Huellas N.7, Julio/Agosto 2011

BREVES

La Historia
BAJO LA LLUVIA

Primeros de junio. Un cielo plomizo, que amenaza lluvia. Leticia le abrocha la chaqueta a Agnes. «¿Qué te parece? ¿En Monza igual que el Londres? Hoy hace lo mismo que en Inglaterra. Así que nada de carrito, te llevo en brazos. Verás qué contentas se ponen mis colegas del hospital. Tienen una ganas locas de conocerte». La niña sonríe y con una manita se agarra al collar de su madre. «Estate quieta, que me lo rompes». Leticia se para a mirarla. Le vuelven a la mente otros niños que no ha visto nunca, desconocidos, que ya no están. Y uno que murió porque sus padres se lo olvidaron en el coche. La prensa se había hecho eco del suceso. Hechos tan fuertes que le provocan muchas preguntas, que no la dejan tranquila.

Caen las primeras gotas. Leticia acelera el paso. Su madre le ha pedido ayuda para la boda de su hermana; sus suegros querían ver a la nieta, porque desde que se han trasladado a Inglaterra la ven poco; las colegas de trabajo la esperan… Todo en un solo día. ¿Cómo hacerlo todo?
Parada en un semáforo, no se da cuenta de que un señor se le acerca y con su paraguas cubre a la madre y a la niña. «¿Cómo se llama esta niña?». «Agnes». «Mi nieta nació el 22 de mayo y se llama Matilde. Tiene una enfermedad muy rara y la tienen que operar hoy». Cruzan la calle y el hombre se va por su camino.

En un instante, las dudas, los planes, las preocupaciones… Desaparece todo. O, mejor, cambia todo. «¡Qué grande es el drama del hombre! ¡Qué desproporción absoluta!».
«Hace un momento, intentaba cuadrar el círculo y contentar a todos. Luego, un desconocido se te acerca y todo se descoloca». Ese encuentro furtivo le hace pensar en Dios. «Me vi serena porque entiendo cada vez más que, de una manera para nosotros misteriosa, sólo Dios responde al drama de cada hombre». Leticia sigue hacia el hospital, rezando de corazón un avemaría por esa niña. «Para pedir un milagro», y no quedar indiferente ante ese encuentro imprevisto.