Sencillez y amor a Cristo
La primera palabra que me viene a la mente al querer compartir con todos lo que ha significado para nosotros la visita de Carras a Panamá es un profundo “¡gracias!”. Gracias a don Giussani, a Julián Carrón y por supuesto a Carras por la verdad de esta experiencia que se manifiesta en la vida de tantas personas, y sobre todo por la gracia de poder disfrutar de la cercanía de quien comparte la guía del nuestro movimiento. Que haya venido Carras a Panamá después de tantos años de experiencia lo reconocemos como un regalo, y de esta manera lo vivimos. Carras fue recibido y hospedado por el Nuncio Apostólico y, desde el primer minuto de su llegada, quisimos aprovechar al máximo el tiempo de su estancia, que fue corta pero muy significativa. Se organizaron varias actividades, desde almuerzos, visitas por la ciudad, cenas para compartir con los amigos, y espacios de esparcimiento y diversión para lograr, entre otras cosas, que Carras se bañara en las playas del Pacifico por primera vez. Juntos cenamos en casa de Alfonso Quirós, responsable de CL en Panamá, y Carras nos contó el testimonio de su vida, cómo conoció el movimiento, es decir, cómo a través de las circunstancias conoció a Cristo. También participamos en una cena organizada por el Nuncio, donde se dio a conocer a los Obispos de Panamá el carisma del Comunión y Liberación. «Dios construye sobre nuestro frágil “sí”»: éste fue uno de los principales aprendizajes de esta visita. Cada comunidad de CL en el mundo se inicia con algunas dificultades, pero cuando Dios empieza su obra, la lleva a término valiéndose de nosotros, a quienes va enseñando que el tiempo es Suyo y que, si confiamos y perseveramos dejando que nos lleve de la mano, podemos vivir en este mundo el ciento por uno. «Sólo el asombro transforma: esto es el verdadero acontecimiento»: todos los que estuvimos allí lo experimentamos. Era evidente su amor a Cristo, su entrega, y precisamente de esto es de lo que se trata: de una verdadera presencia en el ambiente. Todo fue significativo, desde sus chistes a la forma tan sencilla y cercana de su trato, su facilidad para hablar de su vida, su deseo profundo de educarnos y enseñarnos un camino; especialmente el camino que ha llenado su vida y la de su familia. Algunos descubrieron que la experiencia que vivimos está presente en el mundo entero y que somos parte de algo mucho más grande que nuestros grupos de Escuelas de comunidad. En otros se despertó el deseo de conocer mejor a don Giussani y, a través del pueblo que él ha generado, conocer más a Cristo y a su Iglesia. Otros se sintieron ayudados a vivir con mayor intensidad.
Marelisa, Panamá
La perla preciosa
En la última Encíclica de Juan Pablo II, leí una referencia a las múltiples presencias de Cristo. A partir de esa lectura me reconocí como creyente, desde muy pequeño, cada vez que al ver la lucecita roja junto al sagrario hacía la genuflexión. Y empecé a pensar sobre mi vida. Reconocí que en casa de mis padres Cristo se hacía presente a través de ellos, y lo recuerdo porque, cuando yo salía a ese mundo en el que Cristo no está presente y recordaba a mis padres y familia, yo lo pensaba como algo de valor, escondido. Como la perla preciosa que está escondida en la concha. Seguía con mis amigos, buena gente; con alguno había ido a Misa algún domingo e incluso en día laborable. Pero entrábamos y salíamos de la Iglesia sin hablar de Cristo. Cristo no contaba en nuestra relación de amigos. Cuando nos hicimos novios, yo tenía claro que quería que nuestro matrimonio se pareciera al de mis padres, salvando circunstancias, y que Cristo debía estar en el corazón de nuestra relación. El trato con mis amigos anteriores prácticamente desapareció, pues fui destinado a trabajar fuera. Nos casamos, educamos cristianamente a nuestros hijos. Recuerdo que les leíamos el Evangelio en casa antes de ir al templo y, siempre que lo leía el sacerdote, nos miraban con una media sonrisilla de complicidad. Recuerdo un día que una de mis hijas le dijo a mi hermana: «Mi padre tiene un libro donde viene todo, todo lo que leen en la misa». Una noche, estaban unos amigos en casa y vinieron nuestros hijos embutidos en los pijamas de cremallera de los pies hasta el cuello, preguntado: «Papá, ¿rezamos?». Sus miradas no me dejaban escapatoria: o rezábamos como todos los días o sembraba en sus corazoncitos la separación que yo ya había vivido: lo religioso es privado. Sin pensarlo más les expliqué a nuestros amigos que a diario rezábamos juntos, y que lo íbamos a hacer, así que nos pusimos de rodillas y mis amigos también lo hicieron. Pero la vida seguía igual. Los amigos que teníamos como matrimonio, algunos iban a misa, sobre todo tras la primera comunión de sus hijos, pero no éramos amigos por ser cristianos. Quizás un poco más cercanos en las opiniones que vertíamos en las acaloradas discusiones. Nosotros vivíamos bien. Manteníamos la iglesia doméstica. Hasta que un día contactamos con Eduardo García Serrano y conocimos CL. Empecé a hacer Escuela de comunidad con él, Estrella, y Mamen García. Por su casa pasaron muchos amigos; conocí a Emilio y Martueta; a José Luis y Almudena, a Belén Cabello (aún soltera), a Javier Restán y a Prades, a Juan Antonio y Pilar. Aquello era distinto. Recuerdo en Covacha a Javier Restán empujando el carrito de su primer hijo, diciéndome: «Es que nosotros nos hemos creído esto del cristianismo». ¡Eran amigos porque eran cristianos! Yo no andaba buscando algo que me llenara más, pero veía algo que quería para mí, algo que superaba una forma de vivir en la sociedad de forma disociada; algo que hacía desaparecer el problema de no poder participar con mis amigos de mi fe.
José Luis, Madrid (España)
Página 13 - Lupe
Una antigua compañera de trabajo que se fue a Alemania a estudiar escribe este correo a un amigo que le dejó para leer El sentido religioso y los Ejercicios de la Fraternidad, junto con el número de febrero de Huellas.
Al leer la carta de Lupe me sentí muy identificada con ella cuando dice: «El año pasado me fui a estudiar a Paris con una beca Erasmus. El valor académico de ese año, vivir fuera de casa por primera vez o la oportunidad de conocer gente nueva de otras culturas eran razones secundarias para que me animara a marcharme a Francia. En realidad me iba buscando algo que hacia tiempo que esperaba, algo que respondiera a las preguntas que me hacía sobre el sentido de mi vida». ¡Yo me fui a Alemania prácticamente por lo mismo que ella! Ella se fue «para escuchar mejor la voz de Dios» y yo me fui para resolver algunas dudas existenciales que tenía, para encontrarme, para aclararme. Hace dos años hubiera dicho que Dios no existe, en cambio ahora, tengo mis dudas. Ella encontró en Paris a gente de CL y yo, en Bremen, a Stephanie, Caspar y Katherina que, sin conocerme de nada, me invitaron a su casa. Sin yo hablar su idioma, ¡hicieron el esfuerzo de hablar durante toda la cena en inglés! A Bremen me lleve El Sentido Religioso y las fotocopias de Rímini y los leí. No sé por qué, pero allí comencé a ver las cosas de manera distinta. Aprendí a sorprenderme con cada cosa como si fuese un niño, que ve todo por primera vez, aprendí a ver la belleza de las cosas. En definitiva: ¡aprendí a vivir intensamente lo real! Creo que por eso Bremen ha sido tan fabuloso para mí y, como dice mi nick del Messenger: Ich liebe Deutschland! (I love Germany). Lupe dice: «Acudí a la Escuela y (al estar en francés y no conocer muy bien los términos) no me impactó mucho lo que escuche el primer día». ¡Eso también me resulta familiar! Fui a la exposición sobre el grupo de “La Rosa Blanca” que montaron Caspar y compañía y, al estar todo en alemán, me costó entender lo que vi el primer día; pero luego, cuando me la explicaron me quedé sorprendida.
Cris, Madrid (España)
David, Amos y Chris
Soy de Barcelona y me fui a Inglaterra para realizar mi proyecto de fin de carrera. Ahí el grupo de los universitarios de CL es muy reducido, somos pocos y mal repartidos. El único punto de la semana en el que podía ver a la gente era en la Escuela de comunidad, y ocasionalmente con Amos, el responsable, con el que normalmente quedábamos para comer un día entre semana. Dada esta circunstancia, y como además el hecho de la realización del proyecto de fin de carrera ya es una tarea bastante solitaria, me cogí un “bajón” considerable. No veía cómo podía ser un bien para mí pasarme un día entero sólo, haciendo el proyecto; así que fui a ver a Amos en su despacho (es profesor en la universidad), y él simplemente me dijo que estaba dando por descontado que la realización del proyecto era algo que no tenía que ver con Cristo, con mi felicidad; que lo que debía hacer era, simplemente, continuar haciendo lo que se me pide, es decir, el proyecto, ofreciéndolo, preguntándome qué tiene que ver conmigo. Desde ese momento, y ayudado también por mis amigos, conseguí dar el “sí”, un frágil “sí”, aceptando mi situación en UK. Desde ese momento (y fiándome de Amos y de mis amigos, ya que solamente gracias al afecto y seriedad que percibía de ellos pude dar ese paso), mi “yo” volvió a despertar, pidiendo delante de la realidad. Se me dieron muchas cosas, sobre todo la amistad con David, un amigo con quien he estado haciendo el proyecto día a día. Poco a poco, todo se fue desvelando, hasta el propio proyecto; si lo hubiera hecho en Barcelona seguramente no habría tenido la oportunidad de hacer este trabajo, ya que es fácil vivir la compañía como distracción. En la última asamblea a la que asistí pregunté: «¿Por qué al dedicarme completamente al proyecto, que es un punto en el que siento pasión, al final acabo quemándome? ¿Acaso el proyecto en realidad no es un punto de relación con Cristo?». La genial respuesta de Chris Morgan (responsable de CL en UK) fue: «Necesitamos una compañía verdadera que nos ayude a poseer las cosas de un modo pleno, de lo contrario tratamos de agarrar la realidad, reduciéndola, pretendiendo comprenderlo todo y eliminando el Misterio (sucumbimos a la tentación de ser como Dios) y eso nos acaba quemando, va en contra nuestra. Tal como los dos lados del río son igualmente importantes, la compañía es tan importante como la realidad. Sin una compañía no podemos llegar al fondo de la realidad de un modo verdadero, y sin una realidad que sea el signo de Otro tampoco podemos ser felices: la compañía no basta». Cristo se hizo hombre justamente para acompañarnos en este camino, porqué solos, ante la realidad no sabemos vivir. En nuestra compañía está presente Cristo. La experiencia que me llevo de vuelta coincide con esas palabras de Chris Morgan. Me llevo la experiencia de que, aunque en Inglaterra la vida del CLU sea “menos activa”, vuelve a suceder lo mismo, se dan amistades verdaderas y se puede experimentar cómo la realidad cotidiana es donde el Misterio entra en relación contigo. He podido volver a experimentar cómo Cristo se manifiesta en cualquier circunstancia, ¡incluso haciendo el proyecto!
Josep, Barcelona (España)
La conversión de Lewis
Soy uno de los muchos entusiastas lectores de C. S. Lewis. Por eso leí con gran interés la sección de LECTURA de la revista de enero, dedicada a la presentación de obras de ese autor especialmente interesantes. Pero veo que con frecuencia surge una confusión con respecto a la vida de este autor que creo importante aclarar. Cuando en su biografía en inglés leemos que se convirtió al catolicismo, hemos de tener presente que en Inglaterra se considera que la Iglesia católica está compuesta de tres ramas: la ortodoxa, la anglicana y la romana, y en este caso fue una conversión al catolicismo anglicano. Lewis siempre mencionó su conversión como conversión al cristianismo, y su boda con Joy Gresham fue oficiada por un sacerdote anglicano. Pero para mayor certeza basta leer en diferentes textos suyos su concepto de la confesión y del perdón.
María Rosa, Madrid (España)
Siempre te dirigiste a mí
Pedro Samaniego es el responsable de la Casa de Menores Virgen de Caacupé, obra iniciada en Paraguay en el año 1999, que acoge a menores que cumplen su condena en la Casa, como única alternativa a la cárcel. En este tiempo uno de los chicos internos, al recuperar su libertad, ha decidido retornar con su familia y como despedida ha escrito al director una carta muy conmovedora que publicamos a continuación.
8 de marzo de 2006.
Querido Pedro: No soy muy bueno para expresar lo que siento, pero me gusta mucho escribirte. En estos últimos tiempos nos volvimos muy amigos y lamento tanto que no fue así desde el principio, tu amistad me ayudó a pensar de otra forma, tal vez no haya cambiado nada, me parece que soy como el día que llegué, pero algo ha pasado en mí, no sé explicar mucho. No podré olvidar nunca de todo lo que viví con ustedes, con el movimiento, con Claudio, Giovanna y tantos más. Tengo un poco de miedo al tener que partir, estando con ustedes me siento como una roca, pero tengo que volver a mi casa, con mi familia, al mundo. En estos últimos tiempos con los permisos frecuentes que me concedían me he dado cuenta que el mundo de donde provengo es muy fuerte, violento, parece que todo va en contra de mi ideal de joven, pero veo nacer en mi una fuerza, una esperanza que empuja a vivirlo todo como un gran desafío. La forma que me enseñaron a vivir es la que me gusta, es la que me conviene también, como tantas veces me repetiste en la Escuela de comunidad que Cristo me conviene, de repente me siento corajudo. Ya pasé mucha parte de mi vida tratando de ser vivo, de ser letrado, inclusive en la Casa seguía con mi postura, pero así nunca gané nada nuevo. La forma de vivir de todos ustedes en la Casa con los demás jóvenes me llegó mucho al principio, yo quería saber porque estaban contentos, cumplían su condena judicial, trabajaban 8 horas al día, tenían que estudiar, había reglas que cumplir, además la Escuela de comunidad que en aquel entonces me parecía tan pesada que prefería trabajar más horas para no escucharte, hasta que poco a poco, como la gota sobre la piedra famosa que citas siempre, se me volvió interesante, pues iba entrando en mi corazón de piedra y siguiendo en el tiempo me encuentro diferente, hasta se me volvió como una profecía que me explicaba mi vida. Ahora te cuento todo, no sólo porque ya tengo mi libertad, sino porque siento la necesidad de contarte, pensé varias veces en escaparme de la Casa y si no hubiera sido por la Escuela que siempre lo dirigiste a mí, o por lo menos me parecía que iba siempre apuntado hacia mí, yo ya no hubiera estado, pero ves el milagro, me quedé y ahora salgo por el portón principal y lo más simpático volveré para hacer lo mismo. Llegó el día que tanto soñé, pero me sorprendo que ya me encuentro libre no sólo hoy, sino desde hace tiempo; llegó mi ansiada libertad y soy yo quien quiere vivir. Me recuerdo el día que me dijiste que pida por mi cambio, ahora te cuento que siempre lo pedí y de verdad y no me canso de hacerlo, y ojalá hoy que me voy me acompañe este deseo porque todavía soy un bandido, un poco diferente, pero bandido en fin. No termina mi deseo, quiero ser muy grande, tú me hiciste descubrir que soy alguien importante, pero quiero ser lo que soy llamado a ser. A lo mejor alguna vez me case y tenga familia y una responsabilidad grande, no sé, a veces pienso también que me gustaría tener tu vocación en los Memores Domini, pero veremos, ahora estoy llamado a vivir la realidad, ya que tu mismo me dijiste de vivir la realidad y el resto se da como un regalo de Jesús. Y eso voy a hacer, viviré mi realidad, quiero estudiar, luego trabajar y por ahí doy el paso del adulto, tengo que superar la adolescencia, a pesar que da gusto. Te quiero mucho y lo digo sin temor, lo que encontré con ustedes también estará allá donde voy, solo con otra apariencia y otros rostros, tengo poca fe para llamarlo por su nombre pero vos me entendéis. Gracias por todo y hasta siempre.
Roger Gonzalo, Itauguá (Paraguay)
Alto el fuego de ETA: ¿una verdadera solución?
ETA ha decretado un “alto el fuego permanente”. Más allá de la credibilidad de este gesto nosotros nos preguntamos: ¿Qué hace falta para que muchos jóvenes educados en el odio puedan salir de la mentalidad totalitaria que les está corroyendo? ¿Para cuándo un alto el fuego de esa educación en las ikastolas y las universidades, donde oponerse al nacionalismo es firmar la propia sentencia de muerte? ¿Cuándo se podrá educar en el amor por la propia tradición sin que ésta se convierta en un arma contra el resto? ¿Quién enseñará un uso verdadero de la libertad?
Lo único que puede comenzar un proceso de paz real y verdadero en el País Vasco, en España y en cada uno de nosotros es el encuentro con experiencias y personas que vivan definidas no por un proyecto ideológico, sino por el amor a la persona concreta. Una sociedad que reduzca a los hombres a piezas de un engranaje totalitario no podrá vivir nunca en paz al no fundamentarse sobre la justicia.
Educar en el amor por la realidad y en la afirmación del valor absoluto de la persona no es un camino corto ni fácil, pero es el único que puede sacarnos de la confusión y la violencia en la que vivimos. Cualquier proyecto de paz para el País Vasco que no tenga en cuenta esta educación estará condenado al fracaso desde el inicio.
¿Quién tiene el coraje de asumir este reto?
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