«¿Cómo puede llegar este acontecimiento hasta mí?», se preguntaba el Papa en la Vigilia Pascual. «Está claro que este acontecimiento no es un milagro cualquiera del pasado [...]. Es un salto cualitativo en la historia de la “evolución” [...] hacia un mundo nuevo que, partiendo de Cristo, entra ya continuamente en este mundo nuestro, lo transforma y lo atrae hacia sí. Pero, ¿cómo ocurre esto? ¿Cómo puede llegar efectivamente este acontecimiento hasta mí y atraer mi vida hacia Él y hacia lo alto? La respuesta, en un primer momento quizás sorprendente, pero completamente real, es la siguiente: dicho acontecimiento me llega mediante la fe y el Bautismo. [...] El Bautismo significa precisamente que no es un asunto del pasado, sino un salto cualitativo de la historia universal que llega hasta mí, tomándome para atraerme» (Benedicto XVI, Vigilia Pascual, en Huellas nº 5-2006, pp. 80-81). Fijaos en la expresión que utiliza el Papa: «tomándome para atraerme». «El Bautismo es algo muy distinto de un acto de socialización eclesial, de un ritual un tanto pasado de moda y complicado para acoger a las personas en la Iglesia. También es más que una simple limpieza, una especie de purificación y embellecimiento del alma. Es realmente muerte y resurrección, renacimiento, transformación en una nueva vida». El Papa sigue introduciéndonos en este misterio.
«Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí» (Ga 2, 20). Esta es la expresión de lo que ha ocurrido en el Bautismo: «Vivo, pero ya no soy yo. Se me quita el propio yo y es insertado en un nuevo sujeto más grande. Así, pues, está de nuevo mi yo, pero precisamente transformado, bruñido, abierto por la inserción en el otro, en el que adquiere su nuevo espacio de existencia» (Benedicto XVI, Vigilia Pascual, o. c.).
Como veis, lo que dice el Papa es lo que nos recordaba don Giussani: «Alguien nos ha sucedido» (L. Giussani, «Navidad: el misterio de la ternura de Dios», en Huellas, nº 11 – diciembre de 2005, p. 1ss.), Una persona se nos ha entregado hasta el punto de asumir nuestra carne y entrar en nuestra alma: «Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí». Uno se ha establecido en mí: Tú, Tú, Cristo, que eres yo. Éste es el cambio del que hemos leído en la Escuela de comunidad: un yo pero más que un yo, una exaltación ontológica del yo. Don Giussani utiliza la misma expresión del Papa: «Un salto de calidad en su participación más profunda del Ser» (L. Giussani, Por qué la Iglesia, Encuentro, Madrid 2004, p. 231). Esta es la verdadera mutación que ha ocurrido en el Bautismo, que hace del yo una criatura nueva. Si uno está en Cristo, es una nueva criatura. Por tanto lo que cuenta no es la circuncisión o la no circuncisión, sino el ser nueva criatura, vivir cada instante de mi vida consciente de este Tú que se ha establecido en mí.
(Algunos pasajes de la lección de Julián Carrón en la tarde del sábado de los Ejercicios de la Fraternidad. Rímini, 29 de abril de 2006)
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