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Huellas N.4, Abril 2006

PRIMER PLANO 20 años de CdO

El desafío del futuro. Una amistad para el bien de todos

a cargo de Luca Pesenti

Fomentar la empresa hoy, juzgar el valor de la obra y los instrumentos con los que contamos para hacerlo. Para Raffaello Vignali, presidente de la Compañía de las Obras, el reto es evidente: comenzó hace veinte años y sigue aún vigente

Tres son los temas que ha abordado Raffaello Vignali, presidente de la Compañía de las Obras: fomentar la empresa hoy, juzgar el valor de la obra, e instrumentos con los que contamos para afrontar el desafío. «Una estructura como la de la CdO tiene sentido si está al servicio del hombre, si nace en todo momento de la pasión por el hombre. Por eso lo que se le pide a la CdO, a toda la asociación en su conjunto, es profundizar en la conciencia de la que nació: del yo tal y como nosotros hemos aprendido a concebirlo, tal y como se nos llama a vivirlo». Son las palabras que Julián Carrón dirigió a los cuatro mil participantes en la Asamblea general de la CdO el pasado 18 de marzo. Para Raffaello Vignali, que preside la Compañía, el reto es evidente. Un reto que comenzó hace veinte años pero sigue aún vigente. «El reto que tiene que afrontar hoy la CdO es el mismo que al principio: arriesgar en favor de la libertad del otro, apoyar cada iniciativa empresarial para que en ella se pueda verificar la verdad de los ideales por los que uno vive. La CdO nace de un afecto sincero por el otro, por su destino, capaz de arriesgarlo todo en el intento. Sin condiciones: no nos dedicamos a evaluar la calidad de un vino, sino a venderlo. Esto es lo que hace que la CdO tenga sentido, y lo que la hace única en el panorama de las asociaciones». Pero el escenario económico ha cambiado profundamente en estos veinte años. Hoy la unidad monetaria del euro dificulta las exportaciones. Por otra parte, nuevas potencias económicas, como la India o China, han irrumpido en los mercados internacionales estableciendo una competencia feroz.

1. Ejemplos estimulantes
«Es cierto, la situación ha cambiado radicalmente. Hasta hace pocos años era fácil tener una empresa. Hoy se requiere un esfuerzo mayor para que las obras puedan continuar existiendo y, si es posible, para que crezcan. Las obras deben seguir existiendo porque, como dice El sentido religioso, un hombre puede conocerse a sí mismo en acción, manos a la obra. Italia está llena de ejemplos estimulantes: empresarios que no consideran que el objeto de su empresa sea el beneficio personal, que ven en las personas con las que trabajan no un contrincante (esta es la razón por la que la CdO no se ocupa de cuestiones sindicales), sino personas que quieren encontrar y afirmar en el trabajo el sentido de la vida, y que invierten en ellos; hay empresas sociales llevadas adelante por personas que aman al otro, cualesquiera que sean las condiciones en las que se encuentre, y son capaces de descubrir su talento (aunque solo tenga uno); hay empresarios del Sur que no echan la culpa a la Mafia o a la ausencia del Estado, sino que se afanan en crear trabajo para los que no lo encuentran. Un amigo nuestro, empresario del sector avícola, nos ha contado que mientras todos están mandando al paro a decenas de miles de personas, por culpa de la psicosis de la gripe aviar, él ha invertido en la empresa todos sus ahorros y los de su hija, reconociendo que si la empresa ha llegado donde está (hoy vale casi 200 millones de euros) también se lo debe a los que trabajan en ella. Estos ejemplos reflejan una tensión humana y constituyen la riqueza del país. Lo que tenemos que hacer es apoyar estas iniciativas»
Me vienen a la mente muchas imágenes de estos meses: el interés por el mundo de la cooperación, intentando compartir las necesidades desde el ideal; o la crítica que desde diferentes esferas políticas, económicas y financieras se hace al “capitalismo molecular” de nuestra tierra, considerándolo como una anomalía que hay que corregir o extirpar a cualquier precio. Todo lo contrario de lo que quiere hacer la CdO.

2. El criterio de la gratuidad
Hay que volver a partir de la obra. Porque la esencia de nuestro pueblo está aquí. Obra es una empresa que proporciona trabajo. Naturalmente también lo son las organizaciones sin ánimo de lucro, comprometidas con los fines de la caridad. Un mundo ampliamente representado en al Compañía, al cual confía Vignali una misión esencial: «Indicar a todos, también a las empresas que buscan obtener beneficios, que el criterio verdadero de la empresa es la gratuidad. Es lo contrario de lo que normalmente se piensa, el objetivo de la empresa no es ante todo la obtención del máximo beneficio posible, porque si así fuera, en una economía como la nuestra sería mucho más razonable invertir en acciones que crear una empresa. No; los empresarios montan una empresa por una cuestión de vocación, para dar cuerpo a una idea, para crear puestos de trabajo. El rendimiento se produce como consecuencia de todo ello. Precisamente por eso el segundo objetivo de la Compañía de las obras seguirá siendo ayudar en el juicio, ayudar al empresario a tomar conciencia del valor que tiene para todos el hecho de crear una empresa, aunque no se dé cuenta de ello. ¿Qué es vivir la empresa como hombres y como cristianos? ¿Qué implica que el yo esté unido y no dividido? Son preguntas decisivas que afectan a todos los aspectos de la vida de la empresa: desde la manera en la que se conciben las relaciones con los empleados hasta cómo se invierten los beneficios. En este sentido es esencial el trabajo de Vittadini y de la Fundación para la Subsidiariedad: Atlantide, la publicación de libros, la escuela de empresa y el Meeting de Rímini. Son esenciales para la empresa porque ésta depende ante todo de la conciencia que tengan los empresarios».

3. La lógica de las comunidades locales
Llegamos así al tercer punto, al tercer reto que Vignali indica como prioritario para una Compañía de las Obras que mira hacia el futuro: los instrumentos. El instrumento fundamental es la idea de red. «Hasta hace muy pocos años, Italia era líder mundial en algunos sectores, como la cerámica o el calzado, con empresas que tenían de media menos de diez empleados. En esto consiste el milagro italiano. ¿Cómo se hizo posible? Gracias a las comunidades locales y a la cultura en las que nacieron. Lo hicieron a la sombra de los campanarios, desde una idea que unía a los hombres por encima de sus circunstancias o del papel que desempeñaban en la sociedad. Los empresarios se encontraban los domingos delante de la Iglesia, o en las sedes de los partidos, unos con otros, con los empleados y con los directores de los bancos. Incluso sin ser conscientes de ello nacía una cultura de colaboración. Hoy en día la pequeña empresa no consigue salir adelante si se encuentra sola para investigar, para subirse al tren de la innovación, par salir al mercado internacional, para conseguir del banco un crédito en buenas condiciones. Pero si se une a otras, si consigue coordinarse con otras empresas, si está en contacto con empresas que le permiten llevar a cabo las distintas fases de elaboración del producto, entonces puede hacerlo. Nuestra experiencia nos dice que es posible. Sin haberlo previsto, hemos recuperado e innovado aquella lógica de las comunidades locales». La CdO es una comunidad sui generis, una comunidad horizontal, como dice el economista Alberto Quadrio Curzio. Una red de capital humano, innovación, internacionalización e instrumentos financieros. Con una atención particular al trabajo. «La CdO nació por el trabajo. Los Centros de Trabajo, Centros de Solidaridad, Objetivo Trabajo, Escuelas de Oficios, los centros de formación son instrumentos esenciales para la CdO, porque no nos quedamos tranquilos si hay alguien que no tenga trabajo, en cualquier circunstancia».
«Nuestra amistad – concluye Vignali – existe para que la tensión ideal por la que nace una empresa no decaiga, gracias a la presencia de una compañía que nunca deja solo al empresario con sus problemas y sus responsabilidades. No somos, ni seremos nunca, una organización, sino una compañía de amigos que se ayudan». Una amistad para el bien de todos.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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