NO EXISTEN VARITAS MÁGICAS
Septiembre 2010, primer año dando clase. Estoy en un colegio concertado de un pueblo de 3500 habitantes a 80 kilómetros de mi ciudad natal, en el que hay un gran porcentaje de inmigración, una ratio de niños por clase muy baja y donde me dicen que me ha tocado una de las clases más complicadas. El primer día de curso cuando abro las puertas de mi clase, para que los niños entren, me encuentro con doce niños, entre los que hay dos niñas árabes que no hablan el mismo idioma que yo y por lo tanto no me entienden, un niño cuya madre es esquizofrénica, y que no se relaciona con ningún otro niño, otro con padres separados desde hace poco, que no entiende por qué sus padres no viven juntos si son sus padres, y por último me encuentro a Mama, el gran misterio de mi clase de niños de cuatro años. Mama es hijo del pueblo, aunque de padres inmigrantes, por lo que no tendría que tener ningún problema con el idioma, pero no es así. Cuando Mama entra en la clase el primer día no es capaz de comunicarse con nadie, ni con sus iguales ni con las diferentes maestras que pasan por la clase. No tiene ningún hábito, no es capaz de quitarse la chaqueta y ponerse la bata. No razona, no te entiende cuando le explicas cosas, por lo que cuando se pone a llorar y se bloquea no hay nada que le calme, su mirada está perdida. La profesora que tuvo el curso pasado no me explica nada, simplemente «Mama no habla». ¿Qué hago? Estamos a principios de curso y no podemos seguir así. Lo primero que pienso es pedir ayuda a alguien que sepa más que yo, la psicopedagoga del colegio. Está unos cuantos días con él, pero no sabe qué puede tener porque no tiene unos patrones de comportamiento que definan un síndrome concreto, por lo que tampoco me puede ayudar. Sigo teniendo a un niño en clase que me reclama y no sé cómo puedo llegar a él porque no me han dado una receta para aplicar. Sigo buscando ayuda en gente experta que puede ver a Mama “en acción”, pero ellos tampoco pueden diagnosticarle nada. Me doy cuenta que el curso, poco a poco, va avanzando y este niño no tiene nada diagnosticado. Él sigue con sus bloqueos, sin ningún tipo de comunicación y yo triste por no poder llegar a él, pero me doy cuenta que cada vez me tiene más cautivada y a la vez, más pendiente de cómo poderle entender. Me dan un librito breve para leer sobre educación y hay una frase de Anna Marazza, una psicóloga italiana que dice: «No existen varitas mágicas, sino la genialidad del que le quiere. Cuando uno quiere a otro se vuelve inteligente en la forma de llegar a él». Veo que lo único que puedo hacer con Mama es quererlo. Me doy cuenta que a pesar de que Mama no sepa hablar, se bloquee continuamente, sólo le consuele el juguete con el que está obsesionado, grite en medio de clase sin ningún tipo de motivo… lo que este niño necesita, al igual que los demás, es que los que estamos delante estemos atentos a lo que él es como persona, no a todo aquello que le impide expresarse. Es decir, que le queramos tal y como él es y que todo lo que tiene de “extraño” respecto a los demás, no sea un impedimento para tratarle con amor. A partir de este momento, en el que yo soy capaz de concretar cómo le estoy tratando, él empieza a dar pasitos hacia delante. Empieza a decir palabras sencillas, no para de querer comunicarse con los niños y conmigo, en la clase es muy querido, todos los niños le quieren ayudar, no lo ven como un niño “raro”. Respecto al trabajo, empieza a coger el lápiz y a hacer el trazo de manera ordenada. Al fin y al cabo es lo que hace Cristo con cada uno de nosotros, no utiliza varitas mágicas, sino que nos quiere con todo lo que somos.
