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Huellas N.1, Enero 2012

BANCOS DE SOLIDARIDAD / La asamblea

Ante algo que te sorprende

Paolo Perego

Marco se encuentra con que solo le espera un gato. Nuccio conoce a un preso que le devuelve el aliento. La respuesta a la oración de Pasqualine... Hechos y testimonios de un gesto de caridad del que se benefician cincuenta mil personas, y que cambia la vida a quien lo hace

Pasqualine vino a Italia para estudiar. Es de Camerún. Estaba embarazada y su novio la puso ante la disyuntiva: «O el niño o yo». De camino al hospital, se detiene a rezar: «No quiero abortar, pero te pido que por lo menos tenga con qué criarlo». Llega al hospital bañada en lágrimas. Después, conoce a una persona que le habla del Banco de Solidaridad. «Te pueden ayudar...». Con la perspectiva del tiempo, Pasqualine, con su niño en brazos, le dice a su amiga Rachele, que le lleva la caja de alimentos desde hace un año: «Ves, ahora lo tengo todo. Dios ha venido a mi encuentro a través de vuestras personas. Algunos dicen que Dios es algo lejano... Es mentira. Yo lo he visto».

Un espectáculo de gratuidad. Son muchas las historias que se escuchan en el escenario del Teatro Smeraldo de Milán, durante la Asamblea de la Federación Nacional de Bancos de Solidaridad, el pasado sábado 3 de diciembre. En la tribuna, don Julián Carrón y Andrea Franchi, presidente de la Fundación, escuchan los testimonios de algunos de los seis mil voluntarios que durante todo el año llevan alimentos a familias en apuros. Un gesto sencillo. La entrega periódica de una caja de alimentos de primera necesidad por una pareja de voluntarios sirve de apoyo y sostén para la economía familiar de casi cincuenta mil personas en toda Italia. Conexión vía satélite con 54 ciudades para disfrutar de un inmenso espectáculo de gratuidad.
Porque una vida cambiada, salvada, es algo de otro mundo. «La caridad nace ante algo que te sorprende», comienza Julián Carrón: «Podemos llevar la caja de alimentos a la gente sin sorprendernos. Pero siempre sucede algo que nos ayuda a ser verdaderos. El Señor tiene piedad de nuestra nada. Esta experiencia es lo que les llevamos. Porque algo de comida no es suficiente para responder a nuestra espera y a la de los demás».
La asamblea se había convocado con esta pregunta: «¿Durante este año, cuándo me he dado cuenta de que estoy ante una presencia?». Ningún discurso. Muchos hechos.

«Seguros de que se hará presente». Cada dos semanas Nuccio llevaba la caja de comida a un preso, actualmente bajo arresto domiciliario, condenado por el asesinato de diecisiete personas. «Cada vez tenía más pretensiones. Quería dinero o que le pagara las facturas. Era muy pesado, me preguntaba a mí mismo qué sentido tenía ir a verle». Ya al límite de sus fuerzas, Nuccio oye esta pregunta: «¿Pero por qué sigues mirándome de ese modo?, sabes bien quién soy, cómo soy y lo que he hecho». Es como una bofetada para Nuccio. Todo lo que ha escuchado durante este curso en la Escuela de comunidad – realidad, corazón, verificación de la fe – se hace carne ante esta pregunta. «Él, el Misterio». Ha bastado un instante para reconocerlo en aquel hombre. Es como una bocanada de aire fresco en ese gesto de caridad. Y no solo. «El trabajo, los amigos, las dificultades. Ya nada me ahoga. Sin embargo, los problemas son los mismos que antes. No podía imaginar que después de tantos años dando todo por descontado, pudiese tener una alegría tan grande».
La iniciativa del Señor es algo que sorprende y que sucede de nuevo. «Si no, pensamos que somos autosuficientes y en la primera curva nos salimos de la carretera», dice Carrón a don Angelo, piamontés, que expresa la tristeza por la incapacidad de permanecer fiel a ese impacto que acontece. «A través de una persona, el Misterio te hace caer en la cuenta de que Él existe. No te envía una carta. No pensemos que esto sucede de una vez por todas y lo arregla todo. Si uno no necesitara mirar cada día a su mujer y a sus hijos sorprendido de que existan, ¿sería eso vida? Un niño pequeño no lo necesita porque está seguro de sus padres. Ve que hay siempre una presencia que responde a su necesidad. Si estamos ante una presencia, ¿dónde está el problema? Cuando me despierto triste puedo esgrimir la razón: “¿Ayer reconocí una presencia o lo que sucedió fue igual a cero? Entonces, ¿cómo responderá hoy Él a mi tristeza?”. Podemos estar seguros de que se hará presente».
Y así es para Marco: «Llevo la caja a una familia: madre, hijo y pareja del hijo. Todos en paro. Cada quince días voy a su casa. Nadie baja los cinco pisos para echarme una mano. Solo el gato. Y el perro, que se pone contento cuando llego arriba. Ahora estamos buscando un trabajo para el hijo, pero la situación es dura. La madre me molesta continuamente para que la ayude. Se lo conté a una amiga atea, con la que llevo los alimentos a otra familia. Y ella me puso de nuevo frente la pregunta: “¿Pero tú por qué haces esto?”. Tomarme en serio esa pregunta y lo que mi corazón desea me ha despertado, ha cambiado la relación con mi hijo, que pasa por un momento difícil. La enésima vez que suspendió, me puse serio. Le eché la bronca y me fui. Pero luego volví y hablamos durante una hora. Era la primera vez que lo miraba de verdad como un don para mí».

Coincidencias y milagros. «La caritativa educa mi persona porque me enseña a mirar al que responde al vacío que tengo dentro», había dicho Franchi al comienzo de la asamblea. Y es un vacío que tienen todos, una necesidad de todos. Por eso, todo el mundo desea participar en un gesto de caridad así. Es lo que le sucedió a Adelina, cuando conoció a Fiero y a sus amigos. Ella había empezado recibiendo la caja, y ahora la lleva. El propio Fiero hace años se conectó a la Asamblea de los Bancos mediante videoconferencia, y salió de ella decidido a ponerse en juego: «Durante años, pensé que los avisos sobre la caritativa eran para los demás. Pensaba que yo no la necesitaba. Pero fui a llevar las cajas con mis amigos. Había más amigos que cajas. Ahora somos una compañía peculiar, donde hay sitio para todos. Queremos llevar a todos la belleza que hemos encontrado. A todos». Todos, incluso a una familia de tres enfermos de sida. Fiero ignora la petición de un amigo. «¡A estos, no!». Pero basta un instante: «Empecé a rezar pidiendo perdón. Y después llamé a aquel amigo, para decirle que sí». Porque también esos tres me los ponía delante Dios.
«Él me puede llamar a través de quien quiera. ¿Puedo correr el riesgo de decirle que no?», se pregunta Alberto. Un sábado por la mañana el Banco de Solidaridad estaba cerrado. Pero Alberto se acercó por ahí... «¿Coincidencias? Las coincidencias son pequeños milagros. Así, se presenta la sede esa familia de Ghana a quien habíamos dejado de llevar la caja porque se habían cambiado de casa sin decir a dónde se iban». Vinieron en autobús, y se la encontraron cerrada. Alberto abre de todos modos, a pesar de tener prisa. «¿Qué desean?», pregunta, antes de verse arrollado por una avalancha de peticiones: pasta, alimentos para bebés, conservas. Alberto se pregunta cómo se las arreglarán para llevar todo eso en el autobús. Y él tiene prisa... «Está bien, os llevo yo», dice cargándolo todo en el coche. «Esa mañana estaba contento no por mi buena acción, sino porque Él había llamado a la puerta, pidiéndome con dulzura que yo, distraído en mis cosas, le dejara entrar. Cristo tenía necesidad y yo le dije que sí...».

Una mirada nueva. Sobre el escenario del Teatro Smeraldo, se suceden decenas de historias y relatos. Todas distintas y sin embargo iguales, historias de gente cambiada por lo que ha visto. Julián Carrón escucha durante dos horas: «Lo que testimonias nos obliga a reconocer una presencia. El Misterio es una presencia que actúa en la realidad. La mejor manera de explicar qué es la caritativa es dar testimonio de lo que sucede cuando se hace. Hasta el punto de que podemos decir que amamos este gesto, que nos educa a abrir los ojos en todo, a tener una mirada diferente sobre la realidad. Una mirada que se nos da y que llega a ser nuestra. Tanto que ya no podemos mirar a los demás de otra forma».

«Acercarnos a los demás libremente, compartir un poco de su vida y poner en común un poco de la nuestra – ¡solo se comprende obrando! – nos hace descubrir algo sublime y misterioso: precisamente porque les queremos, descubrimos que no somos nosotros quienes les hacemos felices; y que ni siquiera la sociedad más perfecta, el organismo legalmente más sólido, el planteamiento más inteligente, la riqueza más ingente, la salud más férrea, la belleza más pura y la civilización más “educada” podrán jamás hacerles felices. Es Otro quien puede hacernos felices. ¿Quién es la razón de ser de todo? ¿Quién lo hace todo? Dios. Entonces Jesús deja de ser simplemente quien me anuncia la palabra más verdadera, quien me explica la ley de mi humanidad y de la realidad que me rodea, ya no es solo la luz que ilumina mi mente: descubro que Cristo es el sentido de mi vida».
(Luigi Giussani, El sentido de la caritativa)


BANCO DE SOLIDARIDAD / Madrid

Comida de Navidad


El pasado 18 de diciembre el BdS madrileño reunió a las familias que reciben la ayuda del Banco y a los voluntarios en el comedor del Colegio Internacional J.H. Newman

Roberto de la Cruz

Domingo por la mañana. No es día lectivo, pero el colegio Newman abre sus puertas para recibir a unos invitados especiales, las familias del BdS. Somos muchos, un total de 116 adultos y 88 niños. Nos reunimos quienes llevamos la caja del BdS y quienes la reciben. Es Navidad. Los voluntarios traen regalos que al final se entregarán a los más pequeños. En la cocina varios voluntarios llevan desde primera hora preparando la comida. Habrá dos menús. A las 13h. se celebra la Eucaristía en la capilla que se llena en pocos instantes. Hay algunos que no han podido acudir a la cita. Es el caso de Moisés, de Mali. Es musulmán y está casado desde hace un año. Tienen dos hijos de 5 y de 3 años. A él, a su mujer y los dos pequeños fue a buscarlos uno de los voluntarios después de la celebración de la misa. «Cuando fui a recogerles, Moisés me preguntó si yo había ido a misa. Le dije que sí. Me dijo que admiraba mucho a la gente creyente porque les hacía “más buenos y atentos a los demás”. Enseguida relacionó mi asistencia a la misa con la ayuda que le prestamos a su familia», relata.
Hay que preparar las mesas en el comedor del colegio. Se requieren voluntarios. Abraham es uno de los primeros en levantar la mano. Ha venido junto a su mujer Cristina y sus dos hijos. «Le dije que a las 13 h. había una misa, pero que no se sintiera obligada (ella es atea, su marido católico). Inmediatamente me dijo que venían a misa y a todo el resto. Les sorprendió que fuéramos muchos y la relación que tenemos con las familias». Al día siguiente, en la oficina, otra voluntaria me comentó que le sorprendía que lleváramos más de tres años en esta iniciativa, sin cansancio o abandono de la iniciativa.
Cuando nos sentamos a la mesa surgen conversaciones y encuentros muy interesantes. Ana es ecuatoriana. Vive en San Sebastián de los Reyes con sus hijas Gabriela y Fernanda. En la casa también vive su hijo, que ha empezado a trabajar recientemente en una filial de Telefónica y al que no conocemos porque nunca está en el hogar cuando vamos a llevarles la caja de alimentos. Pero en esta ocasión ha venido. Ha traído en el coche a su madre, a sus hermanas y a su novia. Sus saludos y su rostro reflejan durante la comida sorpresa, cercanía y agradecimiento. Y gracias es la palabra que repite de forma insistente su madre Ana, la misma expresión que utiliza cuando le llevamos la caja cada mes y nos comenta sus problemas económicos y laborales.
Otro voluntario dice después: «La verdad es que lo del domingo pasado fue un auténtico espectáculo. Los míos, que son bolivianos de zona rural, no cuentan ni dicen mucho, pero no se pierden ni una. El domingo me hicieron muchas preguntas sobre el Colegio Newman. El niño cumple ya 3 años y están preocupados por su educación. Nos han invitado a su Bautizo».
Acaba el almuerzo y sigue un rato precioso de cantos juntos. Después, los Reyes Magos han querido adelantar su llegada para dejar en el comedor multitud de regalos para los niños. Los pequeños se disponen en fila nerviosos a recoger los presentes, la mayoría juguetes. Muchos los abren nada más recibirlos. Otros, como Ricardo, uno de los hijos de Moisés, prefieren esperar.
Ha sido un día grande. Las familias y los voluntarios se despiden, con los ojos y el corazón alegres porque la caridad ha demostrado una vez más sus frutos.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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