En la obra representada en Rimini (y próximamente en Milán), el personaje bíblico afronta la última tentación: los amigos, que tratan de alejarle del abrazo de la verdadera Alegría. Es el engaño de las ideologías, antiguas y nuevas. ¿Qué puede salvarle? Ofrecemos a continuación una conversación entre Luca Doninelli y el autor francés sobre este punto
El drama de Fabrice Hadjadj, Job, o la tortura de los amigos, ha sido representado por primera vez este verano en el Meeting de Rimini con gran éxito. En enero dicho espectáculo vuelve al Teatro Parenti de Milán. Pero, ¿quién es Job en la actualidad? De esta pregunta ha nacido el diálogo entre el autor francés y Luca Doninelli. He aquí el fruto de la conversación entre los dos escritores.
Una tragedia cristiana
«Fabrice, ¿cómo definirías tu Job?»
«Una tragedia cristiana».
«Espero que no sea una versión cristiana de la tragedia».
«No. El cristianismo es trágico por naturaleza».
«Eso lo pensamos tú y yo. La mayoría piensa que el cristianismo ha abolido la tragedia».
«Ya. Y la Resurrección sería un final feliz. No es así. La clave es que nos han acostumbrado a identificar la tragedia con el hado ciego y sordo y con la infelicidad como destino inevitable de la vida humana. Pero la tragedia no es esto. La tragedia consiste en descubrir que estamos en manos de algo que nos supera».
«Es verdad. La dependencia original del hombre, tal como nos la explica el Salmo 131 (“Señor, Tú me sondeas y me conoces / de lejos penetras mis pensamientos”), tiene un doble acento: por un lado, el del niño en brazos de su madre, por el otro el de un sí a un designio a menudo incomprensible, durísimo».
«Con esto hemos definido mejor la tragedia. Sin embargo, está también el otro adjetivo: “cristiana”. Nietzsche condenó el cristianismo en nombre de la tragedia: si el cristianismo rechaza la tragedia, decía, rechaza una herida presente dentro de la realidad, y por tanto es una forma de nihilismo».
«¿Entonces?»
«Nuestra fe es el cumplimiento de la tragedia, porque lleva la tragedia a su raíz, que es la alegría. ¿Por qué nos angustia tanto la muerte? Porque hemos gozado de la vida, porque hemos experimentado su belleza. Lo dice Job al final del drama: si sufro tanto es porque he creído en la alegría».
«Sin embargo, esta alegría es como el valor de don Abbondio: uno no se lo puede dar a sí mismo».
«Pero puede mendigarla. Somos mendigos por naturaleza: lo que nos constituye es nuestro grito, nuestras manos vacías. La naturaleza comunional del hombre, de la que habla la Iglesia, consiste en esto: para ser lo que somos, necesitamos de Otro, de un Tú».
La ideología
«Volvamos a tu Job. En este texto afrontas el tema de la ideología separándote de los modelos (comunismo, fascismo, liberalismo, etc.) con los que todavía se identifica hoy esta palabra».
«Diría que los amigos de Job – los que dicen ser sus amigos – plantean tres órdenes de problemas en los que se puede identificar la naturaleza de la ideología. El primero es la pretensión de tener la última palabra. Son los amigos que dicen: las cosas van mal y te voy a decir por qué. El resultado de esta posición es la apología de la Nada, o bien la Teodicea, es decir, la pretensión de usar la fe como una explicación exhaustiva, eliminando el grito del hombre dentro de un sistema coherente y vacío».
«El segundo».
«El segundo es la ideología del hacer. Hacer cualquier cosa. Eliminar el mal a través de una acción definitiva. Esta es la raíz de la eutanasia: matar por compasión, eliminando de este modo el sufrimiento. Se trata de un “hacer” que sustituye al estar. Compasión significa “sufrir con” otro. Pero el problema no es la compasión, no es “sufrir con”, sino “estar con”. Por eso, al amigo que le dice estoy aquí para socorrerte, le responde ¿no podrías estar aquí y basta?».
«Es el golpe que más me gusta del texto».
«Lo sé».
«Y ahora el tercer elemento de la ideología».
«La tentación de volver atrás, a los orígenes, al seno materno, al Edén. A Job se le propone una especie de regresión al Paraíso Terrenal, pero, si lo hace, rechaza de hecho el drama de la existencia y del acontecimiento presente. Se le propone una existencia sin historia».
«Espiritualismo».
«Desde luego».
«Esta tercera tentación merece un par de palabras más. En mi opinión, mucha literatura ha cedido en este punto. Proust, por ejemplo, dirige hacia atrás su mirada».
«Yo creo sin embargo que el problema de Proust es en parte el que afecta a todos los escritores, que es el de poder ganar un punto de vista desde el que poder mirar la vida presente. Nosotros no tenemos la fuerza suficiente para abrazar completamente nuestra vida mientras la vivimos. Hace falta un paso atrás».
«Esto es verdad para todos los escritores, Fabrice. Aparte está el hecho de que, en una experiencia como la de Proust, la recuperación de una dimensión compartida de la experiencia se vuelve luego problemática. Se ve en el uso que hace de la similitud, que, a diferencia de la de Dante, no remite mas que a una experiencia inalcanzable, no a un saber común. Pero el arte debe llegar hasta el saber común, es su deber».
«En esto tienes razón. Solo quería decir que el problema de Proust no es algo absurdo».
«Sí, pero escucha a Leopardi. Su anhelo por el aquí y ahora es conmovedor. El misterio de las cosas presentes, por tanto de lo que se ve y se toca, no se comunica en una visión, sino en una voz, en un sonido: trae el viento el sonido de la hora / de la torre del pueblo».
«Es cierto. Todos los artistas saben que se necesita algo invisible para hacer las cosas verdaderamente visibles».
La fuerza de Job
«Tu Job es muy hábil para desenmascarar el engaño de sus pretendidos amigos. ¿De dónde saca esta fuerza? ¿Se trata simplemente de que es más inteligente que los demás?».
«Desde luego que no. La primera impresión que comunica Job es sobre todo la de una cierta artificiosidad. Aparentemente, sus amigos parecen asumir posiciones más naturales. ¿En dónde está su fuerza? Yo diría que está en la perplejidad. En la actualidad el mundo se está llenando de indignados, ¿no? Todos se indignan, como si tuviesen la solución en el bolsillo y la culpa fuese de los que gobiernan porque no ven esta solución o son cómplices de los que no quieren resolver los problemas».
«Es la primera de tus tres tentaciones, la de tener la última palabra».
«Así es. Lo que a mí me gustaría es ver publicado un buen “Manifiesto de los Perplejos”. La perplejidad es una condición del pensamiento: cuando sentimos cierta perplejidad, quiere decir que nos estamos preguntando. Pues bien, Job pone la capacidad de preguntarse en el centro del drama humano y de su misterio. En él no existe superioridad, no existe la tentación de tener la última palabra, solo existe la resonancia dramática del Misterio, que se expresa en la debilidad, en la insuficiencia, en no tener la respuesta justa, como dice san Pablo: “Cuando soy débil, entonces soy fuerte por Cristo”. Job reconoce que existe algo más grande que él, que él solo puede mendigar: esta es la raíz de su inteligencia, de su fuerza. Es la fuerza de las manos vacías, las únicas capaces de recibir».
Reprochar a Dios
«El Job bíblico dirige reproches a Dios, a los cuales responde Dios al final, remitiendo a Job a lo que Él ya le ha dado. El primer movimiento es reconocer lo que existe, es el paso humano más sencillo, pero también el más difícil, porque el hombre está tentado de partir siempre de sí mismo, de sus propios pensamientos, de sus propias imágenes. También en tu Job se advierte este cara a cara, aunque no de forma explícita».
«Job no acusa a Dios de forma explícita porque utiliza una sintaxis moderna. Pero el tema de la rebelión hasta llegar a la blasfemia está presente, muy presente. Te diré aún más: este reproche, esta blasfemia, son perfectamente legítimos. El cristianismo no es una especie de estoicismo, no es la aceptación de una Providencia de rostro genérico sobre la que en el fondo no hay nada que decir. No es un acto de resignación ante la Providencia. Dios quiere colaboradores, no esclavos. Piensa en el episodio que narra cuando Jesús está con doce años en el Templo, y María va a buscarle. María no es la joven diáfana que una cierta iconografía exangüe nos quiere pintar. Cuando lo encuentra en medio de los doctores, le reprocha su comportamiento. Pero es un reproche santo, diría virginal, a través del cual María mantiene viva la relación con su hijo».
«Una relación muy franca».
«Una lucha».
«¿Y la oración?».
«Es la quintaesencia de la lucha. Un día comprendí qué significa líbranos del mal. Nacemos inmersos, atrapados en la mentira, es decir, en el mal, y pedimos a Dios, que está en el cielo, podríamos decir en la alegría, que nos libre del mal. Dios no es tacaño con los dones, pero quiere que su Gracia pase a través de la oración, que es una lucha con Él. Como Jacob con el ángel: se combate contra Dios, pero solo se vence con Dios. Esta es la paradoja de la oración».
«Si he comprendido bien, tú dices que para obtener es necesario pedir, y para pedir es necesario hacer experiencia de lo que somos verdaderamente, es decir, mendigos. La oración nace de la tierra dura».
«Aquí se sitúa también el reproche. La relación con Dios no puede caer en la obviedad, en la banalidad. El reproche es la salida de la obviedad».
A Dios se le conoce, no se le comprende
«Otro aspecto de tu texto que me impresiona es que su lucidez, a menudo feroz, no disipa el Misterio».
«A Dios se le puede conocer, no comprender. Se puede vivir una familiaridad con Dios, pero no se puede abrazar Su infinitud. Es la experiencia de todos los santos: cuanto más conocido es Dios, cuanto más amigo, familiar, más padre es, tanto más misterioso es, literalmente: incomprensible. Cristo no resuelve el drama: nos sitúa en el corazón mismo del drama».
«Pero la oración es también alabanza».
«¿Y qué es la alabanza? ¿Es acaso decir cosas bonitas sobre Dios? Seamos serios. La alabanza es el máximo del escándalo. Es el sí a este Misterio. Hasta el punto de que los santos parecen con frecuencia unos locos irracionales, y sin embargo son los más racionales de todos. ¿Cómo puede un hombre de nuestro tiempo decir, con perfecta conciencia, que Cristo ha muerto y resucitado y es la salvación del mundo? Puede hacerlo si es santo. Pero es también lo único interesante para un hombre. O se es así...».
«En resumen, volviendo a Job: la alabanza es el final por sorpresa de la vida humana, incluso en medio de los dolores más terribles».
«Por sorpresa, pero no por eso menos necesario. Como en las películas más bonitas, en donde el final te sorprende, inesperado, pero después comprendes – solo después – que no podía terminar de otro modo».
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón