Encuentro el 20 de enero en Madrid con Daniele Sacco, Director de Recursos humanos del Grupo Ferrero para hablar de educación y trabajo. Desde hace algún tiempo un grupo de amigos –empresarios, profesionales y directivos de empresa– se reúne para ayudarse a ejercer su responsabilidad profesional
Durante las noches que pasamos juntos, “robando” tiempo a las familias, compartimos nuestra experiencia laboral: tareas, dificultades, avances, jefe irascible y enloquecido, eficiente o inútil, en situaciones óptimas o con borrascas diarias. Hay quien tiene que vérselas con el máximo directivo que en una convención declara que por la mañana, antes de entrar en la empresa, pone el cd con la música de Rocky, a fin de estimularse para trabajar mejor…
También tenemos que abordar el problema de cómo tratar a los subordinados. Nos ilumina Péguy con su genial imagen de lo que implica educar en la libertad: «Si los sostengo demasiado nunca aprenderán a nadar, pero si no los mantengo darán un mal trago y se ahogarán».
Un salto cualitativo
¿Qué hacer entonces? Si es bueno reunirse y hablar, también lo es aprender de alguien con mayor experiencia, capaz de abrirnos horizontes y profundizar en esta intuición. Alguien conocía desde hacía tiempo a Daniele y sabía que estaba viviendo en Luxemburgo con su mujer y sus hijos, y que tenía a su cargo nada más y nada menos que a 20.000 empleados y obreros del Grupo Ferrero. Además, la campaña sobre educación, impulsada en Madrid por la plataforma Tiempo de educar, nos pareció el marco adecuado para organizar un acto que planteara el problema del trabajo.
Si no nos educamos en el trabajo, que es nuestra vida cotidiana, ¿en qué deberíamos hacerlo? Teníamos interés en invitar a nuestros compañeros de oficina, colegas y jefes, y por ello organizamos, en colaboración con la Compañía de las Obras, un encuentro con el Director de Recursos humanos del Grupo Ferrero, seguido de una cena.
“El recurso” es la persona
Así nos reunimos unos 80 invitados en el salón de actos de la universidad San Pablo CEU, que nos abrió sus puertas como siempre cordialmente.
Daniele empezó dando directamente en el blanco: «La etimología latina de la palabra “educar” es sacar a la luz, extraer lo que la persona tiene dentro. Por tanto, educar en el trabajo significa sacar lo mejor de uno mismo para transformar la realidad que tenemos delante, para aprovecharla con inteligencia».
«Puesto que cada uno es único, diferente de los demás e irrepetible, para obtener lo mejor de las personas que están con nosotros lo primero es conocerlas. Conocer para ayudar, para estimular y corregir. Pero el conocimiento nace siempre de un afecto, de una pasión por lo que se quiere conocer; por ello, no se puede conocer nada sin implicarse, sobre todo si el objeto de nuestro conocimiento (pues el objeto impone el método) es una persona. En último término, no se puede conocer sin amar».
Hermosa provocación. No es común hoy en día que un alto ejecutivo de una multinacional afirme estas cosas. Y prosigue: «Estudios científicos recientes han demostrado también que, en el proceso del aprendizaje, es mucho más eficaz aprender de la experiencia personal, reflexionar sobre los propios errores, que seguir un curso de formación o el ejemplo de otra persona. Esto es igualmente cierto para lo más banal: ¿aprendes antes a montar en bicicleta siguiendo un curso de formación, observando a alguien que lo hace, o probando, cayéndote y volviéndote a levantar?».
Mayor eficacia
Luego ayudar a otro significa ante todo plantear las preguntas justas, pidiendo siempre razones de sus respuestas. Por ejemplo: ¿tú cómo lo harías?, ¿por qué?, ¿qué alternativas has considerado?
«Desde cierto punto de vista la cuestión es sencilla –explicó Daniele Sacco–: un jefe que no se implica, es decir, que no quiere a las personas que trabajan con él, nunca logrará extraer lo mejor de ellas. Quizás podrá hacer que le sigan por temor o por miedo a las consecuencias, pero nunca logrará obtener lo mejor de ellas. Comprenderéis que, para seguir este camino, lo primero es escuchar, lo segundo es preguntar y lo tercero es, hasta donde sea posible, ir probando, incluso asumiendo el riesgo inherente de cometer errores».
De adulto a adulto
Finalmente, dos conceptos muy oportunos: las relaciones que se crean hoy en el trabajo son a menudo relaciones adulto-niño («yo te ordeno y tú ejecutas; no se te paga para pensar»). Es necesario establecer relaciones de adulto a adulto, que son las únicas adecuadas, donde se pone a prueba nuestra responsabilidad.
También está el factor “tiempo”, que nunca parece suficiente; es casi como si tuviéramos que producir primero tiempo para luego producir trabajo. Sucumbimos a la tentación de hacer nosotros las cosas porque no hay tiempo, pero así nadie aprende y sólo los más listos hacen carrera.
«La urgencia, la prisa, la presión de los negocios, el centrarse en lo inmediato (qué resultados obtendremos el próximo trimestre) nos presionan para buscar atajos. Esto forma parte de nuestra realidad, no podemos negarlo, pero debemos intentar que no se convierta en un chantaje».
Continúan las preguntas, muchas y cargadas de experiencia. Se hace tarde; durante la cena seguimos la conversación. Daniele no ha venido a Madrid a enseñarnos una técnica; ha llevado todo al plano de la realidad y de cómo afrontarla todos días partiendo de la conciencia de lo que somos: limitados, pero amantes de la vida y de su sentido, deseosos de comunicarlo a nuestros colegas.
No necesitamos sólo un ejemplo, necesitamos alguien que nos haga amar nuestro trabajo.
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