Ariadna, Barcelona (España)
MI MADRE SE FUE FELIZ
Querido Julián: Acaba de fallecer mi madre. La hemos despedido, frente a nuestra familia y amigos presentes, con las siguientes palabras, que representan lo que hemos vivido, yo y toda mi familia, durante el tiempo de su enfermedad: «En esta Navidad, mi mamá se convirtió en el mayor testimonio de fe, confianza y amor hacia la vida y hacia Dios. Estoy inmensamente agradecida por este milagro, porque me invita a atravesar el dolor y reconocer en cualquier circunstancia (cualquiera absolutamente) que la felicidad, la paz viene de Él». No hay otra razón para que ella, después de que sufriera un fallo multiorgánico que requería una importante intervención médica en terapia intensiva durante dos meses y seis días, pudiera decir apenas despertó del fallo: «Me siento muy feliz». Además, a quien quisiera escucharla, durante cuatro difíciles semanas, siguió repitiéndolo con una sonrisa en medio del dolor. Yo sólo podía estar a su lado como los pastores, como los magos, admirada, sorprendida y preguntándome: ¿Qué significa esto? Cuando murió, yo como al pie de la cruz estaba junto a ella ya sin vida, preguntándome: ¿Dónde estás mamá? En la homilía de la misa en sufragio de Manuela Camagni, Benedicto XVI respondía a mis preguntas. Allí el Papa me explica esa felicidad que ella sentía, diciendo: «Porque tenemos la certeza de que venimos de la bondad de Dios y estamos llamados a alcanzar la bondad de Dios. Por tanto en esta memoria se encuentra también otro elemento, el gozo: nuestro origen, que es ese gozo que es el Señor, y nuestra llamada a alcanzar la gran alegría final». Más adelante responde mi segunda pregunta, que yo había formulado al sentir su cuerpo inerte: «Dios no es un Dios de muertos, es un Dios de vivos, y quien forma parte del nombre de Dios, quien está en la memoria de Dios, está vivo. (…) En este entrelazarse de Su memoria y de nuestra memoria estamos unidos, estamos vivos. Pidamos al Señor para que sintamos cada vez más esta comunión de la memoria, para que nuestra memoria de Dios en Cristo se avive cada vez más y así podamos sentir que nuestra verdadera vida está en Él y en Él permanecemos todos unidos. En este sentido cantamos el “Aleluya” seguros de que el Señor es la Vida y su Amor no se acaba jamás». También nosotros, en un funeral lleno de cantos, hemos despedido a mamá con el “Aleluya”.
Adriana, Buenos Aires (Argentina)
RIGUROSAMENTE CIERTO
En la ponencia inaugural del Congreso de Católicos y Vida Pública, Julián Carrón incluye una cita de Augusto del Noce en la que este filósofo señala que el contexto cultural en el que nos movemos está marcado por lo que llama un “nihilismo desenfadado”. No he encontrado una expresión que defina mejor la actitud predominante que veo a mi alrededor, en mis compañeros de trabajo y en algunos conocidos del barrio. La dinámica con la que se mueven es la de una reducción permanente del deseo. Engañan el deseo constantemente con pequeñas cosas y nuevas sensaciones (compras, viajes, fiestas, etc.) mientras el dolor, las consecuencias de la crisis, el sufrimiento o la muerte se censuran de inmediato. Es una dinámica que no nos es ajena y constantemente nos vemos empujados a vivir en esta especie de burbuja de irrealidad. En este contexto, suceden cosas que rompen esta burbuja de irrealidad. Por ejemplo, un día, una compañera de trabajo me confía llorando que el médico le ha dicho que no puede tener hijos, o la madre de otra amiga del barrio fallece tras varias semanas de dolorosa enfermedad. Ante estas situaciones se ve claramente que el nihilismo desenfadado no tiene respuesta. La única alternativa a este brutal silencio es mostrar con sencillez que la vida es un regalo y que su valor es infinito, mediante el testimonio, es decir, como resultado de la experiencia personal de ser constantemente creado, amado y salvado por Otro. Algo idéntico ha ocurrido cuando he hablado con algunos compañeros en la caritativa. Dos personas se han conmovido verdaderamente porque han visto que esa belleza de vida corresponde con la espera de su corazón. Por ejemplo, una de ellas ha querido entrevistar a los de Bocatas y dedicarles un par de páginas de la revista en que trabaja, pero más llamativos y nada habituales han sido los comentarios que me han hecho personalmente. Todo esto me lleva a concluir que es rigurosamente cierto que «La encrucijada actual es la ocasión providencial para nosotros cristianos de descubrir la verdadera naturaleza del cristianismo y su relevancia antropológica para poderlo comunicar a nuestros hermanos como experiencia de vida».
Chiri, Madrid (España)
CONVERSIÓN
El cambio en nuestros planes comenzó el día antes de viajar a Bariloche con la noticia inesperada de que la hija de 6 años de mi amiga iba con nosotros a las vacaciones. Luego vendrían 24 horas de viaje con la nena muy enferma, condición que siguió todos esos días y culminó positivamente luego de la internación en el hospital zonal de Bariloche. Yo estaba muy preocupada por solucionar todos los problemas, y cada cosa que sucedía empeoraba la situación, tanto que pensé: bueno, ¿qué más puede pasar ahora? Mi única preocupación era resolver y no me percataba del malestar que iba creciendo en mí, atenta a todos los demás menos a lo único verdaderamente importante: mi propio corazón. Así pasó todo el primer día hasta que por la noche vino la presentación de las vacaciones y las palabras de Julián que sinceramente fueron como un mazazo. Me volví en silencio al hotel sin poder saludar a nadie más porque necesitaba darle espacio a lo que había escuchado. ¿Qué tenía que ver conmigo lo que estaba sucediendo? Yo, que me había pasado dos días diciéndole a mi amiga cómo actuar o analizando en qué cosa nos habíamos equivocado, pero en ningún momento me había surgido la hipótesis de que esto que pasaba tenía algo que ver con el Misterio. Además, se nos dijo que la mayor compañía que podríamos hacernos entre los amigos era reconocer a Cristo, decirle Tú. ¿Era ésta la manera de acompañar a mi amiga? Ciertamente no. Esa noche me acosté pidiendo poder abrazar esta circunstancia y entender qué se me pedía a mí. Algo me resultaba evidente: que el sufrimiento de ella y su hija eran una llamada, una provocación para mí en primer lugar. Y la gracia no se hizo esperar. El día siguiente comenzó a las 6:45 cuando nos despertamos porque la nena se había puesto muy mala. Todo lo que vivimos después, las idas y venidas, la fiebre, el cansancio, tener que cuidarla, la internación de ella y su madre en el hospital, el no poder participar de algunos gestos de las vacaciones, el ir confrontando con los amigos más cercanos cómo movernos, qué hacer, etc. El milagro más grande fue poder vivir una positividad frente a lo que sucedía, este aceptar la realidad tal como nos era dada, instante tras instante.Todo malestar inicial se esfumó, ya no hubo lamentos, ni reproches, sólo prevalecía un deseo intenso de responder a Cristo en esta situación. Se me dio una conciencia clara para afrontar esta realidad tan difícil y sobre todo dejar de pretender cómo debían actuar los demás. Cada canto, cada palabra que escuchaba en los momentos comunes en la Catedral o en el salón, todo me remitía a Él, y no podía más que conmoverme una y otra vez y ¡pedirlo todo el tiempo! La sugerencia de Julián de comenzar cada jornada mendigando: ¡Cómo te necesito Jesús! era tan pertinente, tan correspondiente. Y Él se me acercaba continuamente en cada abrazo amigo, en cada diálogo, en cada canto, en la belleza de los lagos. He vuelto cambiada de estas vacaciones tan intensas, agradecida y conmovida y me doy cuenta que hay una palabra que escuchamos que resume la experiencia de estos días: conversión. Esta semana viendo en el cine las Crónicas de Narnia me conmovió esta frase de Aslan: «Allí tengo otro nombre. Tenéis que aprender a conocerme por ese nombre. Éste fue el motivo por el que se os trajo a Narnia, para que al conocerme aquí durante un tiempo, me pudierais reconocer mejor allí». Y pensé, ¡qué verdad! Se me hizo evidente en Bariloche.
Natalia
LA LIBERTAD DE DAVID
David es un adolescente que está interno en un centro de menores con medidas judiciales. David está en régimen semiabierto, es decir, puede salir a realizar sus estudios y otras actividades que el juez le permita, entre otras, tiene permiso para acudir a nuestro centro para realizar actividades de ocio. Hablamos a menudo y él me busca siempre para contarme cómo está. Poco a poco fue creciendo nuestra amistad. Un día me contó toda su vida, marcada por errores que empezaron desde que era pequeño y han ido creciendo al igual que sus años, culminando siendo internado en el centro donde está ahora por un delito grave. Hace poco tiempo me sacó de una reunión y me dijo que no podía aguantar y que se pensaba escapar del centro. Pensé que me decía eso para llamar mi atención, como había hecho alguna vez, así que le solté la frase con la cual muchos hemos crecido y que, a pesar de ser muy equívoca, tenemos grabada a fuego: “ya eres mayor para saber lo que haces”. Menos mal que me quedó una pequeña rendija para la duda de que fuera verdad, así que añadí que, si lo hacía, viniera a verme. Un par de días después, un chico que no conocía (luego entendí que era un amigo de David) me pidió que saliera a la calle, donde me encontré a David fuera del horario en que le permiten salir. Me contó que se había escapado. Estuve mucho tiempo hablando con él intentando convencerle de que volviera lo antes posible porque, si no lo hacía, el juez le cambiaría a régimen cerrado, y ya no podría salir a la calle. Pero David me dijo que le asustaba su libertad. Que se escapaba para que no le dejaran salir y así le impidieran cometer malas acciones. En ese momento me vino a la mente lo que don Giussani explica sobre la libertad, que es el cumplimiento de los deseos originales de nuestro corazón, buenos y verdaderos, y, gracias a David, lo entendí mejor. Me doy cuenta de que seguimos pensando que la libertad es poder hacer lo que nos apetece. Pero o bien David no quiere su libertad, que no lo creo, o bien la libertad es otra cosa. Y el pobre David con toda su confusión aún no sabe cómo hacer uso de ella y le asusta equivocarse. David volvió dos días después al centro y, de momento, no le dejan salir.
Fernando, Madrid (España)
ESE DESCONOCIDO QUE TIENE QUE VER CON MI DESTINO
Durante las vacaciones de GS, dos amigas y yo fuimos a vender Huellas por la calle. Se la ofrecimos a un pintor veneciano, que la rechazó diciendo que era marxista convencido, estudioso de filosofía, ateo, y que no quería saber nada de nosotros los cristianos, pues pensaba que «vivíamos en un éxtasis permanente». Entonces Domi, una de mis compañeras, trató de explicarle que para nosotros Cristo es una experiencia tangible, es un hombre de carne y hueso y no una visión, y que si estábamos contentas era por el encuentro con Él. Él nos respondió que no estaba de acuerdo: «Soy un hombre lleno de prejuicios, y aunque me dijerais que habíais encontrado Algo grande para mí, no me lo creería y no lo reconocería. Soy un hombre triste». En ese momento me conmoví y me puse a llorar ante la tristeza de aquel hombre. Él sonreía. Entonces Ceci le preguntó: «Pero, ¿podrías tú conmoverte así?». Él respondió que era una cuestión de temperamento, o que tal vez yo me hallaba en un estado de éxtasis a causa de mi fe. Yo le dije que no estaba llorando ante una visión, sino ante él. Le pregunté su nombre, y le dije: «Giuliano, voy a rezar por ti». Nos sonrió y nos dejó diciendo: «Sois jóvenes, estáis llenas de vida. Espero que crezcáis». Nos quedamos en silencio. Yo me sentía herida y, al mismo tiempo, agradecida. Carrón decía que la novedad que llevamos no deja indiferente a nadie. Giuliano no dejaba de decirnos que no creía en el diálogo, y sin embargo se quedó media hora hablando con nosotras. No sé si luego ha vuelto a pensar en ese momento, a lo mejor se ha olvidado ya de nosotras, pero lo que me ha conmovido hasta las lágrimas ha sido la intuición de que ese hombre, ese hombre triste, tenía que ver con mi Destino. He sentido que era mi amigo, porque resultaba claro que sólo Cristo, que está haciendo florecer mi vida, es la respuesta a la tristeza de ese viejo pintor. Hablando con un amigo de lo sucedido me dijo: «En esto consiste el amor gratuito hacia el otro. Te aseguro que Giuliano te ha hecho descubrir el corazón de la vida».
Emanuela, Milán (Italia)
«¿QUIÉN ERES TÚ, QUE PUEDES CAMBIAR A ALGUIEN DE ESE MODO?»
