El padre Giovanni Marengoni, misionero en África, profundamente fiel a Cristo y a su Iglesia, nos ofrece el testimonio de su etapa de joven seminarista con don Giussani. «De la comunión a la liberación»
El testimonio que ofreció el día de la misa en memoria de don Giussani
«Dios omnipotente, te he dado todo con alegría». Don Giussani, tu rezaste y viviste esta oración desde pequeño. Nos conocimos en el seminario menor de Milán, el 3 de octubre de 1933, con once años, ya con vocación al sacerdocio. ¡Qué alegría haberte conocido! Cinco inolvidables años juntos en el seminario menor, que produjeron grandes hombres entre los que te encuentras también tú, don Giussani. Cinco años para unos jóvenes adolescentes que buscábamos nuestra vocación. Con certeza, sin dudas, sin reservas: predicando, predicando la comunión y la salvación. Para mí fue una vocación misionera en África, para ti, don Giussani, en todo el mundo, a través de tu gran movimiento, Comunión y Liberación.
¿Cómo respondiste a tu llamada? Situando en el centro a Jesucristo. La centralidad de Jesús en todos los acontecimientos, en todas las situaciones. Porque Él es el centro verdaderamente presente; haciendo memoria de Ti –no memoria de un Jesús del pasado, histórico– memoria de Ti presente, aquí y ahora, con mis preocupaciones, con mis dificultades, tendiendo en cuenta mis errores y mis límites, siempre mirándole a Él y sirviéndole con amor. Él me invita: «¡Mírame!, ¡mírame! estoy contigo, sígueme, sígueme hasta la eternidad». Don Giussani, intercede por nosotros para que podamos vivir también esta centralidad de Jesús cada día, a través de Comunión y Liberación. Comunión, comunión –unidos, unidos, estar unidos– comunión, ante todo con Jesús presente aquí y ahora. Comunión con Jesús y comunión con todos, los más próximos y los más alejados. Esta era tu intuición, don Giussani. ¡De la comunión, la liberación! Libertad del pecado, de la pretensión y del mal…
Estando en comunión con Dios y con todos los demás hombres.
Texto enviado tras su visita a la escuela de San Kizito Vocational Training Institute
Conocí a monseñor Giussani cuando ambos éramos adolescentes: desde los 11 a los 16 años; desde que entramos en el Seminario menor de Severo, San Pedro (Milán), en 1933, hasta que yo dejé el seminario de Venegono (1937) para hacerme misionero. Compañeros de clase, vecinos de pupitre; nos hicimos muy amigos, nos conocimos a fondo y a pesar de la lejanía geográfica y del tipo de trabajo, siempre seguimos ayudándonos.
Leí con gran conmoción y vivo interés el mensaje que el Santo Padre escribió a todos los «hijos espirituales de don Giussani» el mismo día de su muerte. Y con intensa alegría he constatado que las principales actitudes espirituales y humanas de don Giussani estaban ya presentes como germen en el Giussani adolescente. Las voy a resumir a continuación:
Para dar gloria a Dios
Para dar gloria a la regla que san Carlos Borromeo dio a sus seminaristas y que sigue vigente en los seminarios milaneses «con pocos cambios y breves añadidos» (como dijo el beato cardenal Schuster cuando presentó la nueva regla para los seminaristas ambrosianos).
Escribo para dar gloria a don Giussani, remarcando su constante fidelidad a los impulsos de la gracia y a su sólida educación humana y cristiana, recibida cuando era adolescente, sobre todo en el seminario menor.
Escribo para animar a todos los educadores para que den la máxima importancia a la “adolescencia” de sus hijos-alumnos.
Estas son las virtudes humanas y cristianas de don Giussani que el Papa alabó en su mensaje.
- «¡Una fe ardiente!». Evidente en el adolescente Giussani que siempre tenía las manos juntas sobre el pecho cuando rezaba (y rezaba mucho).
- «Coherencia sin reservas»: algunos le tomaban el pelo por su gran piedad de adolescente. Pero Giussani perseveró venciendo cualquier temor “a que se burlaran de él”, cualquier respeto humano, siempre coherente con sus convicciones.
- «Don Giussani fue siempre valiente en su servicio a la Iglesia». El adolescente Giussani siempre fue decidido defensor de sus superiores, los profesores, aunque no siempre fueran excelentes.
- «Don Giussani fue siempre decidido y franco en la invitación a tantos jóvenes a un encuentro personal con Cristo, respuesta plena y definitiva a la espera más profunda del corazón humano». El adolescente Giussani fue siempre humilde, pero seguro y decidido a la hora de invitar a cualquier compañero a hacer con él una visita a Jesús en la Eucaristía, añadiendo: «estarás más contento».
- «Don Giussani propuso la “compañía” de Cristo a muchísimos jóvenes». El adolescente Giussani animó a muchos compañeros seminaristas a «la amistad con Cristo» para evitar otras amistades peligrosas para un seminarista.
- «Don Giussani abandonó toda perspectiva de carrera académica». Giussani adolescente, siempre el “primero” de clase, todos los años recibía la “medalla de oro” a los mejores resultados en los estudios (recuerdo que el beato cardenal Schuster, que venía todos los años a entregar las medallas, un año, al ver acercarse a Giussani para recibir las medallas de oro exclamó sonriendo complacido: «¡Siempre es él el primero!»). ¡Pero el adolescente Giussani siguió siendo siempre humilde! Nunca hizo gala de su superioridad frente a los menos capaces; es más, les ayudaba con gran sencillez a hacer las tareas.
- «En don Giussani siempre hubo constante docilidad al magisterio». El adolescente Giussani no se enfrentó jamás a los profesores, nunca les criticó, aunque alguno no fuera un maestro excelente.
- «Don Giussani supo implicar a muchos en su apasionante itinerario misionero». Giussani adolescente supo hacer que muchos se adhirieran a los “círculos misioneros”, que originaron “muchos misioneros”.
- «La síntesis de la vida y del apostolado de don Giussani: Cristo y la Iglesia ». El adolescente Giussani demostró estar enamorado de Cristo, con sus frecuentes y fervorosas visitas a Jesús, presente en el Eucaristía, y lleno de celo por la Santa madre Iglesia, repitiendo a menudo con gran convicción: « Ubi Petrus, ibi Ecclesia», y añadiendo sin vanagloria alguna: «Ubi Petrus, ibi Ecclesia mediolanensis».
- «Don Giussani fue un defensor de la razón humana, campeón de la piedad humana, maestro de humanidad». El fue el fundador de un movimiento mundial, de la Fraternidad sacerdotal San Carlos Borromeo, de la asociación de laicos Memores Domini, todos ellos denominados e inspirados por un ideal, comunión y liberación.
El adolescente Giussani, que superaba a todos sus compañeros en bondad, piedad e inteligencia, sabía hacer de todos una «comunión, liberando a todos de cualquier tentación de envidia, de oposición o de ofensa».
Si, Giussani adolescente, por una especial “llamada” y gracia de Dios, se plasmó fundador de Comunión y Liberación en los años de su primera adolescencia.
¡Oh, don Giussani! Continúa desde el cielo inspirando en los adolescentes los ideales de la verdadera comunión cristiana y humana, de la liberación total de todo instinto de egoísmo y de violencia para que sean «fieles siervos del Evangelio», como el Papa definió a don Giussani en su mensaje, escrito en el día de su partida hacia el cielo.
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