Temps d´educar
Se me ha ocurrido escribir unas líneas para contar la presencia entre vosotros de gente de Cataluña en la manifestación del 12 de noviembre en defensa de la libertad de educación. Deseaba compartir el agradecimiento por esta nueva ocasión de recuperar con gozo nuestra identidad de pueblo cristiano que se mueve en comunión por Cristo y para Él. La alegría que experimenté fue por descontado muy superior a la fatiga de haber hecho el viaje sola, porque Antonio, mi marido, no pudo acompañarnos en esta ocasión. Al llegar a Colón os encontramos a todos, a nuestros amigos caminando juntos. A todos. En mitad del gentío, caminando por la calle como un pueblo, unido, despierto, con voz; con voz y en silencio. Gritando en silencio. Temps d´educar, se leía en nuestra pancarta. ¡Con qué alegría la llevábamos en alto! Mi hijo mayor se turnaba conmigo: a ratos yo llevaba el bebé, a ratos la pancarta. Deseosos ambos de formar parte de ese cuerpo vivo que es la Iglesia. Porque ella es la que, a través de CL, nos hace más fuertes y despiertos; la que hizo posible el desenlace de llegar hasta allí, convocados por el colegio de nuestros hijos desde Barcelona. Enrique y Mª Elena desde Madrid simplificaron todo: «Os recogemos con la “furgo” en el aeropuerto... Pegamos vuestra pancarta a dos palos; unos macarrones, ¡y a correr todos!». Había que tomar “el nueve”. Nuestra pequeña comitiva estaba formada por un montón de niños, carro incluido, y tres adultos. El tiempo era escaso, me acordé del ángel de la guarda. Pudimos tomar el autobús, “por los pelos”. Se llenó hasta el tope enseguida, pero Pablo, mi pequeño, durmió en su carro como un bendito, arrimado a la pared; Inesita a su lado también permaneció tranquila. Mientras tanto a nuestra izquierda dos hombres comentaban entre sí: «Venimos por la libertad; ningún gobierno ha recortado antes tanto las libertades como éste». Uno de ellos parecía bastante enfadado con los hechos, aunque también sereno. Finalmente decido presentarme a los dos: «Venimos de Barcelona. ¿Conocéis la campaña “Tiempo de educar?”». Se presentan también ellos: resultan ser ambos víctimas del terrorismo. Muy amables. Me alegro mucho de poder ofrecerles la web de la plataforma. Hubiera deseado hablar largo con ellos. No da tiempo a más. A mi derecha, entretanto, una desconocida le explica a mi hijo con sentimiento: «Yo sólo tengo un hijo... pero vengo aquí porque todos son hijos de Dios». Mario escucha sorprendido. Y llegamos a Colón: fin de parada. El bus no llega más lejos. Todos nos echamos a la calle y nos sumamos al caudal de gente que avanza en dirección a la puerta de Alcalá. Una hermosa bandera ondea los colores de España, se me antoja más grande que nunca. Hay un sentimiento de unidad y de silencio en los transeúntes mientras caminamos. Por fin, llegamos.
Gloria, San Cugat / Barcelona (España)
Lecturas en clase
En el tercer curso del liceo estoy dando el tema del sentido religioso, tratando de poner en evidencia cómo éste constituye la característica fundamental de la naturaleza humana, el fondo mismo de nuestro ser. Hace unos días les leí algunos testimonios de chicos de bachillerato recogidos en Decir Cristo a los jóvenes de Luigi Negri. Todos los chicos se quedaron impactados, lo cual no me llamó la atención, porque se trata de una clase muy seria e interesada. Lo que en cambio me emocionó profundamente fue la reacción de un alumno muy especial de esta clase: se trata de un chico enfermo de autismo que se comunica solamente mediante un ordenador y con la ayuda de un colega que se define técnicamente como “mediador de la comunicación”. Cuando éste le pone una mano en el hombro o sobre la espalda, el chico empieza a teclear las palabras, comunicándose así con el exterior. Al final de la lectura, mi alumno se acercó a mi mesa y tomó en sus manos el libro que yo acababa de dejar. Luego, como suele hacer, se agachó en el suelo y empezó a hojearlo velozmente, de la primera página a la última incluido el índice (entre otras, tiene una peculiar habilidad que le permite “fotografiar” visualmente las páginas y memorizarlas). Es la primera vez en tres años que demuestra un interés tan vivo por algo que escucha en clase y que no se refiera a la historia o al mundo clásico, sus dos grandes pasiones. Le invité a escribir su reflexión sobre lo que habíamos comentado y me aseguró que lo haría en cuanto recobrara la tranquilidad después de la intensa actividad de estos días.
Carlo, Milán (Italia)
Como Juan y Andrés
Hace un año me incorporé a la Escuela de comunidad en Málaga. No conocía a nadie del movimiento, ni tan siquiera sabía que existiese Comunión y Liberación, pero había caído en mis manos el testimonio de Cristina López en el Congreso del año pasado sobre el apostolado seglar. Cristina lo describía en términos tan provocativos que me sentí impulsado a verificar si aquello podía ser cierto. Tenía mis dudas, había hecho ya algunos tanteos con algunos grupos y no acababan de convencerme, no obstante allí había encontrado descrito lo que había estado buscando: Cristo nos interpela a través de la carne, una compañía en la que Él se hace presente y se convierte en una ayuda para la vida. A través de Internet, busqué la página web de CL, aparecía la de la persona responsable en Málaga; escribirle y contestarme y acudir al día siguiente a la reunión, todo sonaba tan disparatado; pero no era curiosidad ni espíritu aventurero lo que me llevó a vencer mi natural timidez y presentarme a varios desconocidos en una casa ajena, era la provocación de aquellas líneas, la promesa de vida plena de sentido. Es como seguir la invitación que recibieron Juan y Andrés que, sorprendidos por las palabras del Bautista, se fueron a ver dónde moraba. Eso sigue sucediendo hoy en día, a mí me ha sucedido, una presencia, en nuestra comunidad en casa de Rut, junto a Esther, Cloti, José, Alberto y Giuditta, que de nuevo se da en los que se han unido en este año a nuestra comunidad: Belén, Mati, Antonio, Reme, Paco y Davide y en los encuentros que el movimiento propicia en el retiro de Estepa, en Córdoba, en Madrid. Cada oportunidad es un desafío constante en la vida a sentirme interpelado por la realidad, por las personas, a vivir sin desechar nada, incluso lo doloroso y desagradable y encontrar también ahí una invitación constante a seguir a Cristo y un apoyo para los momentos de oscuridad, una presencia discreta y amorosa: Él, que a través de la carne, contagia una fiebre de vida.
Alfonso, Málaga (España)
Chicos que aman la vida
El trabajo en la OPM (Obra Padre Mario) aquí, en Buenos Aires, está creciendo a pasos agigantados. Yo por momentos me siento puesta sobre una cinta transportadora que me llevará quién sabe dónde. Pero no estoy ahí subida obligada. Creo que, como ya me ha sucedido otras veces en mi vida, el Señor se las arregló para que sea lo que Él quiera y, extrañamente, lo que yo quiera también. Es algo raro, pero es así. ¡Aprendo tanto! Contrariamente a lo que se piensa, de donde más aprendo es de lo de todos los días, de tener gente al lado que no me deja pasar ni una, de tener otra gente al lado que no me gusta, y quizá es allí en donde más me quedo pensando. A cada rato pido, como dice un tal Mario Dupuis en un libro que me estoy devorando, partir de una unidad previa, mirarles como un hecho dentro de mi vocación, como lo que el Señor me da para nuestro bien. Todo esto me da fuerza para entrar en estas relaciones y experimentar que soy yo el objeto del cambio. Siempre. Pasan cosas muy fuertes. Empecé en marzo, pero ya sufrimos el suicidio tristísimo de uno de los chicos; una denuncia de abusos hecha por los padres de una chica de 16 años a uno de sus compañeros; uno de los chicos que más quiero llorando y diciéndome que no puede seguir sin tener un padre (los abandonó nada más nacer el niño y este padre, viviendo cerca, nunca lo fue a ver). Hablando con Antonella veíamos dos cosas, ante las que estamos como quien mira algo que se va a romper en cualquier momento, frágil, delicado, pero valiosísimo. La primera: estos chicos aman la vida, vuelven todos los días a decirle que “sí”, con mucho más amor y perdón que nosotros. Incluso el hecho de entrar en nuestras oficinas sería ya un cachetazo para ellos, que no tienen sillas, ni a veces camas en sus casas. Pero te miran sin rencor, sin tener en los ojos la pregunta de por qué a uno la vida les dio tanto y a otros no. Así cambió mi forma de mirar, especialmente a Maximiliano, uno de los chicos más terribles: toda su familia roba, aunque un día nos confesó que él no quiere robar; lo miro esperando que no se retraiga, que vuelva a aceptarme aunque efectivamente seamos tan diferentes. Y hasta ahora así lo hace. Y en segundo lugar, estos chicos tienen ya tantos problemas y tanto dolor todos los días, que nuestra tarea no es avivarles la dramaticidad que ya tienen tan viva, sino acercarles a un lugar positivo y con alguna esperanza de futuro. «Una nota de color en lo negro del día», dijo Emilse al comienzo. Con algunos de ellos hice todo el año un taller de cine y literatura. En cada encuentro yo salía preguntándome por qué disfrutaban tanto ellos, por qué entendían el recorrido de cómo se despiertan las preguntas últimas en el corazón –con el que armé el taller– con tanta rapidez y con tanta esperanza de bien. En sus vidas quizá no lo hayan podido experimentar. Yo tenía que cuidarme con las palabras paternidad, maravilla de la creación, belleza. Porque viven con poco o ningún contexto familiar y rodeados de cosas feas o rodeados de nada. Es así, quizá no hayan experimentado la potencia maravillosa de un Creador que nos da todo, y todo bueno, pero no fueron desleales con la vida que, siempre, algo bueno les acercó. Y no están tan llenos de discursos, lo que facilita que acepten las palabras que les llegan, y más cuando les abren el corazón a lo que de alguna manera pueden reconocer. Cuando vino a visitarme Guada lo primero que dijo fue que era un lugar alegre y que estos chicos, por no tener nada, no se escandalizaban de que les faltase lo principal en la vida. Creo que éste es el motivo por el que yo recibo mucho, pero mucho más de lo que doy, en los encuentros del taller. Es un periodo en el que el trabajo lo llena todo. Es misterioso, pero todo se ordena a partir de allí. Los días se me hacen muy cortos y me obligan a pensar a menudo en un valor verdadero e infinito del instante. De no ser así, quedaría siempre con poca paz por lo escaso del tiempo para ver a mi familia y amigos.
Alicia, Buenos Aires (Argentina)
¡Qué bien hecho está el hombre!
Trabajo en una sociedad de HLM (un equivalente del Instituto para la Vivienda; ndr.); me ocupo de la gestión técnica y de las inspecciones de seguridad. Me desplazo muy a menudo por los sótanos de los edificios y un día, haciendo un control con mi equipo, mi mirada cayó sobre una frase pintada en un rincón donde los jóvenes se encuentran para fumar y drogarse. «No quiero el Paraíso una vez muerto, lo quiero mientras vivo sobre la tierra». Me salió espontáneamente asentir: «Y también yo». Este grito, fuerte y doloroso, este deseo de verdad y felicidad es más fuerte que todo. El corazón de estos jóvenes no ha podido prescindir de expresar la urgencia más profunda que les constituye. La sociedad y los adultos cínicos pueden hablar y vivir como si no se esperara nada más, pero el corazón no se conforma: un corazón vivo, el corazón de un joven, no puede borrar este grito inscrito en sus entrañas. Todos nos dicen: «Pero, ¿qué más quieres? ¿Te falta algo? ¡Confórmate! ¡No vale la pena, no te crees falsos problemas!». O también: «¿Estás seguro de tener un deseo, una pregunta? Aprovecha todo lo que puedas porque pronto todo se muere». ¡Sin embargo, testarudamente, todo nos hace desear la vida! Agradezco a estos jóvenes su grito desgarrador y sincero. Estos jóvenes son como yo, son mis compañeros de búsqueda. ¡Cuando se encuentra la Vida, no puede uno contentarse con menos!
Elena, París (Francia)
Natural y excepcional
Querido don Julián: Su visita a nuestro país y nuestro encuentro con usted fue un signo claro de afecto y preferencia para nosotros, y la oportunidad de ser mirados como don Gius nos ha mirado. Este año tuvimos los primeros Ejercicios de la Fraternidad para jóvenes trabajadores junto con el padre Julián de la Morena. Desde entonces, la compañía de los amigos y el compartir juntos la vida me ha permitido experimentar que mi vocación es amar a Cristo. Compruebo con estas personas que el Señor me ha dado como compañía que lo más natural para mí es que suceda lo que deseo (como decía don Gius) porque corresponde a las exigencias de mi naturaleza. Y esto es algo completamente excepcional.
Gloria, Ciudad de México
Concierto de Manoli y Rafa
A los pocos días de vuestro concierto en Senigallia, ha ido creciendo en nosotros una nueva conciencia que parte de la belleza y del estupor por vuestra habilidad y belleza de ejecución, pero todo eso a la luz de cómo el movimiento nos enseña a mirar: ¡nunca hicimos una experiencia tan bella! Con vuestra música habéis tocado las cuerdas de nuestro corazón, nos habéis hecho percibir fuertemente sus exigencias originales. Estamos hechos para esa Belleza que nos atrae, para esa Bondad que te sabe acoger, y todo esto es bello y bueno porque es verdadero. Los cantos de la tradición que habéis interpretado nos lo han trasmitido. Todos los amigos del Centro Cultural y yo os damos las gracias de corazón por vuestra disponibilidad y amistad. Aprovecho la ocasión para desearos todo bien en la memoria Litúrgica de Santa Cecilia. Un caluroso abrazo.
Gianfranco y los amigos de CL de Ostra y Senigallia (Italia)
Los amigos de Jesús
Hace unos años me consideraba una persona feliz, feliz a mi manera o a la manera que nos dicta la tele. No acudía casi nunca a la Iglesia y tan solo lo hacia durante las fiestas patronales, pero en realidad era un infeliz que se conformaba con tener una amarga apariencia. Pero mi corazón era una piedra, tenía enfados frecuentes con mi esposa, contaba con muy pocos amigos, me daba vergüenza sentir envidia de las personas que tenían fe. Así llegó el momento de apuntar a nuestro hijo a la catequesis de Primera Comunión y lo hicimos como si de una actividad más se tratara: fútbol, piscina, catequesis, scouts y primera comunión. En un principio, fui a la reunión de los padres con Pepe, nuestro párroco, por el qué dirán. Pero salí lleno de preguntas que necesitaba responderme y percibí que en aquel lugar encontrarían respuesta. Como todo hombre, buscaba la verdadera felicidad para mí y, siendo yo feliz, lo serían mis hijos. Comencé a acompañar a mi hijo a misa y mi fe lentamente despertó; pero necesitaba más, más compañía de los amigos de Jesús, porque yo también quería que se me contagiara su alegría. Empecé a asistir al curso de Cristianismo, pero Pepe se percató de que allí no me encontraba cómodo y, junto con otra amiga, me invitaron a la Escuela de comunidad. Aunque al principio no entendía el libro de don Giussani y creía que los cantos eran en latín, salía feliz y lo que allí escuchaba me servía para toda la semana. Me enseñaron a tener paciencia y a pedir, porque la esperanza no defrauda. Soy un hombre con los pies en la tierra, con sus dificultades y algunas muy grandes, pero gracias a la fe, el Señor me da fuerzas para verlas de forma distinta, ya que ahora las puedo compartir con Jesús y con mis amigos y cada día intento tenerle más presente en las cosas cotidianas. Empiezo a vivir el ofrecimiento en mi trabajo. Ahora me siento más feliz que antes, mi hijo comienza a tener como amigos a su grupo de post-comunión, y yo cada vez que me implico en algún gesto salgo fortalecido y no me da vergüenza que me reconozcan como amigo de Jesús.
Rafa, Getafe (España)
Vivía como yo había soñado siempre
«Probad todo y quedaos con lo mejor». Escuché por primera vez esta frase de san Pablo en la catequesis de Confirmación, allá por el año 97. Acababa de conocer a Julián de la Morena, el entonces párroco de San Juan Bautista en Fuenlabrada. La frase me dejó petrificada y no podía dejar de pensar en ella. No sabía ni siquiera quién la había dicho, pero era tan revolucionaria para mi vida de adolescente, que no podía creer que me lo estuviera diciendo precisamente un cura. Era como un desafío. Tenía ansia de vivir, de comerme el mundo y, sin comerlo ni beberlo, me encontré un cura que vivía como yo había soñado siempre. ¡Y era cura! Poco a poco, con la preparación a la Confirmación, el estudio con los universitarios, el coro y las demás actividades que se proponían, empecé a conocer la vida de Julián. Todo lo que hacía y decía era muy llamativo, sobre todo por cómo lo hacía. La rutina con él tenía un “sabor” nuevo. «Qué suerte, disfruta de todo», me decía. Varios meses después conocí a Fec, otro de los curas de la Fraternidad San Carlos. Con él fuimos a una peregrinación al Santuario de Fátima. Una marea de gente joven como yo que caminaba bajo el sol, la lluvia… Allí conocí Comunión y Liberación, conocí a Cristo a través de estos amigos. La Iglesia así dejó de ser “lo que tengo que hacer los domingos” para convertirse en “mi tarea diaria”. En Fátima nos explicaron la diferencia que hay entre disfrutar y divertirse. Y de nuevo, el mismo pensamiento: «qué suerte, disfrutan de todo». Con 17 años tenía prácticamente decidido dejar de estudiar pero Julián siempre me decía: «quien no arriesga, no gana»; entonces empecé Filosofía. Y así empecé a ir a Escuela, a las salidas de estudio, a participar en el Happening, en definitiva, a estar con la gente que me daba la vida. Con el tiempo las caras han cambiado: Dino, Alessandro, Anas, Mario, Martino, Barge, Giovanni, Marco, Michele. Cuando el año pasado fui a estudiar a Viena, por ironía del destino conocí a otro cura de la San Carlos: Pepe Clavería. Es realmente significativo ver cómo fuera de tu casa te sientes “en casa”, donde tu corazón descansa, incluso estando en una Misa en otro idioma. «La Eucaristía es el único acto donde la muerte se convierte en amor», decía Pepe en su testimonio en Madrid, con motivo del vigésimo aniversario de la San Carlos. Ellos dejan sus casas por este acto de amor, «se quedan con lo mejor». Cada vez más merece la pena también para mí.
Pilar, Fuenlabrada (España)
Encuentros de trabajo
Querido Julián: Somos un grupo de amigos que trabajamos en el barrio de la Bicocca, en grandes empresas como Pirelli, Siemens y Deutsche Bank, y que desde hace unos cuatro años empezamos juntos el trabajo de Escuela de comunidad. El 11 de febrero de 2005, Michele, tomando café, conoce una persona muy especial: es María José, perteneciente al carisma murialdino y primera consagrada en Italia del instituto Secular Padre Murialdo. Empezamos a vernos con ella, a almorzar juntos y, en breve, nace una amistad profunda, una compañía cotidiana, hasta llegar a la lectura de la Escuela de comunidad una vez la semana. Nos contó como, después de 30 años durante los cuales por motivos familiares y luego de salud no pudo entrar en clausura, descubrió “casualmente” el instituto Secular Murialdo. Así, fue conociendo el Instituto «formado por personas no casadas o viudas que se consagran a Dios y que desean ser fieles al Evangelio hasta sus últimas consecuencias, testimoniando el amor infinito, tierno, personal y misericordioso de Dios». Al principio del mes de octubre, María José ha renovado sus votos evangélicos en Santa María la Mayor en Roma. Además de habernos invitado a la celebración, también nos pidió permiso para poder citar nuestros encuentros de Escuela como «momentos de encuentro del Instituto con otras realidades eclesiales». Su historia demuestra que en la vida no hay nada que inventar y que con el tiempo, siempre se desvela la tarea a la que estamos llamados. Nos admira el frescor de un yo completamente fascinado por Cristo presente. Una vez María José nos escribió: «Si continúa así, mi gran familia del Murialdo tendrá parientes estrechos en CL...», cariñosa expresión que describe la unidad sensible que nace siguiendo carismas diferentes, pero pertenecientes a la única Iglesia.
Felipe, Michele, Letizia, Gabriela, Renato, Rosy, Ana, Estefanía y todos los amigos de la Escuela de comunidad de la Bicocca, Milán (Italia)
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón