¿Qué está ocurriendo en el mundo de la investigación médica? ¿Cuáles son sus límites? ¿Cuáles las nuevas fronteras? Habla el jefe de la comisión de bioética de la Casa Blanca, que en esta entrevista denuncia que el empleo indiscriminado de las biotecnologías por parte de la ciencia nos llevará inevitablemente hacia la eugenética
El panorama que pintó frente al auditorio repleto del Meeting es de los que no deja indiferentes. «En el mundo científico hay quien está pensando en una nueva creación de la vida humana, hay quien está estudiando modalidades para cambiar nuestra especie, utilizando las tecnologías para “mejorar” al hombre, creyendo que Dios no ha hecho un buen trabajo». Edmund Pellegrino ha dedicado su vida primero a la medicina y luego a los interrogantes éticos que la investigación médica plantea. Sus advertencias gozan de la autoridad que deriva de estar a la cabeza del Bioethics Council, la comisión de bioética de la Casa Blanca, en Washington.
Aunque en Rímini habló como estudioso a título personal, hace cierto efecto enterarse de lo que se mueve en el mundo de la investigación de la mano del hombre que ofrece al presidente George W. Bush sus consejos sobre bioética. Pellegrino ha debatido con Giorgio Israel (Universidad La Sapienza de Roma) sobre el tema “La bioética y la búsqueda de la felicidad”, en un acto moderado por Giancarlo Cesana. Huellas ha querido profundizar con él en algunos de los temas abordados desde la mesa.
Ya se están dando procedimientos como el diagnóstico genético pre-implantación que prevé la creación de embriones en laboratorio para instalar en el útero materno sólo los que presentan algunos requisitos, para tener “garantías” sobre cómo será el concebido. Profesor, ¿estamos encaminándonos hacia la eugenética?
Indudablemente. Ya estamos caminando en esa dirección. Cuando pensamos en prácticas como la que usted ha citado, resulta evidente. Queremos niños perfectos, sin deficiencias, para no tener problemas al criarlos. Se hace una selección y si luego no sale lo que uno se espera, siempre puede abortar. Es una realidad muy peligrosa. Las intervenciones de tipo genético tienen aspectos positivos y negativos, pero en todo caso, si utilizamos nuestros conocimientos para hacer daño al feto, con el aborto o de otra manera, cumplimos un acto erróneo desde el punta de vista ético.
Usted ha hablado en el Meeting de la «búsqueda de la felicidad». ¿Pero tenemos derecho a perseguir, mediante la investigación, una virtual inmortalidad?
Usando el término “derecho” entramos en el terreno legal y no existe ningún derecho legal a la inmortalidad, ni podemos pensar que ningún gobierno lo establezca. El empleo de las técnicas a favor de la búsqueda de la inmortalidad tiene que ver, más que con las leyes, con la ética. Si persigues tu inmortalidad y cada cual intenta perseguir la propia, el efecto que conseguimos sobre la sociedad es desastroso, porque acabaremos utilizando un tipo de tecnologías extremadamente peligroso. La esperanza de la inmortalidad es la ilusión más grande de la raza humana. Hay quien ve en las biotecnologías un medio para alcanzar la felicidad, a costa de destruir embriones en aras de la investigación. La tecnología abre muchas puertas, pero nuestro problema es entender cuáles merece la pena abrir, cuáles no deberían ser abiertas nunca y cuáles, una vez abiertas, deben ser cerradas inmediatamente.
Cada vez se extiende más la tendencia a definir el método científico como capaz de explicarlo todo...
Hay una fuerte tendencia, que sin embargo no es nueva, a pensar que se pueda llegar a comprender el ser humano en términos de pura química y física. Ya Watson y Crick (los científicos británicos que descubrieron la estructura del ADN, ndr) sostenían que esto es todo lo que necesitamos para comprender al hombre; Dios no nos sirve. Para quien mira a la humanidad desde otra perspectiva, en cambio, este método es totalmente inadecuado. Pero el mundo científico está cada vez más dividido entre quien defiende una antropología según la cual somos sólo materia (y el hombre es simplemente la estructura más alta de la materia) y quien opina que hay algo más que se debe tener en cuenta. Esta división se está agudizando y está en la base de todas las discusiones actuales de bioética. Mi posición es que razonar sólo en términos de química y física es utilizar un método completamente inadecuado: hay muchos aspectos de la vida humana que no se pueden abordar con un aproche científico de este tipo, por lo tanto, no puede ser el único modo de conocer la realidad.
Usted ha dicho que en la relación médico-paciente no se pueden abordar las cuestiones éticas sin tener en cuenta las “preguntas últimas” y que los médicos se ven hoy impelidos a tomar decisiones mientras estas preguntas esperan todavía respuesta. ¿Puede elaborar esta reflexión?
¿Qué significa el ser humano? ¿Qué es su dignidad? ¿Cuál es el objetivo de la vida humana y qué es el destino? Hay personas que niegan que el ser humano sea algo absolutamente especial con respecto a los demás seres vivientes. Pero no puedes utilizar la tecnología de manera sabia, si primero no comprendes qué objetivo tiene. Estamos profundamente divididos en el juicio sobre el hombre, pero muchos en el mundo de la bioética reconocen ahora que no se puede dar un paso más si primero no se contesta a estas preguntas.
En América se discute sobre temáticas como las células estaminales embrionarias, el aborto, la eutanasia, la medicina regenerativa. ¿Cuál es la calidad de este debate?
Muchos expertos de bioética se están politizando, en el sentido deletéreo del término. Pretenden decidir qué es justo o equivocado arbitrariamente, y quieren plasmar estas decisiones en una acción inmediata convirtiéndolas en leyes. Esto vale tanto para los conservadores como para los liberales. Estamos pasando desde la dialéctica, que es un examen inteligente de un problema, hacia la polémica. Se pelea, se ofende y así se pierde la capacidad de llevar adelante un discurso coherente.
Ha causado sensación la opción del presidente Bush de hacer uso, por primera vez desde que está en la Casa Blanca, del derecho de veto para parar la ley aprobada por el Congreso con el fin de extender la financiación federal a la investigación sobre las estaminales embrionarias. Es un tema que apremia particularmente al Presidente...
Es muy importante que el Presidente tome tan en serio una cuestión del género. Ha sido una decisión absolutamente justa la de recurrir al derecho de veto, porque como sabemos ese tipo de investigación supone la destrucción de seres humanos en los primeros estadios de su desarrollo. El presidente Bush ha actuado con sabiduría, de modo ético y humano.
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