Querido don Carrón: Tengo veintidós años. Quería contarte un hecho que me ha sucedido, porque es la única manera que tengo de explicar lo que más me ha impresionado del capítulo sobre la virginidad. Cuando estaba en tercero en el Liceo, se llevaron de la escuela a una compañera mía de clase, Emilia, porque tenía problemas de drogadicción. Sólo después supimos que sus padres la habían llevado a la Comunidad Cenáculo de la Madre Elvira. Es una monja que ayuda a los drogodependientes sin fármacos, únicamente con la “Cristoterapia”, como dice ella, es decir, una vida basada en la oración, el trabajo y la dimensión comunitaria. Después de cinco años, tres pasados en comunidad y dos de misión, Emilia volvió a Pavía y el lunes por la tarde dio un testimonio sobre su curación y su conversión. Para mí fue increíble volver a verla. Todas las imágenes que tenía de ella se desvanecieron al escucharla hablar: es una persona completamente nueva. Me dio un vuelco el corazón al pensar: «Pero, ¿quién eres Tú que eres capaz de cambiar a una persona de este modo? ¿Quién eres Tú, que conmueves mi corazón hasta lo más hondo?». Después del encuentro, me acerqué para hablar con ella, y se dio entre nosotras una amistad y una familiaridad que me llenaba de asombro. Yo hablaba con ella, y comprendía que una relación así, una sinceridad así no se podía explicar mas que pensando que, en aquel momento, éramos abrazadas por el mismo destino. Si tuviese que explicar el ciento por uno diría esto: «Este anticipo en la relación que tengo contigo», como afirma don Giussani, «aunque te haya visto una sola vez, este anticipo que presiente cómo te veré en la transparencia eterna». Al día siguiente, mi directora de tesis me dijo que tenía que rehacer una parte de la tesis (que yo creía terminada). En circunstancias normales, mi reacción ante algo así habría sido de disgusto, pero sobre todo de sentirme herida en mi orgullo por haber sido corregida. Pero en aquel momento no me importó nada: habría rehecho con gusto toda la tesis, porque tenía en los ojos el encuentro de la tarde anterior. He experimentado un abrazo tan verdadero y tierno que no habría tenido miedo de nada. Tú decías en la Escuela de comunidad: «¿Quién no desea esto para sí mismo? ¿Quién no desea algo tan bonito? No hace falta un tipo de vocación determinado. En la virginidad, el “yo” coincide consigo mismo. La virginidad es la confirmación última de la verdad de Cristo en la historia».
Sara, Pavía (Italia)
LA SORPRESA MÁS BONITA ENTRE ESTAS CUATRO PAREDES
Queridos lectores: tengo treinta y tres años, pero desde hace cinco he vuelto a nacer. He experimentado la mayor sorpresa de mi vida dentro de las cuatro paredes de esta cárcel siciliana: el encuentro con Cristo. Conocerle ha supuesto para mí como sentir arder dentro de mí una llama que calentaba mi alma, y que fuera conseguía iluminar el rostro de todas las personas, a las que reconozco como hermanas desde entonces. Después de haber tenido esta experiencia, todas las personas con las que me he encontrado me han testimoniado de distintos modos Su Presencia. Coincidía muchos días en la cárcel con los voluntarios de Cáritas, pero desde que me encontré con Cristo descubrí que hablábamos la misma lengua, que nos animaban los mismos sentimientos, esos mismos que me había predicado durante mis cinco años de reclusión mi guía espiritual, don Salvatore, que ha perseverado en la relación conmigo, sin sentir nunca el peso que suponía recorrer un montón de kilómetros cada mes desde Calabria sólo para encontrarse conmigo. Con estos sentimientos en el corazón conocí al profesor Burgio, o mejor “u professuri”, como todos le llaman aquí. Una persona especial que me ha impresionado muy profundamente por su forma de estar conmigo, de escucharme. A través de “u professuri” he tenido el gusto de conocer CL y también Huellas, apasionándome así por este gran movimiento que, como en una gran familia, vive y hace experiencia cotidiana de Dios con los demás. En la cárcel, libre ya de corazón y de mente, gracias a mi párroco, al profesor Burgio, a los voluntarios, gracias a la presencia afectuosa y cordial del querido arzobispo de Siracusa, monseñor Salvatore Pappalardo, y siempre junto a mi familia, he abierto los ojos y he podido contemplar a Aquél que siempre ha estado y estará conmigo. Y aunque no me han faltado sufrimientos y pruebas distintas en la vida, puedo juraros que la alegría de tener a Cristo en el corazón nunca ha disminuido, me fío plenamente de la voluntad de Dios. Hablo de una alegría que desconocía, pero que desde siempre habitaba en los corazones de mi familia, y de forma especial en el corazón incorregible de mi mujer, que nunca ha tratado de apresurar mis tiempos y que ha esperado pacientemente que llegara mi encuentro con Dios.
