Desde Egipto hasta el Golfo, hemos conocido a algunos cristianos que viven en Oriente Medio, en donde los últimos atentados y los aires de revolución han destapado muchas heridas, pero también una comunión presente, como la que ha surgido a raíz del Meeting del Cairo. Las vecinas de al lado, cubiertas con su velo, el concierto conmovedor hasta las lágrimas, y un matrimonio “mixto”… Experiencias que cambian por una relación que «no creamos nosotros»
El hecho de que Alá exista le produce relax. «Yes! Relax». Para asegurarse de que entiendes lo que quiere decir respira profundamente y se deja caer en el asiento del avión, divertida: «God is this». A primera vista, Takwa no es exactamente la imagen del relax: desde que se ha sentado en su asiento, no ha hecho otra cosa que leer, completamente erguida y quieta. El velo rodea apretado su rostro, y un vestido negro hasta los pies cubre la mochila que sujeta entre las piernas, pero ella no se descompone. Sin embargo, la idea del relax no te chirría, porque cuando te habla de su Dios y de su religión tienes la impresión de que lo tiene todo. No hay nada que esperar o desear, no queda nada por descubrir. Sólo hay que hacer lo que dice el Corán. Y allí se ha dicho todo. «El islam regula mis relaciones y todos los aspectos de mi vida».
Takwa está volando de Roma a Ammán, en Jordania. Ella vive y estudia en Granada. Te explica cómo ha llegado hasta aquí, te cuenta su historia y su conversión: antes se preguntaba constantemente por qué hacía las cosas. Ahora está segura de que Dios existe y de que lo que hace tiene sentido. En el avión todos duermen. Bajo la luz de la única lámpara encendida, hace preguntas acerca del cristianismo, habla del perdón y de su ex novio. Y al final, te enseña un versículo del Corán que ha subrayado. Dice que hay que ser «prudentes» con los que no creen en el Profeta. Pero un instante después insiste en que vayas a su casa. No importa si eres católica y si te conoce sólo desde hace una hora: «No es normal hablar con tanta profundidad, y yo lo necesito».
En el aeropuerto nuestros caminos se separarán, pero esos ojos pintados de negro y llenos de contradicciones han irrumpido en el bullicio de pensamientos y preguntas sobre la vida en Oriente Medio. Los atentados de Bagdad y de Alejandría, la libertad religiosa, la relación entre cristianos y musulmanes… «La posibilidad de una unidad que no depende de la uniformidad», es lo que indica el Papa. «Lo que es propio del individuo nunca se expresa plenamente a través de su cultura, sino que lo trasciende en la búsqueda constante de algo que está más allá». Y te lo muestra una compañera de viaje jordana y musulmana. Y más todavía, la vida de Anne, con la que voy a compartir habitación dentro de pocas horas en una parroquia maronita de Ammán.
Anne es italo-francesa, pero vive en Qatar. Cristiana católica, hija espiritual de don Giussani, está casada con un musulmán practicante. Cuando la escuchas hablar de su matrimonio y de las dos hijas que, por decisión de ambos, han bautizado, te parece más una película que la propia realidad. Y sin embargo habla de una relación real, vivida en un país wahabita ultramoderno pero, en el fondo, tribal, en donde el problema de la fe es que sea «fiel a sí misma». Y en donde la relación con su marido le ayuda a responder a Cristo y a caminar hacia su destino personal. Entonces te convences de que en un caso como éste no valen los prejuicios, los análisis y las habituales categorías de convivencia y diálogo: porque ellos se aman. Sólo después descubrirás que no es la excepción, sino el camino.
