Alto el fuego
En Ajdabiya, a 160 kilómetros de Bengasi, un rebelde escruta el interior de una furgoneta. En la puerta oeste de la ciudad está el check-point de los insurgentes. El conflicto en Libia no se detiene: las víctimas son ya más de diez mil. La gente ya no sale de casa. No hay gasolina. Los organismos públicos no funcionan.
Los niños no tienen clase. Mientras la comunidad internacional busca una solución política (aunque continúa con los bombardeos), el Papa no deja de pedir que «la diplomacia y el diálogo ocupen el lugar de las armas».
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