En el origen de la situación actual está la crisis del hombre contemporáneo, un hombre que no reconoce la capacidad de vincularse como un hecho positivo. ¿Qué finalidad tienen entonces los vínculos familiares? Hablamos de ello con Eugenia Scabini y con Giovanna Rossi
Parejas de hecho, familias ampliadas con una, dos o más madres o padres y la propuesta de ley Grillini sobre el reconocimiento jurídico de los “pacs” (“pacto civil de solidaridad” a favor de las parejas de hecho). Algún sociólogo eminente sostiene que finalmente también Italia está evolucionando, que se está transformando acompasándose a los demás países europeos. Pero, ¿es realmente así? ¿Qué está sucediendo con la familia italiana? Huellas plantea la pregunta a Eugenia Scabini, decana de la Facultad de Psicología de la Universidad Católica y a Giovanna Rossi, profesora de Sociología de la Familia en la misma universidad.
Eugenia Scabini: Partamos de un hecho fundamental. La familia refleja la dificultad cultural que tiene la sociedad contemporánea ante el tema del vínculo y de las relaciones. En Italia somos todavía afortunados, porque tenemos a nuestras espaldas una tradición, que sigue viva en muchos aspectos y que afirma el valor positivo del vínculo. El vínculo familiar en nuestra tradición se vivía y aún se vive como un bien precioso, como un recurso decisivo para el desarrollo de la persona, un bien por el que vale la pena comprometerse y también sacrificarse. Hoy en día la cultura individualista está desmantelando y erosionando este valor. El sujeto humano se vecomo individuo y no como persona, es decir, como sujeto en relación. Los lazos se viven como vínculos que limitan y no tanto como recursos que cuidar, cultivar y a los que dedicar tiempo y energías. Todo se somete a la contingencia, se entra y sale de los vínculos según el gusto de cada uno. El vínculo no tiene una consistencia propia, un valor propio. Este clima ha penetrado de forma dramática en el vínculo más importante, el familiar. Si en otros ámbitos se puede evitar de alguna manera admitir que la pertenencia es central para la formación de la persona, esto resulta imposible en el ámbito de la familia. Tú estás constantemente llamado a decidir en favor del vínculo, para renovarlo, para hacerlo crecer. De ello depende tu identidad.
¿En qué sentido? Haciendo de abogado del diablo, la propuesta de ley de los “pacs” parece dirigida a valorar jurídicamente algunos vínculos, y por tanto a dar importancia a estas nuevas, por llamarlas de alguna manera, formas / vínculos familiares.
Giovanna Rossi: Es necesario en primer lugar aclarar y definir qué es la familia. Por familia entendemos una relación entre géneros (masculino y femenino) y generaciones. Cuando se trastoca el orden de estas dos relaciones, incluso en el ámbito ético y de valor, no es posible definirlas como familia. Se está produciendo una revolución antropológica que no puede dejar de hacernos pensar, en cuanto que estamos hablando de aquello que se define como la “célula base” de la sociedad. Ante tal revolución hay que plantearse: ¿qué hay detrás? ¿Por qué se quiere demoler la familia?
Scabini: Esto no quiere decir que otras formas de convivencia –no las actualmente expuestas por los “pacs”– no puedan tener algunos derechos, lo importante es que sean distintas de la familia y que estos derechos no estén definidos a partir de lógicas pseudo familiares. ¡Que no parezcan familias en miniatura! El debate legislativo en relación a las libres convivencias heterosexuales carece de sentido. En Italia existen todas las posibilidades: si quieres puedes convivir, casarte civilmente, separarte, divorciarte, volverte a casar.
Rossi: Por lo que respecta a las convivencias heterosexuales, el riesgo es el de devaluar el nivel de elección de aquellos que quieren permanecer como uniones de hecho. Si tales uniones son equiparadas a un matrimonio, entonces son... un matrimonio.
Dentro del artículo 2, parte primera, de la propuesta de ley Grillini se define como “pacs” (pacto civil de solidaridad) «el acuerdo entre dos personas de sexo distinto o del mismo sexo, dirigido a regular las relaciones personales y patrimoniales relativas a su vida en común», y como «unión de hecho» «la convivencia estable y continuada entre dos personas, de sexo distinto o del mismo sexo, que llevan una vida de pareja».
La limitación de estas protecciones jurídicas muestra la incapacidad de abordar eficazmente la cuestión de las parejas homosexuales y heterosexuales. El “pacs” crea un estatus intermedio entre el matrimonio civil y la unión libre. No se gana nada por inscribir en el derecho de las personas una relación de contenido patrimonial que no es más que un contrato de bienes. Tal elección resulta insensata en Italia: en nuestro país el pacto patrimonial es ya suficientemente ligero, en el sentido de que se puede entrar y salir de él sin problemas. No entiendo por qué hacerlo todavía más evanescente. De esta forma se vuelve al punto de partida: un vínculo cada vez más ligero y cada vez más reversible, sin tarifas que pagar. Pero esto es imposible entre seres humanos responsables.
Esto para las parejas heterosexuales. ¿Y la batalla por las parejas homosexuales?
Scabini: Hoy en día dos personas del mismo sexo tienen la posibilidad y la libertad de convivir y pueden obtener algunas protecciones de tipo patrimonial sin por esto pasar por los “pacs”. Otras exigencias específicas podrían pensarse y los ejemplos que se han puesto, como acompañar a su pareja enferma en el hospital, podrían resolverse de forma mucho más sencilla y pragmática. Creo que hay que afrontar claramente y no de forma indirecta lo que está detrás de estas peticiones. Y el problema que está detrás es el intento de evitar decir qué es una familia, diluyendo su concepto. Es imprescindible introducir criterios que definan lo que es una familia y lo que no lo es. No se trata de discriminación sino de aclaración. Si todo es familia, entonces nada es familia, la familia es igual a nada. Pero de esta forma se produce una discriminación evidente, penalizando a quien asume la responsabilidad seria de una vida común estable, de compromiso hacia el otro libremente elegido, de cuidado y educación de las generaciones jóvenes. Ellas son el bien común sin el cual el cuerpo social no puede vivir ni desarrollarse.
Desde un punto de vista psicológico, percibo en esta petición una necesidad de normalidad o, si se quiere, una gran nostalgia de familia. Y puedo comprender el malestar del que busca trabajosamente una identidad propia sin tener itinerarios claros. La petición de ser familia es además contradictoria con respecto a la elección de una forma de vida “alternativa”: Gianni Vattimo sostenía en una entrevista a propósito de esto que, precisamente como homosexual y orgulloso de una opción “transgresora”, le importaba un comino el matrimonio. No tenía necesidad alguna de homologación.
En cualquier caso me parece haber intuido que tal petición no viene de la base, que no existen estas muchedumbres de homosexuales deseosas de homologarse a la familia, sino que tal petición es, en realidad, utilizada por otros con fines ideológicos, o para reunir consensos.
Rossi: Las actuales leyes italianas no permiten a dos personas del mismo sexo dar una reglamentación jurídica a sus relaciones de pareja, ni siquiera a las basadas en convivencias estables. No sucede así en el resto de Europa. Leyes específicas reconocen dignidad y derechos a las parejas homosexuales en Francia, Alemania, Holanda, Bélgica, Portugal, Dinamarca, Noruega, Suecia, Finlandia, Islandia, Luxemburgo y España. Gran Bretaña, Suiza y Croacia están a punto de aprobar leyes análogas a propuesta de los distintos gobiernos.
El 15 de enero de 2003 el Parlamento europeo pidió por enésima vez a los Estados miembros que reconocieran iguales derechos a las parejas del mismo sexo. La Carta de Derechos fundamentales de la Unión Europea prohíbe cualquier discriminación motivada por la orientación sexual y reconoce a todos el derecho a construir una familia. Es un recorrido de libertad, se dice, «en el que Italia se ha quedado atrás, bloqueada por prejuicios anacrónicos».
Pero esto ha sido una grave injerencia. Se ha afirmado este concepto: a cada uno su propio derecho, a cada uno su propia familia. ¡Como si la familia perteneciese sólo al orden de los derechos y de las libertades individuales! En el momento en que se crea una familia, se asumen responsabilidades sociales. Introducir otra forma de vínculo que vuelva a discutir la relación que está en el origen sólo contribuye a crear una situación caótica que no hace sino lesionar un bien social: la familia.
Es necesario realizar una distinción entre cualidades individuales y relacionales. Por lo que se refiere al valor del individuo cualquier discriminación verdadera hacia la homosexualidad es combatida en el campo jurídico y social. A nivel de relación, la diferencia entre homosexuales y heterosexuales sigue siendo, en cambio, fundamental para el simbolismo de la sociedad. Una pareja es tal sólo si se inscribe en un orden simbólico que diferencia a los sexos. Esta diferenciación es una institución natural, fundamental para la regeneración de la humanidad.
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