Anne se halla en Jordania con otros amigos del movimiento, llegados de los países cercanos, para compartir algunos días juntos (es la primera Diaconía de Oriente Medio, ver apartado en p. 16). Los nombres de algunos de ellos son ficticios por motivos de seguridad, ya sea por su procedencia –Jordania, Qatar, Egipto, Israel, Líbano–, como por el miedo que acecha hoy la vida de los cristianos. Cuando se produce este encuentro, sólo han pasado dos semanas desde el atentado de Año Nuevo en Alejandría, que ha cambiado sus vidas para siempre, como dicen los periódicos. Pero, ¿cómo? «Ya nadie es como antes». Said nació y vive en Alejandría, es profesor y padre de familia. Hoy vive con todo su país la revolución contra al régimen de Mubarak en las plazas, pero antes del estallido del pueblo, vio salir a luz la impaciencia de los cristianos ante la matanza del 1 de enero. El atentado ha destapado muchas heridas. Gente desaparecida sin una explicación, homicidios “religiosos”, como el de su primo George, y muchos episodios sobre los que cae el silencio en seguida porque siempre se ofrece la misma explicación: el asesino estaba loco. Cristianos que son arrestados porque les han sorprendido comiendo durante el Ramadán; libros de Historia en donde el cristianismo es censurado, incluso en una escuela católica como aquélla en la que da clase. Además, las arengas en las mezquitas, en donde los viernes se predica y se invita a «no tener nada que ver con los cristianos». Y las tiendas cercanas a las iglesias, que terminan cerrando.
«El objetivo de islamizar la sociedad se ha alcanzado con gran rapidez. En la educación, en los medios y comunicación, en el comercio...». Botros Fahim Awad Hanna es obispo auxiliar de Alejandría. Nacido en Egipto, en los últimos veinte años ha visto cómo cambiaba todo: «La forma de vestirse, de hablar, la televisión, las constantes fatwas... Estamos recogiendo el fruto de una corriente religiosa islámica integrista, nacida en los años 70 y cuyo desarrollo ha corrido a sus anchas por todo el país. La apariencia externa de religiosidad es fortísima. Pero esta forma exterior no se corresponde con una seriedad a la hora de afrontar la vida religiosa: podríamos decir que no se vive a la altura de esa religiosidad».
Dificultad islámica. La primera razón de este desequilibrio es una dificultad cultural que tiene el mundo islámico: «La relación con la modernidad es el problema que está en la raíz de muchos episodios de violencia», cuenta el padre Giuseppe Scattolin, misionero comboniano, profesor en El Cairo y experto en mística islámica: «El mundo islámico debe realizar una profunda transformación cultural; vive en su interior una tensión radical entre aquellos que quieren abrirse a la realidad actual y los que se cierran en un tribalismo religioso que no acepta la presencia del que es distinto».
Ante los golpes infligidos a las comunidades cristianas, la primera tentación sería responder del mismo modo. Pero la sangre llamaría a la sangre. Sin embargo, luego te encuentras con que el día que se celebra la Navidad copta, el 7 de enero, dos mujeres con velo llaman a la puerta de Said llevando flores, acompañadas de sus hijos. «Querían felicitarnos a mí y a mi familia, y pedirnos perdón por lo que sucedió en los atentados». O que el taxista musulmán, con el que habitualmente no intercambia una sola palabra, le confía que está triste por lo que está sucediendo. «Estaba desconcertado porque no comprendía: él mantiene relaciones normales con cristianos que nunca le han hecho nada; va siempre a un café cuyo propietario, cristiano, enciende la televisión los viernes para escuchar la oración». Y mientras el taxista alarga el trayecto para hablar un poco más con Said, él experimenta que «la esperanza puede venir de una persona que nunca hubieras imaginado».
Mientras Said habla, Ibrahim no hace más que asentir. Él también es de Alejandría. En el atentado ha perdido a cuatro parientes y dos amigos. Una semana después acudió con su mujer a misa a la iglesia de la matanza. Fuera había un grupo de musulmanes, en silencio: estaban allí cuando entró a las 10 de la noche, y cuando salió a medianoche todavía seguían allí. «Entonces me acerqué. Me dijeron: “Estamos con vosotros, lo que os hace daño a vosotros nos hace daño a nosotros, estamos juntos”. Yo me di cuenta de que existe una comunión de la que no somos conscientes. Es lo mismo que vi en el Meeting del Cairo: vivimos una comunión que puede estar oculta pero que es lo único que puede librarnos de los prejuicios; es cierto que sólo tomamos conciencia de ello ante lo que sucede, por ejemplo, el Meeting del Cairo». Said y los demás no pueden contar lo que están viviendo ahora sin hablar del Meeting.
