Recorremos con Vittorio Parsi, experto en política internacional, la situación de Oriente Medio: las amenazas de Irán, los fundamentalistas de Hamás en el gobierno palestino, la reacción de Israel, el papel desempeñado por la ONU y por la Unión Europea
Nariz aguileña y mirada torva, aspecto trasnochado de viejo estudiante de la Revolución Jomeinista, amenazas de destrucción dirigidas a Israel y desafío nuclear lanzado contra el “Grán Satanás” americano y los “cruzados” europeos. Todo ello ha bastado para que en un año como presidente de Irán Mahmud Ahmadinejad se haya convertido en el nuevo enemigo público número uno del mundo, el malo malísimo al que es necesario aislar, por las buenas o por las malas. Han pasado ya tres años desde que empezó la guerra americana de Irak, que se suponía iba a abrir una época de paz y prosperidad en Oriente Medio, pero la situación parece en todo caso más grave: el “nuevo” Irak se acerca peligrosamente a la frontera de la guerra civil; el régimen iraní de los ayatolás agita, entre amenazas, la bandera de la guerra santa; en Israel, tras la dramática desaparición de la escena pública de Ariel Sharon, el gobierno de Ehud Olmert se enfrenta a la presión ejercida por el nuevo gobierno palestino encabezado por el movimiento fundamentalista Hamás, que no tiene ninguna intención de garantizar la seguridad del Estado de Israel.
Para poder juzgar la situación de Oriente Medio, que también afecta de cerca a la Iglesia y a los cristianos de los países de la zona, hemos realizado algunas preguntas a Vittorio Emanuele Parsi, experto en política exterior y profesor de Relaciones Internacionales en La Universidad Católica de Milán.
¿Hasta qué punto es grave la amenaza del Irán de Ahmadinejad y qué tipo de respuesta puede ofrecer la comunidad internacional para conjurarla?
Desde siempre Irán ha aspirado a asumir el papel de potencia regional. Para ello es lógico –desde su punto de vista– que intente hacerse con armamento nuclear. La India y Pakistán, dos países democráticos, hicieron lo mismo. El problema estriba en que Irán sostiene que sus programas atómicos tienen sólo fines civiles pero ¿es creíble esta afirmación? ¿Qué garantías de ello tenemos? Si Irán fuera un estado democrático no sería un problema, o en todo caso sería un problema más fácil de afrontar, pero ¿qué pasaría si un estado dictatorial, enemigo de Occidente, obtuviese armas nucleares? El verdadero desafío para EEUU y para todos los países democráticos no consiste sólo en frenar los planes nucleares de Irán, sino en transformarlo en un país democrático, de modo que no constituya una amenaza.
¿Qué instrumentos podrían ser más útiles: sanciones económicas, embargo del petróleo, una solución militar…?
Las sanciones económicas son un error. Desde el punto de vista moral, porque golpean únicamente a la población; desde el punto de vista económico, porque con la situación energética actual tendría un coste devastador para la economía mundial; desde el punto de vista político, porque Rusia y China no lo aceptarían, una por motivos de influencia geopolítica y la otra por motivos económicos (China es hoy la nación que tiene más “hambre” de energía).
El bloqueo del Consejo de Seguridad de la ONU…
¡Claro! También en este caso se pone en evidencia que la ONU no es un instrumento adecuado para solventar esta situación, porque aquí tienen mucha importancia los intereses de los diferentes Estados. La ONU, tal y como es ahora, no sirve.
Entonces, la guerra…
Desencadenar el Apocalipsis antes de que otro lo haga ¿es una solución? No lo creo; tampoco lo cree EEUU, aunque dentro y fuera de la administración exista una corriente de pensamiento que insiste en la necesidad de una intervención militar. Pero seamos realistas, EEUU no puede pensar hoy en una nueva guerra: ya se encuentra demasiado expuesto en Irak y no tiene recursos suficientes; por otra parte, su gestión de la guerra iraquí le ha hecho perder parte del consenso y de su prestigio internacional. Pero también hay otro asunto político: si estuviéramos a un paso de tener la bomba atómica en manos de Ahmadinejad, se podría pensar en la guerra preventiva como única solución; pero no parece que sea así: todas las fuentes de información, incluidas las israelíes, concuerdan en que el programa nuclear iraní no estará listo antes de cuatro años, en 2010. Tenemos, pues, cuatro años para trabajar, cuatro años para intentar cambiar Irán, para que llegue a ser una democracia. En lugar de concentrarse en la amenaza nuclear, hay que intentar que se transforme Irán, país en el que, a diferencia de Irak, existe una sociedad civil fuerte y una oposición auténticamente democrática.
También es difícil escoger qué camino seguir en Palestina, donde gobierna el movimiento fundamentalista de Hamás. ¿Se puede intentar el diálogo con los que no reniegan del terrorismo y de la violencia, o es mejor aislar al gobierno palestino?
También en esto hay que ser realista. Es evidente que no se va a conseguir que Hamás modifique inmediatamente todas sus posiciones. Sin embargo, el nuevo gobierno palestino ha ofrecido una tregua de treinta años. ¿Es un farol? Habrá que verlo. Es decir, lo que no se puede hacer es aislar a los palestinos política o económicamente, e ir viendo si, paso a paso, van en la buena dirección. Suponiendo que efectivamente así lo hicieran, tendríamos por delante muchos años de “tregua”, en los que se podría construir la convivencia. Por su parte, Occidente puede hacer mucho a través de la Unión Europea, y debe vigilar que se vayan dando los pasos pertinentes. La estrategia debe ser la de un do ut des razonable: ayudas y apoyo a cambio de acuerdos que se respetan, cosa que no siempre ha sucedido en el pasado. La alternativa es transformar a Hamás en el Al Qaeda de Palestina: una fuerza terrorista capaz de generar una situación como la de Irak. Un riesgo mucho peor.
La Iglesia no deja de pedir la paz para Oriente Medio, pero al mismo tiempo crece la preocupación por las condiciones en las que viven los cristianos de muchos países islámicos. En su opinión, ¿cuales son las prioridades en el momento actual?
Tras el 11 de septiembre, creo que la Iglesia tiene como principal preocupación la de evitar el choque de civilizaciones, la guerra de religión. Naturalmente, hoy en día el Vaticano sigue ofreciendo su aportación en este sentido. Pero al mismo tiempo, creo que se ha dado cuenta de que intentar apaciguar a los regímenes y movimientos radicales a base de conformarse con sobrevivir buscando el mal menor, no ha funcionado. Por eso hoy se atiende más a las condiciones en las que viven los cristianos de los países musulmanes, y se reclama con más firmeza el respeto a los derechos humanos y religiosos. La Iglesia ha comprendido que más democracia implica más libertad religiosa.
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