Mesas redondas, debates, encuentros, exposiciones. En los pabellones de la Feria se debaten los grandes temas internacionales
Las fotos son impresionantes: tobillos encadenados, muñecas atadas con pesadas piedras, grilletes de madera y de piedra. En otra un grupo de gente desconcertante, un poco amenazador pero con cierto atractivo, colores y caras que parecen tomadas de Amistad de Spielberg. Somos espectadores de la asombrosa historia de Gregoire y de su asociación San Camilo. En Costa de Marfil (y desde hace poco también en Benin) no hay cabida para los que sufren trastornos mentales (de cualquier tipo, ya sean leves o más importantes). Las familias no saben qué hacer y “entregan” a los enfermos a otros poblados y grupos que a su vez los abandonan en la selva. Una prisión a cielo abierto, encadenados a los árboles o a las piedras durante años, expuestos a la lluvia y al sol (se puede imaginar el resto) “viven” esperando el final. Pero llegó Gregoire, un mecánico que se dedicaba a los neumáticos, un cristiano que durante una peregrinación a Jerusalén renovó su conversión, recibió una sacudida y tuvo una idea. Desde entonces se han salvado diez mil (sí, diez mil). Llama la atención esta pequeña exposición, a cargo de Marco Bértoli, un psiquiatra de Friuli que ayuda a Gregoire desde hace un tiempo, colocada en una esquina del Meeting, y que recoge piezas artesanales, un vídeo y un cepo de madera.
Un camino global
Es cierto, el viaje del Meeting por el mundo se hace a través de grandes encuentros, de directivos y de nombres famosos; pero el armazón que sostiene el escenario está hecho de historias como las de Gregoire. O la de los Misioneros de la Fraternidad de San Carlos Borromeo, que han fascinado a centenares de personas, día tras día, contando lo que hacen en Siberia, Paraguay o EEUU. O de la hermana María de Kenya, que lucha incansablemente contra la infibulación.
En siete días el Meeting te lleva a dar la vuelta al mundo, es su vocación universal, globalizada, diríamos hoy. Entre la avalancha arrolladora de personajes, imágenes, libros, testimonios, puestos, intervenciones ocasionales y acertados análisis, podríamos distinguir algunos grandes temas: Desarrollo, Guerra y Paz, Islam y Mediterráneo Europa y EEUU. Pero la norma del Meeting está clara: no se puede entender nada sin un encuentro entre personas. Ésta es la historia del matrimonio Zerbini, Brasil y sus dramas sociales (cf. Huellas de Junio). Guían el movimiento de los Trabajadores Sin Tierra; empezaron buscando terrenos para los campesinos, después pasaron a la vivienda y los problemas sanitarios, la escuela, la vida comunitaria y, sin embargo, «siempre faltaba algo, seguía faltando algo; habíamos respondido a ciertas necesidades, pero no era suficiente». La historia de los Zerbini toca el corazón del pueblo del Meeting. Es uno de los grandes acontecimientos de esta edición. De nuevo Brasil (siempre cercano desde que los chicos de GS salieron de Linate para ir ahí de misión, entre ello, Pigi Bernareggi) con el proyecto de Salvador de Bahía con el que el AVSI ha conseguido un milagro: “convertir” al Banco Mundial y a la Cooperación Italiana. Que, dicho sea de paso, confía hasta tal punto en el Meeting que ha puesto un stand tan grande que «solo lo supera el de la Compañía de las Obras» como proclama lleno de orgullo y simpatía Giuseppe Deodato, director de la Cooperación. También África se ha visto representada varias veces en los pabellones de Rímini: las guerras, el sida, la corrupción, y el proyecto promovido por Medicina y Persona que se llama «una hora de trabajo que cambia la vida».
A propósito del islam…
El complicado capítulo del islam ha tenido como protagonistas al subdirector del Corriere della Sera, Magdi Allam, y como epicentro un acto sobre la “vida cotidiana” en esta religión que sigue siendo casi desconocida. Magdi Allam es un buen amigo desde hace mucho tiempo. El islamólogo Abu Zyad puso sobre el tapete la gran cuestión, tan delicada, de la “literalidad”: ¿se puede o no interpretar el Corán? Obviamente par él sí, ya que de no serlo el islam se quedaría encerrado en las medersas o en el fundamentalismo. Y también el joven Khalid Chaouki: «No consigo entender cómo es posible que en nombre del islam se pueda desear la propia muerte y de la de otros»; aunque admite que, sin embargo, no es un discurso fácil de pronunciar, ni siquiera en las comunidades islámicas integradas en Occidente. Vivir con y en el islam ha sido también el tema de los dolorosos relatos que aparecen en los escritos recogidos en un libro de la islamóloga Valentina Colombo. Pero ¡cuidado! no se trata de las mujeres árabes como grupo étnico sino de personas vivas (auque a veces se oculten tras el velo) con sus problemas concretos, como sostiene la experta, y es ahí donde se puede y se debe intervenir. El ejemplo lo proporciona Suad Sbai, que dirige la Asociación Italiana de Mujeres Marroquíes: «Con ocasión de la última regularización muchos hombres no han permitido que sus mujeres solicitaran el permiso de residencia con la excusa de que no lo necesitan puesto que se van a quedar en casa». También se abordaron estos temas en la mesas redonda con el ministro del Interior, Giuseppe Pisanu y con el comisario europeo Franco Frattini, en el que se discutió la cuestión planteada el año anterior: el Mediterraneo, la necesidad de encontrar una estrategia y de restablecer una política común. Teniendo claro que no se empieza desde cero: con las invasiones vienen también los intercambios, el enriquecimiento recíproco, así es posible leer a Oriana Fallaci junto al gran escritor eslavo Predrag Matvejecic. Mediterráneo como mar “mediador” usando una palabra que ha alcanzado en Rímini cierta notoriedad. Hoy sigue habiendo diferencias y conflictos pero también hay proyectos que unen las dos orillas y amistades que florecen: la CdO de Jerusalén, en la que trabajan juntos árabes israelíes, judíos y palestinos; la actividad de regiones como Sicilia o de Unioncamere, que reúne las Cámaras de Comercio, la presencia en Rímini del obispo de Túnez, Fouad Twal, que pronto se trasladará a Jerusalén, y de esos amigos de Brescia que han establecido lazos sólidos también con Túnez… En resumen, el Meeting ofrece el trampolín, diríamos mejor la red, para un lanzamiento político nuevo y completo.
…y de Iraq
A pocos metros del lugar donde se intenta conocer mejor y profundizar en el islam, se discute y se analizan las guerras, quién tiene razón y quién no la tiene: en el islam, el terrorismo y su amenaza global convergen con Iraq. Un Iraq que se desangra, que lucha tenazmente por la libertad de seguir existiendo, (recuerda un poco, aunque actualmente corre mejor suerte, la lucha de los armenios para que no se oculte su terrible pasado: espléndido el acto sobre este tema con Marco Tossati y Antonia Aíslan). Los testimonios de los periodistas Toni Capuozzo, Monica Maggioni y Gianni Riotta que prevenían contra el riesgo de la indiferencia. Y lo más destacado de la “política internacional” del Meeting con la asistencia del ministro de Exteriores de Bagdad, AL Zebari y el Afgano, Abdullah Abdullah, propiciado por el ministro de Exteriores italiano, Gianfranco Fini. No se trata de una reunión diplomática, en esta ocasión no hay declaraciones forzadas. Un pedazo de Occidente, miles de personas que durante dos horas parecen trasladadas en medio del fuego, el polvo y las bombas, codo con codo con los hombres y mujeres de estos dos países. «Permaneced a nuestro lado» gritaban los ministros «quedaos con nosotros». Ved cómo sufrimos, la libertad que buscamos es la misma que la vuestra, es el bien precioso que no tenemos. La guerra como realidad frente a la guerra como titular de prensa.
Del otro lado del océano
…mister Anderson, ¿qué es la libertad? La pregunta le sorprende, aunque en el Meeting de la libertad nada se da por supuesto. Es el más ilustre de los americanos presentes en Rímini, Carl Anderson, presidente de la asociación Knights of Columbus, cuya fotografía ha aparecido en los periódicos que prestan más atención. Cada año esta asociación recauda entre 130 y 150 millones de dólares que se destinan a obras de caridad. Se trata de la mayor organización católica mundial al servicio de la familia, con un millón setecientos mil afiliados. Suficiente, ¿no? Anderson encabezaba la representación norteamericana que encuadraba entre otros a Kenneth Ciongoli, presidente de la asociación de italo-americanos, y a Joseph Weiler, muy conocido entre los que se dedican al constitucionalismo y entre los que en vano se afanaron por conseguir el reconocimiento de las raíces cristianas en la Constitución europea. Él, que es judío, ha escrito un libro imprescindible. Por la noche le apetece charlar: «¿Sabes?, en EEUU mis colegas me critican por venir aquí y por la amistad que tengo con CL. ¡A mi que me importa! –lo dice así de claro– escucho, me escuchan, nos tratamos bien, nos planteamos muchas cosas… esto es lo que hay que hacer, así es como se puede avanzar». También entre los americanos se encontraba el portorriqueño monseñor Albacete, el italiano Marco Bardazzi y por supuesto Jonathan y Riro. El nexo entre Norteamérica y Europa nos lo ha proporcionado monseñor Diarmuid Martin, primado de Irlanda, que ha explicado las dificultades («en algunas parroquias de Dublín la asistencia a misa se ha reducido al uno por ciento») y la gloria de su país (la evangelización europea llevada a cabo por santos irlandeses; el éxito económico alcanzado estos últimos años; el desarme del IRA). Europa, con el ex presidente español, José María Aznar, y el presidente del Partido Popular Europeo, Poettering y con el obispo rumano Bercea, ordenado en la clandestinidad, que recordó, ante un público conmovido, las recientes heridas de la historia de su país. Hoy se hace difícil recordar cómo era el mundo cuando nació el Meeting. ¡Cómo ha cambiado! Cada día cambia un poco, cada año nosotros mismos cambiamos un poco, cada vez se añade algo más de esperanza. Y me gusta pensar que en parte ha sido gracias a esta última semana de agosto que muchos hemos pasado en Rímini.
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