«Completamente distinto». Lo que sucedió en los dos días de encuentro entre cristianos y musulmanes a finales de octubre (cf. Huellas n 10/2010) «es lo que ha cambiado mi forma de mirar la realidad, también ante la tragedia de Año Nuevo». Sarah tiene 25 años y es también de Alejandría. Ella no esperaba nada del Meeting. «No creía que pudiera resultar algo bonito, ni que la gente fuera a venir, para mí era imposible que tuviera éxito. Yo tenía una idea en la cabeza: los musulmanes no quieren estar con los cristianos. Punto».
Pero sucedió algo completamente distinto. «Un milagro», dice ella. «Fue completamente distinto de lo que yo pensaba. Trabajamos juntos, nos vimos impactados por las mismas cosas, por las mismas palabras. Vi suceder el movimiento junto a aquellos chicos musulmanes». Sarah habla de ello contenta, pero con un fondo de seriedad y de dolor. La bomba que explotó en Año Nuevo es una de esas cosas que siempre ha sentido lejanas, «y de repente sucede cerca de ti, dentro de tu vida, y descubres que la existencia es un soplo. Entonces no dejas de preguntarte: ¿Qué es lo que quiero? ¿A quién sigo?». Se lo pregunta cada día, se le pregunta cuando debe ir al médico, porque el ambulatorio está cerca de la iglesia de los Dos Santos, y ella no consigue pasar por allí porque todavía hay restos de sangre en las paredes y en el asfalto.
El miedo es grande. «Pero el Meeting me ha dado una mirada más profunda sobre la realidad. Antes del atentado, habría mirado las cosas a medias». En cambio, se ha sorprendido diciendo a sus amigos que querían vengarse que es necesario perdonar. «He experimentado una responsabilidad nueva sobre mi vida y sobre la suya. Y no les puedo decir nada que no sea verdadero para mí. Por eso necesito un trabajo personal. Necesito convertirme». Así es como una masacre puede cambiarte la vida para siempre.
«Haré de escudo». Volver la mirada. Como hicieron ellos en octubre, mientras preparaban el Meeting. Cuando los voluntarios musulmanes estaban «más felices y entusiasmados que nosotros», cuenta Said: «Ellos fueron los primeros en abrirse, y esto nos hacía abrirnos a nosotros. Lo que para mí era una ilusión se ha convertido en realidad: las palabras no eran ya palabras, sino una vida que se puede palpar. Vuestros caminos no son Mis caminos: he visto realizarse esto». Ha visto que Dios puede unir de una forma que no podemos imaginarnos. Y que puede usar una semilla, como la del Meeting del Cairo, que parece fragilísima, pero que se ha clavado en el mundo. Una semilla que se ve y se toca.
En los días siguientes al atentado de Alejandría, entre declaraciones y gestos de intransigencia, los voluntarios del Meeting organizaron un concierto en Qubbat al Ghori: sobre el escenario, cristianos y musulmanes lloraban mientras cantaban. Como los espectadores. Mientras, Wael Farouq, vicepresidente del Meeting, era invitado por el papa copto Shenouda III a una misa y a un encuentro con él. Y Abdel Fattah Hasan, ex parlamentario de los Hermanos musulmanes, afirmaba delante de las cámaras: «Si alguien trata de hacer daño a los cristianos, yo quiero hacer de escudo con mi vida».
Es lo que Said ha corrido a decir a sus amigos después del atentado: «Formamos parte de una gran historia». Esto es lo que hace que no te sientas como una minoría. Y lo que hace que «mi rabia menguara al instante, cuando me llamaron por teléfono los amigos que viven lejos». Ve cómo se realizan todas las palabras de Cristo. Incluso esas de Juan 16: «El que os dé muerte pensará que da culto a Dios». Lo que dijo Jesús, y que sucede hoy en día, «nos hace pensar en nuestra fe», continúa: «Podemos descubrir esta fe, y vivirla con los demás». Rony escucha con atención las palabras de Said, su cara dice que también para él se trata de una conquista paso a paso. Es libanés, pero no importa: siente el atentado como algo suyo. «Es la respuesta del mal al bien que está creciendo». Y él quiere este bien. «Ante lo que ha sucedido, ¿qué dice mi fe?». Las personas a su alrededor lo reconocen: después de la tragedia, muchos fueron a verle llenos de dolor. Sencillamente porque él nunca deja que «pase un encuentro, aunque dure cinco minutos, sin que el otro sepa que mi Señor le quiere».
«El destino de mis hijos». Vidas plasmadas por «los principios y las acciones que provienen de la fe». En su viaje a Jerusalén, el Papa dijo que la cultura verdadera («una cultura no definida por límites de tiempo o de lugar») procede de aquí: de vidas que reflejan la irrupción de la presencia de Dios, de vidas que aman. «Después de la muerte de Cristo, fue necesario el amor de los discípulos para que comprendiéramos Su muerte», dice Said. Hay algunos momentos en los que piensa que la muerte de esos hermanos tenía tal vez “un sentido”. Desde luego, ahora «es necesario el amor de los discípulos», para que se desvele su sentido. «Sólo de este modo puedo comprender la tarea que tengo hacia mí mismo, hacia mis amigos y hacia todos».
Anne tiene los ojos llenos de lágrimas. Dice que lo que ha escuchado es la esperanza para su familia. Porque la unión entre ella y su marido «es un milagro que no podemos crear nosotros: sucede únicamente por la presencia real de Otro. Pero el mundo no quiere lo que nos sucede a nosotros. Lo rechaza. Y podría también rechazar a nuestros hijos, fruto de esta unión. Sin embargo, ahora sé que no sólo tienen una tarea especial, sino que su destino tiene un lugar».
BOX EL ENCUENTRO
«EN EL CORAZÓN DE UNA EXPERIENCIA QUE VA MÁS ALLÁ DE LO QUE SABEMOS»
Se ha celebrado en Jordania la primera diaconía de Oriente Medio. Tres días de convivencia, entre preguntas y cantos en árabe, para profundizar en una amistad
«Es necesario que la libertad se entregue, que la carne se entregue, para que el Espíritu la cambie». Don Ambrogio Pisoni acaba de volver de Jordania. Es visitor de las comunidades de CL en Oriente Medio y en el Lejano Oriente, y nos cuenta la experiencia de estos tres días de convivencia y trabajo en Ammán: la primera diaconía de Oriente Medio. Un encuentro entre algunos amigos italianos y una decena de árabes llegados de Jerusalén, Beirut, Alejandría y Doha.
¿De dónde nació la idea de proponer este encuentro?
Hasta el año pasado, el movimiento en Oriente Medio se encontraba una vez al año, en un gesto pensado para todos. Nos parecía que había llegado el momento de encontrarse con algunas personas de cada comunidad, sencillamente para profundizar en una amistad que renazca continuamente del carisma de don Giussani. Una amistad que sea una ayuda para la vida de las distintas comunidades.
¿Qué ha sucedido en estos días?
Un hecho inesperado, como siempre sucede cuando Cristo acontece. He visto la respuesta seria y libre de cada uno: todos se han implicado, compartiendo con los demás el camino personal de conversión y la vida de la propia comunidad. Una comunión vivida. Los testimonios nos han mostrado también que el Acontecimiento precede siempre al pensamiento. De nuevo, nos hallamos ante esta evidencia: la riqueza de la experiencia, que es don del Espíritu, precede y supera siempre la conciencia que tenemos de ella. Se nos pide ser cada vez más conscientes de lo que vivimos.
¿Por eso es necesario encontrarse y juzgar juntos?
La Iglesia es una convocatio, una comunidad de llamados. Es necesario que la libertad se entregue, que la carne se entregue, para que el Espíritu la cambie. Es necesario encontrarse, porque el método es una comunión.
Las oraciones, los cantos y la liturgia eran los propios de la tradición árabe. Como árabes eran casi todos los presentes. ¿Qué dice este hecho a la vida del movimiento?
Es el reconocimiento de que el carisma de don Giussani, como todo carisma auténticamente católico, es capaz de impregnar y plasmar la originalidad cultural, la tradición de un pueblo.
¿Qué perspectiva de trabajo dejan estos días?
Ante todo, un gran agradecimiento. Como consecuencia, dejan una razón más profunda y conmovida para seguir por el camino que estamos haciendo.
Esta amistad, ¿juzga también el delicado momento histórico que viven los cristianos en Oriente Medio?
Lo juzga todo. El juicio concreto sobre este delicado momento histórico es que existen personas que empiezan a decir “yo”. El acontecimiento de nuestra amistad ha avivado y animado la libertad de cada uno para asumir un trabajo personal. Para llegar a ser uno mismo.
A.S.
BOX El NUNCIO EN IRAQ Y JORDANIA
DICHOSOS LOS LIMPIOS DE CORAZÓN
«El terrorismo no es el problema más preocupante para un cristiano». Monseñor Giorgio Lingua explica qué ofusca verdaderamente la fe y cuál es la mayor urgencia: «La conversión»
Desde hace dos meses, el Papa le ha confiado la difícil tarea de Nuncio apostólico en Iraq y Jordania. Él dice que quiere ser un Nuncio «limpio de corazón». Nos encontramos con el arzobispo Giorgio Lingua en Ammán, a su vuelta de Bagdad. Allí ha visitado la iglesia de Todos los Santos, donde ha permanecido en pie ante el altar acribillado a balazos. «Pero lo que más me ha impresionado ha sido conocer a los supervivientes del atentado, que se quedaron encerrados en aquel infierno durante cuatro horas». Está muy afectado, no sólo por lo que contaban, sino por cómo lo contaban. «No tenían ningún rencor. Esas personas tienen una razón más».
Excelencia, ¿por qué estima tanto esa «pureza de corazón»?
Por que es necesaria para encontrarme con el otro y ver el bien que hay en él. Quiero fiarme de las personas con las que me encuentro. Si desconfío y me dejo condicionar por los prejuicios, corro el riesgo de no percibir las razones del otro. Sobre todo en Iraq, en donde se palpa la desconfianza y la sospecha: esto es lo que obstaculiza las relaciones, nuevas y antiguas. Por eso quiero apostar por la humanidad de cada uno.
¿Qué entiende por “humanidad”?
Antes de ser cristianos, musulmanes u otra cosa, existe entre nosotros una fraternidad esencial: la imagen del Creador grabada en el corazón de cada uno, independientemente del espejo en el que la miremos. Siento que debo apostar por esta imagen. Porque está presente en todos, incluso en el terrorista. Puede estar oculta bajo el polvo o sepultada por un alud de fango, pero existe. Estoy seguro de ello.
¿Qué significa esto en la experiencia?
Cuando damos el primer paso, puede suceder cualquier cosa, puede nacer una relación. Desaparece la indiferencia.
¿Qué ha visto en la comunidad cristiana de Bagdad?
He visto gente que «espera contra toda esperanza». Cuando todo podría llevar a la resignación, hay quien actúa sin hacer demasiados cálculos y sin perderse detrás de los “si…”, “pero…”. Apostar de nuevo por un cambio, desde la esperanza y la fe. Me ha impresionado, por ejemplo, el trabajo que hace Cáritas con los niños minusválidos y sus familias, en su mayoría musulmanas: son el testimonio de que la convivencia interreligiosa es posible si parte de las necesidades del otro.
¿Cuál piensa usted que es la mayor urgencia ante lo que sucede en Oriente Medio?
Después de dos meses en estas tierras, he tenido la clara impresión de que los peligros externos, el terrorismo, las discriminaciones, las amenazas… vienen “después”. Desde un cierto punto de vista, son menos preocupantes que los problemas internos de los cristianos: los juicios, las sospechas, la falta de caridad. Los primeros, aunque penosos e inaceptables, no nos impiden ser cristianos. Pero los segundos son más graves, porque ofuscan nuestra identidad. Por eso lo más urgente es purificar el corazón.
En una reciente homilía, usted ha hablado de la urgencia de la conversión: «Que nuestros corazones sean tocados».
Jesús no vino para liberarnos de todos los males, sino para sanar la raíz de todos nuestros males: el pecado. No ha prometido resolver nuestros problemas, sino que nos ha mandado amarnos unos a otros. Ésta es la prioridad, si queremos salvar el cristianismo auténtico y no sólo nuestras tradiciones. Mientras nos defendemos de las persecuciones (y tenemos derecho a hacerlo), no debemos olvidar que lo más alarmante es lo que incide negativamente en nuestra fe.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón