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Huellas N.8, Septiembre 2006

IGLESIA Oriente Medio

Israel y el mundo árabe. La historia

Roberto Fontolan

El Estado de Israel y el mundo árabe

Un día, a comienzos del siglo pasado, recién llegado de un viaje por las colonias inglesas del África negra, lord Chamberlain recibió la visita de Teodoro Herzl. Mientras bebían un te, le dijo: «He vuelto del África oriental, he visto un país para vosotros. Se trata de Uganda, en donde el clima es excelente para los europeos... y he pensado para mis adentros: he aquí un lugar para el doctor Herzl». En aquel periodo el fundador del sionismo llamaba a las puertas de las grandes potencias en busca de una tierra para los judíos de Europa oriental, sobre todo para los rusos, cansados de los continuos pogromos y de las oleadas antisemitas que sacudían la vida de sus comunidades. La propuesta inglesa no le disgustó, y la trasladó al Congreso judío de 1903 como una interesante «solución transitoria». Pero el Congreso no se fió y en aquella sesión y en las sucesivas desechó la opción ugandesa: la única tierra para los judíos era y debía ser la tierra de sus padres, Palestina.
La historia no cambió: en 1917, con la Gran Guerra todavía en curso y mientras el coronel Lawrence prometía a los árabes la creación de un gran reino a cambio de su revuelta contra el Imperio otomano, lord Balfour reconocía a los judíos el derecho a un «hogar doméstico» en la tierra palestina. Hogar doméstico es una expresión bastante extraña con la que la mayoría de los textos de la época traducía la palabra inglesa homeland, también ella bastante equívoca: ¿se trataba de un Estado, de una propiedad, de una tierra? ¿Con qué límites, con qué disposición? En aquellos años el problema parecía (a los ingleses) todavía contenible. El historiador Benny Morris ha documentado minuciosamente (en su libro Vittime, editado por Rizzoli) el comienzo y el desarrollo de la historia de las relaciones entre judíos y árabes en la tierra de Palestina. Los primeros asentamientos, los intercambios económicos, el observarse mutuo de dos pueblos que se situaban uno junto a otro después de siglos de lejanía. Como dos familias muy numerosas que se encuentran de repente con que son vecinas, es más, con que habitan en el mismo chalet pareado, tal vez con el jardín en común. Durante algún tiempo los sentimientos están entremezclados: interés o sospecha, deseo de colaboración o impulso de separación. Y mientras todo el barrio se empieza a inmiscuir: da consejos o incluso pretende indicar las soluciones justas para la convivencia o para la victoria de una sobre la otra. Ya se sabe cómo han ido las cosas después. Terminada la segunda Guerra Mundial Gran Bretaña, odiada ahora por los árabes y aborrecida por los judíos, abandona el “Mandato” sobre la región. La naciente organización de Naciones Unidas intenta una partición de la tierra en dos estados, pero el proyecto (que resultaba ventajoso para los palestinos, a la luz de las soluciones de las que se habla hoy) es rechazado con menosprecio por los árabes. Los judíos declaran el nacimiento del Estado de Israel, y estalla la primera guerra árabe-israelí. Agredido repetidamente y amenazado de extinción de forma sistemática, el Estado de Israel erige la barrera de la fuerza. Habrá una segunda guerra en 1967 y una tercera en 1973, a las que se añadirán las invasiones israelíes del Líbano (1978, 1982 y la actual) y la primera y segunda Intifada palestina (1987 y 2000).
Durante mucho tiempo el conflicto ha sido esencialmente nacional y político. No de judíos y musulmanes, sino de israelíes y árabes. Las organizaciones palestinas eran rigurosamente laicas, marxistas en algunos casos, y lo eran los gobiernos árabes. Precisamente desde El Líbano llega la primera caracterización religiosa, que afecta sin embargo a los cristianos: en el curso de la larguísima y atroz guerra “civil” (era civil sólo en parte) los cristianos se encontraron frente a los palestinos y a los musulmanes libaneses. Sentían amenazada la existencia del Líbano y con ella su posibilidad de existir como cristianos libaneses. Pero la “islamización” de las guerras de Oriente Medio llega con la revolución jomeinista de Irán en 1979 y la revuelta antisoviética de los mujahiddin afganos. En el año 82 nace en el sur del Líbano la milicia chií Hezbollah, y a partir de los años siguientes, en los territorios ocupados de Gaza y Cisjordania, lenta pero tenazmente, la organización sunní Hamás suplanta a la OLP, de carácter laico.
En los últimos años ha estallado el fenómeno del terrorismo islamista, y palabras como mártir o kamikaze se han vuelto tristemente familiares. Hoy parece que nada ni nadie consigue desenredar este embrollo incandescente. No lo consigue la fuerza militar, ni las políticas de los protagonistas, ni mucho menos la comunidad internacional, llamada a la nueva prueba de la Fuerza internacional, con Italia en primera fila. Con nostalgia y pesar se pueden consultar los innumerables documentos eclesiales y llamamientos papales. Una sabiduría no sólo humana y moral, sino también política.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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