Una delegación en Nueva York para contar qué es y cómo ha nacido un evento que contribuye a «construir la civilización del amor»
Jueves 19 de mayo. El cielo de Nueva York está nublado. Llego a la sede de Naciones Unidas. Joseph Weiler me está esperando sentado sobre un muro del pabellón donde se celebrará la presentación del Meeting, al lado del Palacio de Cristal, que está en obras. Nos han asignado una sala más bien desangelada. Wael Farouq está llegando, le acabo de dejar en el hotel en compañía de otros amigos, italianos: Roberto, Anna, Alu, Nicoletta, Alessia, Matteo, Valeria.
Al entrar en la sala, veo que nuestros amigos norteamericanos están ya todos allí: Chris, Simonetta, Angelo, Teresina, Olivetta, Riro y los demás... En ese momento se me hace más evidente aún por qué estoy allí y todo me parece realmente glorioso.
El embajador italiano Antonio Bernardini presenta el acto con gran cordialidad, habla del Meeting como de algo se puede relacionar con la misión específica de las Naciones Unidas. Habla de curiosidad, de diálogo y de amistad.
En su discurso de 1995 en la ONU, Juan Pablo II invitó a contruir la «civilización del amor», algo muy parecido a lo que nos dijo a nosotros en el Meeting de 1982: «Construid la civilización de la verdad y del amor». En esa ocasión también afirmó: «No debemos tener miedo al hombre».
Al releer el discurso del Papa, me llamaron la atención estas coincidencias: precisamente esta confianza en el corazón del hombre y esta pasión por construir es lo que quería transmitir con mi intervención en la ONU.
Antes de empezar a hablar, pedí que los asistentes “cayeran en la cuenta” de una humanidad distinta y advirtieran que es posible; pedí que se dieran cuenta de que Cristo hace la vida mejor, nos hace curiosos y apasionados por la realidad y que el cristianismo no es ni una moral (como normalmente se piensa en este ámbito) ni una ideología.
Sencillamente hablé de nosotros, del encuentro con don Giussani, de cómo nació el Meeting, de nuestra amistad, de lo que ha sucedido en estos 32 años, de todas las personas que hemos conocido, de lo que hemos aprendido.
Nuestros grandes amigos, Weiler y Wael, fueron el testimonio vivo de lo que es el Meeting.
Weiler lo definió con las palabras «unicidad, apertura intelectual, vida, juventud, gravitas, gratuidad», y añadió que «el Meeting es una experiencia humana, es la realización a nivel personal de los ideales más profundos de las Naciones Unidas».
Wael habló del Meeting Cairo y de cómo aquel pequeño grupo, nacido a raíz del encuentro con el Meeting de Rimini, se ha comprometido de lleno con la realidad egipcia. «Después de los ataques a la iglesia de Alejandría, tomamos “las armas de la belleza” para contrastar a la violencia. Así, cuando empezó la protesta, estuvimos en primera línea». Hoy, Wael y sus amigos siguen afrontando juntos y con gran seriedad el problema de la transición en su país. Weiler y Wael documentan lo que un encuentro humano supone para sus vidas, y atestiguan el impacto personal con el “espíritu de Giussani”, como dicen ellos.
Asistieron a la presentación una veintena de delegaciones extranjeras, entre ellas las de Rusia, Egipto, Gran Bretaña y Somalia. También estuvo el Nuncio, monseñor Francis Chullikatt, la prensa, muchos amigos de Crossroads, el centro cultural de nuestros amigos neoyorquinos. La audiencia escuchaba con suma atención, en algunos momentos visiblemente asombrada. No sé cuántos se darían cuenta de “algo”, como yo deseaba. Quien sí se dio cuenta fue el jefe de Simonetta, que ese día había perdido a su hermana, y aun así decidió venir, y que se fue diciendo: «Hoy necesitaba realmente estar aquí». El carisma de don Giussani, la gloria humana de Jesús y Su victoria, a través de nosotros, se hicieron presentes allí, en la ONU. Mientras hablaba, experimentaba la certeza de que incluso en aquel lugar no había nada más adecuado y razonable que lo que a nosotros, por gracia, se nos ha concedido vivir.
* Presidenta de la Fundación Meeting de Rimini
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