Encuentros y palabras que han marcado la amistad de Juan Pablo II con CL. Desde las primeras audiencias a los “cumplemeses” hasta las últimas cartas, la historia de un vínculo con el obispo de Roma, que don Giussani nos indicó siempre como«cauce establecido para la seguridad de nuestra fe católica»
El encuentro con Juan Pablo II
«Admiramos con gratitud y regocijo la juventud y libertad de la Iglesia». De esta manera, el día siguiente al 15 de octubre de 1978, el consejo nacional de Comunión y Liberación saludó la elección de Juan Pablo II. El acceso al solio pontificio de Karol Wojtyla fue una sorpresa absoluta para el mundo, supuso un descubrimiento casi para toda la Iglesia. Sin embargo, para algunos chicos de CL Wojtyla no era un desconocido. El cardenal de Cracovia era bien conocido por aquel pequeño grupo de jóvenes que, unos años antes, habían compartido con él unas vacaciones en los montes Tatra, en Polonia. Y, sobre todo, no era un desconocido para el padre Francesco Ricci. Fue él quien señaló ese nombre a los vaticanistas que preparaban para los periódicos las fichas acerca de los cardenales papables. Vittorio Citterich, entonces periodista del telediario de la Cadena Uno de la televisión italiana, Tg1, lo ha recordado varias veces.
Será justamente Ricci quien comente la elección de Wojtyla como Papa en el número de noviembre de Huellas –entonces Litterae communionis– y en CSEO (en esos primeros años de pontificado, la revista mensual fundada por el padre Ricci fue el instrumento más importante para conocer la personalidad de Wojtyla, y sobre todo para dar a conocer la cultura, la historia y la vida de la Iglesia y de la nación polaca, con una aportación muy valiosa de documentos y fuentes). [...]
Se llega así al 18 de enero: don Giussani es recibido en audiencia. Fue la primera de una larga serie que marcarán todo ese período, desde 1979 a 1984. Recién llegado a Milán, Giussani toma lápiz y papel y escribe a todos los «queridos amigos» del movimiento. La carta inaugura una tradición de relatos epistolares que se harán muy frecuentes con el paso del tiempo. A través de las palabras del fundador, todo el movimiento conoce al nuevo Papa y advierte enseguida que se trata de un acontecimiento que va mucho más allá de un devoto y obligado homenaje al nuevo Pontífice. Se trataba del encuentro entre una realidad misionera, nacida tan sólo hacía 25 años y que había crecido enormemente, incluso desde el punto de vista numérico, y un Papa que, venido «desde un país lejano», llegaba a la cátedra de Pedro buscando, como se puede comprender, las realidades con las que más sentía cierta sintonía para apoyar en ellas el comienzo de su pontificado. [...]
Al salir de la audiencia, el fundador de CL manifiesta decididamente su deseo: «Sirvamos a Cristo en este gran hombre con toda nuestra existencia».
Quien había seguido la historia personal de don Giussani desde 1954 hasta entonces no tardó en comprender su emoción en esas horas: mirado con recelo por muchos obispos, podía reconocer en el nuevo Papa una convergencia de acentos absolutamente sorprendente. El mismo don Giussani los anota: Jesucristo es la verdad de todo el hombre; la fe es la forma de la vida entera; es preciso que la fe se exprese como cultura. Son las palabras del Papa que don Giussani recogió de ese encuentro con él, pero también son las palabras con las que don Giussani define CL y que Juan Pablo II repetirá en los meses siguientes. Otras veces, en la historia de la Iglesia, carismas reformadores fueron acogidos por el obispo de Roma en bien de un renacimiento. ¿Será lo mismo esta vez?
Tuvimos la posibilidad de seguir la audiencia con el Papa con el «responsable de Comunión y Liberación» (así, prudentemente, se expresaba el prefecto de la Casa Pontificia y el diario de la Santa Sede al dar la noticia del evento); también a través de su propio relato a los estudiantes de Milán un mes más tarde. La impresión seguía vivísima en él: los dos días previos a la audiencia, desde que se lo comunicaron, estuvo en vilo. Pero, «nada más entrar en su biblioteca», se calmó, porque el Papa le hizo sentir como en casa. «Me arrodillé...y él me levantó agarrándome de la muñeca... aferra con una fuerza tremenda... Me levantó y me dijo: “Nosotros nos conocemos”. Yo me había preparado la lista de lo que le quería decir a toda prisa; en cambio, él me retuvo treinta y cinco minutos, más lo necesario para las fotografías. Le dije: “Santidad, mire, nosotros no queremos otra cosa que vivir la fe. Y para nosotros esto significa que la fe debe ser algo interesante para la vida entera, para todos los sentimientos de la vida”. Tiene la cabeza como la de un león, es un león en el sentido literal del término. Con la cabeza empezó a asentir, ¿comprendéis? Es la fe en que Jesucristo es el corazón de la vida». [...]
El 4 de marzo de 1979 Juan Pablo II publica su primera encíclica: Redemptor hominis. El lenguaje, completamente nuevo e inusual para un documento pontificio, y los contenidos originales hacen de ella un texto enseguida encubierto por el silencio del mismo mundo eclesial que, más allá de las celebraciones oficiales, no comprende su alcance. CL lo adoptará como texto para su Escuela de comunidad para todo el año siguiente.
Marzo es también el mes de la audiencia de Juan Pablo II con doce mil universitarios de CL (el Osservatore Romano habló de diez mil asistentes), que se celebró el día 31. Al igual que el 23 de marzo de 1975 (¡habían pasado tan sólo cuatro años!), el Papa y don Giussani se encuentran delante de millares de chicos de CL. Pero esta vez no es el breve intercambio de palabras con Pablo VI después de la misa, es una audiencia pública que dura dos horas: los jóvenes de CL «quizás nunca se habían sentido animados, reconocidos y hasta alabados, casi enaltecidos, por las palabras del Papa. No se puede fingir que el Papa no haya mostrado su apoyo afectuoso y completo al movimiento de Comunión y Liberación». [...] Desde entonces, durante unos meses, fue un crescendo rapidísimo de visitas. Los universitarios volvieron a ver al Papa el 5 de abril, junto con sus compañeros de los ateneos romanos para la celebración anual de la Cuaresma, que Juan Pablo II nunca dejaría de presidir, excepto en los últimos años. El 17 de mayo fue una cita verdaderamente singular: era la víspera del día anterior a su cumpleaños. Dos mil universitarios de la comunidad de Roma y de otras ciudades cercanas se reunieron en los jardines vaticanos, delante de la gruta de Lourdes, y cantaron en polaco e italiano. «Esto no debe ser la celebración de un cumpleaños, sino de un “cumplemes”», dijo entonces Wojtyla. Como queriendo decir: volved todos los meses. Y los de CL volvieron.
Extracto del libro de M. Camisasca, Comunión y Liberación, volumen III, Ed. Encuentro (pendiente de publicación)
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