Roberto, Vibo Valentia (Italia)
AHORA, SÓLO TENGO GRATITUD
De las vacaciones realizadas con los amigos del movimiento por primera vez, he venido muy conmovida, además con una certeza y alegría de que aquí es donde debo estar y se me ha dado para educarme y conocer el cristianismo de un modo maduro y ser acompañada por este carisma. Cuando llegué a las vacaciones estaba muy triste porque era sola por Medellín, y me preguntaba por qué no estaban allí mis amigos. ¿Qué movimiento personal les faltó para sentir ese deseo de vivir esta experiencia? Y, ¿por qué yo siempre tuve claro que quería para mí estas vacaciones, sin pensar en cualquier tipo de dificultades que se presentaran? ¿Me faltaría ofrecer una ayuda a los amigos? Después de cuestionarme estas cosas, sentía que Dios me hablaba a través de todos los amigos que conocía, saludaba, con los que compartía el restaurante y pude ver de una manera clara que esto realmente era para mí, me conmoví mucho y mi actitud cambió. Reconocí que estaba siendo abrazada por esta unidad. Me sentí querida. Me preguntaba: ¿Qué me pides, Señor, concediéndome este paseo? ¿Cómo es que aquí estás presente en todo lo que hacemos? Puedo repetir para mí lo que dijo mons. Manfredini: «Es algo del otro mundo en este mundo». Los cantos bellísimos nos introducían en el misterio de Dios. Escuchando “Que sean una sola cosa” hacía memoria de las vivencias aquí encontradas cuando dice: «Que sean una sola cosa para que el mundo vea, que sean un solo Amor para que el mundo crea». Y esto fue lo que me aconteció allí, por eso he querido contarlo a mi familia y amigos porque estas vacaciones fueron diferentes. Fue un sacrificio grande el viaje hacia el punto de encuentro, venía con una lucha interna de sentirme sola, con mal genio y sin entender por qué, si podría haberme quedado en mi casa tranquila; ahora, sólo tengo palabras de gratitud.
Sandra, Medellín (Colombia)
DE RODILLAS
Un amigo me decía esta mañana que, como nadie le esperaba en casa cuando era adolescente, él comía directamente de la sartén. Pues si está puesta la mesa es que alguien te espera. Es el caso de muchas personas actualmente. Como nadie les espera no saben quiénes son. Algunos de nuestros alumnos, que esta semana han ido a Italia, venían sorprendidos por el hecho de que había familias en las que se cenaba todos juntos. Para nosotros puede ser lo normal. Para el que está solo (aunque tenga alguien que le dé de comer) es un acontecimiento. Tengo otra alumna que tiene tanta necesidad de que la quieran y de no estar sola que ya ha tenido muchos novios. Cuando le pregunto por sus relaciones me doy cuenta que son sólo a través del tuenti. Luego no se hablan cuando están cara a cara. El joven demuestra así que es una necesidad infinita de ser querido pero incapaz de abrirse a una relación real. En el tuenti todo es una máscara. El grado de la emergencia educativa es altísimo. Si miro el colegio donde trabajo caigo de rodillas por ver cada día al Señor en acto. Muchos de los hijos de nuestras familias y de otras familias del cole son un espectáculo. Son humanamente grandes pues son sencillamente hijos. Partir en la vida con esta certeza no es poco. Es un gran fruto de nuestro carisma. Aún les queda descubrir como a todos el Origen, pero entran en mejores condiciones. Algunas alumnas de 1º de Bachillerato, provocadas por la oleada de atentados contra los cristianos, escribieron un cartel en el cole informando de los atentados (desconocidos para la mayoría) e invitando a ver la película De dioses y hombres y a un encuentro al día siguiente con José Luis Restán y Clara de Haro para entender mejor la situación. Tienen 16 años y tienen una preocupación por el mundo.
César, Madrid (España)
Después de diez años
EL RETORNO DE FLORENCE
Querido Julián: Me gustaría contarte un hecho que refleja lo que has escrito en tu artículo por Navidad, en particular la frase: «…personas que despiertan en ti un interés y un atractivo tales que te obligan a echar cuentas con lo que te ha sucedido». El miércoles pasado vino a la Escuela de comunidad Florence. Su rostro no me era totalmente desconocido, pero no recordaba nada de ella. Viendo que era “nueva”, la persona que guía la Escuela le pidió que se presentara. Florence dijo: «Conocí el movimiento hace diez años, en la capellanía de la Sorbona. Durante algún tiempo asistí a la Escuela de comunidad que hacían algunos estudiantes italianos que estaban allí de Erasmus. Cuando se marcharon al terminar el curso, yo también me marché. Dejé el movimiento. Este verano estuve en la boda de Violaine y Michele. Allí me volví a encontrar con algunos amigos del movimiento. Al estar con ellos, nació en mí una pregunta: “¿Cuándo puedo decir, viendo mi vida, que he vivido la fe con alegría?”. Inmediatamente pensé en el periodo de la Escuela de comunidad, en aquellos jóvenes. Ésta es la razón por la que he vuelto. Estoy aquí para vivir una experiencia de fe y ser feliz». Entonces me pregunté: ¿Cómo es posible que una persona, después de diez años sin vernos, pueda volver? ¿Qué potencia tiene lo que ha encontrado o visto que le hace volver? Entonces me acordé de su cara, y del grupo “deslavazado” de universitarios que había conocido. Quiero dejar abiertas estas preguntas. Porque ésta es la realidad que más me interesa ahora de la experiencia del movimiento, en medio de muchas otras preguntas. Tu frase es el único comentario adecuado, porque describe este Hecho que ha sucedido.
Silvio, París (Francia)
UNA GENUINA ALEGRÍA
Hace ya varios años que asisto a la Escuela de Comunidad en mi Parroquia, pero no había participado hasta ahora de ningunas vacaciones. Este año me sentí atraída por la posibilidad de sumarme, en gran parte provocada por el lugar elegido. Es que el sur argentino representa para mí, como para mucha gente, un lugar muy especial y no dejo pasar oportunidad de visitarlo. A poco de llegar a Bariloche y ante la sucesión de las distintas experiencias (Misas, paseos, reuniones, comidas en grupo) fui sintiendo que en armonía con el bellísimo paisaje, crecía una genuina alegría en mi corazón. Una alegría que no era sólo la propia, también la observaba en los otros: en los niños, los adultos, los jóvenes; los religiosos y los laicos. Estas observaciones de la gente se sumaban a la de los escenarios naturales, siempre magníficos y sorprendentes. Hasta que en un momento tuve la certeza de que el acercamiento con los otros, el espontáneo intercambio, el contacto humano mismo, me conmovían tanto como el paisaje espectacular y todo me invitaba al encuentro con Cristo.
