Desde la Iglesia “Cristo caminante” a la Policlínica. De allí al Colegio Universitario, el Centro de Atención a Mayores (CAM) y el Centro Educativo “La Huella”. Los frutos de la obra fundada por el padre Mario Pantaleo. La amistad con el movimiento y la colaboración con AVSI
El chofer de la limusina que me llevó desde el hotel del centro de Buenos Aires hasta la pequeña iglesia del padre Mario Pantaleo, bajó después de mí y quiso entrar conmigo. Y no sólo para estirar las piernas tras una hora de viaje. Allí, en ese lugar, tan remoto y periférico, hay algo que vale la pena ver y tocar. Parece que son muchos los que lo saben, acá en Argentina, más de los que uno se podría imaginar. La Obra, que lleva el nombre del sacerdote italiano que tenía el don de curar imponiendo las manos, es una realidad instalada en la contradicción alegre y desesperada de la periferia de Buenos Aires. Se llama González Catán, y es una de las zonas más pobladas y con menos infraestructura de la gran metrópoli. Aquí, el padre Mario se sintió llamado para llevar a cabo su misión. Aquí surgieron, junto a la Iglesia repleta de ex votos agradeciendo las curaciones, una Policlínica, un Colegio Universitario, la Escuela, el Jardín de infantes, Talleres para oficios... Como ya se dijo anteriormente en Huellas, todo ello pudo desarrollarse, años después de la muerte del Padre en el año 1992, gracias al encuentro con algunos amigos del movimiento y, en particular, luego del definitivo encuentro entre Perla Aracelis Gallardo, heredera de la Obra, y don Giussani. En los años que siguieron a la muerte del padre Mario, Perla, que tiene hoy 80 años, buscó por todo el mundo alguien que la ayudara, sobre todo en el proyecto educativo (la Madre Teresa le dijo: «Yo no puedo, mis hermanas son analfabetas») hasta que conoció Comunión y Liberación. Uno diría «qué pequeño es el mundo y qué grande es Dios», parafraseando una de las frases más queridas de don Giussani.
Tierra fecunda
La Argentina es así: una tierra bellísima y generosa, que parece esperar solamente ser fecundada. Me dice Alberto Piatti, presidente de AVSI, con quien me reúno en un café en el centro de Buenos Aires: «Es un país espléndido, basta tirar unas semillas y crece una planta enorme». La Obra del padre Mario, ciertamente, aparece como un imponente bosque entre calles de tierra. La frase de Piatti me viene en mente cuando, recién llegado, veo una cola de gente, mujeres y muchos niños, que esperan entrar en la secretaría parroquial. «¿Qué quieren?», le pregunto a Antonella de Giorgi, responsable de AVSI en la Obra, quien oficiaba de guía. «Vienen a bautizar sus hijos», me responde. Vienen a presentarse ante la tumba del sacerdote italiano que curó a tantos, pero también al corazón de una realidad educativa y de acogida que aprecian y estiman. Son muchos los recién nacidos, y nos dan a nosotros, europeos exangües, a nosotros, italianos enriquecidos, la idea de una vitalidad proyectada hacia el futuro, de una fecundidad de la gracia de Dios a pesar de los desagües que corren a cielo abierto y de la mendicidad por la calle. Salen todos de “Cristo caminante”, imagen muy querida por el padre Mario, nombre de la iglesia, y a quien están dedicadas todas sus obras.
Los datos de este municipio de la periferia de Buenos Aires son impresionantes: en esta zona, llamada Villa del Carmen, sólo el 30 % de las calles están asfaltadas, el 70% de la población vive bajo la línea de pobreza, el 50% son desocupados, de los cuales, 24.000 reciben subsidio estatal. Es la otra cara del populismo peronista: a los pobres se los mantiene en un estado de sumisión y funcionan como reservorio de votos para los potentes. Carne de urna (o de manifestaciones en las plazas).
De la Policlínica al Colegio
Las construcciones en ladrillos rojos, como quiso el sacerdote nacido en Pistoia (hay algo de arquitectura típica de la Toscana en la Obra) se suceden unas a otras, ofreciendo a la gente diversas estructuras. Se comienza por una Policlínica, tan necesaria para la gente de la Villa, ya que aquí no hay mutua y uno debe esperar unos tres meses para ver a un especialista. Se sigue con el Colegio Universitario, una de las últimas iniciativas de esta realidad. En colaboración con la Universidad Católica de la Plata, permite a muchos jóvenes del lugar, que trabajan durante el día, venir a estudiar a la tarde. Las carreras del Colegio Universitario preparan a los jóvenes en Administración de Empresas, y la idea fuerte es que se vuelvan sujetos de nuevas empresas, sin abandonar el territorio, tan degradado y necesitado. Pronto se abrirá la carrera de Educación Física. A los profesores de las materias les lleva una hora y media de coche llegar hasta aquí, desde La Plata, a 90 Km., pero están felices por lo que sucede. Para poder realizar todo esto fue muy importante la contribución de la CdO de Bérgamo, que ha “adoptado” esta iniciativa. El intento educativo es la verdadera hipótesis de trabajo de esta realidad: el sector universitario, el último que ha nacido, es el punto de llegada de todos los otros niveles que reúnen, desde el jardín hasta la enseñanza superior, a 2600 alumnos, articulados en tres turnos durante el día.
La biblioteca de Silvia
Luego, con Antonella, nos paramos frente al edificio donde se ubicará la Biblioteca. Gracias a la generosidad de amigos y parientes de Silvia Oldrini, una joven del movimiento de Legnano fallecida de cáncer a sus 29 años, poco después de haberse casado. Silvia había mandado un pañuelo a la tumba del padre Mario; no obtuvo la curación, pero sí encontró una nueva serenidad en sus últimos días. Los suyos tomaron en serio sus palabras y hoy nos conmueve pensar que estos muros acogerán 13.000 volúmenes y un laboratorio de computación, gracias a una muchacha que no fue curada, pero cuya muerte, de todos modos, fue tocada por una gracia.
También vimos el hermoso centro para ancianos (para quienes AVSI lanzó el proyecto “Apadrina un abuelo”) y el de discapacitados, abierto hasta el atardecer, para no quitar la responsabilidad de las familias para con sus hijos.
Gracias al sostén a distancia, organizado por AVSI, hay 450 chicos que reciben ayuda económica desde Italia. Con sus familias se ha ido construyendo una relación educativa, a través de las visitas a las casas de las trabajadoras sociales, y los encuentros con las familias en el Centro “La Huella”. Hace cuatro años que este Centro Educativo nació aquí, donde todos los días 400 niños encuentran espacio para sus juegos y estudios.
El milagro del trabajo
Preciosa, por último, la visita a los talleres de oficios, verdadero corazón del esfuerzo educativo con los jóvenes del lugar, los más expuestos al riesgo del parasitismo social, a la droga, a la desocupación alimentada por el poder político. Luego de la merienda para todos los niños, a las 16 h. (banalmente, se sacia el hambre, la verdadera, para evitar posteriores distracciones), se estudia y se trabaja. Hay seis cursos: cocina, servicio de salón y coctelería, panadería, carpintería, agro-paisajismo y telemarketing. En ambientes agradables y tecnológicamente preparados, donde 120 alumnos encuentran maestros artesanos llenos de pasión. Con algo para decirles. El 40% de estos jóvenes encuentran trabajo gracias a estos cursos. Un verdadero milagro en este desierto social que llaman Villa.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón