increíble que hay en este mundo que no es nada menos que afirmar que Dios se ha hecho hombre. Y sabéis que hay una especie de “prueba del algodón” de que esto funciona, de que esto es así, y es que hay algo que uno no se puede dar a sí mismo en ningún modo en la vida y es la satisfacción, que es el nombre moderno de la felicidad o de la libertad.
Y esta es la promesa con la que empezamos estos meses de vida común, de compañía: que nos podamos ayudar, como ha hecho esta mañana John Waters con nosotros, retándonos a ser leales con la experiencia, para que podamos comprobar que lo que vivimos es sólo el inicio de algo mejor.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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