Graciela, La Plata (Argentina)
En el comedor para pobres
LAURA, SOR LORENZ Y EL MÉTODO DEL SIGNO
Querido don Julián: en octubre conocí a Laura, una chica que desde hace algunos años trabaja como voluntaria con las hermanas de Madre Teresa de Calcuta. El viernes Laura trajo a la Escuela de comunidad a dos voluntarias que trabajan con ella dentro de esta obra. Al final del encuentro me invitaron a que fuera a conocer a la superiora. El domingo siguiente fui al comedor que tienen para pobres. Nada más entrar me impresionó lo que vi: un centenar de hombres, la mayoría de ellos en torno a los cincuenta años, que, sentados y en un clima de serenidad, esperaban a que un voluntario les sirviera la comida. Era evidente que estos hombres, muchos de ellos sin hogar o vagabundos, debían haber sido educados para comportarse de ese modo. En la cocina conocí a la superiora, sor Lorenz. Empezamos a hablar y ella me hizo una propuesta: quería que algunos de nosotros fuéramos al comedor para dar catequesis, porque decía: «Nosotros ayudamos a los vagabundos, pero no lo hacemos de forma sistemática, es decir, no tenemos un método, que es lo que tenéis vosotros». Sor Lorenz me contó que se había dado cuenta de esto cuando vio cómo había cambiado la mirada de Laura cuando empezó a venir a la Escuela de comunidad. Ésta es la razón por la que la directora invitará a todas las voluntarias que trabajan con ellas a la catequesis (la Escuela de comunidad). Me ha impresionado muchísimo el método del signo: mirando a Laura, esta hermana se ha preguntado qué le había sucedido, qué había encontrado Laura. Algo que va más allá de la necesidad de comer y beber que tienen los pobres. Sor Lorenz sólo conoce del movimiento lo que le ha contado Laura. A partir de ahora le enviaremos la edición inglesa de Huellas. Yo no sé qué sucederá en el futuro, pero para mí es evidente que si tenemos la conciencia de ser abrazados por Cristo, podemos entrar en cualquier lugar, no importa si hay vagabundos o millonarios, y tener la misma “presunción” de decir a todos Quién es la salvación del mundo. No hay ninguna diferencia entre los miembros de un Consejo de Administración y estos vagabundos, porque mi interés por el otro tiene su origen en algo que está antes: me interesa saber qué es tu corazón, tu felicidad, y por tanto la mía. Porque el interés de Dios por mí está antes, Él me quiere, quiere mi felicidad.
Claudio, Milán (Italia
LA GRANDEZA DEL DESEO
Querido don Carrón: Hoy me ha llegado el número de Huellas que lleva por título “A la altura del deseo”. Desde hace algún tiempo percibo esta cuestión del deseo como algo que apremia en mí. No recuerdo en qué Ejercicios usted había dicho: «La grandeza del hombre es la grandeza de su deseo». Yo vivo así esta intuición: es como si cada cosa, cada situación que tengo ante mí tuviese al lado el pedal del acelerador, que es la pregunta: «¿Qué quieres, qué deseas en esto?». Al hacerme esta pregunta es como si pisase hasta el fondo el pedal, llegando al sentido de los distintos momentos y detalles de la vida. No niego que la ausencia de mi marido provoca en mí un dolor agudísimo. Tal vez sentiría menos dolor si me golpeara todo el día la cabeza contra la pared, pero la pregunta: «¿Qué quieres tú, qué deseas en esta ausencia?» produce en mí, no una desilusión o una desesperación, sino una curiosidad por ver cara a cara a Aquél que deseo y que me desvela las cosas allí donde Le busco. Cuando mi marido vivía todavía descubrí que ni siquiera él mismo me bastaba, y no a causa de sus defectos, sino en virtud de la Grandeza que me indicaba, introduciéndome y sosteniéndome de este modo en el único deseo de la vida. La relación con él ha estado llena de límites, grandes y pequeños, pero ha sido grande, pues no había engaño en nosotros, pensando que nos podíamos bastar el uno al otro. Permanezco acompañada por este deseo y por todos aquellos que lo desean junto a mí.
Carta firmada
LA REALIDAD ES VERDADERAMENTE POSITIVA (SIEMPRE)
Querido Carrón: El otro día, dos amigos y yo asistimos a un terrible accidente en el que perdió la vida un joven de 25 años, que murió delante de nosotros. Esta experiencia dramática me hizo preguntarme: ¿Para qué vivo yo ahora? ¿Qué sentido tiene mi vida, la caritativa, la vida en el piso, la experiencia en la universidad como estudiante y como representante de los alumnos? ¿Qué sentido tienen las diaconías o los muchos encuentros que la comunidad me propone? Si todo esto fuese por un puro activismo, para llenar mis jornadas, si la compañía fuese sólo una camaradería superficial, si seguir el testimonio que nos has dado en los Ejercicios de los universitarios no fuese para reconocer, amar y entrar cada vez más en una relación personal y viva con el Único que ha vencido a la muerte, que vence también el drama al que asistí, entonces todo sería inútil. Estoy empezando a intuir, y esto me permite estar ante el drama de la existencia, que la realidad encierra una positividad última, porque ha sido abrazada por el Misterio presente.
Giacomo, Bolonia (Italia)
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón