El amor en la literatura, la televisión y el cine
Lo podrían decir Mónica Bellucci, Ricardo Scamarcio, Silvio Muccino o una página de Federico Moccia; incluso una confesión en el programa de televisión Uomini e donne, de María De Filippi. Todos dirían: «La verdad del corazón la siento aquí, en la tripa. Si me emociona quiere decir que existe de verdad». ¿Qué tiene que ver esto con lo que dice Julián Carrón cuando recuerda que el corazón es un criterio “objetivo” e “infalible”? Tratemos de investigar. El chico malo y la chica formal. Se atraen, se buscan, pero al final ella dirá que no: en el fondo él es un sujeto peligroso y jamás podrá “corresponderle”. Es la trama básica de las dos novelas más difundidas entre los adolescentes: Tres metros sobre el cielo (Nuevas Ediciones de Bolsillo, barcelona 2006) y Ho voglia di te, escritas por un autor de gran olfato que ronda los cuarenta: Federico Moccia. Y ha sido la editorial Feltrinelli la que ha intuido la potencialidad del sector adolescente, la misma que en su tiempo publicó a García Márquez, el Doctor Zhivago, los diarios del “Che” Guevara y El gatopardo. Pero eso fue hace tiempo. Hoy la mercancía que mejor vende es el corazón con sus intermitencias. Pero, ¿no es en el fondo lo que dice el Papa –no os escandalicéis, seguid el razonamiento– cuando explica a los jóvenes romanos: «No debemos dejar de lado, por miedo o por vergüenza, la gran cuestión del amor»? La gran cuestión del amor. En Italia, si les hablamos de amor a las adolescentes, en el cine les gustan dos tipos: Ricardo Scamarcio (que ha llevado a la pantalla precisamente Tres metros sobre el cielo) y Silvio Muccino. ¿Por qué estos dos, el guapo inadaptado y el desgraciado en amores, “corresponden” a la espera de los corazones femeninos? Tal vez porque buscan lo que es lejano, silvestre y, por tanto, presumiblemente todavía auténtico. ¿Pero esto le basta al corazón? De corazón habla Anche libero va bene, primer trabajo como director de uno de los actores rompecorazones más cotizados de estos años: Kim Rossi Stuart. Ha tratado de reflejar a un hombre y una mujer en toda su fragilidad, ante la mirada triste de su hijo menor. Sigues la historia y aunque es un tanto inmadura te conmueves por esos corazones desorientados. Al igual que experimentas ternura por el Cuore Sacro de Fernan Ozpetek, con su protagonista perdida en el deseo de cambiar de vida entregándose por los demás, como había intentado en su anterior película, La finestra di fronte, en donde una joven madre, Giovanna Mezzogiorno, huye de una “correspondencia” con el corazón que habría hecho pedazos su familia. Por qué el corazón campea en el cine italiano de estos años, desde Manual de amor a Ricordati di me, desde L’ultimo bacio a Che ne sarà de noi, Notte prima degli esami, Comprométete o La febbre. Por no hablar de las series de televisión más populares, como Incantesimo o Cento vetrine. Adultos desilusionados, incapaces de descifrar su propio corazón, y adolescentes inmaduros a los que los autores les gusta considerar algo mejores que sus padres. En el fondo, todas estas películas y novelas dicen siempre lo mismo: deseamos que esa persona nos ame, que el mundo entero nos ame. Y cuando esto sucede nos parece finalmente que todo nos corresponde. Sin embargo, llega el choque con la realidad: nuestro corazón es más, quiere infinitamente más. Entonces intuimos que nosotros y los autores, actores y escritores que nos gustan más, hablamos idiomas distintos, hablamos de otro corazón. O mejor dicho, el corazón es el mismo, pero no aplicamos sus leyes del mismo modo. De esta forma la cultura de nuestro tiempo –es decir, nosotros, nosotros los modernos– no sabe comprender (o lo reduce a un impulso moralista) una afirmación como la del Papa: «El amor humano necesita ser purificado, madurar y también ir más allá de sí mismo, para poder llegar a ser plenamente humano». A lo largo de los siglos la sabiduría cristiana –sabiduría de lo humano, del corazón humano– lo ha comprendido, cantado y narrado en miles de relatos, novelas y canciones. Sin embargo, su recuerdo se ha perdido y necesitamos aprenderlo de nuevo. Es un reto interesante y, por una vez, sacar el kleenex no será la última palabra sobre el amor.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón