Publicamos una entrevista a Giussani aparecida en el semanario Panorama el 21 de febrero de 1978
Objeto de las burlas de los coetáneos de la nueva izquierda que los han apodado sarcásticamente como los «vírgenes», pero en absoluto atemorizados de haberse quedado en la práctica como los únicos jóvenes en defender la abstinencia, los seguidores de CL parecen haber encontrado la receta justa para dominar las tentaciones de la carne. Y esto sin retirarse al convento o huir de la promiscuidad de los sexos: de todos los grupos juveniles, pocos llevan como ellos una vida de grupo tan intensa. Hablan, cantan, juegan, organizan vacaciones siempre juntos. Pero no hacen el amor sin haberse puesto antes la alianza en el anular de la mano derecha. ¿Es fácil llevar esta vida? ¿Proporciona en verdad armonía, satisfacción espiritual, madurez del carácter, como CL se afana en declarar?
Panorama habla con don Luigi Giussani de cómo estos nuevos cristianos afrontan su vida sexual. Es profesor de Teología moral en la Universidad Católica de Milán, y el inspirador y padre espiritual de Comunión y Liberación; con anterioridad había fundado Gioventù Studentesca, otra organización juvenil que en los años 50 y 60 se ganó enseguida muchas simpatías por su compromiso social avanzado, pero también una ristra de chanzas e ironías por la rígida moralidad de sus militantes.
El sexo, ¿se ve todavía (en el ámbito eclesial) en función del matrimonio y de la procreación?
Fruto de todo lo que me han enseñado es el convencimiento de que un hombre debe preocuparse en primer lugar de que su modo de concebir la existencia humana sea razonable. Y yo creo que para ser razonable es necesario en primer lugar no aislar un aspecto particular del problema del hombre, del hombre en su integridad. La tradición cristiana jamás ha desconocido, precisamente por la enseñanza bíblica, la importancia de la relación hombre-mujer para la educación integral de la personalidad, es decir, para la conciencia del propio nexo con el mundo, de mi propia tarea y destino. El Concilio Vaticano II dice que en el matrimonio, ámbito de la función más esencial para la naturaleza, el sexo es «signo especial de la amistad conyugal, libre y mutuo don de sí mismos», del que los hijos son la expresión más asombrosa.
¿Aceptan aún los jóvenes católicos la ecuación: sexo fuera del sacramento = pecado?
Precisamente, como le decía, un joven católico que trate de vivir seriamente su fe, es decir, la concepción y el sentimiento cristiano del hombre y de su destino, desea un desarrollo de su persona que sea unitario, intenso y equilibrado, y por tanto ordenado, «gobernado». Para la enseñanza católica resulta claro que el uso coherente del sexo está implicado en una responsabilidad socialmente fundamental, la procreadora y educadora, y por tanto en la estabilidad necesaria para tal responsabilidad. «Pecado» quiere decir «venir a menos» con respecto a un orden ideal. La fragilidad del hombre en el gobierno de sí en este punto es grande; pero no es cuestión de escándalo o de tormento; es una cuestión de dolor.
Los jóvenes de hoy en día, ¿sienten ahora más o menos necesidad que antes de confrontarse con un sacerdote? ¿resuelven solos sus dificultades?
Para el que entiende la vida como un camino, la confrontación es como una compañía. Los jóvenes la desean y la buscan. Aunque la responsabilidad del juicio y de la decisión sea suya.
¿Cómo ha cambiado el lenguaje de los educadores?
Ha cambiado mucho. Creo que en la dirección de dar más peso al problema central: cómo suscitar y educar en la fe, en el sentido verdadero y global de la vida.
¿Cuál es vuestra posición con respecto a virginidad, relaciones prematrimoniales y castidad? ¿Qué significan en concreto para un católico?
Creo haber respondido ya a esta pregunta. Para un católico se trata de utilizar las propias capacidades para su finalidad completa, no reducida egoístamente. Por lo que respecta a la virginidad, es una manera de vivir las relaciones más profunda, a imitación de Cristo. Jesús mismo dijo en el Evangelio: «No todos comprenderán esta palabra». Dificultades e incoherencias no quitan la voluntad de vivirla al que se ha encaminado hacia ella con seriedad consciente.
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