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Huellas N.1, Enero 2012

PRIMER PLANO / Un “puesto” en la crisis

El trabajo que te cambia

Giorgio Vittadini

Se habla de él continuamente porque hay que reformarlo y porque escasea. El debate se centra en las pensiones, los contratos y los despidos. Pero, ¿qué nos pide a nosotros el mercado laboral? GIORGIO VITTADINI, presidente de la Fundación para la Subsidiariedad, traza un breve “vademécum” para afrontar el trabajo de manera verdaderamente humana, aprendiendo que el oficio es “un encuentro” y un camino, como lo atestiguan algunas historias

Don Giussani dice que el trabajo es el aspecto más concreto, árido y fatigoso del mismo amor a Cristo, y añade que vivirlo así facilita una atención a todos los factores en juego, un respeto a la hora de tratarlos, una postura paciente frente al dilatarse del tiempo y las circunstancias desagradables.
Esto ofrece la primera clave de lectura: para enfrentarse adecuadamente al mercado laboral hace falta considerarlo como un encuentro entre un sujeto y un objeto que interactúan en base a sus características y a las exigencias del sujeto. Esto no es algo que se deba dar por descontado, porque normalmente el trabajo se considera o un problema de adecuación a las condiciones objetivas que él mismo impone o bien un problema que tiene que ver con su superación, con forzar la realidad objetiva en base a los esquemas y las imágenes que se tengan.
La dimensión del encuentro, en cambio, es lo que permite salvaguardar las condiciones tanto subjetivas como objetivas. Al concebirse en una continua relación, nuestro deseo se enfrenta con la realidad y toma conciencia de sí mismo.
Cuando falta esta conciencia, a menudo se cometen dos tipos de error al tomar las decisiones laborales. El primero podemos llamarlo un error de “idealismo”: tener un proyecto en mente y tratar de aplicarlo prescindiendo de las condiciones objetivas, convirtiendo el deseo en pretensión, saltando la comparación leal entre el deseo y la realidad.
El segundo tipo de error podríamos llamarlo “de relativismo pragmático” y consiste en renunciar a poner en juego los deseos e ideas propias, dando espacio exclusivamente a las necesidades objetivas. A veces te encuentras hablando con personas que no saben bien, que no consiguen decir qué quieren.
En cambio, hay una posición que es más realista y mantiene unidos ambos términos: se puede tener siempre presente el propio deseo, y, en acción, hacerlo dialogar con los datos de la realidad. Esto es muy interesante porque sólo en acción entendemos quiénes somos, y puede suceder que en contacto con la realidad nos demos cuenta de que somos diferentes de lo que creíamos. Al medirse con la realidad, nuestro deseo se modifica. La toma de conciencia de sí es progresiva: sin renunciar al deseo que nos mueve, poco a poco, en acción, esta se modifica, se profundiza. Por eso, alguien que no quiera trabajar hasta que encuentre el trabajo que tiene en la cabeza, se queda colgado. Y también se queda colgado el que se deja determinar por la mentalidad dominante o se pliega a las circunstancias.

Sin defenderse. Por lo que se refiere al factor objetivo – la situación del mercado laboral –, la primera consideración que hay que hacer es que, mientras hace unos años la obsolescencia era de cuarenta años, ahora es de cinco: en cinco años cambian completamente los conocimientos y las técnicas que se deben utilizar. En este contexto, repetir simplemente lo que se aprendió en la universidad, aunque fuera muy bueno, no basta, y pone de manifiesto la importancia de considerar el trabajo como un recorrido en continuo desarrollo, en el que es fundamental no dejar de aprender, ponerse al día, observar cómo van evolucionando las cosas.
Continuar mirando lo que sucede permite darse cuenta de las diferentes oportunidades que se abren. Por ejemplo, uno se puede dar cuenta de que las capacidades que se exigen a un trabajador tienen que ver cada vez más con las cualificaciones altas o las bajas y se están reduciendo las relativas a las posiciones intermedias; o bien, que si se desea proseguir los estudios, hoy las universidades extranjeras ofrecen mejores posibilidades que las nacionales; o bien, nos podemos dar cuenta de que, mientras hace algún tiempo el que había estudiado Letras o Filosofía podía aspirar casi sólo a la enseñanza, hoy, en cambio, las empresas prefieren un humanista a perfiles más técnicos en la gestión de recursos humanos; o bien, incluso, que hoy sucede cada vez más a menudo que el ingeniero de organización industrial sustituye al economista en la organización empresarial.
A partir de estas breves observaciones se puede entender que afrontar el trabajo de una forma “nocional” o asustarse del cambio son posturas a las que hoy no se da tregua. Hace falta sentir el dinamismo, el cambio, la necesidad de conocer, como algo profundamente positivo, no como algo de lo que defenderse.
Hoy, no sólo la pequeña empresa, sino también la grande, se ha vuelto mucho más dinámica, se ha visto obligada a cambiar en poco tiempo, a hacer nuevas adquisiciones, a desplazarse a diferentes sectores. Esto implica que el trabajo se concibe cada vez más como un recorrido capaz de seguir estos cambios. Y no sólo en lo referente al mundo industrial: en una sociedad en rápido cambio, por ejemplo, también la enseñanza tiene que tener en cuenta las nuevas necesidades y expectativas y, por tanto, hace falta encontrar continuamente nuevos instrumentos y modalidades para comunicar los contenidos.

Dispuestos a cambiar. Para afrontar el aspecto subjetivo, es decir, qué implica para la persona la relación con el mercado laboral, detallo las principales características que se piden hoy a los recién incorporados, identificadas a partir de una investigación realizada con una muestra de directores de personal.
La primera característica que debe tener un trabajador hoy es la flexibilidad. Para hacer frente a condiciones diversas, siempre nuevas, hoy es necesario estar dispuestos a cambiar de tareas, incluso en el interior de la misma empresa, y hacer frente a distintas condiciones laborales. Lo que estoy describiendo es el tipo humano al que siempre se nos llama en el movimiento; la apertura, la disponibilidad a cambiar está, de hecho, en el ADN de la educación que recibimos.
La otra palabra que sale a la luz en esta investigación es “conocimiento”: hace falta aprender continuamente, durante todo el ciclo laboral. No obstante, en Italia, acabada la universidad, se considera acabado el periodo del aprendizaje. En otros países, como en EEUU, se vuelve a estudiar con mayor facilidad a lo largo de la vida laboral. En Italia hay menos posibilidades y menos medios, pero hace falta buscarlos y sobre todo, estar dispuestos a hacerlo. Yo tengo el ejemplo de mi padre: médico jubilado, a sus 89 años, todos los días va al hospital y se suma como voluntario a los médicos residentes que están haciendo su especialidad; cuando alguien le pregunta por qué lo hace, él responde: «De otra forma, ¿cómo podría aprender, estar al día?».

Un “yo” dinámico. En lo que afecta al conocimiento, por otra parte, no se puede prescindir del hecho de que estamos en un mundo globalizado, por lo que, dedicar tiempo al estudio de las lenguas extranjeras es algo ya indispensable. Todos mis antiguos profesores de Estadística apenas han publicado en inglés; en cambio hoy, si un investigador no presenta algunas publicaciones a nivel internacional, no puede tan siquiera pensar en hacer carrera en la universidad.
Otro aspecto que subraya nuestra indagación es la capacidad relacional. En realidad es una dimensión normal porque pertenece a la estructura del “yo”, pero el mercado laboral la está valorando mucho como una característica que permite “hacer equipo”, hasta tal punto que las empresas invierten en team building y otras iniciativas que implican el tiempo libre y agudizan el “sentido común”, cada vez más necesario en una realidad dinámica y globalizada que requiere la disponibilidad a trabajar en grupo y con personas distintas.
La motivación es otro aspecto al que los empleadores prestan mucha atención. Es interesante notar que esta dimensión implica la valorización de un aspecto muy íntimo, personal; el deseo, desde el más profundo al más superficial, y también la conciencia de lo que somos, de nuestras predisposiciones y peculiaridades.
La imagen de persona que emerge de la investigación del mercado laboral es la de un “yo” dinámico que, en relación con una realidad que cambia, la sigue en base a los deseos que le constituyen, y así los vuelve a descubrir cada vez con mayor profundidad. Paradójicamente, este momento tan difícil en el mundo del trabajo es una oportunidad, porque lo que se exige con insistencia es una persona, no sólo un trabajador, aunque esté bien preparado.
Un sujeto de este tipo no puede ser generado por curso alguno de formación, aunque después, en el mundo del trabajo a menudo se siga ese rumbo.

Cada paso es definitivo. Brevemente, deseo proponer algunos apuntes de método, tomados de mi experiencia personal, útiles para afrontar el mercado laboral.
Ante todo, jamás se está en una situación verdaderamente precaria porque no es un contrato o un sueldo lo que nos pone en situación precaria, si se tiene la conciencia de que esta es una condición dentro de un recorrido. En nuestro país, entre 1880 y 1920, emigraron veinte millones de personas; la gente ha pasado verdaderamente hambre, pero siempre se ha remangado y ha recomenzado desde el punto en el que estaba, considerando cada paso no precario, sino definitivo.
Es mejor un trabajo cualquiera que ningún trabajo porque el trabajo tiene un valor en sí. Después se tratará de cambiarlo si se desea otro; sin duda no hace falta renunciar a mejorar (condiciones, sueldo, oportunidad de aprender). Y es también fundamental saber que es más fácil encontrar un trabajo mientras se tiene una ocupación.
Cualquier trabajo tiene una dignidad y de todo se puede aprender. Hay un pequeño episodio en mi carrera de estadístico, muy significativo para mí. Se refiere a mi primer trabajo que trataba de los desplazamientos por motivos laborales en la región de Lombardía. Estaba muy orgulloso del algoritmo que había hecho, pero cuando se lo enseñé a mi profesor, me dijo: «Ah, magnífico. Fíjate, por la mañana entran cien personas en Calolziocorte y por la noche salen cincuenta; ¡tiene que haber unos hoteles estupendos!». Había descuidado hacer mis “calculillos”, plegarme a los aspectos más simples de la realidad. En ese momento comprendí que todo tipo de trabajo tiene su dignidad. Me acuerdo de que, después, pasaba tardes enteras en la biblioteca, buscando artículos para mi profesor, fotocopiándolos y llevándoselos. Entonces me quejaba, pero después entendí que todo era trabajo y que de todo podía aprender algo. Lamentarse, en cambio, impide desear realmente y ver la realidad. La postura oscila habitualmente entre el “me da lo mismo” y “el éxito a cualquier coste”, es decir, la idea de que nuestra consistencia depende sólo de lo que conseguimos realizar en el trabajo. Recuerdo periodos de mi vida en los que he vivido alienado, bloqueado por el miedo de no aprobar las oposiciones para profesor asociado y catedrático. Es distinto en cambio cuando se está determinado por el amor al trabajo, concebido como un servicio, un modo de colaborar con la obra de Otro. Estar allí, en la brecha, con esta conciencia, se llama “mérito”. Y es lo que nos hace superar incluso “la forma burocrática” de afrontar el trabajo. Una vez, en la universidad, se paró el ascensor. Entonces llamaron al bedel, que se desinteresó del asunto y dijo que había que llamar al técnico, quien, a su vez, dijo que había que llamar a la empresa de ascensores… ¡Hasta que el ascensor volvió a funcionar por sí solo! Daos cuenta de que en ciertas situaciones, si no hay alguien que se implica porque se preocupa de lo que tiene delante, todo se paraliza.
La presencia de maestros dispuestos a enseñar es un aspecto fundamental. Pueden hallarse maestros en el puesto de trabajo, pero también fuera. Yo, por ejemplo, he investigado con docentes de otros ateneos en lugar de los profesores que me habían tocado en la universidad.
Los errores que se cometen son una de las ocasiones más importantes para aprender. Me acuerdo de que en una convención criticaron severamente una intervención mía y yo reaccioné enseguida como buen italiano: ¡el árbitro está vendido! Mi profesor me convenció de que llamase a la persona que me había criticado y me viese con ella para que me explicase mejor su objeción. Fue una ocasión importantísima para mí, porque a partir de aquel encuentro empecé a dedicarme a la valoración de la actividad empresarial. Un reclamo puede estar incluso equivocado, pero tomarlo por el aspecto de verdad que tiene puede hacer que demos grandes pasos adelante.
Cómo evaluar la cuestión contrato-sueldo: también es razonable ser flexibles en esto. Hay que tener en cuenta la totalidad de los factores, porque en un mundo dinámico es fácil que las empresas adquieran sus trabajadores a través de las becas, que a menudo se convierten en contratos a tiempo determinado. Una de las cosas que nadie dice es que, en las regiones del norte de Italia, el 73% de los contratos por tiempo determinado se convierten en contratos indefinidos en un periodo indeterminado dentro de los 42 primeros meses, tiempo, aunque no muy breve, que se puede considerar de asentamiento de la carrera profesional, sobre todo en el caso de los trabajadores más jóvenes. Y que a veces los contratos indefinidos tienen una duración inferior a la de los temporales, porque las personas prefieren cambiar de puesto de trabajo. A veces es mejor aceptar un contrato de interinidad si el trabajo permite aprender y prevé un recorrido de crecimiento, antes que un contrato indefinido en una empresa que no navegue en buenas aguas o no permita crecer. También en esto es necesario razonar con flexibilidad, considerando todos los factores en juego y siendo conscientes de que, en la situación actual, el riesgo es una condición normal.

Hace falta alguien que sea estable. En resumen, ¿qué nos educa más a la hora de afrontar el mundo laboral? Una postura que pone en juego el “yo”, y lo hace disponible a medirse con todo lo que sucede. Giussani contaba a menudo que cuando empezaron las invasiones bárbaras la gente se vio obligada a escapar y a menudo a cambiar de territorio. Los monjes, gracias a su relación con Cristo, dejaron de huir, aceptaron el riesgo de establecerse y, con el tiempo, construyeron una civilización. Y Giussani hacía la comparación con el mundo laboral de hoy, donde todos son inestables, inseguros (uno puede hasta hacer una carrera brillante, pero ser inestable). Y decía: hace falta alguien que, en el trabajo, por Cristo, sea estable, no porque no viva en una situación de riesgo, no porque no se pueda encontrar sin trabajo, sino porque cuenta con una certeza para enfrentarse al riesgo.


LOS DATOS
57% es la tasa de ocupación en Italia

8,5% es la tasa de desempleo en Italia

26.876 es el salario medio italiano en euros: en España es de 25.603, en Grecia, 21.238, en Francia, 33.887, en Alemania, 31.685

532.000 puestos de trabajo perdidos entre el 2008 y el 2010: 404.000 unidades sólo en el sector industrial

4 millones de personas (3.925 millones,
para ser exactos) excluidas
del ciclo productivo en el 2010:
por desempleo, movilidad o
en el fondo de garantía salarial

800.000 puestos de trabajo menos previstos hasta el 2013

(Fuentes de datos en estas páginas: ISTAT, Centro Studi Confindustria)

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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